miércoles, 10 de junio de 2020

En cuarentena, filosofando. La rebelión de los no humanos (Un pequeño homenaje a toda la banda de la 66)


Gonzalo Salgado Villa
gvilla_salgado@hotmail.com

En cuarentena, filosofando.
La rebelión  de los no humanos
(Un pequeño homenaje a toda la banda de la 66)

No hace mucho tiempo que Carlos Marx (1818-1883), famoso filósofo contemporáneo, padre de la economía moderna, se atrevió a clasificar a la sociedad del siglo XIX: proletariado y capitalista. Durante muchos años —me atrevo a decir que aún hoy— la clasificación hecha por Marx fue básica para el discurso político: el burgués el poderoso y dueño de los medios de producción  por un lado; y por otro el proletariado,  los trabajadores;  bien todo  se puede traducir de manera errada como el rico y el pobre o como el amo y el esclavo.
En la primera mitad del siglo XX, nació un grupo filosófico que pretendió analizar el surgimiento de los Estados totalitarios, es decir: analizar los problemas sociales, las estructuras políticas  derivadas de la teoría marxista,  la creciente industria con sus avances tecnológicos en Europa y  posteriormente en todo el mundo. A ese grupo, los estudiantes de filosofía lo conocimos como  “La Escuela de Frankfort”; los  análisis y reflexiones dieron como resultado el surgimiento de una línea filosófica llamada “teoría crítica”, ideas penetrables en las teorías políticas y de las ciencias sociales actuales.
Uno de los integrantes de la Escuela de Francfort, Marcuse (1898-1979), en su obra sumamente influenciable para los movimientos estudiantiles de los sesentas  “El hombre unidimensional”, se percató de un fenómeno social que se dio entre el proletario y el capitalista: la satisfacción de los derechos y de las necesidades  de parte del capitalista al proletariado, esto  como una forma de perpetuar su dominio; los dos crearon una sola razón, los dos perseguirían el mismo fin; maniatadas las formas de vivir se perseguirá la perpetuidad del mismo modelo social con miras al progreso. Es decir, parece que los seres humanos, con sus acciones, con sus pensamientos, con sus producciones, con su intelecto, con la tecnología y la ciencia, siguen el mismo camino: el del supuesto progreso social basado en las formas liberales capitalistas; con el  trabajo nace  cierta  conformidad y privilegios, se produce un engaño para seguir alimentando y prolongando el mismo sistema capitalista. A ojos de Marcuse esa conformidad arraigada en el proletariado, no se ve en una clase social que Marx no consideró: un sector de la sociedad no productivo: las amas de casa y los estudiantes.
 Gracias a la crítica de Marcuse, algunos sociólogos y economistas dividieron en tres estratos a la sociedad para su mejor comprensión: clase alta (capitalista o empresarial), la clase media (o trabajadora) y la clase baja (o no productiva, de escasos recursos). Cada una de los estratos sociales pueden dividirse, a su vez, conforme a sus condiciones y posibilidades económicas, dependiendo si se está más cerca de un punto o de otro —y nadie quiere estar más cerca del  borde inferior, sino del superior por llamarlo de algún modo— en ese sentido seguimos pensando unidimensionalmente, como lo dijo Marcuse: tratando de alcanzar la cúspide de la pirámide social.
El problema actual se centra en el equilibrio del poder: cada estrato social se empodera de diferente forma políticamente hablando, dependiendo de la predominación en sus actividades: los estudiantes, las feministas, los políticos, los empresarios, los maestros, la comunidad LGBTTQ, médicos, la delincuencia, los obreros, los funcionarios públicos. La participación política en la sociedad  determina el predominio sobre aquel sistema que le quiere someter. El juego del poder es una de las formas por las cuales se hace valer la existencia de una parte de la sociedad sobre otra; nos revela la armonía existente de la entidad política.
Todo ese choro sale a la luz, a causa de reflexionar el fenómeno de nombrar coloquialmente a los estratos sociales y de darles una personificación candonga en México; por ahí viene a mí me moría la imagen del pelado, el naco, el chaka, la prole, la bola, el gachupin, el nice, los fresas, el bobarista, el chingón, el nini, la feminazi, los chavos banda, la chaviza, el pudiente, el fifí, el estudihambre, el punk, los no humanos, los sin cerebro, las luchonas, los santos.
A partir del cambio de régimen, se han venido afianzando en los discursos políticos dos   formas llamar al estrato social que no comparte los ideales del libre mercado mundial, de la  libertad a partir del capital: los “no humanos” o “los sin cerebro”. Por el otro lado, se designa como  “fifí” a la clase social que comparte ideas neoliberales o pertenecientes a una clase alta-empresarial. La llamada  clase fifí, con la acción más paradójica para un revolucionario, ha salido a las calles a manifestarse (en carros de lujo o  a pie) en contra del  proyecto del actual gobierno (de AMLO, la 4T); aseguran que aquellos votantes: los trabajadores y el grueso de la población  de escasos recursos, los que antes vendían su voto por una pantalla o una despensa, los que apoyaron la idea de una cuarta transformación, inclusive los empresarios e intelectuales que convergen con el actual gobierno, son los sin cerebro y los no humanos. La rebelión comenzó en las urnas, en las redes sociales, sin violencia, sin pensar pero si con el sentimiento más peligroso para ser humano: la esperanza…  
 Aquella clase que estuvo en el poder durante más de medio siglo,  asegura que el actual gobierno no tiene un contrapeso; en los curules del congreso  son mayoría los que  están a favor del proyecto de la Nueva República; esa acción es para ellos el inicio de un estado totalitario, entonces me pregunto yo ¿no era un  estado totalitario los  gobiernos anteriores, cuando se hacía y se vendía el patrimonio nacional al extranjero a diestra y siniestra sin tener en consideración a los habitantes de las tierras expropiadas,  el pacto por México en la cámara de diputados y senadores,  el silenciar, asesinar  y desaparecer  a estudiantes  de las escuelas rurales, el someter a la población a punta de pistola?
 Ellos definieron “lo humano” al través de los siglos, construyeron la historia, decidieron que “el ser humano” dependía de la libertad y ésta solo se puede afianzar con la propiedad privada, las leyes no deben de impedirla, deben garantizarla. Es claro que  el concepto de “humanidad” depende de un bienestar: sin dinero, sin recursos, sin posesiones, sin autonomía, sin educación, sin voluntad, sin espíritu, sin producción, sin vida no es posible ser un “humano” desde aquella perspectiva.
Con la pandemia, la sección empresarial se dice falta de apoyo y los programas públicos son de predilección para el Gobierno mexicano. Algunas empresas se han declarado en contra de las medidas sanitarias, con motivo de combatir una recesión económica (mundial, evidente, irreversible) para el país. Invitaron a sus empleados a quedarse en casa, a cuenta de vacaciones, con la mitad de su sueldo o  sin goce de sueldo. En los medios fomentan las noticias de superación de la pandemia, muestran ejemplos de otros países de Europa y de Asia,  en general de las potencias mundiales que han obtenido mejores resultados, sin considerar las circunstancias  o el contexto de cada país; llaman a desacatar las medidas sanitarias, divulgan y señalan  incongruencias en las disposiciones oficiales.
Desde sus mansiones, los “humanos” se guardan e invitan a quedarse en casa: sus videos muestran las diferencias del espacio, los recursos para poder quedarse, se pueden dedicar a nuevos aprendizajes porque  pueden costearlo: internet, tarjeta de crédito, tapete para yoga, computadora o iphone; le temen a la muerte porque en ellos todo es vida. Tienen que difundir mensajes de esperanza, lanzan retos, hacen tik toks, pueden hacer canciones, donar víveres y caretas, tienen cubrebocas N95. Están informados y tristes por no poder ir a las playas ni reunirse con sus seres queridos; utilizan zoom para hacer reuniones grupales a distancia o para tomar clases en línea; sus preocupaciones giran en torno a sus empresas, no tienen con qué pagarle a sus trabajadores, se dicen faltos de apoyo económico o de estrategias que les ayuden a seguir llevando dinero a sus arcas, mismo que distribuyen entre el pueblo, unos para evadir impuestos, otros por que en verdad son altruistas; deben de tomar decisiones drásticas.
Los “no humanos” no pudieron seguir la cuarentena: tenían que ganarse la vida, en el campo o en el trabajo, tratando de realizar su oficio, porque no tenía ahorros (¿qué es eso? ¿a poco se puede con lo que me pagan o gana?). Salieron a las calles sin cubrebocas o con los que improvisaron; unas veces por diversión, otras veces para apañar las cervezas, otras para conseguir dinero o apoyar a otra persona  con alimento, a sobrevivir, porque no hay espacio suficiente en la casa, porque en casa todo es caos o un infierno, porque el único medio de vida es un empleo inseguro; por costumbre; porque no le teme a la muerte: amiga, deidad, compañera del día a día; si, todos los días se juega su existencia en una esquina, boleando zapatos, delinquiendo, vendiendo o cargando bolsas en el mercado, porque la debe, a eso se dedica: a ajustar cuentas con la muerte: “Macario” debes pagarle. El “no humano” parece que se revela a todo porque no tiene otra opción, porque así lo han enseñado las calles y “la bandera” (el grupo de amigos del barrio) con la caguama banquetera al ritmo de las rolas del Charlie Monttana o el Haragán o una cumbia tocada por el Sonido Pancho, interrumpida por los saludos hacia las bandas de los distintos barrios del lugar en que tocaron. Sale  porque ni las opciones ni los medios ni los recursos son para él; la muerte lo cobija con su manto todos los días y lo acompaña al igual que la virgen; su vida  nunca le ha pertenecido, ya la entregó desde que nació, devino en trabajo y luego en chupe, en vicios, en activo, en la familia, en alimento, en pañales y leche pal chamaco, en medicamento. La esencia de su rebeldía viene de la muerte: no es humano porque no tiene los medios para serlo, porque otros lo son a costa suya y no lo dejan ser: lo tachan, lo estereotipan, lo definen, lo estudian, lo segregan y seleccionan, lo exprimen, lo explotan, fomentan su ignorancia y su entretenimiento: él es principal consumidor de las ideas  y productos de  los “humanos”.   
Advertencia: si alguno de los lectores de este divague se siente identificado con alguno de estos dos grupos, es mera coincidencia… si  de repente logra identificarse con la forma de proceder de los dos grupos al mismo tiempo… también.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por el filosofar. Es lo que hemos visto y vivido. Hay miedo y pánico en algunos, por eso la obediencia, por otro lado, hay que trabajar o actuar para tener dinero que permita continuar ésta existencia. Parece que todo gira en dinero, tener más o menos. Los políticos con todo a toda política, los dolidos y los que buscan continuar con otro periodo, como el estadounidense. Sólo mantenerse sin ver ni pensar en la gente, solo ve votos. En fin.....

    ResponderBorrar
  2. Exactamente así es la vida en éste momento. Felicidades por el análisis Dios te bendiga.

    ResponderBorrar
  3. Felicidades hijo .. saludos y muy buena información ...así es

    ResponderBorrar
  4. Es triste que todo lo hacen con un fin ... DINERO...sin querer mportar a la quien lastiman

    ResponderBorrar

Las mujeres y las luchas por sus derechos

Las mujeres y las luchas por sus derechos José Antonio Robledo y Meza   Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la Cámara de Dipu...