Del saber cinegético a la semiótica.
José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
robledomeza@yahoo.com.mx
wa: 2223703233
En esta sesión combinaremos la información histórica con la información metodológica para especular filosóficamente en torno al problema de falta de seguridad1 en México. Nos apoyaremos en la película Se7en, los Siete Pecados Capitales (1995, duración 127 minutos) y del género policial y su contexto durante los siglos XIX y XX.
Hablaremos de varios procesos –de la caza a la semiótica, de la deducción a la abducción, del paradigma de Platón (c. 427-347 a. C.) al paradigma de Charles Peirce (1839-1914), resaltando el papel del observador (conócete a ti mismo) y nos detendremos en el proceso de desarrollo del paradigma indicial como modelo epistemológico sobre todo durante los siglos XIX y XX y de la ruina de la modernidad presentada por Michel Foucault (1926-1984). El tema central es el paradigma indicial, la semiótica y su importancia en el arte de filosofar. Hablaremos de varios paradigmas: cinegético, adivinatorio, platónico, galileano.
Para esta comunicación he omitido al máximo el aparato crítico. Dejo constancia de mis deudas en la bibliografía.
La cuestión tiene relación con la idea misma de narración –mito-; diferente a las ideas de sortilegio, encantamiento o invocación; nacido por primera vez en una sociedad de cazadores, de la experiencia del desciframiento de rastros, de huellas. El hecho de que las figuras retóricas sobre las que aún hoy gira el lenguaje de la descifración cinegética -la parte por el todo, el efecto por la causa- puedan ser reducibles al eje prosístico de la metonimia2.
El cazador habría sido el primero en “contar una historia”, porque era el único que se hallaba en condiciones de leer, en los rastros mudos (cuando no imperceptibles) dejados por la presa, una serie coherente de acontecimientos. “Descifrar” o “leer” los rastros de los animales son metáforas. Esa misma conexión ha sido formulada, en forma de mito etiológico3, por la tradición china, que atribuía la invención de la escritura a un alto funcionario que había observado las huellas impresas por un ave sobre la ribera arenosa de un río.
Lo que lo caracteriza al saber cinegético es su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma directa. Podemos agregar que tales datos son dispuestos siempre por el observador de manera de dar lugar a una secuencia narrativa, cuya formulación más simple podría ser la de “alguien pasó por ahí” (Véase: Witgenstein y los juegos del lenguaje).
Los textos adivinatorios. Mesopotamia.
Por otra parte, si se abandona el mundo de los mitos y las hipótesis por el de la historia documentada, no pueden dejar de impresionarnos las innegables analogías existentes entre el paradigma cinegético y el paradigma implícito en los textos adivinatorios mesopotámicos, redactados a partir del tercer milenio a.C.
Ambos presuponen el minucioso examen de una realidad tal vez ínfima, para descubrir los rastros de hechos no experimentables directamente por el observador. En un caso estiércol, huellas, pelos, plumas; en el otro, vísceras de animales, gotas de aceite en el agua, astros, movimientos involuntarios del cuerpo y cosas por el estilo. Ciertamente, la segunda serie, a diferencia de la primera, era prácticamente ilimitada, en el sentido de que todo, o casi todo, podía convertirse para los adivinos mesopotámicos en objetos de adivinación. Pero la divergencia más importante a nuestros ojos es otra: la adivinación se dirigía al futuro, y el desciframiento cinegético al pasado (aunque fuera a un pasado de un par de instantes, nada más).
Con todo, la actitud cognoscitivas era, en ambos casos, muy similar; las operaciones intelectuales involucradas -análisis, comparaciones, clasificaciones- eran formalmente idénticas, pero sólo formalmente, puesto que el contexto social era en todo sentido diferente. Una huella representa a un animal que ha pasado por allí. En relación con la materialidad de la huella, del rastro materialmente entendido, el pictograma constituye ya un paso adelante por el camino de la abstracción intelectual, del conceptualizar. Algo había que unía de verdad, en la antigua Mesopotamia, a estas diferentes formas de conocimiento -fisionómica, sintomatología, derecho y medicina- (siempre que no incluyamos en tal grupo a la adivinación inspirada, que se fundaba en experiencias de tipo extático). Había una actitud, orientada al análisis de casos individuales, reconstruibles sólo por medio de rastros, síntomas o indicios. Los propios textos de jurisprudencia mesopotámicos, en lugar de consistir en la recopilación de diferentes leyes u ordenanzas, se basaban en la discusión de una casuística muy concreta. En resumen, es posible hablar de paradigma indicial o adivinatorio, que según las distintas formas del saber se dirigía al pasado, al presente o al futuro.
Hacia el futuro, se contaba con la adivinación propiamente dicha. Hacia el pasado, el presente y el futuro todo a un tiempo, se disponía de la sintomatología médica en su doble aspecto, diagnóstico y pronóstico. Hacia el pasado, se contaba con la jurisprudencia. Pero detrás de ese paradigma indicial o adivinatorio, se vislumbra el gesto tal vez más antiguo de la historia intelectual del género humano; el del cazador que, tendido sobre el barro, escudriña los rastros dejados por su presa. Lo que caracteriza al saber cinegético es su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma directa. Podemos agregar que tales datos son dispuestos siempre por el observador de manera que da lugar a una secuencia narrativa, cuya formulación más simple podría ser la de “alguien pasó por ahí”.
Griegos. Paradigma Platónico.
La constelación cambia profundamente, al constituirse nuevas disciplinas como la historiografía, y la filología, y a causa también de la obtención de una nueva autonomía social y epistemológica por parte de las disciplinas antiguas, como la medicina. El cuerpo, el lenguaje y la historia de los hombres quedaron sometidos por primera vez a una búsqueda desprejuiciada, que excluía por principio la intervención divina; surge el filosofar. Es obvio que de tan decisiva mutación, que por cierto es la que caracterizó la cultura de la polis, aún hoy somos sus herederos. Menos obvio es el hecho de que en ese cambio tuvo papel preponderante un paradigma como el sintomático o indicial. Ello se hace especialmente evidente en el caso de la medicina hipocrática, que definió sus métodos reflexionando sobre la noción decisiva de síntoma (semejon).
Para los griegos, dentro del vasto territorio del saber conjetural estaban incluidos, entre muchos otros, los médicos, los historiadores, los políticos, los alfareros, los carpinteros, los marinos, los cazadores, los pescadores, las mujeres... Los límites de ese territorio, significativamente gobernado por una diosa como Metis, la primera esposa de Zeus, que personificaba la adivinación mediante el agua, estaban delimitados por términos tales como “conjetura”, “conjeturar” (tekmor, tekmairesthai). Pero, como se ha dicho, este paradigma permaneció implícito, avasallado por el prestigioso (y socialmente más elevado) modelo de conocimiento elaborado por Platón.
Galileo.
Con el éxito del paradigma galileano el grupo de disciplinas que hemos denominado indiciales (incluida la medicina) no encuentra en modo alguno un lugar en los criterios de cientificidad deducibles del paradigma galileano. Se trata de disciplinas eminentemente cualitativas, que tienen por objeto casos, situaciones y documentos individuales, en cuanto individuales, y precisamente por eso alcanzan resultados que tienen un margen insuprimible de aleatoriedad; basta pensar en el peso de las conjeturas en la medicina o en la filología, además de en la mántica (adivinación). Muy distinto carácter poseía la ciencia galileana, que hubiera podido hacer suya la máxima escolástica individuum est ineffabile (de lo individual no se puede hablar). El empleo de la matemática y del método experimental implicaba respectivamente la cuantificación y la reiterabilidad de los fenómenos, mientras el punto de vista individualizante excluía por definición la segunda, y admitía la primera con función solamente auxiliar. Todo ello implica por qué la historia nunca logró convertirse en una ciencia galileana. Más aún, fue precisamente en el siglo XVII cuando la incorporación de los métodos del anticuario al tronco de la historiografía llevó a la luz, indirectamente, los lejanos orígenes indiciales de ésta última, que habían permanecido ocultos durante siglos.
Tradiciones importantes en la historia de las ideas acerca de lo que es una explñicación científica.
1.- Aristotélica = explicación teleológica o finalista.
2.- Galileana (tiene raíces en Platón y Pitágoras) = explicación causal o mecanicista.
Paradigma platónico:
|
Paradigma galileano:
|
a) El conocimiento es el conocimiento de
las ideas no de las apariencias;
|
a) la ciencia no es un saber al servicio
de la fe;
|
b) El conocimiento sensible nos ayuda a
conocer acerca de las entidades particulares y de los accidentes de estas
entidades.
|
b) la ciencia debe ser autónoma de todos
aquellos lazos humanos que vedan su participación;
|
c) el saber es dogmático
|
c) la ciencia es algo muy distinto al
saber dogmático representado por la tradición;
|
|
d) la ciencia es realista;
|
|
e) la ciencia sólo puede ofrecernos una
descripción verdadera de la realidad, sólo puede llegar a los objetos -ser
objetiva- con la condición de establecer una distinción fundamental entre las
cualidades objetivas y subjetivas de los cuerpos.La ciencia debe limitarse a
describir las cualidades objetivas de los cuerpos cuantitativos y mensurables
(públicamente controlables) excluyendo al hombre: las cualidades subjetivas;
|
|
f) la ciencia describe la realidad;
|
|
g) la ciencia es conocimiento objetivo
de las afecciones o cualidades cuantificables y mensurables de los cuerpos;
|
|
h) se excluye al hombre del universo de
la física; se excluye un cosmos de cosas y de objetos organizado y
jerarquizado en función del hombre; excluye la investigación cualitativa en
favor de la cuantitativa; elimina las causas finales en favor de las
eficientes;
|
|
i) la experiencia es el experimento.
Método de Galileo:síntesis adecuada de observación organizada,razonamiento
riguroso: hipotético-deductivo.
|
Giovanni Morelli (1816-1891)
Hacia fines del XIX surgió silenciosamente en el ámbito de las ciencias humanas un modelo epistemológico. Entre 1874 y 1876 aparecieron en la Zeitschift für bildende Kunst una serie de artículos sobre pintura italiana. Los firmaba un desconocido estudioso ruso, Iván Lermolieff; el traductor alemán era el también desconocido Johanes Schwarse. El autor era Giovanni Morelli (1816-1891). Pseudónimo: Iván Lermolieff anagrama de su nombre con terminación rusa. Traductor Johanes Schwarze forma germanizada de su nombre y apellido. Discípulo de Ignacio Délinger, celebrado profesor de anatomía y fisiología. Se dedicó preferentemente a las ciencias naturales y a la medicina pero prestó bastante atención a la literatura. Amigo de Otto Mündler. Conoció a Luis Agassiz. Escribió en alemán.
1870-1880: Comienza a afirmarse en las ciencias humanas un paradigma de indicios, que tenía como base la sintomatología aunque sus raíces fueran más antiguas: (ver caza, cuentos de hadas).
1874-1876: aparecieron sus primeros escritos en Zeitschift für bildende Kunst. Describió sus ensayos como Ein Kritischer Versuch.
1877: Morelli conoció a Henry Doyle.
1880: publicó Die Werke italienischer Meister in den Galerien von München, Dresden und Berlin Lermolieff publica Die Werke italienisher Meister.
1880-90 publicó “Perugino oder Rafael”, “Raffaels Jugendentwickelung” y “Noch limnal das
venezianische skizzenbuch”.
1883: aparece la primera traducción inglesa de los escritos de Morelli.
Aquí se hace pública por primera vez en la portada el verdadero nombre de Ivan Lermolieff en Italian Masters in German Gallery. A Critical Essays on the Italian Pictures in the Galleries of Munich, Dresden and Berlin. Trad. del alemán por M. Richter.
1893: aparecen en el Strand Magazine, v, ene-jul., pp. 119-123 y 295-301 un artículo titulado “Hands” firmado por Beckles Wilson. Aparece en el mismo “la aventura de la caja de cartón” de Doyle, 61-73. Aparece en el Strand Magazine, vi, jul-dic., 388-391 y 525-527 un artículo anónimo sobre la diferente forma de la oreja humana “Ears: a Chapter One”.
1972: aparece el libro Wind E. Arte y anarquía. Milán (ver en relación a Morelli 52-75 y 166-168 y la bibliografía que se cita).
Paradigma y método morelliano.
Modelo epistemológico: sintomatología o semiótica médica (disciplina que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la observación directa por medio de síntomas superficiales, a veces irrelevantes a ojos profanos).
Objetivo: distinguir los originales (cuadros) de las copias).
Método: para distinguir los originales de las copias, sostenía Morelli, no hay que basarse, como se hace habitualmente, en las características más evidentes, y por eso mismo más fácilmente imitables. Por el contrario, se debe examinar los detalles menos trascendentes, y menos influidos por las características de la escuela pictórica a la que el pintor pertenecía. (Los datos marginales son reveladores, porque constituyen los momentos en los que el control del artista, vinculado con la tradición cultural, se relaja, y cede su lugar a impulsos puramente individuales “que se le escapan sin que él se dé cuenta”). Pone atención a los vestigios, tal vez infinitesimales, que permiten captar una realidad más profunda, de otro modo inaferrable: rasgos pictóricos. Tildado de mecanicista y de burdo positivista cayó en descrédito.
Sigmund Freud (1856-1939).
En El Moisés de Miguel Ángel (1914) Freud dice: “Yo creo que su método [el de Morelli] se halla estrechamente emparentado con la técnica del psicoanálisis médico. También ésta es capaz de penetrar cosas secretas y ocultas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos o “desperdicios” de nuestra observación.” ¿Qué podía representar para Freud la lectura de los ensayos de Morelli? Freud mismo señala dos cosas: 1) la postulación de un método interpretativo basado en lo secundario, en los datos marginales considerados reveladores, 2) los detalles que habitualmente se consideran poco importantes, o sencillamente triviales “bajos”, proporcionaban la clave para tener acceso a las más elevadas realizaciones del espíritu humano. Pone atención a los vestigios, tal vez infinitesimales, que permiten captar una realidad más profunda, de otro modo inaferrable: síntomas.
Arthur Conan Doyle (1859-1930).
En La aventura de la caja de cartón (1892) Doyle pone atención a los vestigios, infinitesimales, que permiten captar una realidad más profunda, de otro modo inaferrable: indicios. La figura de Sherlock Holmes fue inspirada a Doyle por el médico y profesor John Bell. Algunas pistas: 1869: Henry Doyle, tío de Conan Doyle, pintor y crítico de arte fue nombrado director de la National Art Gallery de Dublin. En 1877: Henry Doyle conoció a Morelli. En 1887: aparece la primera aventura de Holmes: Un estudio en Escarlata; en 1890: Henry Doyle publica Catalogue of the works of Art in The National Gallery of Ireland, Dublin (da pruebas de que conoce el método morelliano).
Analogía entre los métodos de Morelli, Holmes y Freud.
Ponen atención a los vestigios infinitesimales que permiten captar una realidad más profunda: rasgos pictóricos (Morelli), síntomas (Freud) e indicios (Sherlock Holmes). ¿Cómo se explica esta triple analogía? A primera vista, la respuesta es muy sencilla. Freud era médico; Morelli tenía un diploma en medicina; Conan Doyle había ejercido la profesión antes de dedicarse a la literatura. En los tres casos se presiente la aplicación del modelo de la sintomatología, o semiótica médica, la disciplina que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la observación directa por medio de síntomas superficiales, a veces irrelevantes a ojos del profano. Pero no es cuestión de simples coincidencias biográficas; hacia fines del siglo XIX, y con más precisión en la década 1870-90, comenzó a afirmarse en las ciencias humanas un paradigma de indicios que tenía como base, precisamente, la sintomatología, aunque sus raíces fueran mucho más antiguas.
Métodos indiciales
El tapiz es el paradigma que sucesivamente, según cada uno de los contextos, hemos ido llamando cinegético, adivinatorio, indicial o sintomático. Está claro que esos adjetivos no son sinónimos, aunque remitan a un modelo epistemológico común, estructurado en disciplinas diferentes, con frecuencia vinculadas entre sí por el préstamo mutuo de métodos, o de términos-clave. Entre los siglos XVIII y XIX, con la aparición de las “ciencias humanas”, la constelación de las disciplinas indiciales cambia profundamente: surgen la frenología, la paleontología; se afirma la medicina. Una cosa es analizar huellas, astros, heces (humanas y animales), catarros bronquiales, córneas, pulsaciones, terrenos nevados o cenizas de cigarrillos; otra, analizar grafías, obras pictóricas o razonamientos. La distinción entre naturaleza (inanimada o viva) y cultura es fundamental, mucho más que la distinción más superficial y cambiante entre las distintas disciplinas.
Postulado del método indicial
1.- La postulación de un método interpretativo basado en lo secundario, en los datos marginales considerados reveladores,
2.- Los detalles que habitualmente se consideran poco importantes, o sencillamente triviales “bajos”, proporcionan la clave para tener acceso a las más elevadas realizaciones del espíritu humano.
Médula del Paradigma indicial
Si la realidad es impenetrable, existen zonas privilegiadas -pruebas, indicios- que permiten descifrarla. Esta idea, que constituye la médula del paradigma indicial o sintomático, se ha venido abriendo camino en los más variados ámbitos cognoscitivos, y ha modelado en profundidad las ciencias humanas. La decadencia del pensamiento sistemático fue acompañada por el éxito del pensamiento aforístico; desde Nietzsche pasamos a Adorno. El término mismo “aforístico” es revelador. (Es un indicio, un síntoma, un vestigio: no salimos del paradigma).
Modelo epistemológico de los paradigmas
Los paradigmas de inferencias indiciales, adivinatorio, cinegético, sintomático, platónico, galileano, comparten un modelo epistemológico. El objeto de estudio no se muestra hay que construirlo por medio de indicios encontrados. (Algo sabemos, mucho ignoramos, problemas, hipótesis, corroboración o falsación: no hay reglas se basa en la intuición sensorial para superarlos; actitud, operaciones, postulado, características, ventaja).
Actitud cognoscitiva orientada al análisis de casos individuales
1.- rastros (cazador);
2.- síntomas (médico);
3.- indicios (historiador);
4.- rasgos pictóricos (crítico de arte).
5:- Conceptos (filósofo)
Con todo, la actitud cognoscitivas era, en todos los casos, muy similar; actitud, orientada al análisis de casos individuales, reconstruibles sólo por medio de rastros, síntomas o indicios.
Operaciones intelectuales involucradas en los paradigmas cinegético (arte de la caza), adivinatorio e indicial.
1.- análisis;
2.- comparaciones;
3.- clasificaciones.
Las operaciones intelectuales involucradas -análisis, comparaciones, clasificaciones- eran formalmente idénticas, pero sólo formalmente, puesto que el contexto social era en todo sentido diferente.
Característica del método indicial
Lo que lo caracteriza es su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma directa. Podemos agregar que tales datos son dispuestos siempre por el observador de manera de dar lugar a una secuencia narrativa, cuya formulación más simple podría ser la de “alguien pasó por ahí”.
Rigor del paradigma indicial. Dilema de las ciencias sociales.
La orientación cuantitativa y antropocéntrica de las ciencias de la naturaleza, desde Galileo en adelante, ha llevado a las ciencias humanas ante un desagradable dilema: o asumen un estatus científico débil, para llegar a resultados relevantes, o asumen un estatus científico fuerte, para llegar a resultados de escasa relevancia.
El rigor elástico (oxímoron) del paradigma indicial aparece como insuprimible. Se trata de formas del saber tendencialmente mudas -en el sentido de que, como ya dijimos, sus reglas no se prestan a ser formalizadas, y ni siquiera expresadas-. Nadie aprende el oficio de connoisseur o el de diagnosticador si se limita a poner en práctica reglas preexistentes. En este tipo de conocimiento entran en juego elementos imponderables: olfato, golpes de vista, intuición (recapitulación fulmínea de procesos racionales, habrá de distinguir una intuición baja de otra alta). El término, sacado del vocabulario de los sufíes, se usaba para designar tanto las intuiciones místicas como las formas de la sagacidad y la penetración similares a las que atribuían a los hijos del rey de Serendib. En esta segunda acepción, la firésa no es otra cosa que el órgano del saber indicial. Esta “intuición baja” radica en los sentidos (si bien los supera) y, en cuanto tal, nada tiene que ver con la intuición supersensible de los distintos irracionalismos que se han venido sucediendo en los siglos XIX y XX. Está difundida por todo el mundo, sin límites geográficos, históricos, étnicos, sexuales o de clase, y en consecuencia se halla muy lejos de cualquier forma de conocimiento superior, que es el privilegio de pocos elegidos. Es patrimonio de los bengalíes a quienes William Herschel expropiara su saber; de los cazadores; de los marinos; de las mujeres. Vincula estrechamente al animal hombre con las demás especies animales.
Tipos de paradigmas (todos remiten a un modelo epistemológico)
|
Paradigma cinético
|
<>
|
paradigma adivinatorio
|
se dirige:
|
al pasado
|
|
al futuro
|
|
Paradigma indicial
|
<>
|
paradigma adivinatorio
|
se dirige
|
al pasado
|
|
al futuro
|
sirve para:
|
el diagnóstico
|
|
el pronóstico
|
|
Paradigma de la sintomatología médica
|
|
al pasado y al presente: diagnóstico
|
se dirige:
|
|
|
al futuro: pronóstico
|
|
Paradigma judicial
|
|
|
se dirige:
|
|
|
al pasado
|
|
Paradigma filosófico
|
|
|
se dirige:
|
|
|
A lo universal
|
Siglo XIX
Se caracteriza por una profunda moralización: constituir al pueblo en sujeto moral, separarlo pues de la delincuencia, separar, claramente el grupo de los delincuentes, mostrarlos como peligrosos, no sólo para los ricos sino también para los pobres, mostrarlos cargados de todos los vicios y origen de los más grandes peligros. De aquí el nacimiento de la literatura policíaca y la importancia de periódicos de sucesos, de los relatos horribles de crímenes. Hasta el siglo XVIII, la historia del crimen y su (re)presentación literaria, estaba dada por las figuras de la aristocracia o de lo popular; es así que encontramos reyes tiranos o asesinos populares, paladines de la justicia en manos del pueblo que se enfrentan a malvados príncipes, o caballeros del rey que defienden la corona por mandato divino.
El paso de las narraciones de aventuras a un género propiamente policial se produce en la esquematización del crimen enigmático y su resolución por parte de un investigador a través del ejercicio netamente racional. Para Antonio Gramsci (1891-1937), en la narrativa policial clásica, “Ya no asistimos a la lucha entre el pueblo bueno, sencillo y generoso, contra las fuerzas oscuras de la tiranía […] sino tan sólo a la lucha entre la delincuencia profesional y especializada contra las fuerzas del orden legal, privadas o públicas, con arreglo a la ley escrita”. Se trata de la primera etapa del género, la clásica y que contiene las reglas que lo fundan y afirman el fetiche de la inteligencia pura. La novela policial surge desde el crimen, pero pone el acento en el despliegue racional ejecutado por el policía.
Para Foucault, “[…] la lucha entre dos puras inteligencias –la del asesino y la del detective- constituirá la forma esencial del enfrentamiento.” Es el momento de los precursores del género: Poe (1809- 1849), Émile Gaboriau (1832-1873), Arthur Ignatius Conan Doyle (1859-1930), entre otros. En este periodo, la novela de enigma –o policial clásica- se constituye a partir de los elementos que la ciencia positiva entrega. La figura central del relato es el detective -con Auguste Dupin y Sherlock Holmes como sus máximos representantes-, el cual, a partir de su capacidad de observación, develará el enigma que se le presenta. Hay confianza en la resolución de los misterios de la sociedad a través de la inteligencia del hombre, o mejor, a través del método. Es así que el detective se constituye en un héroe moderno, en tanto su triunfo culmina con el descubrimiento de la verdad y con la restitución del orden que el crimen había reemplazado. Para Foucault “[...] se ha pasado de la exposición de los hechos y de la confesión al lento proceso del descubrimiento; del momento del suplicio a la fase de la investigación; del enfrentamiento físico con el poder a la lucha intelectual entre el criminal y el investigador.” El enigma a develar es el crimen, el objetivo será, entonces, la identificación del criminal y su modus operandis.
Los avances tecnológicos produjeron nuevos y más eficientes métodos de identificación y control social. Un ejemplo definitivo de ello es la aparición en 1888, y como medio de individualización, de la huella digital, restando terreno a la anónima vida del hombre en la urbe. Walter Bendix Schönflies Benjamin (1892–1940), dice al respecto: “La fotografía hace por primera vez posible retener claramente y a la larga las huellas de un hombre. Las historias detectivescas surgen en el instante en que se asegura esta conquista, la más incisiva de todas, sobre el incógnito del hombre.” La identificación del criminal opera, metonímicamente, hacia la redefinición del crimen y el reordenamiento de su discurso: “Bajo el nombre de crímenes y de delitos, se siguen juzgando efectivamente objetos jurídicos definidos por el Código, pero se juzga a la vez pasiones, instintos, anomalías, achaques, inadaptaciones, efectos de medio o herencia; se castigan las agresiones, pero a través de ellas las agresividades; las violaciones, pero a la vez, las perversiones; los asesinatos que son también pulsiones y deseos.”
Siglo XX
Durante la primera mitad del siglo XX, el relato de crimen, en su versión clásica, vive un agotamiento temático y estructural, producto de la crisis epistemológica que vive Occidente, por cuanto la ciencia y la racionalidad no pudieron concretar la promesa moderna de progreso y seguridad: Karl Raimund Popper (1902-1994), entre otras ideas sostiene que la inducción es mítica, la búsqueda de la certeza científica imposible y todo el conocimiento eternamente falible. Precisamente, la figura del detective infalible pierde vigencia hacia la Segunda Guerra Mundial, aunque ya antes venía en descenso al verse inmerso en un contexto social que lo desdibujaba como modelo. Al respecto, en el relato de crimen británico no se permitían las motivaciones de estado, de política, religiosas o de insanidad mental. El detective debía verse enfrentado a un sólo criminal (en ausencia), en un espacio determinado y con una enorme cantidad de pistas que barajar [...] un juego que debía regirse por el ‘fair play', es decir, ajena a la violencia, los trucos y los reveses narrativos [...] el detective no podía llegar a una conclusión por instinto [...] El asesinato político rara vez aparecerán en las páginas policiales de los diarios [...].
La razón, por sí misma, no fue capaz de dar respuestas a las nuevas problemáticas y la incertidumbre se superponía a la ciencia positiva. La realidad social exponía elementos como violencia, corrupción, organizaciones criminales, contra los que un detective solitario poco o nada podía hacer. Junto a los cambios que el modelo epistemológico sufría, la burguesía vivía transformaciones sociales que la convertían, cada vez más, en la “nueva” clase media, caracterizada por una mayor urbanización en sus modos de vida, además de la creciente profesionalización de sus integrantes. Este nuevo acomodo de la clase burguesa, sumado a los avances tecnológicos, conducen a una gran masificación del consumo, generando nuevas necesidades: “La decadencia de la agricultura y el inmenso éxodo del campo a la ciudad, el monstruoso crecimiento de las áreas conurbanas metropolitanas (de manera mucho más acelerada a mediados del siglo XX que a mediados del XIX), la distancia cada vez mayor entre la casa y el trabajo, la galopante contaminación del ambiente, el polvo, el ruido, la intensificación de la tensión nerviosa ejemplificada en la cinta transportadora: todos esos fenómenos crean una fuerte necesidad de distracción.” La literatura policíaca no escapa a ello convirtiéndose en el opio de la ‘nuevas' clases medias.
La novela negra.
En la década de los veinte del siglo XX surge en Estados Unidos la figura del detective ‘duro' que rompe con la tradición británica del Gran Detective. La transformación del personaje modifica de manera radical la normativa del relato policial inglés. La marca fundamental de dicha alteración se da por el desplazamiento del foco en el relato. Es así que, a diferencia de la novela-enigma donde la narración refiere a un crimen o suceso anterior, en la novela negra norteamericana el relato coincide con la acción. De esta manera, lo que se produce es la sustitución de la retrospección a favor de la prospección, dice Todorov: “Ninguna novela negra ha sido presentada en forma de memoria: no hay punto de llegada a partir del cual el narrador abarcará los acontecimientos pasados, ni sabemos si llegará vivo al fin de la historia.”
La novela negra, situada desde un presente desmemoriado rompe con una de las condiciones del relato moderno que incorpora la memoria a través de la temporalidad histórica. En la novela-problema desarrollada en Europa, la matriz está dada por los procesos mentales realizados por el detective para la resolución de un enigma; en oposición a ello, la nueva versión norteamericana privilegia el crimen puesto en, y motivado por, su contexto político-social: “La corrupción social, sobre todo entre los ricos, se desplaza ahora hacia el centro de la trama, junto con la brutalidad, un reflejo tanto del cambio en los valores burgueses provocado por la primera guerra mundial, como del impacto del hampa organizada.” Se constituye, por tanto, un relato crítico de la realidad en que se mueve el detective. Ricardo Piglia sentencia: “Allí se termina el mito del enigma, o mejor, se lo desplaza. […] el crimen es el espejo de la sociedad, esto es, la sociedad vista desde el crimen.” El relato negro convoca a escena a aquello que la novela de enigma ausenta: el crimen. Y lo hace despojándolo de la asepsia inglesa donde el criminal era un individuo solitario, asocial, y su oponente, el detective, era un personaje que resolvía el enigma tan sólo observando el lugar del crimen -previamente ejecutado- y ejerciendo el juego racional de la inteligencia desde la inmovilidad del estudio de su casa (con el caso límite de Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares que resuelve los enigmas sin moverse de su celda); operativa donde el crimen era reducido a un dato más de la causa.
En el relato negro, el criminal complejiza su identidad en tanto aparece vinculado a mafias u organizaciones criminales, las que no pocas veces están, a su vez, conectadas con instituciones estatales corruptas: “[…] las obras norteamericanas desde principios de siglo hasta 1940 cumplieron una importante función social y cultural al representar miméticamente el crítico y agitado ambiente político-social que se vivía con motivo del imperio del gánster, la controvertida ley seca, el contrabando y la depresión económica.” Se trata de un ambiente de alta peligrosidad, en extremo violento, donde poder e interés motivan la acción. En dicho contexto, el detective se muestra irracional, llevado constantemente a la necesidad de improvisar, y actuando desde el instinto y los impulsos inmediatos. La figura del detective duro norteamericano, conocido como el hard-boiled (“duro y en ebullición”), se distancia de sus antecesores británicos, y se opone principalmente a partir una nueva performatividad. Bárbara Cargill lo caracteriza del siguiente modo: “[...] su métodos de investigación son altamente erráticos, no privilegian la deducción ni el análisis; entienden que frente a tal nivel de degradación y desorden en que se encuentra el mundo, el método científico pierde credibilidad y certeza.” De esta manera, el relato negro se posiciona desde una lógica eventual que incorpora azar y error, contaminando con ello, y desestabilizando, el método del Gran Detective.
El relato negro hiperrealiza la representación desplazando el foco al crimen, y exhibiendo en un primer plano la condición violenta y arruinada de su operativa así como la crisis que porta su antecesor, el policial clásico, en tanto escritura del relato moderno ilustrado. El (sub)género negro nace a mediados de los años veinte en las llamadas revistas pulp, entre las que destaca Black Mask, publicación de bajo costo donde salieron a la luz los mejores exponentes del género: Dashiell Hammett (1894–1961) y Raymond Chandler (1888-1959), entre otros. Rápidamente mediatizadas desde la masividad de los tirajes, las revistas pulp se sumaron a instancias como los relatos folletinescos, los cuales eran de un alto consumo y no tardaron así en convertirse en productos en serie, con entregas periódicas que mostraban las aventuras de sus protagonistas. Los escritores del pulp fueron, además, los encargados de generar los guiones que darían vida al cine negro, elaborando textos orientados a la industria del cine en Estados Unidos o cediendo los derechos de algunas de sus novelas. El éxito de ventas alcanzado por este tipo de relatos motivó la proliferación de autores y obras, con la consiguiente degradación del prestigio literario del género, siendo considerado, finalmente, como “menor”.
La condición mercantilizada que porta la nueva versión del relato policial a partir de los niveles de masificación que alcanza, se pone de relieve en la propia figura del detective. A diferencia de su antecesor, el detective duro norteamericano se encuentra despojado de las condicionantes morales que le pudiesen generar sus métodos. Este personaje vive de su trabajo como detective, recibiendo dinero por ello; de hecho, ya no opera desde el estudio de su casa sino que ahora ocupa una oficina, la cual a menudo es una Agencia. Tampoco le incomoda obtener información por medio de sobornos o amenazas. Estilo que, para B. Cargill, termina con el maniqueísmo clásico del Bien y el Mal, ya que elementos como la violencia, el dinero, la ilegalidad o la mentira, no generan las contradicciones existenciales que pudieran esperarse. Ello no quiere decir que el detective de la novela negra esté desposeído de toda ética, al contrario, se manifiesta como un personaje incorruptible frente a la posibilidad de venderse al mejor postor.
Estados Unidos primero y América Latina después, desarrollarán el llamado género negro que transgrede la normativa establecida desde el canon europeo de finales del siglo XIX. Escrituras que, en el caso latinoamericano, son movilizadas a partir de los periodos de dictadura, los cuales desplazan al criminal a un Otro incubado en la figura del Estado. Desde esta perspectiva, la serie negra transita en discursos ideológicos ambiguos que, por una parte, exponen y denuncian la corrupción de las sociedades y sus instituciones, -configurándose en términos de Gramsci como relatos contra hegemónicos-, pero que, al mismo tiempo, se enmarcan en las estrategias que el mercado demanda: “[son relatos] ambiguos que producen entre nosotros lecturas ambiguas, o, mejor, contradictorias: están quienes a partir de una lectura moralista condenan el cinismo de estos relatos; y están también quienes le dan a estos escritores un grado de conciencia que jamás tuvieron, y hacen de ellos una especie de versión entretenida de Bertolt Brecht.” ·
Piglia reflexiona en el sentido de que los relatos de la novela negra norteamericana son coherentes con el contexto histórico e ideológico en el que nacen: “En última instancia [...] el único enigma que proponen –y nunca resuelven- las novelas de la serie negra es el de las relaciones capitalistas: el dinero que legisla la moral y sostiene la ley, es la única ‘razón' de estos relatos donde todo se paga. […] son novelas capitalistas en el sentido más literal de la palabra: deben ser leídas [...] ante todo como síntomas.”
Referências bibliográficas
Benjamin, W. Poesía y capitalismo. Iluminaciones 2. Madrid, Taurus, 1980
Borges, J. L. “La muerte y la brújula” en Obras completas. Buenos Aires: Ed. Emecé, 1979.
Cargill, B: De Auguste Dupin a Philiphe Marlowe: Transformaciones del personaje del detective en el relato del crimen. Tesis para optar al grado de Magíster. Santiago, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades. 1997.
Cohen y Nagel. Introducción a la lógica y al método científico. Buenos Aires: Amorrortu, 1968.
Coma, J.: Diccionario de la Novela Negra Norteamericana, Barcelona, Anagrama. 1986.
Detiene y Vernant (1974) citado por Caprettini, G. P., en “Peirce, Holmes, Popper”, en Eco U., Sebeok, T., El signo de los tres, Lumen, 1989.
Eco, U. y Sebeok, T. (Eds.): El signo de los tres. Dupin, Holmes y Peirce. Barcelona, Lumen. 1999.
Freud, S. Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Buenos Aires: Amorrortu. Vol. 18,1980.
Freud, S. Picoanáliis del arte. Madrid: Ed. Alianza 1991.
Foucault, M.: Microfísica del poder. Madrid, La Piqueta, 1992.
Foucault, M.: Vigilar y castigar. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
Guinzburg, C. “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales” en El signo de los tres., Dupin, Holmes, Peirce. Umberto Eco y Thomas A. Sebeok ( Eds). Barcelona: Lumen, 1989.
Gutiérrez, E. Borges y los senderos de la filosofía. Buenos Aires: GEA, 2001.
Harrowitz, N. “El modelo policíaco: Charles Peirce y Edgar Allan Poe”, en Eco y Sebeok,(Eds). Barcelona: Lumen, 1989.
Horacio. Arte Poética. Imprenta parisiense L. Berger y comp. Anotada y explicada con una traducción literal de Manuel A. Fuentes. Paris. 1867
Link, D. (Compilador): El juego de los cautos. La literatura policial: de Poe al caso Giubileo. Buenos Aires, La marca. 1992.
Peirce, C. S. Lecciones sobre el pragmatismo. Buenos Aires: Aguilar, 1988.
Peirce, C. S. Collected Papers. Harvard University Press, Cambridge: Mass. Vol.2, 1936..
Piglia, R.: Crítica y ficción. Barcelona, Anagrama. 2003.
Poe, E. A. The murders in the Rue Morgue, en Complete Tales and poems. Ljubljana: Mladinska Knija, 1966.
Poe, E. A. The Purloined Letter. Ljubljna: Mladinska Knija,1966.
Piglia, R. Clarín. 30-09-1990.
Wisdom, J. O. “Puesta a prueba de una interpretación en el curso de una sesión”, en Revista de psicoanálisis, tomo XXVI, núm.2, abril-junio de 1962.
1) De la caza a la semiótica.
2) de la deducción a la abducción.
3) de Platón a Peirce.
4) La importancia del observador (conócete a ti mismo).
5) El paradigma indicial: un modelo epistemológico.
6) siglo XIX
6.1) Poe
6.2) Peirce
6.3) Foucault. La ruina de la modernidad.
6.4) Género policial contexto:
6.4.1) irrupción de la clase burguesa y su desarrollo en el contexto de la modernidad.
6.4.2) profunda urbanización e industrial de las sociedades.
6.4.3) necesidad de proteger los beneficios obtenidos por la burguesía
6.4.4) profunda moralización:
7) Siglo XX. La novela negra.
_________________________________________________________-
1 Seguridad (del latín securitas) cotidianamente se puede referir a la ausencia de riesgo o a la confianza en algo o en alguien. La seguridad se define como "el estado de bienestar que percibe y disfruta el ser humano". Una definición dentro de las ciencias de la seguridad es "Ciencia interdisciplinaria que está encargada de evaluar, estudiar y gestionar los riesgos que se encuentra sometido una persona, un bien o el ambiente". Se debe diferenciar la seguridad sobre las personas (seguridad física), la seguridad sobre el ambiente (seguridad ambiental), la seguridad en ambiente laboral (seguridad e higiene), etc. La seguridad consiste en hacer que el riesgo se reduzca a niveles aceptables, debido a que el riesgo es inherente a cualquier actividad y nunca puede ser eliminado. La seguridad busca principalmente la gestión del riesgo, esto significa cómo actuar ante el mismo. El riesgo se puede: aceptar, prevenir, transferir o mitigar. No son acciones excluyentes pudiendo, en distintos grados, tomarse cada una de estas medidas.
2 La metonimia o trasnominación es un fenómeno de cambio semántico, por el cual se designa un concepto con el nombre de otro, sirviéndose de alguna relación existente entre ambas. Es frecuente la sustitución e intercambio en relaciones de causa-efecto.
Tipos y Ejemplos de Metonimia: Causa por efecto: le hizo daño el sol → el calor del sol; efecto por la causa: carecer de pan → carecer de trabajo; contenedor por contenido: tomar una copa → tomarse el contenido de una copa; símbolo por cosa simbolizada: juró lealtad a la bandera → jurar lealtad al país; autor por obra: un Picasso → un cuadro de Picasso; el instrumento por el artista: la mejor pluma de la literatura universal es Cervantes; lugar por lo que en él se produce: un Rioja → un vino de Rioja; objeto poseído por poseedor: el primer violín de la orquesta → se refiere al que toca el violín; la materia por el objeto: un lienzo → un cuadro; el nombre del objeto por el de otro contiguo a él: el cuello de la camisa.
3 El mito etiológico es aquel que intenta explicar el origen de algo, ya sea el universo, el mundo, un ser sobrenatural, un objeto o un animal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario