martes, 4 de febrero de 2020

Del absolutismo a la república Del despotismo a la Nacionalidad. Primera parte.

Del absolutismo a la república
Del despotismo a la Nacionalidad. Primera parte.
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
robledomeza@yahoo.com.mx
wa: 2223703233

En la formación del Estado mexicano participaron muchos personajes que han sido oscurecidos por la presencia de otros en la historiografía. Personajes que lideraron distintas fuerzas sociales que durante el proceso fueron definiendo sus valores, intereses y actitudes frente a las alternativas propuestas. Propuestas que se definieron conjuntando tendencias históricas y voluntades políticas con intenciones de explorar lo inédito.

En los cursos de primavera 2020 intentaremos relacionar personajes del ayer al presente relacionados en la construcción del Estado-Nación mexicano. Un proceso que va del despotismo absoluto a la 4T. Será un recorrido a través del filosofar. Caminaremos por el sendero abierto en el siglo XVIII por el positivismo español (ilustrados) y el despotismo ilustrado en la Nueva España. Nuestro interés apunta hacia distintos personajes que filosofaron durante este periodo y las distintas instituciones que los acogieron. De manera breve las mencionaré: la ciencia del siglo XIX y XX, el espiritismo, el positivismo, el conservadurismo, el republicanismo, el positivismo liberal, el liberalismo conservador, el espiritualismo, el Ateneo de la Juventud, los Siete Sabios, el Grupo Hiperión…

El Estado-Nación mexicano surge durante el último tercio del siglo XIX. Tal fenómeno modificó las concepciones sobre lo público y lo privado, la división del trabajo al interior de la sociedad y las formas de ejercicio de la dominación.

Nos interesa comprender el proceso que va de la concepción “el Estado soy yo” al de “sólo obedezco al Pueblo Soberano”.

Evolución del absolutismo

El origen del absolutismo se remonta a la aparición del monoteísmo (1350 ane) y se relaciona con el libro de Job (500 ane), la historia de Dios (400 ane), la construcción de doctrinas como la del absolutismo (222), el concepto de Persona (300), el misterio de la Trinidad (325), el agustinismo político, la doctrina de las dos espadas (494), la teoría de las dos espadas (1302), el cesaropapismo, la reforma protestante (S XVI), el cisma de Enrique VIII, la teoría del derecho divino (absolutismo teológico), la teocracia, el regalismo, el concilio de Trento (1545-63), el galicanismo (1681-82), la pugna entre Borbones versus los Habsburgo (1700), el Patronato universal al rey de España (1753), la Expulsión de los jesuitas (1767).

Estrictamente el origen de las monarquías autoritarias se puede encontrar en el agustinismo político, teoría de las dos espadas, cesaropapismo, teocracia, regalismo. Es un proceso de sacralización de la autoridad (pontificado, razón, bien común, paternalismo, razón de Estado) y el poder (imperio, legislativo, judicial, ejecutivo).

Despotismo ilustrado

El despotismo ilustrado es un concepto político que surge en la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII. Se enmarca dentro de las monarquías absolutas y pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen europeo, pero incluyendo las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales, las decisiones humanas son guiadas por la razón.

Aunque el término fue acuñado por historiadores alemanes en el siglo XIX, actualmente se prefiere el término absolutismo ilustrado para así contrastarlo con el absolutismo clásico.

Los monarcas de esta doctrina, como Carlos III de España, Catalina II de Rusia, Gustavo III de Suecia, José I de Portugal, María Teresa I de Austria y su hijo José II de Austria, Federico II de Prusia y Luis XIV de Francia, contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus países y adoptaron un discurso paternalista. En algunos casos, fueron inspirados por y delegaron en personajes omnipotentes de su confianza, como en el caso del marqués de Pombal, en Portugal, Gaspar Melchor de Jovellanos en el caso de España o en el Reino de las Dos Sicilias, Bernardo Tanucci y Guillaume Du Tillot en el ducado de Parma.

A pesar de que los filósofos ilustrados criticaron la política y la sociedad de su época, no pretendieron que los cambios se dieran por la vía revolucionaria; confiaban más bien en un cambio pacífico orientado desde arriba para educar a las masas no ilustradas. Varios monarcas aceptaron las ideas propuestas por la Ilustración y dieron origen al despotismo ilustrado.

Los problemas del Estado absolutista requerían de la colaboración de personas calificadas y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones. El monarca ilustrado es un soberano que acepta los principios de la Ilustración y desea ponerlos en práctica para lograr una mayor eficiencia del Estado, en beneficio de este y de los súbditos.

El temor a la innovación es sustituido por una creencia en la posibilidad de alcanzar un futuro mejor, no por un cambio súbito, sino por una paciente labor educativa y legislativa, para la cual se necesitaba la colaboración de los ilustrados, cuyas ideas no constituían un pensamiento meramente especulativo, sino que se convertirían en programas de gobierno y se llevarían a la práctica.

Todo para el pueblo, pero sin el pueblo

La frase originaria es «Tout pour le peuple, rien par le peuple» (en español, «Todo para el pueblo, nada (hecho) por el pueblo», suele citarse en español como «Todo por el pueblo, pero sin el pueblo».

Su uso se extiende desde finales del siglo XVIII como lema del despotismo ilustrado, caracterizado por el paternalismo, en oposición a la opinión extendida desde los enciclopedistas que veía necesario el protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos, incluso asignándole el papel de sujeto de la soberanía (principio de soberanía popular de Rousseau).

Esta frase implicaba que el gobierno realizaba medidas para el "pueblo", o para su mejora; pero las decisiones eran tomadas sin la participación ni intervención del pueblo.

Este sistema, visto como una etapa madura del absolutismo monárquico, decayó en los últimos años del siglo XVIII. Las ideas de la Ilustración, adoptadas por estos monarcas, fueron también la mecha que prendió en los sentimientos de las clases desfavorecidas —en especial la burguesía, que cobraba mayor relevancia — para combatir a un sistema absolutista voraz y generador de desigualdad social, y encaminarse hacia un gobierno constitucional.

Grandes intelectuales

Toda la corriente racionalista y empirista, representada por la ilustración, tenía como fin la crítica del orden vigente y su transformación en un orden adecuado a la naturaleza humana y, por lo tanto, más idóneo para la consecución de la felicidad. Este esfuerzo se vio acaudillado en Francia por los filósofos más famosos de la ilustración: Charles de Secondat, barón de Montesquieu y François-Marie Arouet (Voltaire). Ellos fueron los divulgadores ideológicos que tuvo la burguesía en su pugna por el poder.

Holbein, Los embajadores (1533)

Thomas Hobbes (5 de abril de 1588 – 4 de diciembre de 1679),
En su obra Leviathan, Thomas Hobbes contribuye a nutrir las corrientes del despotismo ilustrado, que veía al Estado como garante y tutor del pueblo que sufría un estado de minoría de edad permanente.

Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, comúnmente llamado Leviatán (en inglés Leviathan), es el libro más conocido del filósofo político inglés Thomas Hobbes, publicado en 1651. 

El título del libro hace referencia al monstruo bíblico Leviatán, que posee un poder descomunal. 

En este libro, Hobbes establece su doctrina de derecho moderno como la base de las sociedades y de los gobiernos legítimos. Se ha dicho que el trabajo de Hobbes justifica filosóficamente la existencia del autoritarismo estatal.

Dos son, en opinión de Hobbes, “los postulados ciertísimos de la naturaleza humana” de los cuales procede toda la ciencia política:
1) La avidez natural por la que cada uno pretende gozar‚ solo de los bienes comunes.
2) La razón natural por la cual cada uno huye de la muerte violenta como el peor de los males naturales.

El primero excluye que el hombre sea por naturaleza un “animal politico”. Hobbes nos está negando la existencia de un amor natural del hombre hacia su semejante. “Toda asociación espontánea nace o de la necesidad recíproca o de la ambición, pero nunca del amor o de la benevolencia hacia los demás”. En consecuencia, para Hobbes no es esta benevolencia el origen de las sociedades más grandes y duraderas, sino sólo el temor recíproco.

La causa de este temor es, en primer lugar, la igualdad de naturaleza entre los hombres, para lo cual todos desean la misma cosa, o sea, el uso exclusivo de los bienes comunes. En segundo lugar, es la voluntad de dañarse mutuamente e incluso el antagonismo que deriva del contraste de las opiniones y de la insuficiencia del bien. El derecho de todos sobre todos y la voluntad natural de perjudicarse mutuamente obran de tal manera que el estado de naturaleza sea un estado de guerra incesante de todos contra todos. En este estado, no hay nada justo: la noción de lo derecho y lo torcido, de la justicia y de la injusticia, nace donde hay una ley y la ley nace donde hay un poder común: donde no hay ni ley ni poder falta la posibilidad de la distinción entre lo justo y lo injusto. Cada uno tiene derecho sobre todo, “cada uno es movido a desear lo que es bueno para él y a huir de lo malo para él, pero sobre todo, a huir del mayor de todos los males naturales que es la muerte”.

Por tanto, las normas fundamentales del derecho natural van dirigidas, según Hobbes, a librar al hombre del juego espontáneo y autodestructivo de los instintos y a imponerle una disciplina que le procure una seguridad, y la posibilidad de dedicarse a las actividades que hacen fácil su vida. La primera norma, en consecuencia, es: “Buscar y conseguir la paz en cuanto se tiene la esperanza de obtenerla; y cuando no se puede obtenerla, buscar y usar todos los auxilios y ventajas de la guerra”. De esta ley fundamental derivan todas las demás, la primera de las cuales es: “El hombre espontáneamente, cuando los demás también lo hagan y en la medida que lo juzgué necesario para la paz y para su defensa, debe renunciar a su derecho sobre todo y contentarse con tener tanta libertad con respecto a los demás cuanta el mismo les reconoce a los otros respecto de sí”. Los hombres formular en pactos entre sí con los cuales renuncian a su derecho originario o lo transfieren a personas determinadas.

Al escribir sobre el Estado, Hobbes nos dice que hay un acto fundamental que señala el paso del estado de naturaleza al estado civil. Ese acto es un contrato por el cual los hombres renuncian al derecho ilimitado del estado de naturaleza y lo transfieren a otros. Sólo cuando cada uno de los hombres somete su voluntad a un solo hombre o a una sola asamblea y se obliga a no hacer resistencia al individuo o a la asamblea a la que se ha sometido, se logra una defensa estable de paz y de los pactos de reciprocidad en que la misma consiste. Cuando se efectúa esta transferencia, se produce el estado o sociedad civil. Por tanto, puede decirse que el estado es “la única persona cuya voluntad, en virtud de los pactos estipulados recíprocamente, se debe considerar la voluntad de dichos individuos: “de ahí que pueda servirse de las fuerzas y de los bienes de cada uno de los individuos para la paz y al defensa común”.

La teoría de Hobbes acerca del estado es una teoría absolutista ya que el insiste en la irreversibilidad del pacto fundamental. Una vez constituido el estado los ciudadanos no pueden disolverlo negándole su consentimiento: porque el derecho del estado nace de los pactos de los súbditos entre sí y con el Estado, pero no de un pacto entre los súbditos y el estado, que podría ser revocado por parte de los primeros. Para Hobbes el poder del soberano es indivisible en el sentido de que no puede ser distribuido entre poderes diversos que se limiten mutuamente. La teoría de Hobbes no significa que no ponga límites a la acción del estado, aunque muy pocos, el estado no puede mandar a un hombre que se mate o se hiera a sí mismo. No obstante, el súbdito es libre sólo en lo que el soberano ha dejado de ordenar con las leyes.

Durante los noventa y un años de la vida de Hobbes, Inglaterra vivió uno de los periodos más cruciales de su historia moderna y esto constituirá una influencia en su identidad política, cuyo resultado será su teoría de estado que desarrolla en el Leviathan.

La iconografía del Leviatán de Hobbes

En el libro de Job (cap. 41, vers. 25) se describe al Leviatán como un animal marino que domina los mares y que se representa como una enorme ballena, un pez gigante y dentado, un cocodrilo, un dragón o un animal de cuello largo que emerge de los mares, Thomas Hobbes decidió representar al Leviatán en un hombre. 

En la primera edición de su obra en 1651 decide incluir una pintura de un rey compuesto de hombres que lleva una corona, un cetro en su mano izquierda y una espada en su mano derecha. Este enorme hombre está compuesto por otros, subordina por un lado al ejército y a los poderes civiles, y por otro lado a la Iglesia. 

El dibujo del Leviatán de Hobbes es de 24 X 15.5 cm de ancho. 

Siguiendo a Klenner en la parte superior del borde de la imagen está el versículo 24 del capitulo 41 de la edición hebrea del libro de Job: ¨Non est potestas Super Terram quae Comparetur¨ que se puede traducir como ¨en la tierra no es nadie comparable¨ o "no existe ningún poder sobre la tierra que pueda comparársele¨.

Dice Klenner: ¨Debajo de este texto se reproduce el Leviatán en figura humana. El cuerpo de éste con las insignias de la soberanía del poder político y espiritual, gigantesca figura armada con corona, espada y báculo, es precisamente modelada como hombre. 

Es el Estado omnipotente. Formado mediante el contrato social de cada uno con cada uno y por la voluntad de sus ciudadanos fundando y garantizando la paz, cubre bajo sus brazos desplegados los paisajes con sus ciudades y aldeas y el mar transitado por naves comerciales en el fondo. 

La corona la figura del Leviatán simboliza la soberanía del Estado; la espada sostenida en la mano derecha simboliza su poder político que triunfa sobre las guerras de las armas descritas en una columna de la izquierda con cinco pictogramas con fortaleza, cañones, mosquetes, banderas y tambores e incluso una batalla con infantería y caballería; el báculo sostenido en la otra mano simboliza el poder espiritual del Estado, que triunfa sobre la guerra civil de las palabras, descrita en una columna derecha cinco pictogramas con la Iglesia, mitra obispal, anatemas, las armas lógicas para las disputas de teológos y filósofos e incluso un concilio religioso. 

Entre ambas columnas, directamente bajo el Leviatán, cuyo poder sobre la tierra no tiene comparación, se encuentra el título del libro ¨Leviathan or the Matter, Forme, and Power of a Common - Wealth Ecclesisticall and Civil. By Thomas Hobbes of Malmesbury", London, Printed for Andrew Crooke, 1651. 

(Hermann Klenner, Thomas Hobbes. Filósofo del Derecho y su filosofía jurídica, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del derecho, No 11, 1999 pp. 50 - 51)

Job 41 La Biblia de las Américas (LBLA)
1 [a]¿Sacarás tú a Leviatán[b] con anzuelo, o sujetarás con cuerda su lengua?
2 ¿Pondrás una soga[c] en su nariz, o perforarás su quijada con gancho[d]?
3 ¿Acaso te hará muchas súplicas, o te hablará palabras sumisas?
4 ¿Hará un pacto contigo? ¿Lo tomarás como siervo para siempre?
5 ¿Jugarás con él como con un pájaro, o lo atarás para tus doncellas?
6 ¿Traficarán con él los comerciantes[e]? ¿Lo repartirán entre los mercaderes?
7 ¿Podrás llenar su piel de arpones, o de lanzas de pescar su cabeza?
8 Pon tu mano[f] sobre él; te acordarás de la batalla y no lo volverás a hacer[g].
9 [h]He aquí, falsa es tu[i] esperanza; con sólo verlo serás[j] derribado.
10 Nadie hay tan audaz que lo despierte; ¿quién, pues, podrá estar delante de mí?
11 ¿Quién me ha dado[k] algo para que yo se lo restituya? Cuanto existe debajo de todo el cielo es mío.
12 No dejaré de hablar de sus miembros, ni de su gran poder, ni de su agraciada figura.
13 ¿Quién lo desnudará de su armadura exterior[l]? ¿Quién penetrará su doble malla[m]?
14 ¿Quién abrirá las puertas de sus fauces[n]? Alrededor de sus dientes hay terror.
15 Sus fuertes escamas[o] son su orgullo, cerradas como con apretado sello.
16 La una está tan cerca de la otra que el aire no puede penetrar entre ellas.
17 Unidas están una a la otra; se traban entre sí y no pueden separarse.
18 Sus estornudos dan destellos de luz, y sus ojos son como los párpados del alba.
19 De su boca salen antorchas, chispas de fuego saltan.
20 De sus narices sale humo, como de una olla que hierve sobre[p] juncos encendidos.
21 Su aliento enciende carbones, y una llama sale de su boca.
22 En su cuello reside el poder, y salta el desaliento delante de él.
23 Unidos están los pliegues de su carne, firmes están en él e inamovibles.
24 Su corazón es duro como piedra, duro como piedra de molino.
25 Cuando él se levanta, los poderosos[q] tiemblan; a causa del estruendo quedan confundidos.
26 La espada que lo alcance no puede prevalecer, ni la lanza, el dardo, o la jabalina.
27 Estima el hierro como paja, el bronce como madera carcomida.
28 No lo hace huir la flecha[r]; en hojarasca se convierten para él las piedras de la honda.
29 Como hojarasca son estimadas las mazas; se ríe del blandir de la jabalina.
30 Por debajo[s] tiene como tiestos puntiagudos; se extiende[t] como trillo sobre el lodo.
31 Hace hervir las profundidades como olla; hace el mar como redoma de ungüento.
32 Detrás de sí hace brillar una estela; se diría que el abismo es canoso.
33 Nada en la tierra[u] es semejante a él, que fue hecho sin temor.
34 [v]Desafía[w] a todo ser altivo; él es rey sobre todos los hijos de orgullo.

En la parte superior del borde de la imagen está el versículo 24 del capitulo 41 de la edición hebrea del libro de Job: ¨Non est potestas Super Terram quae Comparetur¨ ("No hay poder sobre la Tierra que se le compare") es una cita del Libro de Job.

El tema que destaca en estas obras es el tema de la construcción de la Autoridad (A) y el Poder (P).

0) Entre el 538 y el 330 a. C., autoría es desconocida, aunque la tradición lo atribuye a Moisés, Libro de Job.
1) 1533, Holbein, Los Embajadores.
2) 1550 Maquiavelo, El Príncipe.
3) 1762 Rousseau, El Contrato Social.

La construcción de la Autoridad (A) y el Poder (P).
Antes de establecer la cronología de esta construcción establezcamos los conceptos. 
El término “autoridad” procede del verbo latino “auctor” (ayudar a crecer); la palabra “auctoritas” presenta dificultades para su definición.

El término se usa de dos maneras:
1) como atributo del gobierno y personas que lo representan por el cual pueden dictar disposiciones o resoluciones y obligan a cumplirlas.
2) se aplica a personas que por razón de su situación, de su saber o de alguna cualidad o por el consentimiento de los que voluntariamente se someten a ellas. (María Moliner, _Diccionario de uso del español_.)

Para definir “autoridad” debemos establecer a qué género o categoría de objeto pertenece. Si partimos de tres categorías, a) la de las cosas, que incluye seres de carácter autónomo, que no se poya en otro concepto; b) la de las propiedades, que se refiere a las cualidades de alguien (la altura de una montaña, la inteligencia de alguien); c) la de las relaciones, que no son nombres absolutos sino relativos, debemos admitir que autoridad pertenece a la categoría de las relaciones como ocurre con la palabra padre, en tanto para ser nombrado padre, debe esta palabra estar en relación con la palabra hijo, pues sin categoría relacional se perdería la significación. Así pues la palabra autoridad entra en la categoría relacional sin dejar de estar en la de las propiedades. (Por Ej. un maestro detenta autoridad por determinados atributos: saber, presencia, carisma, etc.)

El concepto de autoridad define una triada: un agente (quien asigna la autoridad), un receptor (quien la recibe) y el ámbito o campo que está constituido por todas las actividades reales o conjunto de órdenes que regulan las actividades reales por ejemplo el saber y los códigos que regulan todas las prácticas: médicas, docentes, comerciales, etc. De esta manera se reconoce la autoridad epistemológica que lo es si y solo si se funda en el saber, en el saber que además se sostiene dentro de un ámbito. De esta manera los panaderos reconocen la autoridad del mejor panadero, etc. Lo más habitual es aceptar la autoridad sobre algo o alguien por ocupar un “lugar”; esta es la autoridad deontológica que da origen al autoritarismo. El autoritarismo se ejerce sin definir ámbito específico y, por lo tanto, sin que quien lo ejerce sea aceptado por ser el que posee el mejor saber de todos. En este sentido la autoridad es de quién manda, quien tiene derecho de mandar muy diferente de la autoridad de quien sabe.

Aquí surge la cuestión de si es posible definir una autoridad que sea válida en todo tiempo y lugar. Este problema fue resuelto por los teólogos estableciendo que la autoridad y el poder absolutos residen en Dios. ¿Cómo se ha construido esta justificación? ¿Cómo se habla de la autoridad emanada de Dios? Aquí interviene la fe, la fe como aceptación de la siguiente proposición: aceptar la autoridad emanada de Dios. Esto es indiscutible porque en última instancia la fe consiste en aceptar una proposición. El reconocimiento de esta proposición es un acto humano, un acto de fe, de creencia. Dios es una entidad autónoma que no depende de nada ni nadie. Dios es la cosa en sí con plena autoridad y poder, de él emana toda soberanía. Aquí se toma en cuenta a la autoridad en tanto relación, y secundariamente como propiedad.

Si un acto de fe es un acto de creencia, entonces debemos trabajar sobre la cuestión de las creencias que se ejerce sobre las proposiciones llamadas “dogma”, “axioma”.
Entremos al campo de lo cotidiano.

Ver la película Nuevo Mundo, (1977 trata de hechos ocurridos en 1531)



Leer el libro de Enrique Krauze, El Pueblo soy Yo, 2018.

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