viernes, 1 de mayo de 2020

Cuarentena


Cuarentena
Gonzalo Salgado Villa
gvilla_salgado@hotmail.com

En cuarentena, filosofando.
Recuerdo bien que en la clase de historia nos hablaban de la peste negra  también llamada bubónica, aquella que en la época medieval (entre 1331 y 1334) acabara con más de un tercio de la población europea; catástrofe generada por,la que hoy creemos, satírica razón: las pulgas de las ratas que transmitían una bacteria que provocaba una serie de fiebres. Curiosamente hoy se especula que el primer caso se dio en China, y después en India y luego se extendió por todas las rutas comerciales hacia occidente. Quiero imaginarme que los daños colaterales, aparte de las pérdidas humanas, fueron inconmensurables, que el colectivo imaginario conjeturó no una sola la causa de los males acaecidos, tal y como hoy lo hacemos con la pandemia del covid-19. Pero tal vez, sin alguna respuesta clara sobre las causas, es pertinente enfocarnos en los efectos del confinamiento realizado a lo largo y ancho del mundo.
En 1989 Francis Fukuyama se preguntaba si en realidad, los acontecimientos derivados de la segunda  guerra mundial y la guerra fría, marcaban el fin de la historia. El ensayo publicado en la revista Thenationalinerest, crearía mucha polémica sobre el argumento de que todas las naciones del mundo devendrían en la estructura democrática liberal. Recuperaré esa idea pero con la finalidad de exponer una reflexión sobre lo que acontece mundialmente: el covid19. No es la pregunta sobre el fin de la historia la que me interesa, sino la pregunta sobre el fin de la humanidad la que me preocupa ¿los acontecimientos recientes evidencian el fin de la humanidad?

La respuesta de esa pregunta debe atender antes a otra pregunta ¿qué es eso que llamamos  humanidad? La respuesta puede estar en la historia, en la antropología o cualquier enciclopedia. En el internet de manera simple, general y comprensible se encuentra como: el conjunto de los seres humanos, la capacidad de sentir afecto y solidaridad hacia las demás personas.  En general aquella idea no sirve del todo puesto que es extensa y por lo tanto incomprensible, sobre todo por la connotación del concepto, la referencia hecha a aquello que designa solo aplicará aquellos seres que en el caso de que hayan alcanzado la capacidad de sentir afecto y solidaridad hacia otras personas. Es decir, no se puede decir que el conjunto total de los “seres humanos” haya alcanzado ese grado de realización. Humanos demasiado humanos, significa animales muy animales, según Nietzsche, algo que se debe superar. Y creo yo que lo humano solo es un instante: el desprendimiento de lo animal —en caso de que así sea— por un momento, es decir, no se logra alcanzar un estado de humanidad absoluto; aún no hemos salido del rango de animales a pesar del intento del movimiento renacentista de antropocentrizar  el cosmos; no obstante, sí logró posicionarnos en una parte muy alta sobre las criaturas: desde entonces el  escalafón primordial es lo humano.

La humanidad no es tan sencilla de comprender, no se tiene tan claro lo qué es pero si es un paradigma que hoy rige y determina nuestra forma de estar  en el mundo.  En este contexto, el covid19 removió las fibras de lo que concebíamos por  humanidad. Si Fukuyama decía que el fin de la historia lo marcaban los acontecimientos bélicos y económico-políticos mundiales, el fin de la humanidad hoy lo marcan las pandemias, las catástrofes naturales provocadas por el calentamiento global, a su vez provocadas por el humano —el humano es el lobo del humano—; la política económica mundial, los sistemas estatales, los medios de comunicación.

Sin duda los valores se invertirán. Aquellas habituales formas de demostrar afecto hacia otro humano: el saludo, el beso, el abrazo; hoy son causa de censura y eso genera un distanciamiento que se cree causa de lo inhumano; existe un protocolo para tratar con el otro día a día: Susana distancia. Lo paradójico de este caso es que aquellos actos que anteriormente considerábamos como muy humanos: el arte, la solidaridad, la libertad, el auxilio a los necesitados es un riesgo, las demostraciones de afecto como besos, abrazos y apapachos hacia otra persona, son censurables, solo la salud es importante. Inclusive los médicos son paradójicos: son héroes y amenaza. ¡Vaya que la muerte dictamina nuestro ser en el mundo! O más bien dicho ¡el miedo no anda en burro!

El miedo es el principal motor de la acción humana: te paraliza, te da fuerzas para luchar o para huir. Si la condición humana es determinada por el miedo de perder la vida, por la muerte del otro, si ese acontecimiento es el fundamento para buscar el ser que somos, entonces la humanidad como paradigma que determinaba un fin en común, como la concebíamos anteriormente, con las connotaciones que se le habían atribuido, está a punto de llegar a su fin o transformar su sentido.


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