El siguiente texto pertenece al epígrafe 23 del Capítulo 9 del libro de Martín Gardner ¿Tenían ombligo Adán y Eva?
23. Farrakhan, la Cabala, el bahaísmo y el número 19
Los dos principales libros sagrados de las religiones mundiales son la Biblia y el Corán. Puesto que se cree que Dios dirigió la escritura de ambos, no es muy difícil entender que los seguidores de cada uno supongan que su texto, inspirado por la divinidad, puede contener estructuras matemáticas ocultas que demuestren el origen sobrenatural del libro.
En lo referente al Antiguo Testamento, este tipo de numerología alcanzó su cénit con los cabalistas: místicos judíos cuyas raíces se remontan a tiempos precristianos, pero que florecieron principalmente en la Edad Media y el Renacimiento. Creían que las letras de la Tora (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) ocultaban miles de significados secretos. Estos misterios se extraían del texto mediante un proceso llamado gematria. Se asignaba un número a cada letra hebrea. Después, estos números se sumaban, multiplicaban y manipulaban de otras maneras para descubrir sutiles correlaciones y significados ocultos.
Los místicos cristianos utilizaban técnicas similares, asignando números a las letras hebreas y griegas de la Biblia. En tiempos recientes, el gematrista cristiano más infatigable fue el matemático ruso Ivan Nikolayevich Panin, que murió en Canadá en 1942.
Sus voluminosos escritos proporcionaron —según creía él— pruebas irrefutables de que la Biblia fue escrita por el Todopoderoso.
El libro más ridículo sobre gematria cristiana publicado en Estados Unidos durante este siglo es Theomatics: God's Best-Kept Secret Revealed (Stein & Day, 1972). Sus autores fueron Jerry Lucas, una estrella del baloncesto norteamericano con los New York Nicks, y su amigo el fundamentalista Del Washbum. Según la solapa, su libro «demuestra científicamente que una Mente, muy por encima de la capacidad humana [...] planeó, construyó y formó cada palabra de la Biblia. Su técnica es una original modalidad de gematria absurda. Los ingenuos autores parecen desconocer por completo que existe una vasta literatura anterior que sigue líneas similares. (Para detalles sobre este libro, ver mi reseña en Order and Surprise, Prometheus Books, 1983.)[Sospecho que a estas alturas Jerry Lucas debe de estar avergonzado de este libro, pero no así Del Washbum. En 1994, Scarborough House publicó su Theomatics II: God's Best-Kept Secret Revealed. Steve Abbott, que escribió la reseña de este ridículo libro en la Mathematical Gazette (julio de 1996), decía: «Me he preguntado cómo librarme de él. No quiero tirarlo a la basura porque no puedo soportar que se destruyan libros. Podría regalárselo a una tienda de caridad, pero a lo mejor lo compra una persona impresionable y no quisiera ser responsable de las consecuencias. Así que se quedará en mi estantería sin que nadie lo lea, a menos que me lo pida un lector de la Gazette...]
En la actualidad, los cristianos fundamentalistas han perdido interés por la gematria, pero la práctica sigue floreciendo entre los eruditos hebreos más ortodoxos. El último avance en este oscuro campo ha sido la utilización de ordenadores para analizar la Tora. En los años ochenta, tres matemáticos israelíes, Doron Witztum, Eliyahu Rips y Yoav Rosenberg, investigaron a fondo la Tora utilizando un sofisticado programa informático, en busca de palabras y frases secretas. Las palabras surgían cuando el ordenador comprobaba cada enésima letra (pudiendo n adoptar cualquier valor). Quedaron asombrados al encontrar así los nombres de docenas de famosos rabinos de siglos posteriores. Y también hallaron predicciones de sucesos futuros. Por ejemplo, en una secuencia de letras encontraron las palabras hebreas correspondientes a Sadat, presidente, disparo, tiroteo, asesinato y desfile. Interpretaron esto como una predicción del asesinato de Anwar el Sadat en 1981. Incluso salió a relucir el nombre de Norman Schwarzkopf.
Los medios informativos de todo el mundo dieron amplia difusión a este asunto en 1995, al informar sobre un artículo del psiquiatra Jeffrey Satinover publicado en el número de octubre de Biblical Review. El artículo, titulado «Divine Authorship?» (¿Autoría divina?), comentaba dos trabajos de los matemáticos israelíes sobre lo que ellos llamaban SLE (secuencias de letras equidistantes) en el Génesis.
A manera de sencillo experimento, consideré únicamente las quince primeras palabras del discurso de Lincoln en Gettysburg y comprobé cada enésima palabra, asignando a n los valores del 2 al 10; es decir, letras separadas por una, dos... y hasta nueve letras. Encontré treinta y dos palabras de tres letras y las siguientes palabras de cuatro letras: sort, soar, Ñero, huís, hoot y NATO.
Imagínense cuántas palabras de más letras pueden salir en libros tan largos como el Génesis o una obra de Shakespeare, si asignamos a “n” todos los valores desde 2 hasta 100. En el antiguo hebreo no hay vocales. Esto da como resultado una considerable vaguedad acerca de cuál es la palabra oculta. Yo habría podido encontrar palabras mucho más largas ocultas en las quince primeras palabras del discurso de Lincoln si se me hubiera permitido insertar vocales entre las consonantes.
En su muy técnico artículo de 1994 «Equidistan Letter Sequenees in the Book of Génesis» («Secuencias de letras equidistantes en el libro del Génesis») (Statistical Science, vol. 9, pp. 429-438), los matemáticos israelíes aseguran haber aplicado su programa a una traducción al hebreo de Guerray Paz de Tolstoi. Aunque encontraron muchas palabras, insisten en que no salió nada comparable a las palabras y frases que encontraron en el Génesis. Lo que no entiendo es por qué Jehová se tomó tantas molestias para esconder palabras en la Tora. Me parece blasfemo convertir a Dios en un caprichoso aficionado a los juegos de palabras más toscos.
No conozco a ningún católico o protestante liberal que se tome en serio la numerología SLE, pero los fundamentalistas norteamericanos se han aferrado a ella como demostración de que Dios escribió el Antiguo Testamento. En un programa de televisión emitido el 6 de junio de 1996 oí a Hal Lindsey defender con gran entusiasmo los descubrimientos de los tres israelíes. Lindsey es el fundamentalista protestante que ha escrito una serie de libros muy vendidos sobre la inminente aparición del Anticristo y la Segunda Venida de Jesús. Otros fundamentalistas de todo el mundo están difundiendo a bombo y platillo la investigación israelí. Sería interesante saber que encontrarían los matemáticos fundamentalistas si aplicaran su programa informático SLE a las letras griegas del Nuevo Testamento.
La periodista del Wall Street Journal Calmetta Coleman, en un artículo titulado «Seminar Tries Science to Revive Faith» («Un seminario intenta que la ciencia reviva la fe») {Wall Street Journal, 11 de noviembre de 1996), informa de que la numerología SLE está siendo muy promocionada por una organización con sede en Jerusalén, llamada Aish HaTorah, fundada por el rabino Noah Wemberg.
La organización dirige un movimiento llamado Descubrimiento, que organiza cientos de seminarios en sinagogas y colegios judíos de Estados Unidos, seminarios pensados para atraer a los judíos laicos de vuelta al judaísmo ortodoxo.
Puede que a los lectores les sorprenda enterarse de que, durante siglos, los fundamentalistas islámicos han malgastado cantidades igualmente increíbles de tiempo y energía en trabajos numerológicos con los que pretendían demostrar que Alá, por mediación del arcángel Gabriel, le dictó el Corán a Mahoma. Los estadounidenses tuvieron un breve atisbo de este juego de números cuando Louis Farrakhan habló durante dos horas y media ante los negros congregados en Washington, D.C., el 16 de octubre de 1995, con motivo de la Marcha del Millón de Hombres. He aquí un extracto del discurso de Farrakhan:
En medio de esta alameda está el Monumento a Washington, de 555 pies de altura. Pero si ponemos un 1 delante de esos 555 pies, obtenemos la cifra 1555, el año en que nuestros primeros padres desembarcaron en las costas de Jamestown (Virginia) como esclavos. [Los datos de Farrakhan son erróneos. El primer barco negrero no llegó a nuestras costas hasta 1619].
Al fondo están los monumentos a Jefferson y Lincoln. Cada uno de estos monumentos mide 19 pies de altura. Abraham Lincoln fue el 16.° presidente, Thomas Jefferson el 3.°, y 16 más 3 suman 19 otra vez. ¿Por qué tiene tanto significado este número 19? ¿Por qué estamos hoy en la escalinata del Capitolio? Ese número 19, cuando tenemos un 9 tenemos un vientre preñado, y cuando tenemos un 1 significa que hay algo secreto que se debe dar a conocer...
En el manual para la marcha, The Million Man March Home Study Cuide Manual, publicado por Farrakhan antes de la manifestación, se incluía un mapa de la alameda del Capitolio en el que unas líneas conectaban los principales edificios, revelando una pirámide oculta. El reverendo Farrakhan está convencido de que Washington, D.C.,-fue cuidadosamente diseñado por masones de modo que simbolizara la Gran Pirámide de Egipto, la Esfinge, el Valle de los Reyes y cosas parecidas. A él le parece bien, porque cree que los masones eran seguidores de Mahoma. ¿Acaso los shriners no usan fez y mencionan a Alá en sus ritos sagrados? El manual de Parrakhan llama la atención sobre la gran cantidad de presidentes de Estados Unidos que fueron masones o, como él dice, «hijos musulmanes». [Ver el artículo de Charles Freund «From Satán to Sphinx. The Masonic Mysteries of D. C.'s Map», («De Satán a la Esfinge: Los misterios masónicos del mapa de D.C.»), en el Washington Post del 5 de noviembre de 1995.] El 15 de octubre de 1996, en el programa de Ted Koppel Nightline, Farrakhan dijo que la Tierra está siendo observada desde hace mucho por seres superiores llegados en ovnis, y que nuestro gobierno está ocultando esto al público. Dentro de poco puede aparecer en nuestros cielos un enorme platillo volante, que él llama «la rueda de Ezequiel». Los creyentes en los ovnis consideran desde hace mucho tiempo que el primer capítulo del Libro de Ezequiel es una antigua descripción de un gigantesco platillo volante.
La Nación del Islam fue fundada en los años treinta por Wa' Hace D. Fard. Le sucedió el difunto Elijah Muhammad. El líder más energético del movimiento, Malcolm Little (Malcolm X) fue asesinado por miembros del propio movimiento. La Nación del Islam se escindió a finales de los años setenta: la mayoría de los miembros se mantuvo fiel al hijo de Elijah, Wareth Deen, y un pequeño grupo adoptó como líder a Farrakhan (nacido en 1933 en el Bronx, como Louis Eugene Walcott).
No sé muy bien de dónde sacó Farrakhan esa fascinación por el número 19; probablemente, de Elijah y sus seguidores. En el Final Cali, una revista paranoica editada por la Nación del Islam, Tynetta, una de las esposas de Elijah, escribe una columna titulada «Unvelling the Number 19» («Desvelando el número 19»).
Su introductor a las maravillas del 19 en el Corán fue el doctor Rashad Khalifa, a quien conoceremos en el próximo capítulo. Además de la numerología disparatada, Tynetta está muy interesada en la piramidología egipcia y en la ufología. En Isaías 19:19 encontró una referencia a un “altar al Señor” en Egipto que, según ella, mediría «unos 19 pies de altura».
En su columna del 27 de septiembre de 1995, Tynetta contaba que, diez años antes, Farrakhan fue transportado por un rayo de luz desde lo alto de una pirámide mexicana hasta una pequeña nave espacial extraterrestre. Después, ésta se acopló a una nave madre, 150 veces más grande. Allí oyó la voz de Elijah Muhammad, que le dijo que Ronald Reagan estaba planeando bombardear Libia.
Durante muchos siglos, los místicos islámicos, y en especial los sufíes, consideraron sagrado el número 19, y en tiempos recientes este número ha desempeñado un importante papel entre los bahaistas. La rama Baha'i del Islam surgió en 1844. Aquel año, un joven mercader persa que había adoptado el nombre de Bab —la palabra significa «puerta de la fe»— declaró ser, como Juan Bautista, el heraldo de una nueva y gran «manifestación de Alá». Como el Islam no reconoce ningún profeta posterior a Mahoma, el babismo fue duramente reprimido como herejía. El Bab fue encarcelado por el gobierno persa y en 1850 fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento. También fueron asesinados miles de babistas.
En 1863, otro persa, que adoptó el nombre de Baha'u'llah («Gloria de Dios»), proclamó que él era la manifestación profetizada por el Bab. Sus escritos y los del Bab constituyen las escrituras sagradas de los bahaistas. Tras largos períodos en prisión, a Baha'u'llah se le permitió pasar sus últimos días cerca de Haifa, que ahora forma parte del territorio de Israel. Tras su muerte en 1892, su hijo mayor pasó a dirigir el movimiento llamado Baha'i, que significa «los seguidores de Baha'u'llah».
El viaje del hijo a Estados Unidos en 1912 estimuló de tal modo al pequeño grupo de bahaistas que la religión empezó a crecer. Ahora se dice que hay más de cinco millones de bahaistas en todo el mundo. El mayor número está en la India (unos dos millones); hay más de 130.000 en Estados Unidos y unos 300.000 en Irán (antes Persia). Una tercera parte de los bahaistas estadounidenses son afroamericanos. El movimiento está creciendo con gran rapidez en África e India. Jamás adivinarían ustedes cuál es el estado de la Unión donde viven más bahaistas. ¡No es California, sino Carolina del Sur! El principal atractivo de la fe Baha'i es su doctrina de que todas las religiones contienen la verdad básica, aunque los fieles creen que la verdad alcanzó su forma más pura en las enseñanzas de Baha Vllah. Después de la muerte, el alma abandona el cuerpo para seguir progresando eternamente en otro plano de la existencia, del que no podemos saber nada, excepto que es tan diferente de nuestro mundo como nuestro mundo lo es del vientre de nuestra madre.
El bahaísmo insiste además en la igualdad entre los sexos, la igualdad entre las razas y la armonía de la religión y la ciencia.
Considera que la humanidad está evolucionando lentamente hacia un estado mundial libre de guerras y de injusticias, en el que se hablará un idioma mundial. Entre los norteamericanos famosos que se convirtieron al bahaísmo figuran el cantante y actor de cine Vic Damone, el artista Mark Toby (fallecido en 1976) y el difunto trompetista de jazz Dizzy Gillespie.
La sede mundial del bahaísmo está en Haifa, y su sede central en Estados Unidos se encuentra en Wilmette, un suburbio al norte de Chicago. En Wilmette se alza un magnífico templo baha'i.
En otras ciudades del mundo se han construido otras seis casas de culto similares. Esta religión no tiene sacerdotes ni rituales, pero se exhorta a los fieles a que recen todos los días, ayunen durante diecinueve días en el mes de Alá, el último mes del calendario baha'i, y hagan al menos una peregrinación a Haifa. Las mujeres pueden quedar exentas del período de ayuno si repiten «Gloria a Dios, el Señor del Esplendor y la Belleza» 95 veces (5 x 19) cada uno de los diecinueve días.
Desde sus orígenes, el movimiento Baha'i ha sufrido violentas persecuciones por parte de los fanáticos islámicos. Esta persecución alcanzó un terrible clímax en los primeros años ochenta, cuando los líderes shiítas encabezados por Jomeini intentaron acabar con el bahaísmo en Irán. Más de doscientos bahaistas fueron asesinados, y varios centenares más fueron a parar a la cárcel.
Miles de ellos perdieron sus hogares y posesiones. Las turbas profanaron los locales bahaistas, saquearon sus templos, cementerios y santuarios. Las escuelas y organizaciones bahaistas fueron confiscadas. La Casa de Bab, un santuario sagrado, fue demolida. La violencia perdió ímpetu a partir de 1985, pero las actividades religiosas bahaistas siguen prohibidas en Irán.
Los bahaistas están fascinados por los números 9 y 19, una fascinación que tiene sus raíces en la tradición islámica. El 9 representa las nueve manifestaciones del trascendente, sobrehumano e incognoscible Alá. Estas nueve manifestaciones son Moisés, Buda, Zoroastro, Confucio, Jesús, Mahoma, Krishna, el Bab y Baha'llah. El templo de Wilmette tiene nueve fachadas, nueve puertas, nueve columnas, nueve arcos, nueve costillas en su cúpula y nueve fuentes. En cada entrada hay 2 x 9 = 18 escalones. Todos los demás templos bahaistas tienen estructuras similares. El símbolo más utilizado de la fe bahaista es una estrella de nueve puntas. A los bahaistas les gusta hacer notar que el 9, siendo el dígito de valor más alto, es un símbolo de perfección, y que el Baha'i tiene un valor numérico de 9, según un sistema de numerología muy utilizado en tiempos del Bab.
El otro número sagrado del Islam, el 19, se menciona en el vigésimo quinto versículo de la sura 74 del Corán, titulada «El secreto oculto». Todo el que niegue que el Corán es obra de Alá, dice este capítulo, sufrirá para siempre en el infierno bajo la supervisión de diecinueve ángeles. «¿Qué misterio se propone Dios con este número?», pregunta otro versículo. Los primeros místicos islámicos hicieron constante hincapié en el misterio y el carácter sagrado del número 19, y de ellos pasó a las enseñanzas del Bab, a los bahaistas actuales y al reverendo Farrakhan.
El Bab se enorgullecía de tener 2 x 9 = 18 discípulos principales, que junto con él mismo sumaban 19. El babismo incluía una gematria que rivalizaba con la Cabala en su obsesión por los significados ocultos, y que se basaba en asignar números a las veintiocho letras arábigas. El número 19 aparecía por todas partes, sobre todo como la suma de los valores numéricos de las letras arábigas y persas de la palabra Wahid, que significa el Único, uno de los principales nombres de Alá.
El producto de 19 x 19 es 361, que los babistas llamaban «el número de todas las cosas». Es el número de días y meses del calendario babista, que siguen utilizando los bahaistas. Su año consta de diecinueve meses, cada uno de diecinueve días. Los cuatro días restantes se intercalan entre los meses, y los años bisiestos se añade un quinto día. Cuando el Bab hizo su peregrinación a La Meca, sacrificó diecinueve corderos.
Siempre que era posible, los babistas dividían las cosas en diecinueve partes. Los años forman diecinueve ciclos, y ahora estamos en el octavo. Los seguidores del Bab intentaron incluso basar su sistema de moneda en el número diecinueve, pero tuvieron que renunciar por resultar poco práctico. El primer día de cada mes, siguiendo las instrucciones del Bab, los bahaistas se reúnen
para la fiesta del Decimonoveno Día. El movimiento está dirigido por la AEN (Asamblea Espiritual Nacional), que está formada por nueve miembros elegidos anualmente por un número fijo (171 = 19 x 9) de delegados de asambleas locales de la parte continental de Estados Unidos.
Las iniciales de Farrakhan son L. F. Utilizando la clave A = 1, B = 2, y así sucesivamente, sus iniciales suman 18, una unidad por debajo de 19. Tal vez debería cambiarse el nombre a Moisés o Mohamed.
En el próximo capítulo contaremos la trágica historia del doctor Rashad Khalifa, que intentó convencer al mundo de que la predominancia del número 19 en el Corán demostraba que había sido escrito por Alá, y que fue asesinado a puñaladas en 1990 por sus opiniones heréticas.
Addendum
Según el Final Cali, la revista de la Nación del Islam, la Madre Rueda es un «planeta de construcción humana» que ahora se encuentra en órbita alrededor de la Tierra. Mide 800 x 800 metros, y transporta 150 aviones armados con bombas diseñadas para destruir la Tierra. Farrakhan asegura haberlo visitado el 17 de septiembre de 1985, y dice que allí habló con Elijah Muhammad.
Algunos miembros de la Nación del Islam creían que en 1999, las bombas de la Madre Rueda destruirían al gobierno blanco de la Tierra y devolverían a los negros el poder que en otros tiempos tuvieron en el antiguo Egipto.
En Free Inquiry (verano de 1999), Norm Alien informaba de que Parrakhan había revelado a sus seguidores que Elijah Muhammad no había muerto de muerte natural. Fue transportado por un rayo a la rueda de Ezequiel o, como le gusta llamarla a Farrakhan, a la Madre Rueda. Farrakhan desafió a los escépticos a que abrieran el ataúd de Muhammad, que encontrarían vacío.
En 1987, Simón & Schuster entró en las listas de libros más vendidos con The Bible Code, un espantoso libro que pretendía atraer a los fundamentalistas protestantes y a los judíos ortodoxos.
Aunque el autor, el periodista Michael Drosnin, se declaraba ateo y decía que no creía que el Antiguo Testamento fuera la palabra de Dios revelada, estaba convencido de que los mensajes ocultos descubiertos por los eruditos israelíes eran demasiado milagrosos para tratarse de coincidencias. Llegó a sugerir a los entrevistadores que tal vez habían sido puestos allí por algún tipo de inteligencia sobrehumana. En una carta publicada en Los Ángeles Times Book Review (24 de agosto de 1997), comparaba el descubrimiento del código secreto de la Biblia con el descubrimiento por Galileo de que la Tierra gira alrededor del Sol.
El 18 de julio de 1997, el programa de televisión Crossfire estuvo dedicado al libro de Drosnin. John Sununu se mostró escéptico, pero Geraldine Ferrare defendió el libro. Dijo que creía en Dios, que estaba fascinada por el código de la Biblia y que no podía creer que las palabras ocultas fueran coincidencias. Probablemente, sus comentarios hicieron vender miles de ejemplares del libro. Éste ya había tenido una promoción aun con más peso a cargo de Oprah Winfrey, a la que le gusta cualquier libro que explore lo paranormal.
Del Washbum, coautor de Theomatics, sigue insistiendo en que su numerología, y no la de Drosnin, demuestra que la Biblia fue escrita por Dios. En 1998 publicó The Original Code in the Bible: Using Science and Mathematics to Reveal God's Fingerprints.
Washbum opina que el código de Drosnin es una tontería, y que el auténtico es su propio código.
A mí, la controversia sobre el código de la Biblia me parece tan disparatada, tan aburrida e incluso tan indigna de ser criticada, que me conformaré con citar unas cuantas referencias fáciles de encontrar, en las que se desacredita por completo el código:
«Seek and Ye Shall Find», Sharon Begley, en Newsweek, 9 de junio de 1997.
«Deciphering God's Plan», David van Biema, en Time, 9 de junio de 1997.
«He Who Mines Data May Strike Fool's Gold», Peter Coy, en Business Week, 16 de junio de 1997.
«Harum-Scarum», Michael Shermer, en Los Ángeles Times Book Review, 20 de julio de 1997.
«Hidden Messages and the Bible Code», David E. Thomas, en Skeptical Inquirer, noviembre/diciembre de 1997.
«Bible Codes, Marilyn and El Niño», Mark Achilling, en Math Horizons, febrero de 1998.
«Bible Code Developments», David E. Thomas, en Skeptical Inquirer, marzo/abril de 1998. Ver también la sección de cartas.
«God Oniy Knows», Hal Cohén, en Lingua Franca, julio/agosto de 1998.
«Tolstoy Predicts Bulls' Sixth Championship (Code of Course)», David E. Thomas, en Skeptical Inquirer, noviembre/diciembre de 1998.
The Bible Code: Fact or Fake?, Phil Stanton, Crossway, 1998.
«What Are the Chances of That?», Richard Morin, en Washington Post, 4 de abril de 1999. El autor declara haber encontrado en Moby Dick las palabras «M. L. King» cerca de «para ser matado por ellos», «Kennedy» cerca de «disparo», «Lincoln» cerca de «matado» y «Princesa Di» cerca de «mortal en esas mandíbulas de muerte».
«Solving the Bible Code Puzzle», Brendan McKay, Dror BarNatan, Maya Bar-Hillel y Gil Kalai, en Statistical Science, vol. 14, 1999, pp. 149-173.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario