jueves, 28 de abril de 2022

El silencio sonoro.

 

El silencio sonoro.

José Antonio Robledo y Meza

 

Hace días mientras caminaba por el zócalo de la ciudad de Puebla. En sentido contrario a mi destino corría un leve viento. Empezaba una ligera llovizna. De pronto una hoja de papel golpeo mi rostro quedando pegada en él. Al querer quitármela algo de ella llamó mi atención que decidí conservarla para leer lo que en ella estaba escrito. Llegando a casa la leí sin demora. Después de releerla repetidas veces me sigue pareciendo sorprendente. A continuación, reproduzco el texto y compartir con ustedes mi asombro.

El Pueblo Soberano es invisible. De modo que debe ser definido como un ente abstracto. Pensado materialmente, el Pueblo Soberano semeja el punto de origen de un eje de coordenadas.

Punto de origen que, sin embargo, oculta diversas propiedades «humanas». Para nuestra percepción este punto de origen —el Pueblo Soberano— está ligado a la mayor concisión. Habla, sin duda, pero con la mayor reserva.

En nuestra percepción el Pueblo Soberano es el puente esencial, único, entre palabra y silencio.

El Pueblo Soberano encuentra su forma material en la escritura: pertenece al lenguaje y significa silencio.

En la conversación corriente, el Pueblo Soberano es símbolo de interrupción, de no-existencia (componente negativo) y al mismo tiempo es un puente de una unidad a otra (componente positivo). Tal es en la escritura su significado intrínseco.

El Pueblo Soberano es, además, en su exterioridad, simplemente el elemento práctico, utilitario. El signo exterior se vuelve costumbre y oscurece el sonido interior del símbolo.

El Pueblo Soberano pertenece al estrecho círculo de los fenómenos cotidianos con su nota tradicional: la mudez.

El sonido del silencio cotidiano es tan estridente, que se impone sobre todas sus demás propiedades. Así es el Pueblo Soberano

A causa de su lenguaje monótono, todos los fenómenos corrientemente tradicionales se vuelven mudos. No oímos su voz y el silencio nos rodea. Yacemos muertos bajo lo «práctico-funcional».

A veces una conmoción extraordinaria puede sacarnos del estado letal hacia una recepción viva. Sin embargo, no pocas veces aun la más fuerte sacudida no alcanza para convertir el estado letal en viviente. Las conmociones provenientes del exterior (enfermedad, desgracia, preocupaciones, guerras, revolución) irrumpen con violencia y con efecto largo o corto en el campo de los hábitos tradicionales. Esta irrupción, empero, no es percibida frecuentemente sino como una «injusticia» más o menos intempestiva. Entonces se impone sobre todos los demás sentimientos el deseo de regresar cuanto antes al sistema de los hábitos tradicionales.

Las conmociones provenientes desde adentro son de otro tipo. Su causa está en el hombre mismo y dentro de él actúan. El hombre no es un espectador a través de una ventana, sino que se ubica en la calle. La vista y el oído atentos transforman mínimas conmociones en grandes vivencias. De todas partes fluyen voces y el mundo entero resuena. Como un explorador que se interna en territorios desconocidos, hacemos nuestros descubrimientos en lo cotidiano. El ambiente, comúnmente mudo, comienza a expresarse en un idioma cada vez más significativo. Así, se vuelven símbolos los signos muertos y lo muerto resucita.

Naturalmente, la nueva política sólo podrá surgir cuando los signos se vuelvan símbolos y el ojo y el oído abiertos permitan saltar del silencio a la palabra. Quien no sea capaz de observar debe dejar en paz el arte de la política.

Mediante el arranque paulatino del Pueblo Soberano de su letargo habitual, sus propiedades actualmente silenciosas engendrarán un sonido cada vez más sonoro. Estas tensiones internas surgirán una tras otra desde lo profundo de su ser e irradiarán su influencia y efectos sobre el hombre, superando cada vez con mayor facilidad las inhibiciones de la costumbre.

 

El Pueblo Soberano muerto se vuelve un ser viviente.

 

robledomeza@yahoo.com.mx

Cel: 2223703233

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