Cuarentena
Gonzalo
Salgado Villa
gvilla_salgado@hotmail.com
En
cuarentena, filosofando.
Recuerdo bien
que en la clase de historia nos hablaban de la peste negra también llamada bubónica, aquella que en la
época medieval (entre 1331 y 1334) acabara con más de un tercio de la población
europea; catástrofe generada por,la que hoy creemos, satírica razón: las pulgas
de las ratas que transmitían una bacteria que provocaba una serie de fiebres.
Curiosamente hoy se especula que el primer caso se dio en China, y después en
India y luego se extendió por todas las rutas comerciales hacia occidente.
Quiero imaginarme que los daños colaterales, aparte de las pérdidas humanas,
fueron inconmensurables, que el colectivo imaginario conjeturó no una sola la
causa de los males acaecidos, tal y como hoy lo hacemos con la pandemia del covid-19.
Pero tal vez, sin alguna respuesta clara sobre las causas, es pertinente
enfocarnos en los efectos del confinamiento realizado a lo largo y ancho del
mundo.
En 1989
Francis Fukuyama se preguntaba si en realidad, los acontecimientos derivados de
la segunda guerra mundial y la guerra
fría, marcaban el fin de la historia. El ensayo publicado en la revista
Thenationalinerest, crearía mucha polémica sobre el argumento de que todas las naciones
del mundo devendrían en la estructura democrática liberal. Recuperaré esa idea
pero con la finalidad de exponer una reflexión sobre lo que acontece mundialmente:
el covid19. No es la pregunta sobre el fin de la historia la que me interesa,
sino la pregunta sobre el fin de la humanidad la que me preocupa ¿los acontecimientos
recientes evidencian el fin de la humanidad?
La respuesta de
esa pregunta debe atender antes a otra pregunta ¿qué es eso que llamamos humanidad? La respuesta puede estar en la
historia, en la antropología o cualquier enciclopedia. En el internet de manera
simple, general y comprensible se encuentra como: el conjunto de los seres
humanos, la capacidad de sentir afecto y solidaridad hacia las demás
personas. En general aquella idea no
sirve del todo puesto que es extensa y por lo tanto incomprensible, sobre todo
por la connotación del concepto, la referencia hecha a aquello que designa solo
aplicará aquellos seres que en el caso de que hayan alcanzado la capacidad de
sentir afecto y solidaridad hacia otras personas. Es decir, no se puede decir que
el conjunto total de los “seres humanos” haya alcanzado ese grado de
realización. Humanos demasiado humanos, significa animales muy animales, según
Nietzsche, algo que se debe superar. Y creo yo que lo humano solo es un
instante: el desprendimiento de lo animal —en caso de que así sea— por un
momento, es decir, no se logra alcanzar un estado de humanidad absoluto; aún no
hemos salido del rango de animales a pesar del intento del movimiento
renacentista de antropocentrizar el
cosmos; no obstante, sí logró posicionarnos en una parte muy alta sobre las
criaturas: desde entonces el escalafón
primordial es lo humano.
La humanidad
no es tan sencilla de comprender, no se tiene tan claro lo qué es pero si es un
paradigma que hoy rige y determina nuestra forma de estar en el mundo. En este contexto, el covid19 removió las
fibras de lo que concebíamos por humanidad. Si Fukuyama decía que el fin de la
historia lo marcaban los acontecimientos bélicos y económico-políticos
mundiales, el fin de la humanidad hoy lo marcan las pandemias, las catástrofes
naturales provocadas por el calentamiento global, a su vez provocadas por el
humano —el humano es el lobo del humano—; la política económica mundial, los
sistemas estatales, los medios de comunicación.
Sin duda los
valores se invertirán. Aquellas habituales formas de demostrar afecto hacia
otro humano: el saludo, el beso, el abrazo; hoy son causa de censura y eso
genera un distanciamiento que se cree causa de lo inhumano; existe un protocolo
para tratar con el otro día a día: Susana distancia. Lo paradójico de este caso
es que aquellos actos que anteriormente considerábamos como muy humanos: el
arte, la solidaridad, la libertad, el auxilio a los necesitados es un riesgo,
las demostraciones de afecto como besos, abrazos y apapachos hacia otra
persona, son censurables, solo la salud es importante. Inclusive los médicos
son paradójicos: son héroes y amenaza. ¡Vaya que la muerte dictamina nuestro
ser en el mundo! O más bien dicho ¡el miedo no anda en burro!
El miedo es
el principal motor de la acción humana: te paraliza, te da fuerzas para luchar
o para huir. Si la condición humana es determinada por el miedo de perder la
vida, por la muerte del otro, si ese acontecimiento es el fundamento para
buscar el ser que somos, entonces la humanidad como paradigma que determinaba
un fin en común, como la concebíamos anteriormente, con las connotaciones que
se le habían atribuido, está a punto de llegar a su fin o transformar su
sentido.
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