martes, 10 de marzo de 2020

Silencio e indiferencia


Silencio e indiferencia
Gonzalo Salgado Villa
gvilla_salgado@hotmail.com

Dos cosas resaltan en el inicio del año 2020: las manifestaciones masivas de estudiantes y mujeres, y el problema descontrolado de la violencia. Sería innecesario decir que uno es el producto del otro si este trabajo tuviera la intención de solo informar los hechos, sin embargo al ser un ejercicio reflexivo, espertinenteindicar que el incremento de la violencia es la causa de la movilidad social y de la revolución mental de los últimos días; debido a los actos violentos en contra de los miembros de su comunidad, insatisfechos de justicia, los estudiantes exigen seguridad para toda la nación (en los lugares en donde hacen su servicio social, dentro de sus universidades y facultades); mujeres poniendo el dedo en la llaga,con manifestaciones que permitan la transformación de la conciencia colectiva a partir de la importancia de su existencia, con la finalidad de equilibrar cultural y moralmente a un país encasillado en la discriminación (algunos edificios y algunos monumentos no escapan a la ira de algunas féminas). 

En este punto cabe hacer las preguntas encaminadas a distinguir y tipificar el fenómeno causante de las movilizaciones masivas: ¿qué es la violencia?  ¿Cuáles son los tipos de  violencia causantes de las movilizaciones masivas?  ¿Puede ser solo la violencia la causa del malestar civil que invita a los grupos feministas y estudiantiles a salir a manifestarse en las calles?

Par entender mejor  el concepto de violencia partamos de lo general a lo particular. La idea general de la violencia hace referencia a un acto malo, agresor, que atenta contra la vida humana o de otra especie y del ambiente (ecocidio).  Se considera como un acto trasgresor de la humanidad, provocador de catástrofes sociales. También es pensado como un hecho cultural y a pesar de ello su resultado es incomprensible al igual que su causa. En general, ninguna nación o individuo desearía ser víctima de la violencia: terrorismo, delincuencia, pobreza, invasión, hambre; sin embargo, hombres, naciones y creencias son factores determinantes para la operación de la violencia.

Siguiendo las ideas generales, podemos recurrir al origen etimológico y  significación de la palabra: viene del latín, derivado de la palabra vis: fuerza;  cuando se hace verbo se dice violare, y refiere al ánimo feroz  o actuar con fuerza. La violencia significa uso de la fuerza para obtener un fin, es la imposición de un ser hacia otro ser, con fin de dominio (RAE 2019). 

Se  puede comprender también desde dos perspectivas: la primera es referida como cualidad natural del ser humano, la segunda, se relaciona con la  fuerza exterior que, si bien se genera y se alimenta desde los actos humanos, lo suprime, ejercida por el Estado, las instituciones,  un grupo social. La violencia como forma natural hace referencia a una cualidad inherente, parte constitutiva de lo humano, está ligada a una ley natural de su conformación orgánica,  recordar a Hobbes: “el hombre es el lobo del hombre” porque desde su estado natural surge la insatisfacción y un deseo de dominio. La segunda,se impone desde fuera de lo humano, se desnaturaliza para que recaiga en la figura de algo superior él: la sociedad, las instituciones, el Estado, dios; Foucault nos da muchos ejemplos de esa fuerza: en “La historia de la lócura en la época clasásica” y en “Vigilar y castigar”.

Sin embargo, podemos encontrar otros dos sentidos. En el diccionario filosófico Abbagnanose aclara que la violencia se entiendecomo: una disposición contraria al orden y a la naturaleza, por un lado; y como una acción contraria al orden moral, jurídico y político, por el otro. Las dos proponen acciones de  fuerza que alejan  al ser humano de su naturalidad,  o atentan contra el orden: moral-político-humano (2012). Entonces se puede deducir que existen dos puntos focales de la violencia: uno antropocéntrico y otro meta-antropocéntrico.

Para hacer más claro el punto antropocentrismo de la violencia, podemos recurrir a  la teoría espiritualista de Antonio Caso. En su obra “La existencia como economía, como desinterés y como caridad”, habla sobre aquella disposición natural del ser humano de imponerse hacia otro ser de la misma especie o hacía otra especie; esa es una forma de vivir, es la existencia como economía, aquel orden natural  en donde la nutrición, la reproducción y la conservación se encuentran en una lucha constante en la supervivencia del fuerte sobre el débil; el egoísmo es el reflejo de aquella forma de existir, la misma racionalidad es una forma de existir económicamente:la imposición de las ideas, de los paradigmas, el uso de la tecnología, la generación intelectual que protege y perpetua un orden social, son el reflejo de la fuerza natural del ser humano ejercida con la finalidad de perpetuar la vida. Solo se puede salir de aquel estado de la existencia por medio de un acto antinatural, es decir,  ir en contra de la preservación de la existencia humana misma; el freno de la animalidad se encuentra en el arte, en el momento estético de contemplación de las ideas, ese es orden de la existencia como desinterés. Pero  aquel estado noalejaría a los seres del sufrimiento de la vida como economía, sino aquel que tiene en su finalidad regresar de las ideas puras, de los actos desinteresados, al actuar para el bien de la especie: esa es la existencia como caridad, regresar del estado de contemplación a la vida la vida misa por medio de las acciones de bien; el bien no es una idea sino un sentimiento, surge en el individuo que ha podido alejarse de su naturalidad pero que regresa a ella para salvarla, por medio de la caridad: amor hacia los seres.

Un ejemplo de las teorías meta-antropocéntricas se encuentran en Marx, Engels y en  las “Reflexiones sobre la violencia” de George Sorel. Antes de iniciar con la explicación de la violencia para Sorel, es necesario adentrarse en la concepción sobre la misma de  Marx y Engels. El primero  considera,  que la violencia es la hacedora de la acumulación capitalista, dando como resultado el enfrentamiento entre obreros y los dueños de los medios de producción, esos actos están inscritos con sangre y fuego en la historia. En la producción capitalista la violencia juega un doble papel: por un lado es sangrienta es brutal y conquistadora; por otro lado, juega el papel de ser muda, oculta,  consolida las formas de sometimiento y genera y perpetúa el orden. Por su parte Engels, veía en los ejemplos del sistema esclavista la legitimación del uso de las armas como una “violencia inmediata” impulsora de la producción y medio de acumulación de las riquezas, es una violencia “servicial o violencia maestra” que instituye el uso de la fuerza para los fines de expansión. (Rabica: 2008)

Sorel analiza el  papel de la violencia en las organizaciones civiles, su afectación en los individuos, pero apegado a la idea de que la violencia surge a partir de la imposición de una economía que constriñe a muchas personas y que beneficia a unos cuantos, ahí los individuos salen sobrando y las instituciones encargadas de sostener el orden económico operan con la finalidad de imponerse por la fuerza a la sociedad proletaria. Fuerza y violencia son distintas para Sorel; la primera tiene por objeto imponer un orden social en el que una minoría es la que gobierna; la segunda tiende a la destrucción de dicho orden. La violencia se puede dividir en tres formas: la primera es una violencia dispersa o fiscal, por medio de las condiciones económicas opera con lentitud; otra es la violencia organizada del Estado que mantiene la superioridad de unas clases sobre otras; por último, existe una que combate la barbarie, es la violencia proletaria. La burguesía utiliza la fuerza para mantener el orden, mientras que el proletariado se defiende en contra de ella por medio de la violencia:
“La violencia proletaria, ejercida como pura y simple manifestación del sentimiento de la lucha de clases aparece así con carácter de algo bello y heroico. Está al servicio de los intereses primordiales de la civilización, y aun cuando no opta, quizá, por el método más adecuado al logro de provechos materiales inmediatos, puede salvar de la barbarie al mundo.” (Sorel: 1978. Pág. 95)

Rescatar de las dos teorías, ideas que nos ayudan complementar nuestra noción sobre el origen de los movimientos sociales. Por un lado tenemos a la violencia entendida como fuerza evidente, que tiene como foco principal el factor antropocéntrico y meta-antropocéntrico; como cualidad innata del ser humano y como una fuerza que surge en lo humano pero lo supera y se impone desde fuera de él. A estos dos factores es indispensable  agregar las características de operación de la violencia: pasiva (o muda) y activa (o evidente). De aquellas dos características operarias de la violencia cabría rescatar  dos actitudes ante la violencia: el silencio y la indiferencia.  

El silencio ha sido utilizado en reflexiones filosóficas sobre estética, analítica del lenguaje, ontología y en la hermenéutica, sin embargo vale la pena hacer un esfuerzo por atenderlo desde la práctica, desde el problema de la violencia. Existen algunas interpretaciones generales y comunes del silencio que lo afirman como: un acto de respeto, un acto de solemnidad; desde la práctica puede ser entendida como un acto estoico de no afectación; de entendimiento (al buen entendedor pocas palabras); pero en algunos casos también es símbolo de la imposibilidad, de la ignorancia, a-significación.

Luis Villoro nos dice sobre el silencio que en la ausencia de la palabra se encuentra un significado, un mensaje profundo que irrumpe en el tiempo. Puede ser afirmación (el que calla otorga) u oposición a las ideas:

“(…) el silencio significa en cada contexto algo distinto, pero además añade a ese significado un matiz propio: que la palabra no es adecuada al modo como las cosas se presentan, que no puede figurarlas con precisión. Esa es la significación propia del silencio. Vemos que propiamente se refiere al lenguaje en cuyo contexto aparece: deja comprender una palabra y, al mismo tiempo, la cancela al mostrarla inadecuada a la realidad que pretende denotar. Así, significa que la palabra es algo limitado y que la situación vivida la rebasa. Porque al significar los límites de la palabra, muestra indirectamente algo de las cosas: el hecho de que rebasan las posibilidades de la palabra. El silencio se refiere inmediatamente a la palabra; pero, al negar la palabra niega el hiato  que separa la realidad vivida, del lenguaje que intenta representarla. El silencio es la significatividad relativa en cuanto tal: dice lo que no son las cosas vividas, dice que no son cabalmente reducibles al lenguaje. Más esto tiene que decirlo desde el seno mismo del lenguaje”. (1997)

Entonces el silencio como efecto de la violencia puede apoyarse en la idea de una inadecuación del momento vivido, una incomprensión de la realidad efectuada por la fuerza, la inseguridad  de vivir. Puede caracterizar el sometimiento, pero también puede ser causa del mismo sometimiento. La inexpresividad denota la tolerancia y quietud, pasmo, el guardar nuestra postura a favor de perpetuar aquello que nos aflige: la fuerza que nos somete. La mordaza de la violencia es superficial pero muy psicológica: nos induce a pensar en ser el siguiente en su paredón de fusilamiento.

La indiferencia causada por el silencio multiplica la violencia, prolifera su nicho; la indiferencia es la venda en los ojos y el silencio son los tapones de los oídos. No hay gritos pero tampoco hay imágenes, y si las hay no nos incumben. Gramcci expuso en una de sus notas desde la cárcel: “Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente  vive,  no  puede  dejar  de  ser  ciudadano  y  partisano.  La  indiferencia  y  la  abulia  son  parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.” (2020) Entonces la indiferencia es dejarse morir o vivir de alguien más; y  guardar silencio es oponerse a la vida.

No tan pronto, lo que en un principio se manifiesta como una consecuencia se vuelve causa y factor de expansión de la violencia. Ante el silencio y la indiferencia de hace más de 30 años en Puebla, los estudiantes universitarios hoy dicen basta; ante el silencio de toda una generación, las mujeres pintan muros, destruyen aceras y monumentos, sororas manifiestan violencia al estilo soreliano. Loable es que toda una nación quisiera cambiar su circunstancia, se solidarizara  e hiciera su parte.

Quisiera terminar mi reflexión haciendo hincapié en lo siguiente: La brújula del gobiernocambió, hace lo suyo…pero que ésta nueva generación de mexicanos sea el ejemplo de las grandes acciones de la humanidad. Losbuenos somos mayoría, las armas no poden destruir la palabra. Anteriormente se utilizó el silencio como forma de expresión de la insatisfacción del Estado, que hoy se alce la voz para denunciar la violencia de género, la delincuencia y la corrupción de las instituciones públicas (en y de las universidades); la violencia no nos debería hacer más fuertes, sino más humanos. Estudiantes, mujeres, trabajadores, maestros, políticos, no hay que ser indiferentes, sino hay que construir diariamente con nuestros recursos el mejor porvenir para la humanidad.

Mexicanos¡al grito de guerra!

Referencias:
(2019) Diccionario RAE, Consultado el 09/03/2020. URL: https://dle.rae.es/
Abbagnano, N. (2012) Diccionario de filosofía. México: FCE
Gramcci, A. (1917) Odio a los indiferentes, Sinpermiso: 2020, Recuperado de: http://www.sinpermiso.info/textos/odio-a-los-indiferentes
Labica, G (2008) Para una teoría de la violencia, Polis, Revista Latinoamericana, 19. Consultado el 7/03/ 2019. URL: http://journals.openedition.org/polis/3866
Sorel, G. (1978) Reflexiones sobre la violencia. Buenos Aires: La pléyade
Villoro, L. (1997) La significación del silencio. México: UAEM

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