Ludwig
Josef Johann Wittgenstein
PRÓLOGO
Posiblemente
sólo entienda este libro quien ya haya pensado alguna vez por sí
mismo los pensamientos que en él se expresan o pensamientos
parecidos. No es, pues, un manual. Su objetivo quedaría alcanzado si
procurara deleite a quien, comprendiéndolo, lo leyera. El libro
trata los problemas filosóficos y muestra —según creo— que el
planteamiento de estos problemas descansa en la incomprensión de la
lógica de nuestro lenguaje. Cabría acaso resumir el sentido entero
del libro en las palabras: lo que siquiera puede ser dicho, puede ser
dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar.
El libro quiere, pues, trazar
un límite al pensar o, más bien, no al pensar, sino a la expresión
de los pensamientos: porque para trazar un límite al pensar
tendríamos que poder pensar ambos lados de este límite (tendríamos,
en suma, que poder pensar lo que no resulta pensable).
Así pues, el límite sólo
podrá ser trazado en el lenguaje, y lo que reside más allá del
límite será simplemente absurdo.
En qué medida coincida mi
empeño con el de otros filósofos es cosa que no quiero juzgar. Lo
que aquí he escrito, ciertamente, no aspira en particular a novedad
alguna; razón por la que, igualmente, no aduzco fuentes: me es
indiferente si lo que he pensado ha sido o no pensado antes por otro.
Quiero mencionar simplemente
que debo a las grandes obras de Frege y a los trabajos de mi amigo
Bertrand Russell buena parte de la incitación a mis pensamientos.
Si este trabajo tiene algún
valor, lo tiene en un doble sentido. Primero, por venir expresados en
él pensamientos, y este valor será tanto más grande cuanto mejor
expresados estén dichos pensamientos. Cuanto más se haya dado en el
clavo. En este punto soy consciente de haber quedado muy por debajo
de lo posible. Sencillamente porque para consumar la tarea mí fuerza
es demasiado escasa. Otros vendrán, espero, que lo hagan mejor.
La verdad de los pensamientos
aquí comunicados me parece, en cambio, intocable y definitiva. Soy,
pues, de la opinión de haber solucionado definitivamente, en lo
esencial, los problemas. Y, si no me equivoco en ello, el valor de
este trabajo se cifra, en segundo lugar, en haber mostrado cuán poco
se ha hecho con haber resuelto estos problemas.
L
. W. Viena, 1918
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