José Antonio Robledo y Meza
La historia de la inteligencia artificial (IA) comenzó en la antigüedad, con mitos, historias y rumores sobre seres artificiales dotados de inteligencia o conciencia por parte de maestros artesanos. Las semillas de la IA moderna fueron plantadas por filósofos que intentaron describir el proceso del pensamiento humano como la manipulación mecánica de símbolos. Este trabajo culminó con la invención de la computadora digital programable en la década de 1940, una máquina basada en la esencia abstracta del razonamiento matemático. Este dispositivo y las ideas detrás de él inspiraron a un puñado de científicos a comenzar a discutir seriamente la posibilidad de construir un cerebro electrónico.
Precursores
En la mitología griega, Talos era un gigante construido en bronce que actuaba como guardián de la isla de Creta. Lanzaba piedras a los barcos de los invasores y completaba tres circuitos alrededor del perímetro de la isla diariamente. Según la Bibliotheke de Pseudo-Apolodoro, Hefesto (dios de la forja y del fuego, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia) forjó a Talos con la ayuda de un cíclope y presentó el autómata como regalo a Minos. En la Aeronáutica, Jasón y los Argonautas lo derrotaron mediante un único tapón cerca de su pie que, una vez retirado, permitía que el vital ichor fluyera fuera de su cuerpo, dejándolo inanimado.
Pigmalión fue un legendario rey y escultor -enamorado de una estatua que había hecho él mismo- de la mitología griega, famoso por su representación en las Metamorfosis de Ovidio. En el décimo libro del poema narrativo de Ovidio, Pigmalión se disgusta con las mujeres al presenciar la forma en que las Propoetides se prostituyen. A pesar de esto, hace ofrendas en el templo de Venus pidiendo a la diosa que le traiga una mujer exactamente como una estatua que él esculpió.
Leyendas medievales de seres artificiales
En De la Naturaleza de las Cosas, escrito por el alquimista suizo Paracelso, se describe un procedimiento con el que, afirma, se puede fabricar un “hombre artificial”. Al colocar el “esperma de un hombre” en estiércol de caballo y alimentarlo con el “Arcano de la sangre humana” después de 40 días, la mezcla se convertirá en un infante vivo.
El relato escrito más antiguo sobre la fabricación de golems se encuentra en los escritos de Eleazar ben Judá de Worms a principios del siglo XIII. Durante la Edad Media, se creía que la animación de un golem se podía lograr insertando un trozo de papel con cualquiera de los nombres de Dios en la boca de la figura de arcilla. A diferencia de los autómatas legendarios como Brazen Heads, un Golem no podía hablar.
Una Brazen Heads era una cabeza de latón o bronce, un autómata legendario de la Edad Media hasta principios del período moderno cuya propiedad se atribuía a eruditos medievales tardíos, como Roger Bacon, que se habían ganado la reputación de magos. Hecha de latón o bronce, la cabeza masculina era mecánica o mágica. Al igual que la cabeza de Mimir de Odín en el paganismo nórdico, tenía fama de poder responder correctamente a cualquier pregunta que se le hiciera, aunque a veces se limitaba a respuestas de "sí" o "no". En el siglo XVII, Thomas Browne consideró que eran una incomprensión del trabajo alquímico de los eruditos, mientras que, en los tiempos modernos, Borlik sostiene que llegaron a servir como "una metonimia de la arrogancia de los intelectuales y artistas del Renacimiento”. Idries Shah dedica un capítulo de su libro Los sufíes a brindar una interpretación de esta "cabeza de sabiduría" así como de la frase "hacer una cabeza", afirmando que en su origen la cabeza "no es otra cosa que el símbolo del hombre [súfico] completo".
En el mundo musulmán el término Takwin, refiere a la creación artificial de vida, que era un tema frecuente en los manuscritos alquímicos ismaelitas, especialmente los atribuidos a Jabir ibn Hayyan. Los alquimistas islámicos intentaron crear una amplia gama de formas de vida a través de su trabajo, desde plantas hasta animales. El Takwin era un objetivo de ciertos alquimistas musulmanes, en particular Jabir ibn Hayyan. En el contexto alquímico, takwin se refiere a la creación de vida sintética en el laboratorio, incluida la vida humana.
En Fausto, la segunda parte de la tragedia (1832) de Johann Wolfgang von Goethe, un homúnculo fabricado alquímicamente, destinado a vivir eternamente en el frasco en el que fue creado, se esfuerza por nacer en un cuerpo humano completo. Sin embargo, al inicio de esta transformación, el frasco se rompe y el homúnculo muere. Con la muerte del homúnculo se abre paso a la IA en el campo de la ficción moderna de la que nos ocuparemos en una próxima ocasión.
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