martes, 28 de mayo de 2019

Grandeza e inmortalidad mexicana

José Antonio Robledo y Meza
robledomeza@yahoo.com.mx

Tres son las dimensiones que nos permiten comprender la condición de los humanes: las creencias, las conductas y -entre ellas- la amalgama de las emociones. El estilo cultural amalgama las creencias (mitos: narraciones y discursos autorizados y populares) y las conductas (ritos: relaciones corporales populares). Es en lo popular que se puede indagar en torno a lo mexicano.

Existen discursos y comportamientos autorizados pero prevalece, en lo popular, el misterio de lo prohibido, lo que se vive pero no llega a decirse: el relajo. El relajo es efímero y dependiente de lo colectivo y siempre abierto a nuevas posibilidades. Importa mucho lo contradictorio de estas posibilidades ya que sin ello las contingencias serían finitas y, por el contrario, las posibilidades de echar relajo son infinitas. Si en los mitos y los ritos hay contradicciones mucho mejor. 

Es la cultura del relajo lo que ha permitido la racionalidad del mexicano: vivir intensamente; la muerte no lo detiene. Con el relajo el mexicano adapta y trasforma el mundo. Con el relajo el mexicano ordena el caos. 

El mexicano vive permanentemente en tensión entre lo autorizado y el misterio de lo prohibido. Y como lo contradictorio es lo que sazona la vida del mexicano caben múltiples “comprensiones” de “lo mexicano”. 

Una fuente de pistas para alcanzar el orden en el caos mexicano la encontramos en la música popular. Y en México la música popular no puede ser encasillada en un solo género. De hecho la música mexicana abarca todos los géneros; no hay limitaciones para convertir sonidos puros en sonidos mestizos. Un ejemplo: la orquesta sinfónica paulatinamente se transforma en mariachi. Y el mariachi llega a la ópera (Cruzar la Cara de la Luna y El pasado nunca se termina con el Mariachi Vargas de Tecalitlán). El relajo define y redefine nuestra condición siempre en permanente cambio que llamamos identidad. El relajo es la producción cultural que define al mexicano. El relajo –el orden en la bola revolucionaria, el caos en la revolución institucionalizada- tiene perspectiva infinita.

Ejemplos del relajo –presencia de lo serio con lo jocoso, lo grave y superficial, lo real y lo disimulado, lo sincero y el engaño- lo encontramos en cada ingrediente de la vida del mexicano si lo sabemos buscar. Lo encontramos en el cine, en el muralismo, en la literatura, en la comida, en la panadería, en las pulquerías, en las cantinas, en los velorios, en las fiestas… 

Probemos un poco del relajo en la poesía y en la música. Cuatro personajes Bernardo de Balbuena el poeta (1562-1627), Jorge Negrete (1911-1953), Pedro Infante (1917-1957), Javier Solis (1931-1966) y José Alfredo Jiménez (1926-1973) los músicos. Prestemos atención no solo a lo dicho sino también a los silencios, al doble sentido, al albur, a lo apretado y al relajo. Todo lo presentado abre posibilidades de alternativas y estas posibilidades de alteridad nos lleva a la mitologización y al ritualismo renovados. 

La cultura mexicana como posibilidad en el mundo. En el grito del cantante y la concurrencia se encuentra el gran silencio que nos provoca. Grito y silencio en la música nos hace históricos a los mexicanos y nos posibilita como miembros de la humanidad a la que invitamos día a día para hacer de su vida algo más amable en el relajo. 

Si nacimos para morir más vale no perder la posibilidad de gozar la contradicción.

Pincha en la zona azul para llegar a los documentos

1) Grandeza Mexicana, Bernardo de Balbuena


2) Inmortales Pedro infante, Javier Solís, Jorge Negrete y José Alfredo Jiménez


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