Iván Ilich y sus pronósticos en torno al 2020.
Escuela y salud.
José Antonio
Robledo y Meza
Colegio de
Filosofía, FFyL-BUAP
wa:
2223703233
En mis
andanzas juveniles de los años 70s, en pleno proceso de confrontación
ideológica “Cristianismo si, Comunismo no”,
tuve la
oportunidad de conocer a Iván Ilich.
Iván fundó el
Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en colaboración con Valentina
Borremans, Fedora Stancioff y Gerry Morris como resultado de las discusiones
entre Illich y Reimer a partir de 1966. Inicialmente el CIDOC fungía como un
centro de enseñanza de español que paulatinamente se convirtió en un espacio de
reflexión y crítica en el cual se reunieron grandes pensadores como Paul
Goodman, Erich Fromm, Peter Berger, Paulo Freire, Sergio Méndez Arceo, entre
otros.
Ivan Ilich
escribió en 1971 La Sociedad
Desescolarizada que es un discurso crítico sobre la educación en las
economías modernas. El libro está lleno de programas muy detallados que prevén
de la inefectiva naturaleza de la educación institucionalizada.
Illich
postuló la educación autodirigida, apoyada por relaciones sociales
intencionales en el marco de fluidos arreglos informales:
La educación
universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible
si se le intentara mediante instituciones alternativas construidas según el
estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia
sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o
mentales (en el aula o en el dormitorio) ni, finalmente, el intento por ampliar
la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus
alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de
nuevos embudos institucionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda
institucional: tramas educacionales que aumenten para que cada cual transforme
cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de
interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos
que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación -y
asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de
servicio establecidas.
La última
oración deja claro lo que sugiere el título Que la institucionalización de la
educación implica la institucionalización de la sociedad. Inverso a esto,
aquellas ideas para desinstitucionalizar la educación pueden ser un punto de
partida hacia una sociedad desinstitucionalizada.
El libro es
más que una crítica —contiene sugerencias y cambios para aprender en sociedad y
de manera personal. Particularmente llamativo en su propuesta (en 1971) por el
uso de la tecnología en el apoyo en "redes de aprendizaje".
La operación
de encontrar un compañero sería muy sencilla. El usuario podría identificarse
por su nombre y dirección y describir las actividades en la que está interesado.
Un computador le enviará de vuelta los nombres y direcciones de todas aquellas
personas que hayan insertado en esa misma descripción. Es increíble la simple
utilidad jamás usada a tan amplia escala por la actividad pública valorada.
Illich
argumenta que el uso de la tecnología para crear redes descentralizadas podría
apoyar la meta de crear un buen sistema educacional:
Un buen
sistema educacional debería tener tres propósitos: debe proveer a todos
aquellos que quieran aprender con acceso a recursos disponibles en cualquier
momento de sus vidas; empoderar a todo aquel que quiera compartir lo que sabe
por hallar a quienes quieren aprenderlo de ellos. Finalmente proveer a quienes
quieran presentar un asunto público con la oportunidad de hacer su reto conocido.
Desarrollando
esta idea Illich propone cuatro ""Redes de aprendizaje"":
1) Servicios
de Referencia Respecto a Objetos Educativos.- un directorio abierto de recursos
educacionales y la disponibilidad para los interesados en aprender.
2) Lonjas de
Habilidades- una base de datos de personas que esperan en listar sus
habilidades y las bases en donde se preparan para compartir con otros.
3) Servicio
de Búsqueda de Compañero- una red que ayuda a las personas a comunicar sus
actividades de aprendizaje y objetivos con el fin de encontrar aprendices
similares que deseen colaborar.
4) Directorio
de Educadores Profesionales' - una lista de profesionales, asistentes de
educadores, y donde se muestren detalladamente sus cualidades, los servicios
que ofrecen y los términos los que están disponibles.
Lawrence
Cremin afirma que Illich no llegó a pensar como funcionarían estas redes
educacionales en el mundo real: Illich lle hubiera gustado abandonar la escuela
por lo que él llama redes educativas, pero erróneamente no considera el
inevitable impacto del mercado y los medios en estas redes.
Iván Illich
(Viena, 4 de septiembre de 1926 - Bremen, 2 de diciembre de 2002) fue un
pensador austríaco polifacético y polémico, clasificado como anarquista, autor
de una serie de críticas a las instituciones clave del progreso en la cultura
moderna. Criticó la educación escolar, la medicina profesional y de patente,
así como el trabajo ajeno y no creador, y el consumo voraz de energía necesaria
para el desarrollo económico como una negación de la equidad y la justicia
social, entre otros muchos temas. Su obra se inscribe dentro de las corrientes
antiindustriales.
Su esplendor
surgió al conocerse sus primeras publicaciones en los años 70, para caer luego
en un ciclo de reinterés y aparente olvido, pues su lectura está ligada al
surgimiento de diversos movimientos sociales (ambientalistas, equidad,
minorías)
Lee La
sociedad desescolarizada de Ivan Ilich aquí
INTRODUCCIÓN
La medicina
institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud. El impacto
del control profesional sobre la medicina, que inhabilita a la gente, ha
alcanzado las proporciones de una epidemia. Yatrogénesis, el nombre de esta
nueva plaga, viene de iatros, el término griego para "médico", y de
genesis, que significa "origen". La discusión de la enfermedad del
progreso médico ha cobrado importancia en las conferencias médicas, los
investigadores se concentran en los poderes enfermantes de la diagnosis y la
terapia, y los informes sobre el paradójico daño causado por curas contra
enfermedad ocupan cada vez mayor espacio en los prontuarios médicos. Las
profesiones de la salud se encuentran al filo de una campaña de limpieza sin
precedentes. "Clubes de Cos", bautizados en honor de la Isla griega
de Doctores, han brotado aquí y allá, reuniendo médicos, droguistas
glorificados y sus patrocinadores industriales del mismo modo como el Club de
Roma congregó a "analistas" bajo la égida de Ford, Fiat y Volkswagen.
Los proveedores de servicios médicos siguen el ejemplo de sus colegas de otros
campos al amarrar al palo de "límites al crecimiento" la zanahoria de
"siempre más" vehículos y terapias. Los límites a la asistencia
profesional a la salud son un tema político que crece con rapidez. A qué
intereses servirán dichos límites dependerá en gran parte de quién tome la
iniciativa de formular que son necesarios: gente organizada para una acción
política que desafíe el poder profesional cimentado en el status quo, o las
profesiones de la salud decididas a expandir más aún su monopolio.
El público ha
sido prevenido ante la incertidumbre y la perplejidad de los mejores entre sus
cuidadores higiénicos. Los
periódicos
están llenos de informes sobre las manipulaciones volteface de los líderes
médicos: los pioneros de los ayer llamados "progresos" advierten a
aus pacientes contra los peligros de las curas milagrosas que ellos mismos
acaban de inventar. Los políticos que propusieron emular los modelos ruso,
sueco y inglés de medicina socializada se apenan de que sucesos recientes
muestren la alta eficacia de estos sistemas en producir las mismas curas y
atenciones patógenas -es decir, enfermantes- que produce la medicina
capitalista, aunque con un acceso menos equitativo. Sobre nosotros se cierne
una crisis de confianza en la medicina moderna. Limitarse sólo a insistir en
esto sería contribuir aún más a una profecía que se cumple sola, y posiblemente
al pánico.
Este libro
argumenta que el pánico se halla fuera de lugar. La meditada discusión pública
de la pandemia yatrogéncia, partiendo de la insistencia en desmistificación de
todos los asuntos médicos, no será peligrosa para la comunidad. De hecho, lo
peligroso es un público pasivo que ha llegado a confiar en limpiezas médicas
superficiales. La crisis de la medicina podría permitir al lego reclamar en
forma efectiva su propio control sobre la percepción, clasificación y toma de
decisiones médicas. La laicización del templo de Esculapio podría llevar a
deslegitimizar los dogmas religiosos de la medicina moderna a los que las
sociedades industriales, de izquierda a derecha, se adhieren ahora.
Mi argumento
es que el lego y no el médico tiene la perspectiva potencial y el poder
efectivo para detener la actual epidemia yatrogénica. Este libo ofrece al
lector lego un marco conceptual dentro del cual determinar el lado turbio del
progreso contra sus beneficios más publicitados. Utiliza la valoración social
del progreso económico según un modelo que he detallado en otro sitio1 y he
aplicado
anteriormente
a la educación2 y al transporte,3 y que ahora aplico a la crítica del monopolio
profesional y del cientificismo en el cuidado de la salud que prevalecen en
todas las naciones organizadas para altos niveles de industrialización. A mi
parecer: el saneamiento de la medicina es parte intrínseca de la inversión
socioeconómica de la que trata la Parte IV de este libro.
Las notas de
pie de página reflejan la naturaleza de este texto. Asevero el derecho de
romper el monopolio que la academia ha ejercido sobre toda la letra chica al
final de página. Algunas notas documentan la información que he utilizado para
elaborar y verificar mi preconcebido paradigma de límite óptimo para el cuidado
de la salud; perspectiva que no ocupaba necesariamente un lugar en la mente de
la persona que reunió los datos correspondientes. A veces, sólo cito mi fuente
como el relato de un testigo ocular ofrecido incidentalmente por el autor
experto, y al mismo tiempo a la vez rehúso aceptar lo que éste dice como un
testimonio experto, sobre la base de que lo conocido sólo de oídas no debería
afectar las decisiones públicas pertinentes.
Muchas notas
más otorgan al lector el tipo de guía bibliográfica que yo habría apreciado
cuando empecé, como un intruso, a sumergirme en el tema de la asistencia a la
salud y traté de adquirir competencia en la evaluación política de la eficacia
de la medicina. Estas notas remiten a herramientas de biblioteca y obras de
referencia que he aprendido a apreciar en años de exploración solitaria.
También enlistan lecturas, desde monografías técnicas hasta novelas, que me han
sido de utilidad.
Finalmente,
he usado las notas para tratar mis propias sugerencias y planteamientos,
parentéticos suplementarios y
tangenciales,
que dejados en el texto principal habrían distraído al lector. El lego en
medicina, para quien está escrito este libro, tendrá que adquirir por sí mismo
la competencia para evaluar el impacto de la medicina en la asistencia a la
salud. Entre todos nuestros expertos contemporáneos, los médicos son aquellos
cuya preparación los ha llevado al más alto grado de incompetencia
especializada para esta empresa urgentemente necesaria.
La cura de la
enfermedad yatrogénica que abarca a toda la sociedad es una labor política, no
profesional. Debe basarse en un consenso popular acerca del equilibrio entre la
libertad civil de curar y el derecho civil a una asistencia equitativa de la
salud. Durante las últimas generaciones el monopolio médico sobre al asistencia
a la salud se ha expandido sin freno y ha coartado nuestra libertad con
respecto a nuestro propio cuerpo. La sociedad ha transferido a los médicos el
derecho exclusivo de determinar qué constituye la enfermedad, quién está
enfermo o podría enfermarse, y qué cosa se hará a estas personas. La desviación
es ahora "legítima" sólo cuando merece y en última instancia
justifica la interpretación e intervención médicas. El compromiso social de
proveer a todos los ciudadanos de las producciones casi ilimitadas del sistema
médico amenaza con destruir las condiciones ambientales y culturales necesarias
para que la gente viva una vida autónoma saludable. Esta tendencia debe
reconocerse y eventualmente invertirse.
Los límites a
la medicina han de ser algo distinto de la autolimitación profesional.
Demostraré que la insistencia del gremio médico sobre su propia idoneidad para
curar a la misma medicina se basa en una ilusión. El poder profesional es el
resultado de la delegación política de la autoridad autónoma a las ocupaciones
de la salud, realizada durante nuestro siglo por otros sectores de la
burguesía
universitaria. Dicho poder no puede ser ahora revocado por aquellos que lo
concedieron, sólo puede deslegitimizarlo el acuerdo popular sobre su
malignidad. La automedicación del sistema médico no puede sino fracasar. Si el
público, empavorecido por revelaciones sangrientas, se viera conminado a
conceder más apoyo a un aumento de control experto sobre expertos en la
producción de la asistencia a la salud, esto sólo intensificaría la asistencia
enfermante. Se debe entender que lo que ha transformado la asistencia a la
salud en una empresa productora de enfermedades es la propia intensidad de una
dedicación ingenieril que ha reducido la sobrevivencia humana, de un buen
desempeño del organismo, al resultado de una manipulación técnica.
"Salud"
es, después de todo, una palabra cotidiana que se usa para designar la
intensidad con que los individuos hacen frente a sus estados internos y sus
condiciones ambientales. En el Homo sapiens, "saludable" es un
adjetivo que califica acciones éticas y políticas. Al menos en parte, la salud
de una población depende de la forma en que las acciones políticas condicionan
el medio y crean aquellas circunstancias que favorecen la confianza en sí, la
autonomía y la dignidad para todos, especialmente los débiles. En consecuencia,
los niveles de salud serán óptimos cuando el ambiente favorezca una capacidad
de enfrentamiento, autónoma, personal y responsable. Los niveles de salud sólo
pueden declinar cuando la sobrevivencia llega a depender más allá de cierto punto
de la regulación heterónoma (dirigida por otros) de la homeostasis del
organismo. Más allá de un nivel crítico de intensidad, la asistencia
institucionalizada a la salud -no importa que adopte la forma de cura,
prevención, o ingeniería ambiental- equivale a la negación sistemática de la
salud.
La amenaza
que la medicina actual representa para la salud de las poblaciones es análoga a
la amenaza que el volumen y la intensidad del tráfico representan para la
movilidad, la amenaza que la educación y los medios masivos de comunicación
representan para el aprendizaje, y la amenaza que la urbanización representa
para la habilidad de construir una morada. En cada caso una gran empresa
institucional ha resultado contraproducente. La aceleración del tráfico, consumidora
de tiempo; las comunicaciones ruidosas y confusas; la educación que entrena
cada vez más gente para niveles de competencia técnica y formas especializadas
de incompetencia general cada vez más altos: todos éstos son fenómenos
paralelos a la producción de la enfermedad yatrogéncia por parte de a medicina.
En cada caso un gran sector institucional ha apartado a la sociedad del
propósito específico para el cual dicho sector fue creado y técnicamente
instrumentado.
La
yatrogénesis no puede entenderse a menos que se vea como la manifestación
específicamente médica de la contraproductividad específica. La
contraproductividad específica o paradójica es un indicador social negativo de
una diseconomía que permanece encerrada en el sistema que la produce. Es una
medida de la confusión entregada por los medios noticiosos, la incompetencia
fomentada por los educadores, o la pérdida de tiempo representada por un coche
más potente. La contraproductividad específica es un efecto secundario no
deseado del crecimiento de la producción institucional inherente al sistema
mismo que originó el valor específico. Es una medida social de la frustración
objetiva. Este estudio de la medicina patógena se emprendió con el fin de
ilustrar en el campo de la asistencia a la salud los diversos aspectos de la
contraproductividad que pueden observarse en todos los sectores principales de
la
sociedad
industrial en su estadio presente. Un análisis similar podría emprenderse en
otros campos de la producción industrial, pero la urgencia es particularmente
grande en el campo de la medicina, una profesión de servicio tradicionalmente
reverenciada y autogratificante.
La
yatrogénesis estructural afecta ya todas las relaciones sociales. Es el
resultado de la colonización internalizada de la libertad a través de la
afluencia. En los países ricos la colonización médica ha alcanzado proporciones
morbosas; los países pobres siguen rápidamente los mismos pasos. (La sirena de
una sola ambulancia puede destruir actitudes samaritanas en todo un pueblo.)
Este proceso, que llamaré la "medicalización de la vida", merece una
atención política articulada. La medicina podría ser un blanco principal para
la acción política que se propone una inversión de la sociedad industrial. Sólo
la gente que ha recobrado la capacidad de proporcionarse asistencia mutua y ha
aprendido a combinarla con la destreza en el uso de la tecnología
contemporánea, podrá también limitar el modo industrial de producción en otras
áreas de importancia.
Al rebasar
sus límites críticos, un sistema de asistencia a la salud basado en médicos y
otros profesionales resulta patógeno por tres motivos: inevitablemente produce
daños clínicos que superan sus posibles beneficios; no puede sino resaltar, en
el acto mismo de oscurecerlas, las condiciones políticas que hacen insalubre la
sociedad; y tiende a mistificar y a expropiar el poder del individuo para
sanarse a sí mismo y modelar su ambiente. Los sistemas médico y paramédico
sobre la metodología y la tecnología de la higiene son un notorio ejemplo del
mal uso político que se hace de los avances médicos para fortalecer el
crecimiento industrial más bien que el personal. Tal medicina es sólo un ardid
para convencer a quienes se sienten hartos y cansados de la sociedad, de que
son ellos los
enfermos e
impotentes que necesitan de una reparación técnica. Examinaré estos tres planos
de acción médica patógena en las tres primeras partes de este libro.
En el primer
capítulo se hará el balance del progreso en tecnología médica. Muchas personas
desconfían ya de los médicos, de los hospitales y de la industria farmacéutica,
y sólo necesitan datos que fundamenten sus temores. Ya los médicos juzgan
necesario robustecer su credibilidad pidiendo que se prohiban formalmente
muchos tratamientos comunes hoy en día. Las restricciones al ejercicio médico
que los profesionales han llegado a considerar obligatorias son a menudo tan
radicales que resultan inaceptables para la mayoría de los políticos. La
ineficacia de la medicina costosa y de alto riesgo es un hecho ya ampliamente
discutido que tomo como punto de partida, no como un asunto clave en el que
quiera detenerme.
En la segunda
parte describo aquellos aspectos de la organización social de la medicina que
niegan directamente la salud, y en la tercera el impacto incapacitador de la
ideología médica sobre la energía personal: en tres capítulos distintos
describo la forma en que el dolor, la invalidez y la muerte dejan de ser un
reto personal para convertirse en un problema técnico.
En la cuarta
parte interpreto la medicina negadora de la salud como típica de la
contraproductividad de la civilización sobreindustrializada y analizo cinco
tipos de respuesta política que constituyen remedios tácticamente útiles y,
todos, estratégicamente fútiles. Discierno entre dos modos por los cuales la
persona se relaciona con su ambiente y se adapta a éste: el modo de
enfrentamiento autónomo (es decir autogobernando) y el modo de
mantenimiento
y manejo heterónomo (es decir administrado). Concluyo demostrando que sólo un
programa político encaminado a limitar el manejo profesional de la salud hará
capaces a los hombres de recuperar sus poderes para prestar atención a la
salud, y que tal programa es parte integral de una crítica y una restricción de
amplio alcance del modo industrial de producción.
Lee Némesis
Medica de Ivan Ilich aquí
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