viernes, 25 de septiembre de 2020

Platón el cómplice


Platón el cómplice.
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
cel: 2223703233

Este ensayo está precedido por el de “Sócrates el delincuente”

Por pertenecer al primer periodo de la producción de la obra de Platón la Apología, según los especialistas, Platón se habría atenido a retratar de manera más o menos fiel a su maestro, con su personalidad característica, su fina ironía, sus rasgos algo zafios y su modo de dialogar. Su interés se centra en asuntos morales y la búsqueda de definiciones. Sus preocupaciones éticas están plenamente influidas por Sócrates.

Buscar definiciones es proponer una incógnita por resolver. Sócrates y Platón está contrayendo un compromiso con el lector. Los filósofos están conscientes de que el planteamiento de una pregunta garantiza una mayor expectación, las preguntas sin respuesta hacen que el lector avance con avidez en la lectura y conservan el interés a lo largo de párrafos que, por sí solos, podrían no tener ningún atractivo. Es perfectamente plausible que el filósofo muestre mayor interés en la búsqueda -estudio e investigación- que la respuesta a la pregunta planteada. Las dudas e incertidumbres lo eximen de formular respuestas categóricas. Los filósofos -Sócrates y Platón- están definiendo las reglas del juego, del filosofar.
Así pues, el filosofar es una propuesta de juego. Y esta propuesta no se ha perdido en su evolución hacia lo científico. El filosofar es un hecho lúdico.
Como ya dijimos, en el filosofar ambos desórdenes, el conceptual y el social, están entrelazados. 

El atractivo de Sócrates no radica en su físico. Platón lo presenta como un héroe porque es el depositario de los valores sociales, morales y jurídicos de una colectividad por venir. Sócrates es presentado como un individuo excepcional cuyo poder radica en las expectativas de los que sufren la fealdad del presente. De ahí las ocupaciones éticas de construir mundos posibles. Sócrates es así, ejemplo de una sociedad por venir, es un individuo en estado de gracia frente a individuos que tienen la culpa de vivir alimentados por la desidia, la fealdad, la injusticia y la mentira.

Sócrates es un excéntrico, un extraño en su propia ciudad porque no participa de lo que son las relaciones aceptadas. Por eso, Sócrates es un delincuente. Es un personaje en primera persona que da la impresión, ofensivamente altanera, que no busca los aplausos. Sus ironías devastadoras suelen inhibir respuestas. Su condición de filósofo lo hace insoportable para muchos al grado de no solo desear su muerte sino provocarla. 
La principal actividad de Sócrates es rigurosamente intelectual, su poder y su placer proviene de este tipo de facultades. El analista goza con esa actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar prejuicios y creencias injustificadas sin modestia alguna. Se regodea en presentar una cadena de ideas como si fuera cualquier cosa, pero que son el resultado de tres habilidades; experiencia, observación y razonamiento para inferir nuevas ideas.

Producir nuevas ideas es actuar al margen de la ley. Son ideas que no pretenden tranquilizar frente a la violencia real. De ahí que la habilidad de formular preguntas que conduzcan a nuevas ideas sea considerada un delito junto con los ingredientes que lo acompañan: la libertad e independencia con la que actúan a fin de desplegar todo su equipaje de genialidades. Los resultados por anormales, imprevistos rompen con las soluciones aprendidas. 

Sócrates destaca por asociar viejos signos para producir nuevos mensajes. Es portador de futuros valores colectivos, superiores a los existentes que se atreve a recomponer destinos. Sócrates era percibido como un médico brujo, capaz de detectar el mal que corrompía a su sociedad. Que ayudara a los jóvenes a adquirir estas habilidades fue calificada como corrupción.

Además, el héroe es protagonista, es decir, el personaje principal y decisivo de la trama. Sobre él de forma explícita girará la acción. De forma implícita la trama también descansa sobre el oculto o desconocido culpable, pero globalmente es el detective el que aporta el rasgo pertinente de lo policíaco: la investigación. A partir de él, la narración se mueve, se despliega, desarrolla, avanza, retrocede, aclara o confunde, se lía o se resuelve. Es además el personaje narrativo, aquel que tras sus pasos nos lleva de una secuencia a otra de la narración. Literariamente es el testaferro del autor y el intermediario entre el autor y el lector. El detective persigue al culpable; el lector persigue al detective. Es un perseguidor perseguido. El detective ha de descubrir al culpable y al tiempo despistar al lector. Ha de encontrar las claves y ocultarlas; encontrar y diseminar. Su trabajo no es nada fácil. Demasiado muchas veces para un solo personaje. No es bueno, podríamos decir, que el detective esté solo. Poe, como de tantas otras cosas, se dio cuenta y encontró la solución: era necesario darle un compañero.

La virtud de Sócrates es ver de forma distinta. Es por ello por lo que su mirada es fundamental ya que dará la coherencia y el significado necesarios a los distintos signos que aparecen en el diálogo para darle sentido a la narración y conducirla a la elucidación de las interrogantes que puedan plantearse. El diálogo tiene el poder de presentar diferentes lecturas de los distintos signos propuestos.

Para esto era necesario que Sócrates estuviera acompañado y que su compañero diera cuenta de sus inagotables habilidades. Este papel lo ocupa Platón quien presenta a su maestro y es, por eso, cómplice de sus delitos y que éstos se sigan replicando.

Pistas adicionales:

¿Cómo están organizados los diálogos de Platón?
Hay varias hipótesis.

1) El canon antiguo. Según el testimonio de Diógenes Laercio, Aristófanes de Bizancio director de la Biblioteca de Alejandría en el s. III a.C., dispuso los diálogos en trilogías. En el caso de la Apología la trilogía está compuesta por Teeteto, Eutifrón, Apología. También Diógenes Laercio atribuye a Trasilo (aprox. S. I dne) el orden de los diálogos en tetralogías, imitando el orden en que presentaban sus obras los poetas trágicos en las fiestas dionisíacas —esto es, tres tragedias y un drama satírico—. Los nombres de la lista que ofrece están acompañados de subtítulos que explicarían el tema de cada diálogo; en el caso de la Apología la tetralogía estaría compuesta por: Eutifrón o De lo santo, Apología de Sócrates, Critón, Fedón o Del alma.

2) Criterio cronológico. Según acuerdo generalmente aceptado por los especialistas la Apología es un diálogo que pertenece al primer período: Apología, Critón, Laques, Lisis, Cármides, Eutifrón, Hipias Menor y Mayor, Protágoras, Gorgias, Ion. Este grupo, además de la diferencia de estilos, estaría dominado por el interés en asuntos morales y la búsqueda socrática de definiciones.

3) Según los acontecimientos biográficos de Platón. Se suele considerar que la influencia del Sócrates histórico fue decisiva en lo que se refiere a un primer período conformado por los diálogos Ion, Hipias Menor, Protágoras, Cármides, Lisis, Laques, Eutifrón, Critón. Platón se habría atenido aquí a retratar de manera más o menos fiel a su maestro, con su personalidad característica, su fina ironía, sus rasgos algo zafios y su modo de dialogar.

4) Según otras periodizaciones y combinando los datos y los distintos criterios presentados anteriormente, la prestigiosa edición de Les Belles Lettres la Apología sería el tercer diálogo escrito por Platón; le antecedieron: Hipias menor y Alcibíades. Se caracterizan por sus preocupaciones éticas. y están plenamente influidos por Sócrates.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Sócrates el delincuente


Sócrates el delincuente.

José Antonio Robledo y Meza
robledomeza@yahoo.com.mx
cel: 2223703233 


La importancia de Sócrates en la historia del pensamiento crítico no le viene de él mismo sino de los delitos que cometió. Los delitos que ejecutó son de importancia fundamental. Así pues, este no es texto sobre Sócrates. El filósofo entra sólo como catalizador. 

Platón en la Apología de Sócrates ofrece una versión del discurso que Sócrates pronunció como defensa en el juicio, ante los tribunales atenienses, en el que se le acusó de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la (polis). Sócrates en su alegato dice que tiene que rechazar dos tipos de acusaciones diferentes: los viejos cargos de que es un criminal y un curioso que pregunta hasta al cielo y la tierra, y los más recientes cargos legales de corromper a los jóvenes y de creer en cosas de su propia invención, en vez de los dioses de la polis

Sobre los viejos cargos -cargos informales- Sócrates dice que son el resultado de años de rumores y prejuicio, y por lo tanto no pueden ser respondidos. Sin embargo, los reformula así: "Sócrates comete delito al investigar los fenómenos celestes y subterráneos, debido a que convierte el argumento más débil en el más fuerte, instruyendo esto a otros, y sin creer en los dioses, es decir, es ateo". 

En los discursos de sus acusadores y de Sócrates-filósofo orden y desorden conceptual y social, están entrelazados. Los discursos ofrecen un punto de partida común: la ruptura del orden existente, la quiebra de las relaciones sociales aceptadas, merced a la irrupción del filosofar en una escena social. En los discursos atribuidos a Sócrates a lo largo de los diálogos platónicos, encontramos -en un plano más concreto- un ejemplo contundente de que todo filosofar implica la desaparición o puesta en duda del sistema de seguridad que la vida social presupone. 

Los discursos filosóficos se desenvuelven en un espacio abierto y un tiempo ilimitado porque su función es la creación de una alternativa al orden conceptual existente y esto pasa por romper los espacios de seguridad sociales que hacen posible la descomposición y la enajenación… Ese fue el crimen de Sócrates: modificar el horizonte conceptual. 

Leer la apología de Sócrates significa responder a las preguntas ¿qué hizo para abrir el horizonte conceptual? Y ¿cómo pudo hacerlo? Esta segunda pregunta es la cuestión primordial del filosofar hasta el punto que la primera pregunta pierde relieve ante la definición del proceso que implica la segunda. El filosofar, en este sentido, supone el estudio y la investigación del orden existente. Sin orden y sin filósofo no puede haber filosofar, no puede haber alteración del orden. 

El filósofo es el ingrediente primario de toda propuesta filosófica por su relación directa con el factor característico de este tipo de acción: el razonar, el especular. El filosofar relaciona estrechamente dos elementos: el razonar filosóficamente, producto del estudio y la investigación, y el filósofo que es el que los conduce. Por lo tanto, filosófica será toda especulación razonada en la que se da un proceso de estudio e investigación y de que hay una persona encargada de llevar a cabo dichas actividades, ya sea mujer o varón, y que produce un sistema conceptual original. 

Los discursos filosóficos -la literatura filosófica- agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce una alteración del orden establecido, es decir, una ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, que fue resultado del estudio e investigación del filósofo. 

El filósofo abre heridas intelectuales y sociales al alterar lo que todo orden simboliza. Destruye un orden para construir otro. 

El objetivo del filosofar es la creación de dos nuevos órdenes: un orden conceptual por medio de la lógica, la verdad formal, y un orden social por medio de la justicia y la belleza. El filósofo distingue entre la legalidad y la idea de justicia, que atiende a una noción ético-moral. 

El filósofo al situarse fuera de la historia y satisfacer necesidades básicas para él produce rupturas. Su fuerza moral e intelectual es que no recibe nada más que lo necesario en un mundo imperfecto y eso es lo que lo mantiene aparte. 

Compruebo nuevamente que nunca se sale igual a lo que se era después de redactar un texto filosófico.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Análisis del texto “En defensa de la libertad de expresión”.


 

Análisis del texto “En defensa de la libertad de expresión”.
Primera parte
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
robledomeza@yahoo.com.mx
cel: 2223703233

“En defensa de la libertad de expresión” es un texto donde el lenguaje desempeña algunas funciones, esto es, que se usa según distintas intenciones: referencial, emotiva, conativa, fáctica, poética o metalingüística. Digamos brevemente algo -a qué se refiere, cómo se manifiesta y cuál es la intención- de cada una de estas funciones del lenguaje:

1) la función referencial se refiere a hechos, cosas o ideas; se manifiesta en oraciones enunciativas; su intención es informar.

2) la función emotiva se refiere al propio usuario; se manifiesta en oraciones admirativas, enunciativas, entonación; su intención es expresar los sentimientos de los usuarios.

3) la función conativa se refiere al oyente; se manifiesta en oraciones imperativas, entonación; su intención es hacer que actúen los receptores.

4) la función fática se refiere al canal de comunicación; se manifiesta en interrogaciones, repeticiones y frases hechas; su intención es abrirlo, cerrarlo, mantenerlo.

5) la función poética se refiere al propio mensaje; se manifiesta en el estilo y figuras; su intención es causar extrañeza.

6) la función metalingüística se refiere al lenguaje; se manifiesta en definiciones, aclaraciones; su intención es compartir mejor el código. 

“En defensa de la libertad de expresión” es un texto de 207 palabras, se compone de un encabezado, cuatro párrafos y un cierre. Aquí nos ocuparemos por el momento de las 64 palabras contenidas en el encabezado y del primero de sus cuatro párrafos. El tema central es el de la libertad de expresión.

Por el encabezado nos percatamos de que se quiere hablar de la “libertad de expresión” y se declara encabezar su defensa.

Aquí caben las siguientes preguntas ¿qué es la libertad de expresión?, ¿quién o quiénes la atacan?, ¿cómo es atacada la libertad de expresión?, ¿quién o quiénes la defienden?

La libertad de expresión es un principio que apoya la libertad de un individuo o una comunidad de articular sus opiniones e ideas sin temor a represalias, censura o sanción posterior.

Se reconoce a la libertad de expresión como un derecho humano en virtud del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) y por el derecho internacional de los derechos humanos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP). 

El principio de la libertad de expresión establece que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas, ya sea oralmente, por escrito, o a través de las nuevas tecnologías de la información, el cual no puede estar sujeto a censura previa sino a responsabilidades ulteriores expresamente fijadas por la ley.

Según el documento que nos ocupa, ¿quién o quiénes son los que defienden la libertad de expresión? Se nos intenta persuadir que quienes defienden la libertad de expresión son los que redactaron y firmaron el documento. Uno se pregunta si quienes firman el documento tuvieron algún impedimento o prohibición en manifestarse. Por la difusión que se hizo del mensaje más bien parece lo contrario, entonces, apuntamos una interrogante que vamos a responder en otra entrega: ¿cuál es en el fondo la intención de los autores del documento?

Pasemos a la pregunta de ¿cómo consideran los autores del documento es atacada la libertad de expresión? Se afirma que está bajo asedio, esto es, que se encuentra bajo un bloqueo prolongado -censura- con el objetivo de conquistarla mediante la fuerza o el desgaste. Por lo dicho anteriormente parece que este asedio es inexistente.

¿Quién es el que amenaza a la libertad de expresión? Nada menos que el presidente. ¿Cómo lo hace? Utilizando un discurso donde estigma y difama a sus adversarios.

En sociología, estigma es una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa y se les ve como inaceptables o inferiores. Por lo afirmado se puede inferir que quienes firmaron el documento se SIENTEN estigmatizados. En los hechos se debe aceptar que en varias ocasiones el presidente ha manifestado que no acepta la conducta de algunos de ellos. Pero en esto el presidente no está solo ya que la mayoría avala su postura contra la corrupción.

El presidente en varias ocasiones ha señalado conductas inaceptables y fundamentadas en pruebas fehacientes de los responsables de tres empresas editoriales específicas: “Nexos”, “Letras Libres” y “Clío”. De lo dicho no hay respuesta en contrario y, por lo tanto, no se puede hablar de difamación.

¿Qué provoca el discurso?  Agravia a la sociedad, degrada el lenguaje público y rebaja la tribuna presidencial de la que debería emanar un discurso tolerante.

Si agraviar a la sociedad se entiende ofenderla con hechos o insultos que atentan contra su dignidad, su honor, su credibilidad, etc., entonces esto es una falsedad puesto que, por el contrario, el presidente ha reiterado el reconocimiento de la sabiduría del pueblo. Si se entiende perjudicar a personas en sus intereses, entonces cabe inferir que si lo hace con los intereses de quienes redactaron y firmaron el documento. Aquí cabe la pregunta de qué intereses se trata. Estos intereses son o no legítimos, sería una cuestión a discutir.

Si por degradar el lenguaje público se entiende privarlo de las dignidades, honores, empleos y privilegios que tiene, entonces es confundir al lenguaje público con una persona.

Si rebajar la tribuna presidencial es hacerla bajar a un nivel o la altura que se supone tiene, entonces debemos admitir que el presidente si lo está haciendo al poner la tribuna al nivel de los intereses de la democracia mexicana.

Finalmente, por ahora, cierro con una interrogante. ¿Es intolerante hablar públicamente, de los intereses de cada uno de los grupos que conforman las partes de una sociedad?

(Continuará)

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