José Antonio Robledo y Meza
Dos son las preguntas que quiero resaltar: ¿Qué sabemos acerca de la condición femenina en el pasado y el presente? ¿Es posible una mejor sociedad sin la mejora de la condición femenina? Para responderlas es necesario romper con la persistencia de un estilo autoritario, que no deja espacio para el diálogo amoroso.
La aventura de hacer cosas nuevas con la tradición es un imperativo para transformar la realidad. Reconocer el valor de lo que sabemos y de lo que ignoramos nos da la oportunidad de plantearnos problemas. El amor es uno de los más claros ejemplos de ese doble resultado de nuestro saber-ignorar que nos lleva a cavar y ahondar en nosotros mismos y, simultáneamente, a salir de nosotros y realizarse en otro. Hay en la vida de cada humán una serie de períodos que son también rupturas y reconciliaciones. Cada una de estas etapas es una tentativa por evitar el sentimiento de soledad en ambientes extraños por medio del amor.
Reconocer que entre mujeres y hombres desde siempre han existido vínculos amorosos nos permiten reconocer que, por ejemplo, una mujer es mucho más que una simple mujer también es un testimonio del origen del mundo. ¿Qué sabemos acerca de la condición femenina? Hemos afirmado que “nuestro conocimiento en torno a la circunstancia femenina no es más que un grano de arena en la inmensa playa de nuestra ignorancia. Y, cada vez que conseguimos ampliar ese grano de arena, se extiende también esa orilla en la que nos enfrentamos a lo desconocido, porque cada conclusión viene acompañada de preguntas que no paran de crecer en número y en complejidad.”
Es en este contexto que la metafísica feminista debe moverse. Mientras la metafísica trata de explicar qué es el universo y cómo es, la metafísica feminista cuestiona cómo las respuestas metafísicas han apoyado, por ejemplo, las posturas que han discriminado a las mujeres de uno u otra forma. La metafísica feminista se relaciona íntimamente con, por ejemplo, campos como la filosofía de la mente y la filosofía del yo. Feministas como Sally Haslanger (Resisting reality : social construction and social critique), Ásta Kristjana (“The Metaphysics of Sex and Gender”), y Judith Butler (El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad) han tratado de explicar la naturaleza del género en aras de promover los objetivos feministas. Filósofas como Robin Dembroff (What Is Sexual Orientation?) y Talia Mae Bettcher (“What Is Trans Philosophy?”) han buscado explicar los géneros de las personas transgénero y no binarias.
La mujer como constructo social
Simone de Beauvoir plantea la necesidad de distinguir el sexo del género, como lo sugiere su frase: “No se nace mujer, se llega a serlo". En El segundo sexo, Beauvoir argumenta que, aunque las características biológicas distinguen a hombres y mujeres, estas características no causan ni justifican las condiciones sociales que perjudican a las mujeres. A partir de estos planteamientos , muchas personas han argumentado que las categorías construidas refuerzan las jerarquías sociales porque parecen ser naturales. Teóricas como Judith Butler desafiarían el compromiso planteado por de Beauvoir con la existencia presocial del sexo, argumentando que el sexo se construye socialmente al igual que el género. Como puede verse la metafísica feminista ha desafiado la aparente naturalidad tanto del sexo como del género. Otro objetivo de la metafísica feminista ha sido proporcionar una base para el activismo feminista al explicar lo que une a las mujeres como grupo.
Hasta cierto momento del siglo XX estas reflexiones se habían centrado en las mujeres cisgénero, pero las preocupaciones más recientes han incluido también a las mujeres transgénero. Robin Dembroff ha introducido una descripción metafísica de los géneros no binarios en "Beyond Binary: Genderqueer as Critical Kind".
¿Podrían las feministas reorientar hoy sus luchas hacia otra interpretación de la igualdad no identificada con el individualismo del mercado, sino con la paridad participativa? Ello exigiría una doble lucha, librada en dos frente al mismo tiempo. Tendríamos que luchar, primero, para desmantelar las jerarquías de estatus tradicionales, que impregnan la protección social de dominación e impiden la plena participación de las mujeres en la vida social. Al mismo tiempo, tendríamos que batallar contra nuevos modos de subordinación impuestos por el mercado, que intensifican la explotación laboral, disminuyen la protección social y presionan la reproducción social hasta una situación límite. Al luchar simultáneamente en dos frentes, modificaríamos de hecho las actuales líneas de fractura políticas. En lugar de aliarnos con la mercantilización en contra de la protección social, podríamos alinear las fuerzas de la igualdad con las de una protección social transformada en la batalla fundamental para afirmar el control democrático sobre unos procesos de mercantilización destructivos.
Termino esta entrega con las preguntas que se formula Nancy Fraser en su libro Fortunas-del-feminismo del capitalismo-gestionado-por-el-estado-a-la-crisis-neoliberal: “Las feministas nos encontramos hoy, en otras palabras, en una disyuntiva. Debemos decidir qué interpretación de igualdad seguir. ¿Tomaremos la senda de la menor resistencia y adoptaremos interpretaciones liberales, meritocráticas, centradas en la elección y el mercado? ¿O seguiremos la senda más ardua y adoptaremos la interpretación democrática radical, que entiende la igualdad como plena paridad de participación en la vida social?” Estas preguntas deben ser tomadas en cuenta quienes quieran continuar reflexionando en torno a las posturas debatidas alrededor de la condición humana en la historia.
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