domingo, 5 de abril de 2020

El papel de la lógica en la vida cotidiana



El papel de la lógica en la vida cotidiana
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
wa: 2223703233

Siempre me he preguntado por que para algunos resulta fastidioso el estudio de la lógica cuando para otros produce placer hacerlo y aplicarla en la vida cotidiana.

Mi estudio de la lógica ha sido de manera autodidacta y buena parte de cómo aplicarla en lavida cotidiana vino a la par de su enseñanza tanto en el bachillerato –Preparatoria Emiliano Zapata y Colegio de Bachilleres- como en la licenciatura –Colegio de Filosofía de la BUAP y Escuela Libre de Derecho-. ¿Qué podemos hacer para convertir el estudio de la lógica en momentos inapreciables para adquirir habilidades que históricamente han sido reconocidas como valiosas y que incluso hoy día son tan apreciadas?

En esta reflexión quiero reconocer deudas que será imposible saldar. Dos son las que en este momento menciono pero no son las únicas. La primera viene de mis compañeras y alumnas que permitieron divertirme aplicando la lógica en cuantos asuntos se nos ocurría. Otras son algunas lecturas inspiradoras como el de las obras de Carlo Ginzburg[1]quien ha socializado el llamado paradigma indicial.

Mi experiencia descansa en un método que internaliza, a fuerza de usarse, la condición lógica de manera relajada, sin sentirse -como se pasa el tiempo cuando se juega-, de manera que aflore casi automática e inconsciente. La condición lógica debe escaparse sin que nos demos cuenta. Por supuesto que la estrategia y las específicas tácticas que utilizo son una adaptación de los métodos y técnicas utilizados por Giovanni Morelli (detalles ilustrados en la historia del arte)[2]; de las aventuras de Sherlock Holmes aprendí a seguir pistas y a interesarme en la criminología[3]; mucho debo a Sigmund Freud (síntomas en el psicoanálisis)[4], y mucho más a Charles Sanders Pierce[5].

De acuerdo con Ginzburg, el método criminológico de Holmes se asemeja notablemente al método crítico de Morelli, el que a su vez se ajusta al milenario paradigma indiciario del cazador: se trata de observar los menores indicios, aquellos que permanecen invisibles para la mayoría de las miradas inexpertas y, a partir de ellos, reconstruir con precisión una realidad a la que el investigador no había tenido acceso: el crimen en cuestión, su autor y su móvil. ¿Quién no mantiene en la memoria la manera en que actuaba Sherlock Holmes cada que  llegaba a la escena de un crimen?  Actuaba como un rastreador que persigue a su presa en medio del bosque, o como Morelli frente a un cuadro falsamente atribuido a un artista de renombre. En el campo de la literatura policial el método ya había sido anticipado por Edgar Poe en su cuento La carta robada de 1844. Método que repetirá casi inconscientemente el famoso detective creado por  Conan Doyle. Por si esto no fuera suficiente Ginzburg nos muestra que el mismo método morelliano es expuesto por Connan Doyle en La aventura de la caja de cartón (1862).

En el Moisés de Miguel Ángel, Freud es muy explícito al respecto: “nombrado senador del reino, Morelli murió en 1891. Yo creo que su método se halla estrechamente emparentado con la técnica del psicoanálisis médico. También ésta es capaz de penetrar cosas secretas y ocultas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos o “desperdicios” de nuestra observación”.

La búsqueda de una explicación de por qué estos autores compartieron el mismo método fue el estímulo que obligó a Ginzburg a buscar su génesis. Encontró en los estudios médicos de los tres personajes, las coincidencias biográficas que lo llevaron a formular su hipótesis del método de los cazadores. Ginzburg encontró que siempre es lo mismo: analizar rastros, huellas, detalles, indicios, piezas de un rompecabezas que tiene que ser construido en un todo con sentido. La habilidad para construir ese todo era el resultado de una práctica reiterada llena de fracasos y aciertos. Ginzburg muestra en sus trabajos indiciales -“paradigma de los indicios” o “paradigma indiciario”-, de qué manera este método contribuyeal desarrollo del pensamiento crítico y a una mejor comprensión de la humanidad. Nada más ni nada menos.

Pues bien, al igual que Ginzburg, Freud, Conan Doyle, Morelli y los cazadores, el andar por la vida nos obliga a ir tras las pistas de las presas que nos van situando en el mundo. La lógica es un instrumento invaluable porque nos permite ver, mirar y observar las distintas relaciones que existen entre las diferentes clases de objetos que pueblan el Universo. La lógica nos ayuda a adquirir conocimientos y saberes, a plantearnos preguntas y a desarrollarlas habilidades y las actitudes adecuadas para crecer permanentemente en la aplicación de la racionalidad crítica. La lógica se hace siempre presente como arte y como ciencia.


Aplicando el método indicial -al igual que nuestros antepasados que se jugaban la vida- destacamos los indicios que nos permitirán avanzar hacia los objetivos de nuestro proyecto de vida. Esto pasa por el desarrollo del paradigma epistemológico que reúna las condiciones de rigor y precisión que habitualmente se asocian con la construcción de relaciones racionalmente críticas. Método que  estimula el conocimiento, la disposición y las habilidades que requiere una persona para no solo sobrevivir sino de vivir mejorando su calidad permanentemente. El método implica la habilitación, por medio de la práctica, de las diferentes habilidades lingüísticas apreciadas por todos; practicar las diferentes operaciones lingüísticas; hablar, escuchar, entender, escribir, leer, interpretar, traducir... En tales condiciones no habrá obstáculos para ejercitar los diferentes modos lingüísticos: dialogar, discutir, razonar, planear y monologar. Y de ahí practicar los distintos actos lingüísticos: describir, preguntar, ordenar, expresar... y todo ello para estudiar, investigar y organizar discusiones para buscar alternativas.

Sobre la marcha de aplicar constantemente las operaciones, los modos y actos lingüísticos se va desarrollando la alerta en la distinción de los distintos actos de habla (oraciones, proposiciones, aseveraciones  y enunciaciones), usos del lenguaje (emotivo, metafísico, retórico, eufemístico, informativo, directivo y lógico), usos de las discusiones (querellas, debates, discusión crítica, justificación, defensa), búsqueda de información, búsqueda de evidencias, negociación, deliberación para la acción.

En algún momento en que se reitere la práctica de las operaciones lingüísticas se destacará el valor de actividades como el saber escuchar (principio de caridad), el saber contextualizar, repetir, parafrasear, distinguir, dar y usar ejemplos,  contraejemplos, pseudo-ejemplos, pseudo-contraejemplos y reducción al absurdo, y buscar apoyos.

De la misma manera y casi sin sentirlo se van aprendiendo a participar en una discusión y cuales son su reglas (turnos para hablar, locuciones permisibles, relevancia, cooperación, compromisos derivados de locuciones, cuándo y cómo terminar), saber cómo organizar una discusión (señalar el objetivo, clarificación, apoyo, examen de alternativas, discusión, conclusiones), saber cómo se analiza y construye un argumento (identificar el tema, clarificar los términos clave, eliminar ambigüedad y vaguedad, distinguir extensión e intensión de un concepto, manejar distintos tipo de definición y sus reglas (nominal, real, normativa, descriptiva), identificar la conclusión y las premisas mediante partículas indicadoras, eliminar material), conocer las características de una buena conclusión y la distinción entre la defensa dogmática y la defensa con razones.

Y a la par de lo anterior, aplicando la lógica, se la habilidad para acopiar información factual. Varias experiencias me han mostrado lo valioso que es crear este ambiente de trabajo y que hace posibles mejores condiciones para estructurar significativamente el conocimiento adquirido, detectar y formular problemas y resolverlos con método. La comunicación interdisciplinaria emerge y se estimula cuando se trata de personas con este interés.

Así pues, la lógica al servicio de la práctica de las distintas habilidades mencionadas tienen un resultado agregado: nos ayuda a divertirnos.
Seis honrador servidores me enseñaron cuanto sé;
Sus nombres son cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué.





[2] Entre 1874 y 1876, el italiano Giovanni Morelli dio a conocer un nuevo método para la identificación de las falsificaciones de cuadros célebres, que poblaban la mayoría de los grandes museos del mundo. El error de los críticos consistía en tratar de atribuir los cuadros a cada pintor, analizando las características más evidentes: la sonrisa de Leonardo, los ojos alzados al cielo de los personajes de Perugino, etc. Pero, por evidentes y conocidas, estas características eran precisamente las más fáciles de imitar. Giovanni Morelli creía, en cambio, que las falsificaciones debían detectarse observando los detalles menos trascendentes de cada cuadro, aquellos menos influidos por la escuela pictórica a la que el artista pertenecía, aquellos rasgos estereotipados que cada artista -original o falsificador- incorpora de manera automática, casi inconsciente, en su técnica de dibujo: los lóbulos de las orejas, las uñas, los dedos de manos y pies. Estos datos marginales son reveladores porque constituyen los momentos en los que el control del artista se relaja y cede su lugar a impulsos puramente individuales, “que se le escapan sin que él se de cuenta”. De este modo, Morelli descubrió y catalogó la forma de oreja característica de Botticelli, de Leonardo, de Rafael, etc., rasgos que se encuentran en los originales, pero no en las copias. El crítico italiano pudo, pese a las críticas que recibía su método, proponer decenas de nuevas atribuciones en algunos de los principales museos de Europa, demostrando que muchas telas habían sido durante siglos falsamente identificadas con determinados artistas clásicos.
[3] En las décadas de 1880 y 1890, el escritor inglés Arthur Conan Doyle (1859-1930) publicó la mayor parte de las novelas y cuentos cortos protagonizados por su creación literaria más célebre: el detective privado Sherlock Holmes.
[4] Freud, El Moisés de Miguel Ángel, 1914.
[5]Charles Sanders Peirce, La lógica considerada como semiótica. (Documento completo), "Pragmatismo y abducción","Principios de filosofía", "Lógica".

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