CONGRESO INTERNACIONAL CENTENARIO ELENA GARRO (CICEG)
Un hogar sólido ¿la obsolescencia del
mexicano?
José Antonio Robledo y Meza
Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla
Jesusita. —¡Ya ves, hija, la vida es un
soplo!...
¿Las instituciones nacionales
responden a las exigencias del momento? ¿Acaso los mexicanos hemos iniciado el camino para constituirnos en un
espectacular proletariado lumpen?, ¿México es un hogar? ¿En verdad
vivimos bajo el incondicionado imperio de la solidaridad? ¿Qué hacemos para
consolidar las relaciones amistosas? ¿Los que formamos parte del “pueblo
mexicano” nos sentimos satisfechos con el estilo de vida –hábitos y costumbres-
que nos ha llevado a “elegir” a tan ejemplares autoridades que nos representan?
¿Nuestras decisiones se han concretado en un mejor gobierno? Si no es así ¿de
dónde emanará la posibilidad de cambios drásticos? Acaso ¿de aquellos que se
sienten beneficiados del actual estado de cosas?, ¿de quienes se dicen ser la
elite en el poder?
¿El sentido de vida será conseguir una cornetita de azúcar?
¿Vivir para recoger las monedas que algunos tiran y decir que “eso” es
trabajar?¿Hacia dónde
vamos? Esta pregunta nos obliga a preguntarnos ¿qué somos?, y ¿cómo es que
llegamos aquí? En la obra Un hogar sólido
de Elena Garro nos encontramos con el siguiente diálogo:
“Jesusita. —¡Ya ves, hija, la vida es un
soplo! ...
Clemente (interrumpiendo). —¡Por piedad, ahora
no encuentro mi fémur!
Jesusita. —¡Qué falta de consideración!
¡Interrumpir a una señora! (Catita mientras tanto ha estado ayudando a Jesusita
a arreglarse la cofia.)
Vicente. —Yo vi a Catita jugar con él a la
trompeta.
Gertrudis. —Tía Catalina, ¿dónde olvidó usted
el fémur de Clemente?
Catalina. — ¡Jesusita! ¡Jesusita! ¡Me quieren
quitar mi corneta!
Mamá Jesusita. —¡Gertrudis, deja en paz a esta
niña! Y en cuanto a ti, te diré:
no es tan
malo que mi niña enfermara, como la maña que le quedara...
Gertrudis. —Pero mamá, no seas injusta, ¡es el
fémur de Clemente!
Catalina. —¡Fea, mala! ¡Te pego! ¡No es su
fémur, es mi cornetita de azúcar!”
Y en tan pocas líneas Elena Garro es capaz de
generar tantas preguntas y, por lo tanto, generar tantas ideas.
Conformarse
con estar aquí y ahora y no pensar en qué tenemos que hacer para modificar tan
precaria condición humana. Es irrisorio creer que el sistema escolar pueda
alterar esta tendencia con su propuesta de “reforma educativa”. Pero si esto es
así ¿qué tenemos que hacer? ¿En qué debemos ocuparnos para no solo llenar el
tiempo libre con solo escolarización, diversión, deporte y sexo?
Nuestro medio es representativo de épocas
donde se manifiesta un gran desgano para pensar. Se privilegian las respuestas
dadas en el pasado y se rehúye el trabajo intelectual para formular las
preguntas que el presente requiere para comprender el mundo y transformarlo. El
progreso de la ciencia y la tecnología y la correspondiente marcha de la
“filosofía” —que en buena parte son sólo comentarios de autores y detextos—
requiere de nuevos esfuerzos para pensar.
Intentemos pensar a partir de la siguiente
pregunta. ¿México existe? Para algunos la respuesta es sí. Otros niegan o
suspenden juicio.
Leer la obra de Elena Garro es un permanente
estímulo para pensar y pensar si México existe es una pregunta que salta a cada
rato en la obra de Elena. Esta es una pregunta que nos hace sentirnos
perplejos, confundidos. Y eso es bueno porque nos obliga a redoblar nuestra
actividad intelectual. Sentirnos perdidos nos hace buscar y reflexionar mejor.
Estas reflexiones nos obligan a abrirnos a la naturaleza misteriosa de las
cosas, a quitarnos las suposiciones más arraigadas. Acaso ¿no es extraña
nuestra presencia en el mundo? ¿No es extraño el que nos demos cuenta de que
nos damos cuenta?
La cuestión: acuerdos y desacuerdos.Hablaré en
primera persona.
Perdido en mis propios sentimientos de
seguridad, redescubrí la actitud infantil de cuestionarlo todo. Pronto me di
cuenta que sin cuestionamientos la comprensión no progresa y lo que buscaba era
mejorar la comprensión de mi propia condición. Con este propósito volví a la
pregunta inicial: ¿México existe?
Hay tres posibles posturas.
Primera postura: afirmar que México si existe:
A. Con esta respuesta surgen dos cuestiones: ¿Qué se afirma? ¿Qué se cree?
Segunda postura: México no existe: noA. ¿Qué
se niega? Si para negar es necesario presuponer la existencia de México. ¿Qué
se presupone?
Tercera postura: no hay pronunciamiento, se suspende
el juicio. ¿Qué pruebas se requieren para que haya un pronunciamiento?
El análisis hasta ahora realizado me condujo a
una segunda pregunta ¿Qué creo yo? ¿Creo en la existencia de México? ¿Qué
significa la afirmación “creo que México existe”?
Todas las preguntas apuntan hacia el esclarecimiento
de ¿Qué es “México”?
En estas estaba cuando recordé que la pregunta
¿Qué es…? es
la pregunta socrática por excelencia. Es parte del pensar y el pensar es el
arte de hacer preguntas. Y hacer preguntases en sí valioso y no es necesario prometer
ni comprometerseen dar respuestas. Al menos ninguna respuesta definitiva. Quien
se hace preguntas propone buscar y generar nuevos significados. El pensar se da
ahí donde antes de actuar hay que empezar a definir, y a eso apunta la pregunta
¿qué es..? O bien, ya avanzados en la obra o proyecto, surge un problema nuevo,
algo no determinado con anterioridad. De esta manera algo que parecía obvio
(porque se hace a diario, porque nadie se detuvo a cuestionarlo) no lo es tanto
y empieza a generar conflictos, dudas, contradicciones. ¿Existe México? ¿Existimos
los mexicanos?
Vivimos tiempos de
conflictos y aparecidos los conflictos requerimos de una redefinición
conceptual del proyecto desde un principio, poner en duda lo hasta ahora dicho y
pensar todo lo que sea necesario pensar. Y como hemos dicho pensar es saber
preguntar, pero también es aprovechar la propia experiencia, los estudios
realizados, la información que se tiene y se ha sistematizado. Para comprender
mejor la pregunta hecha -¿en dónde más encontrar apoyo?-acudí a la información
disponible y redescubrí las cuestiones fundamentales que han formulado los
humanes desde siempre: ¿Dónde estamos?, ¿estamos en un mundo gobernado por
leyes estables, firmes, cognoscibles, absolutas?, o ¿estamos en un caos
incomprensible? ¿Las cosas a nuestro alrededor son reales, o son sólo una
ilusión? ¿Existen independientemente de nuestra voluntad o son creadas por
nuestra mente? ¿Podemos cambiarlas según nuestra voluntad o no?
Cualquier intento de respuesta
hacen surgir más preguntas: ¿Cómo lo sabemos? ¿Hemos adquirido un saber por un
proceso racional o por una súbita revelación, o por instintos, o por acto
reflejo? ¿Es la razón competente para descubrir la realidad o el hombre posee
alguna otra facultad superior o paralela a la razón? ¿Podemos estar seguros de
algo o estamos condenados a vivir en una duda perpetua? ¿Qué debemos hacer?
Las respuestas a las
dos primeras preguntas ¿Dónde estoy? ¿Cómo lo sé? determinarán la respuesta a
la tercera. ¿Qué es bueno y malo para nosotros, y por qué? ¿Nuestra preocupación
debería ser alcanzar la felicidad o huir del sufrimiento? ¿Deberíamos perseguir
nuestras propias metas, o subordinarse a las de los demás?
De esto último debemos
ocuparnos. De estudiar el modo en que los mexicanos debemos comportarnos y cómo
tratar con otros humanes, lo que involucra la definición de los principios de
un sistema social adecuado. De aquí surge la pregunta ¿México para qué?
Si analizamos cada
pregunta nos percataremos que ellas tienen tanto componentes teóricos como
prácticos. Y todas ellas nos conducen a las preguntas siguientes: ¿Quién somos?
¿Qué tenemos que hacer? ¿Qué sentido tiene la vida?
Todas las preguntas
tienen una íntima relación con la pregunta inicial que hemos formulado: ¿México
existe? De cómo entendamos esta última pregunta depende lo que entendamos al
preguntarnos ¿Creo en México? y ¿México para qué? Buscarle sentido a estas
preguntas nos remite permanentemente a las preguntas ¿Qué somos? ¿Qué tenemos que
hacer? ¿Qué sentido tiene la vida?
Por el momento démosle
relevancia a la segunda pregunta ¿Qué tengo que hacer? para responder a la
pregunta ¿México existe?
¿Qué tengo que hacer?
implica un cuestionamiento sobre nuestro actuar sobre nuestro quehacer, en
términos de su adecuación a un deber ser o norma. Es una pregunta que
enfrenta nuestra acción con un deber ser vinculante, que experimentamos
como algo que nos obliga interiormente, más allá de nuestros gustos o
preferencias. Nos obliga a entender el pensar como una actividad que exige un
cuidadoso examen y análisis de los “modos de ver” en la vida cotidiana, de ‘evaluar
modelos de pensar’. Pero si un modelo de pensar existe es porque está armado
con conceptos y si esto es así, entonces, debemos hacer un ‘análisis
conceptual’ del modelo vigente. Así que observaremos los conceptos (palabras)
más importantes, e intentaremos determinar lo que queremos significar por
ellos. El camino exige reflexión y discusión. De lo que se trata es de reflexionar y discutir,
hablar y escribir.
A menudo usamos los
términos “México”, “existir, “creer”, “saber”, “conocer” en nuestras
conversaciones ¿qué queremos decir con esas palabras? ¿En qué nos apoyamos? Con
las preguntas planteadas lo que queremos es comprender mejor las cosas y tener
una segura base para sustentar nuestras creencias, como también para
desprendernos de aquello que no podemos apoyar en razones para creer. No
debemos buscar cualquier respuesta sino conseguir respuestas que un hombre
racional pueda aceptar luego de la más reflexiva consideración. No debemos
sentirnos satisfechos con cualquier respuesta sino con aquella que ha sido
considerada cuidadosamente. Debemos considerar los argumentos y analizarlos.
¿Son argumentos válidos? ¿Son las premisas verdaderas? ¿Qué suposiciones
[aseveraciones tomadas por verdaderas pero nunca explicitadas] y
pre-suposiciones (premisa asumidas como hipótesis pero no necesariamente
creídas] están tras los argumentos? ¿Están estas suposiciones/presuposiciones
justificadas?
Es el momento de
percatarnos de lo característico de nuestras preguntas. No son preguntas que
pueden ser respondidas mirando en torno en busca de algunos hechos. No queremos
desacreditar el valor de los hechos - los hechos son de importancia para
aclarar cualquier pregunta- pero estos no pueden proporcionar una respuesta
definida. Nuestra indagación no tiene el propósito de compartir el mismo punto
de vista coherente y unitario. De hecho las preguntas formuladas surgen del
hecho de que tenemos puntos de vista diferentes en esta materia, y algunos de
ellos no son correctos. Nuestras visiones del mundo son generadas por el
sentido común, pero desgraciadamente son muchas y a veces incompatibles. El
desafío es, por consiguiente, intentar hallar pautas de pensamiento que podrían
darnos la mejor visión del mundo posible. Hay ocasiones en que nuestros
sentidos nos traicionan - alucinaciones, ilusiones ópticas... ¿Significa esto
que debemos abandonar nuestras visiones del mundo de sentido común? Por
supuesto que no. No debemos admitir como actitud la del pedante que se coloca como
un dios observando los asuntos de los hombres. Nuestra reflexión es
profundamente humana y está, como el resto, comprometido en todas las
actividades humanas. Cualquier cosa que propongamos sigue siendo humana. La
diferencia es que nuestra reflexión parte de que tenemos conciencia de que
cuanto ocurre es humano.
Hay una limitación que
impondremos a nuestros avances: satisfacer estándares mínimos de coherencia,
claridad y credibilidad. Cuando hablamos o pensamos, debemos guardarnos de
autocontradecirnos. También debemos esforzarnos por ser tan claros como sea
posible, aunque hay diferentes niveles de claridad. Por último, lo que decimos
o pensamos debe encajar en el cuerpo de creencias que sostenemos como
verdaderas.
En fin, requerimos
construir ideas que nos permita a los mexicanos construir un plan de vida racional y colectiva, definir una
política para trasformar la realidad en el sentido ético que definamos.
Gracias
Puebla, Pue. Paseo de las fuentes, 2016
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