martes, 18 de febrero de 2020

Gabino Barreda el poblano cofundador de la república.


Gabino Barreda el poblano cofundador de la república.

José Antonio Robledo Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
robledomeza@yahoo.com.mx
wa: 2223703233

Hay en los tribunales de la historia hombres que suscitan el interés de otros por conocerlos y que encuentran por doquier solo resquicios. Hombres que frente a la mirada de otros tienen un velo que los convierten en un auténtico misterio cuya verdad se mantiene en secreto. Hombres cuyos perfiles se adivinan como en la sombra proyectada sobre la caverna platónica, pero cuya alma nunca será accesible si no se está dispuesto a romper con las cadenas.

Este 19 de febrero de 2020 se conmemora el ducentésimo segundo aniversario del natalicio de don Gabino Barreda Flores. Barreda el médico, el docente, el hombre de partido y el teórico que relató la historia de México bajo una nueva clave. Barreda el productor consiente, hábil y certero de la vigente legitimidad republicana en México.

Es en estos momentos en que los mexicanos hemos sido convocados a construir una Nueva República sobre la base del principio Pueblo Soberano y a través de la Cuarta Transformación se hace necesario recordar a un poblano de nacimiento, que hizo posible junto con Juárez y otros la vigente república mexicana.

Gabino Barreda Flores nació en la ciudad de Puebla el 19 de febrero de 1818. Los padres de Gabino fueron Don Antonio Barreda y Doña María Dolores Flores Alatorre quienes contrajeron matrimonio en la Villa de Aguascalientes lugar donde la familia Flores Alatorre era muy importante. Al cumplir dos años Gabino, ocurren hechos trascendentales en el interior de la nación española. Al restablecerse la Constitución de Cádiz se inicia un movimiento de independencia en la Nueva España como reacción antiliberal.

Al cumplir Barreda nueve años inicia sus estudios en derecho tradicionales entre la familia Flores Alatorre. Contrario a las expectativas familiares, Gabino se interesará por la química, que estudiará en el Colegio de Minería. En 1836 la Convención de Texas, dirigida por Samuel Houston declara su Independencia de México. Inician en la frontera norte las revueltas abiertas en contra de México. 

Las agresiones contra el territorio mexicano continuaban. En 1838, por las armas francesas, sin mayor justificación. Se llegó a afirmar que por las constantes asonadas y cuartelazos los súbditos franceses habían sufrido graves prejuicios. Tan exageradas eran las reclamaciones, que uno sólo de los quejosos, un pastelero de Tacubaya, aseguraba haber perdido, de repostería, la fantástica suma de $600,000. Con razón, el pueblo llamó a esta inicua guerra, la “Guerra de los pasteles”. Durante la década de los 40, México pierde California y Nuevo México, y Yucatán se declara independiente.

Todos estos acontecimientos impactarán a Barreda quien durante su vida verá pasar dos Imperios, tres periodos de repúblicas federales, un período de república central, un periodo aconstitucional centralista y el inicio del periodo constitucional. En total le tocará conocer a 63 presidentes (tres de ellos elementos del triunvirato de 1829), dos monarcas y tres dictadores.

A partir de 1843, a los 25 años, Barreda inicia sus estudios de medicina. Su trayectoria como estudiante fue brillante y titubeante. Barreda realizaba sus estudios de medicina en 1844 cuando los miembros de la cámara baja en el Congreso mexicano debatieron la definición de una provincia de frontera, incluyeron en la lista a Chiapas por el sur, y Alta California, Nuevo México y Texas por el norte (en 1844 todavía México no reconocía la independencia de Texas). La agresión de los EUA continuará durante toda una década ya que EUA mediante una triple maniobra -anexión, conquista y compra-, se hicieron de la mitad de México. En el año de 1845 el Congreso de Yucatán declara su Independencia y proclama un Gobierno Federal al unísono del estallamiento de la guerra entre Estados Unidos y México por la posesión de Texas. Siendo aún estudiante, Barreda inicia sus prácticas médicas durante la guerra contra los EEUUAA y cuando deja de arriarse la bandera de México en California y Nuevo México. 

Después de la guerra con los EUA se hizo “una seria reflexión acerca de la realidad mexicana. Se hizo entonces hincapié en la falta de cohesión nacional, llegando algunos a preguntarse si realmente se podía hablar de la existencia de una nación. Dicho cuestionamiento se convirtió en un acicate para la historiografía, ya que sirvió para que personajes de la talla de Lucas Alamán y Luis G. Cuevas produjeran sus magnas obras de revisión histórica, en las que se propusieron mostrar el derrotero equivocado que había tomado México a raíz de su independencia. Fue entonces cuando los miembros de la generación posterior empezaron a mostrar su preocupación por los hechos que acababan de vivir, como fue el caso de los quince autores de los Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, y plantear propuestas para la regeneración del país. Si bien las ideologías de nuestros historiadores estuvieron encontradas tanto en aquellos años como en los venideros, es evidente que el motivo que los movió a todos ellos fue el mismo: la necesidad de crear una conciencia nacional. 

“Los liberales moderados trataron de llevar al país a una situación de equilibrio”. Tanto los liberales “puros” como los conservadores agudizaron sus diferencias y diseminaron, como bien nos dice Charles Hale, “las semillas de un gran conflicto”. En 1848 se firma el Tratado de Guadalupe Hidalgo entre Estados Unidos y México. Se proclama la República en Francia con Luis Napoleón como presidente.

Simultáneamente a la publicación del Manifiesto Comunista, Gabino Barreda, con treinta años a cuestas, se traslada a París y conoce al médico Pedro Contreras Elizalde quien, por más de un motivo, resultará un personaje de influencia inconmensurable en su vida. Es Contreras quien interesa a Gabino en los cursos de Comte, quien lo acompañará en la comisión encargada de la reforma educativa en 1867 y quien lo asistirá en sus primeras experiencias como diputado en 1868. Gabino permanecería en París hasta cumplir los 33 años y no sin antes aderezar con estudios de positivismo los que originalmente lo habían llevado a la Facultad de Medicina de París. Mientras en México se desarrollan en 1849 las Guerras de castas en Yucatán y Alamán escribe su Historia de México. Durante 1950 adviene el estado liberal y anuncia una ruptura con el pasado y con la Iglesia. Casi simultáneamente, a la muerte de Mariano Otero vio la luz el himno nacional, segundo símbolo secular.

Gabino Barreda regresa a México en 1851 con los seis tomos del Cours de Philosophie Positive a cuestas. El 12 de agosto presenta en la Escuela de Medicina las constancias y certificados que acreditaban los estudios realizados en la Facultad de Medicina de París. Dos días después presenta su examen del 5to año y el 1 y 2 de septiembre presenta su examen general de la carrera de médico, ante el jurado integrado por los doctores José María Vértiz (medicina operatoria), Ladislao de la Pascua (física médica) y Juan Navarro (clínica interna) que lo aprobaron por unanimidad. Por fin obtiene su licencia para ejercer como médico, evitando para siempre la entrega de su acta de bautizo. Durante los próximos años Barreda combinó la práctica profesional con la docencia, la fundación de instituciones y su actividad como escritor. 

Barreda, el médico juarista.

Para obtener su grado de médico decide viajar a París el 18 de febrero de 1848 donde se encuentra con Pedro Contreras Elizalde quien lo interesó en los cursos de Augusto Comte y quien seguramente lo puso en contacto con Benito Juárez. De regreso a México Barreda obtuvo su grado en medicina en 1851, con lo que incrementó una autoridad ya ganada entre sus colegas al haber realizado estudios con las más altas distinciones y haber iniciado su vida como autor de estudios médicos con el trabajo “Apuntes sobre tumores mamarios o adenoides” (1851). Tal reconocimiento se hace palpable cuando es elegido un 30 de noviembre de 1851 secretario de la Academia de Medicina de México presidida por Leopoldo Río de la Loza.

La guerra de los tres años alteró la dinámica de actividades de Barreda y fue en 1861 que reanuda su carrera como escritor al publicar el trabajo “La Homeopatía o juicio crítico sobre este nuevo medio de enseñar a los cándidos.” Desde entonces Barreda empieza a conjuntar a su reconocida capacidad de observación clínica su sentido crítico que lo llevará a formular atinados diagnósticos de la situación social –política y cultural- de México y recomendar remedios que resultaron certeros en sus propósitos. Ejemplos de diagnósticos sociales son los contenidos en sus trabajos “De la educación moral” (3 de mayo de 1863), “Oración cívica” (16 de septiembre de 1867) y la Carta a Mariano Riva Palacio (10 de octubre de 1870).

El tres de mayo de 1862 Gabino Barreda –dos días antes de la famosa batalla de Puebla contrae nupcias con Adela Díaz Covarrubias, hija del poeta y periodista José de Jesús Díaz y hermana de dos destacados juaristas Francisco y José de Jesús. Para el nueve del mismo mes Barreda firma un manifiesto celebrando la victoria del cinco de mayo y exhortando a la población a guardar la compostura frente a los prisioneros de guerra.
Antes de terminar el año de 1862 Barreda se traslada a vivir a Guanajuato como respuesta a la invitación hecha para “con todos los honores con que se pretendió atraerlo con el nombramiento de Miembro de la Comisión Científica, Literaria y Artística de México y no obstante la nota laudatoria de Víctor Duruy, que lo acompañaba”.

Del compromiso político de Barreda no quedan dudas cuando el 27 de noviembre de 1863 suscribe con otros 73 diputados -entre los que se encuentra Pedro Contreras Elizalde- un manifiesto del Congreso de la Unión a sus comitentes contra la Intervención Francesa y firmada en San Luis Potosí. En mayo del mismo año Barreda inicia sus escritos políticos, dando a luz “De la educación moral” –un breve documento de 21 párrafos- trata de la fundamentación de la reforma en el ramo de la educación moral que debe ser impulsada por el gobierno. Moral racional que Barreda funda, no en dogmas religiosos, sino en la biología (fisiología y patología) y la psicología, cuyo fin sería el cultivo de los buenos instintos: la inclinación al bien común, a los actos simpáticos, o altruistas. El documento resultó significativo en la biografía intelectual y política de Barreda, básicamente, tres razones. Fue el primero en abordar el asunto global de la educación pública en México; ofreció una constancia concreta de las motivaciones ideológicas y efectivas -liberales-positivistas- del autor. Finalmente, es un ejemplo concreto de los fuertes lazos políticos existentes entre Barreda y el grupo de juaristas ya que el documento fue un respaldo a Juárez como presidente frente a una terna de circunstancias adversas en ese momento.

Abordemos uno a uno estos últimos aspectos mencionados. En relación a las motivaciones ideológicas y afectivas Barreda es muy claro cuando señala que el fin de la educación moral sería la modificación de los actos del alma en el sentido más conveniente para alcanzar el bien común por medio del altruismo. A la pregunta de ¿Qué es la educación moral? Barreda responde, en el párrafo 18, que es la más importante de todas las ciencias y la más útil de todas las artes. Son las reglas de conducta comunes a todas las religiones y creencias. Son reglas universales cuyo objeto es la equidad y el amor al prójimo. Las inclinaciones hacia el bien o el mal responden a las necesidades que sus respectivos órganos manifiestan; tales órganos se encuentran en la masa cerebral (alma). Con respecto a la libertad Barreda plantea en el párrafo 15 que:

Lejos de ser incompatible con el orden, la libertad consiste en todos los fenómenos, tanto orgánicos como inorgánicos, en someterse con entera plenitud a las leyes que lo determinan. [...] Otro tanto sucede en el orden intelectual y moral, la plena sujeción a las leyes respectivas caracteriza allí, como en todas partes, la verdadera libertad. No es uno dueño de dar o rehusar su aquiescencia arbitrariamente a una demostración que se ha logrado comprender; la inteligencia, mientras conserva su estado fisiológico, no puede usar de su libertad de otro modo que convenciéndose de la verdad que así se le demuestra y exigir o aun pretender lo contrario, será siempre atacar nuestra libertad [...]

Con respecto a la filiación juarista Barreda en el mismo documento responde, en primer lugar, al maltrato del Episcopado Mexicano dado a Juárez definiéndose claramente en contra de una supuestas autoridad, doctrina y derechos de la Iglesia con respecto a la educación. En segundo lugar, responde al antijuarismo presente expresado de manera concertada por un grupo de 51 diputados que habían pedido su renuncia como Presidente Constitucional el 7 de septiembre de 1861. En respuesta el mismo día otros diputados dan su apoyo a Juárez. La historia de la solicitud de renuncia comienza el día 15 de julio en sesión secreta extraordinaria, tuvo lugar el dictamen de las comisiones unidas de Hacienda y Crédito Público, en relación a la iniciativa del gobierno de percibir todo el producto líquido de las rentas federales. El 16 de julio las sesiones secretas extraordinarias continuaron y en ellas se aprobaron dos propuestas: primero, el Gobierno de la Unión recibiría todo el producto líquido de las rentas federales y se suspenderían los pagos de la deuda externa por el término de dos años; segundo, cada 15 días las aduanas marítimas y oficinas recaudadoras de las rentas federales, tendrían que remitir su estado de ingresos y egresos a la Tesorería General. Pese a los esfuerzos realizados, la firma oficial del decreto de suspensión del día 17 de julio de 1861, aceleró la intervención extranjera. No pasaron más de tres meses de la expedición de aquel decreto, cuando el 7 de septiembre, un grupo de diputados en nombre de supremas necesidades y de la salvación de los principios políticos liberales que profesaban, le pidieron al Ejecutivo su renuncia temporal o absoluta.

¿Cuál era la esencia de aquella protesta? Ante todo, la redefinición de las relaciones políticas entre Juárez y los Estados de la República. Pues entonces la facción antijuarista descubrió que en México no existía la unidad federativa que el sistema republicano exige, como tampoco la unidad nacional: “Vemos en la situación actual un elemento mayor que otro alguno de desorganización en la rotura casi absoluta de los lazos federativos [...] Falta pues, la unidad federativa y con ella faltará dentro de poco la unidad nacional”. Y los solicitantes argumentan de manera categórica que el gobierno ha perdido su legitimidad:

Creemos que para consumar una gran revolución no son bastantes los títulos legales, es necesario el tacto político; creemos que para mandar a un pueblo que tiene la conciencia de su fuerza no alcanza la coacción de la ley y que, en los países que han aspirado ya las auras de la libertad, el único Gobierno posible es el basado sobre el prestigio y el amor de los pueblos, prestigio y amor que desgraciadamente a perdido de todo punto el actual personal de la administración.

En este mismo año las elecciones favorecieron a Juárez por 5282 votos; el triunfo fue ratificado por 61 diputados que votaron por Juárez frente a 55 que votaron por Jesús González Ortega. De acuerdo con Justo Sierra atrás del movimiento contra Juárez estaban desde exaltados hasta moderados y entre estos dos colores se distribuían todos los matices de los enemigos políticos de Juárez que “constituían una suerte de grupo girondino, pero no con un programa de doctrinas, sino una aversión personal.”

Finalmente, el documento de Barreda es un abierto apoyo a Juárez frente a la presencia y consolidación de la intervención francesa. Barreda escribe su documento, bajo la presidencia itinerante de Juárez, dos años después de suspendida la deuda externa, y un ambiente de guerra por todos lados. Guerra de secesión en los Estados Unidos, guerra de intervención preparando la llegada de Maximiliano a México para fundar el II Imperio Mexicano y guerra civil -enfrentamiento entre republicanos y monarquistas, entre liberales y absolutistas, y entre facciones liberales-. Con los actores en lucha, mexicanos, estadunidenses, europeos, el mundo Atlántico mostraba cuan estrechas eran sus relaciones.

En este caos nada aparente Barreda se manifiesta como el ideólogo juarista del orden. Su interés por las reformas educativas para hacer posible un orden político y social -encabezado por el gobierno juarista- es claramente expresado por primera vez. Notable por su consistente argumentación, “De la educación moral” habla en favor de la intervención estatal en la instrucción pública y de cómo las escuelas pueden convertirse en el instrumento de culto a los héroes para dar “ejemplos de moralidad y de verdadera virtud excitándoles el deseo de imitarlos, no a fuerzas de aconsejárseles ni menos de prescribírseles, sino haciendo que este deseo nazca espontánea e insensiblemente en ellos, en virtud de la veneración irresistible de que se vean poseídos hacia hombres cuyos hechos se les hayan referido.”

Otros documentos por venir -del mismo Barreda- como la “Oración cívica” del 16 de septiembre de 1867 y la “Carta” dirigida a Mariano Riva Palacio el 10 de octubre de 1870, compartirán este interés por la educación pública en aras de un orden político secular y laico-. El documento “De la educación moral” es una importante constancia de una visión del mundo compartida por un grupo de mexicanos encabezados por Juárez en el terreno político y por Barreda en el ideológico. Así mismo establece con claridad que el objetivo del orden político, es el objetivo que podría alcanzarse a través de las escuelas públicas.

Otro hecho de primera magnitud que hay que tomar en cuenta son las reacciones generadas en torno a la Constitución de 1857. Muy pronto se vio frustrada en su objetivo de unir a los mexicanos al grado que el presidente en turno –Ignacio Comonfort- se ve obligado a derogarla creando una división mayor entre los actores políticos que estaba muy lejos de los esfuerzos políticos de conciliación con los que se inició el Constituyente de 1856. Tanto los dividió que fue el pretexto para iniciar una feroz lucha por el poder entre defensores y denostadores, preparando con ello la intervención extranjera. Y nuevamente Barreda da muestra de sus habilidades como clínico, tanto en su “De la educación moral” como en su “Oración cívica”. En ambos documentos se interpretan hechos sociales y se replantean problemas en torno a su pasado y presente –la tradición cultural en lo relativo a la condición humana-, y de una posible salida a su desarrollo y progreso. De esta manera, la visión del pasado y futuro de la humanidad están considerados en el diagnóstico que el médico Barreda hace del presente mexicano. Es así que en ambos documentos los lectores nos vemos envueltos en las preguntas acerca de la validez del conocimiento de la realidad y de su uso en la práctica para determinar el futuro de la sociedad mexicana.

En el contenido “De la educación moral” se aprecia la orientación positivista del autor. Como ya lo señalamos antes es con este tema que Barreda abre su expediente en torno a su personal interés en materia político-educacional y en las reformas encabezadas por el Estado en dicha materia. La regeneración a la que aspira, Barreda pretende llevarla a cabo dividiendo la responsabilidad entre la familia y las escuelas públicas. La primera debe estimular la práctica de las buenas acciones y reprender las malas, mientras que la segunda debe proporcionar los ejemplos de moralidad y de verdadera virtud. De esta manera Barreda distribuye responsabilidades: la familia educa y la escuela instruye.

Del título del documento se desprenden las preguntas que le dan sentido. ¿Quién debe educar? La familia. El gobierno debe instruir. ¿Qué debe enseñar? La moral. ¿A quién debe instruir? A los ciudadanos, a los súbditos del gobierno. En otras palabras la escuela pública mediante la enseñanza de las buenas acciones, de ejemplos de verdadera virtud, debe moralizar al ciudadano. La necesidad de la reforma o regeneración, dice Barreda, viene de la necesidad por revertir, fundamentalmente, dos efectos de la tradición cultural: la influencia desastrosa de una educación puramente egoísta dependiente de los dogmas religiosos, y el anárquico e inmoral escepticismo, que fue la necesaria e inmediata consecuencia del rápido y creciente descrédito a que desde la aparición de las doctrinas disolventes del siglo XVIII, y sobre todo, desde la gran explosión francesa, quedó irrevocablemente sujeto el catolicismo, y con mayor razón, el protestantismo. Todo esto está anunciando una mejor sistematización de los mitos liberales en torno a la legitimidad del nuevo Estado que está inmerso en el mito de la civilización, esto es, de que la única fundamentación racional del nuevo Estado debería provenir de la ciencia, ya que ella garantizaba el orden político y social, y por medio de la reforma educativa –donde se conciliara el laicismo con la obligación del gobierno en velar por él- era posible la reforma social y política, la conciliación y la unidad nacional. Esta sistematización será objeto de la “Oración cívica”.

Ese objetivo lo fundamenta en el develamiento de varias dicotomías utilizadas por Barreda entre los que resaltan las que tienen que ver con la oposición entre la autoridad versus la convicción: el mezquino interés individual (las inclinaciones malévolas, los malos instintos, las tendencias egoístas) versus el bien común (las inclinaciones benévolas, los buenos instintos, las inclinaciones altruistas), el espíritu teológico (los teólogos y los metafísicos) versus el espíritu positivo (lo científico), la moral sobre bases positivas y evidentes versus el anárquico e inmoral escepticismo y, finalmente, la verdadera libertad, la plena sujeción a las leyes del orden intelectual (la verdad) y la moral (amar siempre lo se cree bueno y rechazar lo que parece malo) versus la libertad inmoral y absurda, la arbitrariedad, el ciego capricho, la inquisición.

Con la Intervención en su momento más álgido, el documento de Barreda no tuvo mayor impacto. De eso dan cuenta los periódicos de la época que no refieren polémica alguna. Y mientras tanto Barreda, según sus biógrafos, se dedicó a la práctica profesional de la medicina en Guanajuato en donde se daría la lectura de la “Oración cívica”.

Con el triunfo de los republicanos don Gabino es nombrado para pronunciar, el 16 de septiembre de 1867 en la ciudad de Guanajuato, el discurso conocido como “Oración cívica”. Con lo dicho hasta aquí comprendemos que la designación de Barreda como orador en fecha y lugar tan simbólicos para los mexicanos no era gratuita. Barreda cubría con creces el requisito político de lealtad hacia el grupo juarista para representarlo, era una autoridad reconocida en el campo de la medicina y, algo importante, tenía un discurso que decir y que seguramente contaba con el aval de sus más allegados y probablemente del mismo Juárez.

Cuando se acercaba el año de 1878, Díaz se engrandecía políticamente y le dio el cargo a Barreda de ministro plenipotenciario de México en Alemania, Barreda se fue a Europa en abril de ese año, donde también ahí dio muestras de su gran laboriosidad, pues además de cumplir con los deberes propios de su puesto, recibió un premio por haber descubierto una manera más eficaz de hacer las operaciones quirúrgicas con un alto grado de complejidad que existían hasta ese momento, representó a su país en la Conferencia Internacional de Sistemas Penitenciarios llevada a cabo en Estocolmo, y participó como delegado mexicano en el Congreso Mundial de Correos. 

Cuando dejó el cargo de Alemania 1880, viajó a París donde conoció a Pierre Laffitte, el heredero intelectual de Comte y líder de los Positivistas ortodoxos, durante su regreso a México tenía planeado dar una serie de cursos sobre la Religión del Hombre, pero la enfermedad que lo llevó a la muerte se lo impidió. Barreda regresó a México en 1880, “sereno, estoico y quizás mortalmente herido por los esfuerzos tan intensos que realizó”, siempre con el deseo de servir a su patria, regresó a morir y no a difundir la Religión del Hombre. Muchos de sus amigos que estuvieron cerca de él en los buenos tiempos le dieron ahora la espalda. Pasó sus últimos días recluido en la tranquilidad de su casa de Tacubaya, donde murió el 10 de marzo de 1881. 

En un homenaje rendido a Barreda en el Teatro Abreu de la ciudad de México el 22 de marzo de 1908, Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, habla frente al cadáver:

Maestro: yo, en mis años juveniles, saturado el espíritu de adoraciones revolucionarias; quise medir contigo mis armas, te creí injusto; tu pulverizaste mis argumentos y sonreíste con augusta bondad de mis frases irrespetuosas. Hoy, el viejo y poco fatigado luchador, coloca en los peldaños de tu altar su espada rota, y el vencido se confunde venturoso en el grupo inmenso de los que te admiran, de los que te bendicen, de los que te aman.

Seguramente en todos los reunidos estaban presentes tanto las palabras de Juárez como de Barreda:

Mexicanos: hemos alcanzado el mayor bien que podíamos desear, viendo consumada por segunda vez la independencia de nuestra Patria. Cooperemos todos para poder legarla a nuestros hijos en camino de prosperidad, amando y sosteniendo siempre nuestra independencia y nuestra libertad.

Que en lo sucesivo una plena libertad de conciencia, una absoluta libertad de exposición y de discusión, dando espacio a todas las ideas y campo a todas las aspiraciones, deje esparcir la luz por todas partes y haga innecesaria e imposible toda conmoción que no sea puramente espiritual, toda revolución que no sea meramente intelectual. Que el orden material, conservado a todo trance, por los gobernantes y respetado por los gobernados, sea el garante cierto y el modo seguro de caminar siempre por el sendero florido del progreso y de la civilización.

Puebla, Pue., Paseo de las Fuentes, 18 de febrero de 2020



Material extra: Barreda y el mitologema liberal

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