Einstein y la autonomía
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
wa: 2223703233
Estaba por terminar la clase cuando
las preguntas de Paulina y Julio me hicieron iniciar una reflexión en torno a
la función de una institución de educación superior. Saltó casi de inmediato
una paradoja. La formularé en forma de pregunta ¿cómo puede una institución ser
autónoma si sus miembros se siente cómodos con su condición de subordinados?
Los tres pronto caímos en la cuenta de
la coexistencia de dos cosas: la libertad y la subordinación. Dos hilos que
entretejen el gris existente. Se mencionaron las tres artes liberales que
conforman el trívium y sobre todo de la necesaria presencia de la lógica en
nuestra necesidad de comprender en mundo y de compartir nuestros hallazgos. ¿Por
qué la obligación de ser claro en nuestras comunicaciones? Y nos percatamos que
esta claridad buscada es una intención muchas veces fracasada. Y así es la
vida. La búsqueda de la claridad nos damos cuenta del valor de las penumbras.
Exceso y ausencia de luz provocan lo mismo: ceguera.
La violencia actual es una guerra contra
la racionalidad pretendida.
Siendo la violencia contemporánea un
asunto feo, sucio, egoísta y sin gloria, hay algo peor: ¡el estado de subordinación!
En nombre del orden se defiende la
subordinación en contra de la autonomía personal aun cuando esto sea un aval de
la violencia.
La violencia se prefiere a la
esclavitud de la mente.
Remato con una reflexión de Albert
Einstein, La libertad (1940).
Extrañas palabras escritas casi ochenta años atrás.
La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu
en general, reclama otro modo de libertad que puede calificarse de libertad
interior. Esa libertad de espíritu consiste en pensar con independencia sobre
las limitaciones y los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la
rutina antifilosófica y el hábito embrutecedordel ambiente. Esta libertad
interior es un raro privilegio de la naturaleza y un propósito digno para el
individuo. Empero, la comunidad puede realizar también mucha labor de estímulo
en este sentido, por lo menos al no poner trabas a la labor intelectual. Las
escuelas y los sistemas de enseñanza obstaculizan a veces el desarrollo de la
libertad interior con influencias autoritarias o cuando imponen a los jóvenes
cargas espirituales excesivas; las instituciones de enseñanza pueden, por otra
parte, favorecer esta libertad si fomentan el pensamiento independiente. Únicamente
si se prosigue con constancia y conciencia la libertad interior y la libertad
externa es posible el progreso espiritual y el conocimiento y así mejorar la
vida general del hombre en todos sus aspectos.
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