José Antonio Robledo y Meza
La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) es la universidad pública de los poblanos y donde reiteradamente un sector significativo de ellos ha manifestado y manifiestan, que no los atiende como es debido ya que hace caso omiso de los principios básicos que constituyen las políticas públicas de una sociedad en trasformación. Veamos esto.
El principio general de las políticas públicas es: “reducir al mínimo el sufrimiento evitable”. Tal postura tiene el efecto inmediato de llamar la atención sobre los “problemas”. Si, por ejemplo, las autoridades educativas pretenden aumentar al máximo las oportunidades de los jóvenes que están bajo su responsabilidad, pueden tener, comprensiblemente, dudas sobre el mejor medio de conseguirlo. Si, por el contrario, se propone “minimizar las desventajas”, su atención se verá inmediatamente dirigida a las escuelas peor acondicionadas, y se dará prioridad a estos problemas. Si en lugar de fomentar la construcción de utopías, hace un esfuerzo para la localización y solución de males sociales específicos, por los que están sufriendo determinados seres humanos, estará actuando racionalmente. De este modo, se trata de un punto de vista práctico, ante todo, y consagrado a las trasformaciones. Empieza con la preocupación por los seres humanos, y lleva consigo una activa y permanente voluntad de trasformación de instituciones.
“Reducir al mínimo la infelicidad” no es simplemente una formulación negativa de la máxima utilitaria “aumentar al máximo la felicidad”. Hay una asimetría lógica, pues no sabemos cómo hacer feliz a la gente, pero sí sabemos cómo aminorar su infelicidad. En lugar de la mayor felicidad para el mayor número, debería exigirse la menor cantidad de sufrimiento para todos. Un ejemplo concreto aplicado a nuestra propia situación consiste en resolver el problema de demanda de miles de familias que quieren que sus hijos puedan continuar sus estudios. Por supuesto, la solución no es cerrarles la puerta ni tampoco, hacer oídos sordos a la demanda de mejorar la calidad académica.
El segundo principio de política pública es: “aumentar al máximo la libertad de los individuos para vivir como quieran”. Esto requiere una subvención y promoción masiva de la educación, las artes, la vivienda, la sanidad y todos los aspectos de la vida social -pero siempre con el efecto de extender el margen de elección, y, por lo tanto, de libertad, al alcance de los individuos-. Este principio nos debe obligar a pensar en soluciones que enfrentan los jóvenes de hoy y que enfrentarán mañana: cada día habrá menos carga horaria laboral y cada día se incrementará el tiempo de ocio.
Es inmediata la necesidad de que los viejos universitarios puedan ventilar la cuestión de las políticas públicas con los jóvenes. Este diálogo sólo puede arrojar resultados fructíferos si se hace en un ambiente de convivencia democrático. Por la democracia es que se puede conseguir y mantener mejores niveles de vida para todos.
Una sociedad con instituciones libres está prácticamente destinada a tener más éxito que otra cualquiera, tanto en el plano material como en otros. La democracia no es un lujo de sociedades de vida elevado sino la causa en la consecución y mantenimiento de altos niveles de vida. Una forma para instrumentalizar la democracia y aspirar a una mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos es definir políticas racionales y críticas de gobierno. Esto vale tanto para la sociedad como para la universidad.
En estos momentos es lo que, en el fondo, demandan los universitarios de la BUAP; reorganizar democráticamente la BUAP para caminar por el sendero de la justicia social y la excelencia intelectual.
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