Relaciones Iglesia y Estado 1750-1850
La Iglesia en la tradición jurídica de la Constitución de Cádiz al Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana. 19 de marzo de 1812-22 de octubre de 1814
Primera parte C
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
Los borbones y el patronato.
Bajo la influencia del galicanismo francés los borbones reclamaron el derecho del patronato no en virtud de una concesión papal sino como una consecuencia directa de su propia soberanía.
En el curso del XVIII se incrementó sistemáticamente el sentimiento regalista dentro del gobierno de la Iglesia. El antiguo derecho de asilo quedó restringido; se amplió la jurisdicción de las cortes civiles sobre la clerecía hasta incluir todos los crímenes bajo la ley común y los casos que implicaran fondos piadosos y fundaciones; y el exequátur real fue ampliado incluso a cuestiones relativas al dogma. Puede decirse que la tendencia culminó en la expulsión sumaria y súbita de la orden de los jesuitas de España y sus colonias por mandato de Carlos III en 1767.
Expulsión y exilio de los jesuitas de los dominios de Carlos III
El poder que ejerció la corona bajo el patronato real hizo que la Iglesia se convirtiera en otra rama del gobierno, otro medio de control político sobre los colonos.
La Iglesia americana se convirtió de hecho en una Iglesia nacional, que vivía dentro de la órbita no del papado romano, sino del Consejo de Indias, y unida a Roma por lazos muy tenues.
La ideología reformista borbónica era de inspiración ecléctica. Por lo menos pueden señalarse cuatro fuentes distintas. Los fisiócratas (que se invocaban para establecer la primacía de la agricultura y el papel del Estado), el mercantilismo (que servía para justificar una explotación más eficaz de los recursos de las colonias), el liberalismo económico (que sirvió para erradicar las restricciones comerciales e industriales) y, finalmente, la Ilustración (que se dio no tanto en el campo de nuevas ideas políticas o filosóficas como en la preferencia por la razón y la experimentación, entendidas como opuestas a la autoridad y la tradición).
El deseo principal consistía más en reformar las estructuras existentes que en establecer otras nuevas, y el principal objetivo económico residía más en mejorar la agricultura que en promover la industria.
El gran crecimiento demográfico del XVIII presionó sobre la tierra. Las medidas modernizadoras del reinado de Carlos III (1759-1788) se concibieron para revitalizar el sector tradicional de la economía y pusieron en evidencia más que nunca que el mundo hispánico no estaba construido sobre la división del trabajo entre la metrópoli y las colonias, sino sobre ominosas similitudes.
Efectos de las Reformas borbónicas en América.
Es interesante señalar que la política borbónica alteró la relación existente entre los principales grupos de poder. Son cinco los efectos que llaman nuestra atención y que sólo mencionaremos de pasada.
En primer lugar, es indudable que las reformas borbónicas fortalecieron la administración real.
En segundo lugar, entre 1765 y 1776 los borbones desmantelaron la vieja estructura del comercio trasatlántico y abandonaron antiguas reglas y restricciones. Se fue extendiendo un comercio libre y protegido entre España y América. El propósito del comercio libre era el desarrollo de España y no el de América. Las exportaciones españoles, más que complementar a los productos americanos, competían con ellos, y el comercio libre no hizo nada para sincronizar las dos economías. Al contrario, fue concebido para estimular la agricultura, que era el sector dominante de la economía española.
Los dos efectos que a continuación mencionaremos tienen una importancia relevante para esta reflexión. En primer lugar, es gracias a las reformas borbónicas que el poder de la Iglesia se debilita; no otra cosa persigue la expulsión de América de los jesuitas en 1767: unos 2,500 la mayoría americanos. Fue un ataque a la parcial independencia que tenían los jesuitas y a la vez una reafirmación del control imperial.
Cuestión esencial de la política borbónica fue su oposición a las corporaciones que poseían privilegios especiales dentro del Estado: el ejército y la Iglesia. Abundaremos más en ésta. La encarnación del privilegio era la Iglesia, cuyos fueros le daban inmunidad frente a la jurisdicción civil y cuya riqueza la convirtió en la principal fuente de inversión de capitales en la América española. El poder de la Iglesia, aunque no su doctrina, fue uno de los blancos principales de los reformistas borbónicos. Buscaron la manera de poner al clero bajo la jurisdicción de los tribunales seculares y a lo largo del intento recortaron de forma creciente la inmunidad eclesiástica. Después, cuando las defensas de la Iglesia se debilitaron, quisieron poner sus manos sobre sus propiedades, ante lo que el clero reaccionó vigorosamente. El bajo clero, cuyo fuero constituía virtualmente su única ventaja material, fue el más afectado y de entre sus filas, particularmente en México, se reclutarían muchos de los oficiales insurgentes y jefes de guerrilla. Al mismo tiempo que limitaban los privilegios en América, los Borbones ejercían un mayor control económico, obligando a las economías locales a trabajar directamente para España y enviar a la metrópoli el excedente de producción y los ingresos que durante años se habían retenido en las colonias. Desde 1750 se hicieron grandes esfuerzos para incrementar los ingresos imperiales. Sobre todo pesaron dos medidas: se crearon monopolios sobre un número creciente de mercancías -tabaco, aguardiente, pólvora, sal- y otros productos de consumo; el gobierno se hizo cargo de nuevo de la administración directa de las contribuciones, cuyo cobro tradicionalmente se arrendaba.
Desde 1765 la resistencia a los impuestos imperiales fue constante y a veces violenta. El 26 de diciembre de 1804 se aprobó un decreto llamado “consolidación de vales reales” mediante la cual se ordenaba la confiscación de los fondos de caridad que existían en América y su remisión a España constituyó el mayor agravio. El decreto atacó donde más le dolía al patrimonio de la Iglesia: su gran reserva financiera. La principal riqueza de la Iglesia en México consistía en capital, más que en bienes raíces, y el capital de la Iglesia era el principal motor de la economía mexicana. No sólo afectó a la Iglesia, sino también a los intereses económicos de mucha gente que contaba con los fondos de la Iglesia para obtener capital y crédito. Entre ellos había nobles hacendados y pequeños rancheros, propietarios urbanos y rurales, mineros y comerciantes, es decir, toda una variedad de tipos sociales, tanto españoles como criollos. El decreto fue suspendido primero por la iniciativa del virrey (agosto de 1808) y después de modo formal por la Junta Suprema de Sevilla (4 de enero de 1809).
Para rematar esta parte del trabajo diremos que los rasgos comunes a toda la América española en las últimas etapas del periodo colonial eran: el peso económico de la Iglesia y de las órdenes; la existencia de líneas de casta cada vez más sensibles (blancos, mestizos y mulatos libres). Las tensiones entre estos grupos étnicos envenenan la vida urbana en toda Hispanoamérica.
Imágenes de las castas hechas en Puebla de los Ángeles
Una de las clasificaciones más conocidas de las castas (entre otras muchas) es la siguiente:
De español y de india: sale mestiza
De español y mestiza: sale castiza
De español y castiza: sale español
De español y negra: sale mulato
De español y mulata: sale morisca
De español y morisca: sale albina
De español y albina: sale torna atrás
De español y torna atrás: sale 'tente en el aire'
De negro e india: sale 'china cambuja'
De chino cambujo e india: sale loba
De lobo e india: sale albarazado
De albarazado y mestiza: sale barcino
De indio y barcina: sale zambuigua
De castizo y mestiza: sale chamizo
De mestizo y de india: sale coyote
La diferenciación de castas es, sin duda, un elemento de estabilización, destinado a impedir el ascenso de los sectores urbanos más bajos a través de la administración, el ejército y la Iglesia, a la vez que a despojar de consecuencias sociales el difícil ascenso obtenido por otras vías; la violencia creciente del sentimiento antipeninsular: son los españoles europeos los que, al introducirse arrolladoramente (gracias a las reformas mercantiles y administrativas borbónicas) en un espacio ya tan limitado, hacen desesperada una lucha por la supervivencia social que ya era muy difícil.
Por añadidura, el triunfo de los peninsulares no se basa en ninguna de las causas de superioridad reconocidas como legítimas dentro de la escala jerárquica a la vez social y racial vigente; la sociedad colonial crea as¡, en sus muy reducidos sectores medios, una masa de descontento creciente: es la de los que no logran ocupación, o la logran sólo por debajo del que juzgan su lugar; la desigualdad extrema de la implantación de la sociedad hispanoamericana en el vastísimo territorio bajo dominio español. La población se agolpaba en sólo unas cuantas partes: el Anáhuac, la zona andina. Ello se debe al abrupto relieve, a las características de los sistemas hidrográficos, a las oposiciones del clima, pero, sobre todo, a las modalidades de conquista: se prefirieron las zonas de meseta (donde la adaptación de los europeos al clima era más fácil, pero sobre todo donde la presencia de poblaciones prehispánicas de agricultores sedentarios hacia posible la organización de una sociedad agraria señorial) condenó a quedar desiertas aun a tierras potencialmente capaces de sostener población más densa.
(continuará)
Aquí podrás leer la introducción del ensayo Relaciones Iglesia y Estado 1750-1850 y
No hay comentarios.:
Publicar un comentario