IN MEMORIAM
Alfonso Vélez Pliego (18 de
diciembre de 1946 - 26 de julio de 2006).
Hace 72 años nació Alfonso Vélez Pliego. Para
recordarlo presento un texto publicado en el año 2000 titulado “La Universidad
Democrática, Crítica y Popular: Reflexiones sobre las experiencias del
Movimiento de Reforma Universitaria Democrática en Puebla, 1970-1990”.
Este documento se integra a otros cuatro documentos:
dos discursos: Justo Sierra “Inauguración de la Universidad Nacional” de
1910 y
“Discurso en la Universidad” de José Vasconcelos de 1920.
Cinco documentos –a los que se irán agregando
otros- del proyecto “Pensar para discutir la BUAP” que estamos impulsando desde
este blog de “México el árbol de los mil frutos”.
Alfonso Vélez Pliego fue Secretario General de
la UAP en 1972 y Rector por dos periodos: 1981 a 1984 y 1984 a 1987. Como
rector fortaleció las áreas de investigación, favoreció la compra de inmuebles
históricos para su rescate arquitectónico y convertirlos en recintos educativos
y gestionó para que la UAP llevara el apelativo "Benemérita".
Como activista político fue fundador de
diversas organizaciones y partidos políticos de izquierda en su estado natal
como el Partido Comunista Mexicano (PCM). Por su interés en el
patrimonio monumental poblano fue representante en Puebla del Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos). Participó activamente en el
Movimiento por la Reforma Universitaria de la UAP de 1961. Formó parte del
grupo progresista de Los Carolinos,
que enfrentó a sectores radicales de derecha afianzados en distintos sectores
de la sociedad poblana, incluido el educativo. Durante el movimiento
estudiantil de 1968, el 5 de septiembre se constituyó el Consejo Nacional
de Huelga sección Puebla, siendo nombrado delegado, junto con Luis Ortega
Morales y Federico López Huerta. Como parte de la Guerra sucia en México,
desplegada por el Gobierno de México en los años setenta, una de las
organizaciones atacadas fue el PCM, organización que bajo el liderazgo de Vélez
Pliego en Puebla y Tlaxcala resistió diversas acciones represivas en su contra.
Alfonso Vélez Pliego, “La Universidad
Democrática, Crítica y Popular: Reflexiones sobre las experiencias del
Movimiento de Reforma Universitaria Democrática en Puebla, 1970-1990”. En Encuentro de especialistas en educación
superior, Estado, universidad y sociedad: entre la globalización y la
democratización, t. 1. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2000.
Contenido del artículo:
Introducción
El reto demográfico
El reto demográfico
El resurgimiento del Movimiento de Reforma
Universitaria
La Universidad Democrática, Crítica y Popular
La reforma académica
La democratización del gobierno universitario
Introducción
La temática que me corresponde desarrollar en
esta ocasión se refiere a algunas de las experiencias cursadas por la Universidad
Autónoma de Puebla en la perspectiva de las luchas por su democratización. El
periodo estudiado abarca tres décadas de la vida de la institución en las que
la idea de reforma universitaria adquirió enorme relevancia entre los
universitarios y de hecho orientó el desarrollo de los distintos aspectos de su
vida institucional. No obstante que la ponencia comprende los procesos y
acontecimientos universitarios más significativos que tuvieron lugar en la
institución durante los años de 1961 a 1991, en ella se hace especial énfasis
en lo ocurrido a raíz de la puesta en práctica, entre los años de 1970 y 1987,
de un programa de Reforma Universitaria mejor conocido bajo la divisa de la
“Universidad Democrática, Crítica y Popular.”
Durante los años sesenta en diversas
universidades de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Japón,
es decir de países capitalistas desarrollados, surgieron poderosos movimientos
estudiantiles que pusieron en el tapete de la discusión la viabilidad y
eficacia de las viejas estructuras institucionales para hacerle frente el
incremento de la población escolar y a las crecientes manifestaciones de
rebeldía de la juventud. Si bien es cierto que sería importante considerar
estos acontecimientos en el momento de analizar lo ocurrido en algunas de las
universidades de México, no está por demás señalar que las causas y el curso
seguido por el movimiento universitario en varias de las universidades del país
no pueden ser comprendidos en sus justas dimensiones si se les pretendiera
explicar como un simple reflejo por imitación de las luchas desplegadas por los
estudiantes de otras latitudes.
Para esclarecer las razones que originaron un
ascenso y multiplicación de las luchas de los universitarios mexicanos y se
hace necesario tener presente los acontecimientos y procesos que conforman el
panorama de la educación superior a escala mundial, pero sobre todo es
indispensable adentrarse en el contexto socioeconómico y político predominante
en México y en general en América Latina. Esté enfoque no implica soslayar las
repercusiones que en el curso de las luchas de los universitarios mexicanos
pudieron haber tenido determinados planteamientos, reclamos o formas de lucha
de los estudiantes de otros países. Estoy cierto que lo ocurrido en la
universidad latinoamericana es resultado de los problemas y contradicciones
presentes en nuestras sociedades, inmersas en un mundo bipolar, sujetas a los
avatares de la “guerra fría” y agobiados por el crecimiento demográfico, la
miseria, la opresión política, y convulsionadas por las confrontaciones
escenificadas por distintos grupos sociales y políticos frente a la situación
de subdesarrollo y dependencia, las múltiples crisis de distinto signo que vive
la región durante el periodo estudiado.
A partir del año de 1961 y durante las tres
décadas siguientes la Universidad Autónoma de Puebla se vio envuelta en una
serie de movimientos y confrontaciones internas y externas que contribuyeron en
forma decisiva a modificar su fisonomía e identidad institucionales que hasta
ese momento reflejaban con fidelidad la pobreza de su vida intelectual y el
atraso predominante en su entorno sociopolítico y cultural. Grosso modo se
podría apuntar que la lucha de los universitarios en 1961 tuvo un carácter
marcadamente ideológico, mientras que en los años de 1964 y de 1968 la misma
tuvo, en lo fundamental, un carácter predominante político, puesto que en ambos
casos la acción de los universitarios se orientó en a combatir la intolerancia
y los métodos autoritarios del régimen político y a exigir de la autoridad el
respeto al ejercicio de las libertades políticas de los ciudadanos.
Que si bien es cierto que en el transcurso de
las dos décadas siguientes la movilización de los universitarios en lucha se
afirma la vocación democrática y las tradiciones forjadas a partir de las
experiencias acumuladas a lo largo de las luchas precedentes, también lo es que
abarca una gama mucho más extensa de preocupaciones y problemas. La discusión y
la acción de los universitarios incluye desde luego la problemática inherente
la puesta en práctica de un conjunto de iniciativas que forman parte de una
nueva fase del Movimiento de Reforma Universitaria, pero al mismo tiempo
muestra el creciente interés que han adquirido entre los integrantes de los
núcleos más dinámicos del movimiento universitario cuestiones tales como la
militancia partidaria, la organización sindical de los trabajadores y
profesores y la solidaridad con las luchas populares. Estos y otros muchos
tópicos que centran la atención de los estudiantes, profesores y trabajadores
le darán contenido a sus debates cotidianos, y a los numerosos foros,
congresos, asambleas, tertulias y reuniones que caracterizan este periodo de la
vida de la comunidad universitaria. Desde luego las constantes y prolongadas
sesiones de los órganos colegiados de gobierno de la institución no escapan a
esta dinámica y por ende sus deliberaciones y acuerdos, además de los asuntos
universitarios de su competencia, incluyen el análisis y toma de posición de
los universitarios, frente a acontecimientos de diversa naturaleza que son
objeto de sus preocupaciones sociopolíticas y culturales.
En buena medida, y como resultado de este
arduo y complejo proceso, al finalizar la década de los noventa’, la
universidad había dejado de ser una institución tradicional, profesionalisante
y elitista[1], ajena a
los problemas sociales de su entorno, rezagada en sus modestos y limitados
programas académicos, integrada por una pequeña comunidad mayoritariamente
masculina y profundamente conservadora por lo que a la mentalidad predominante
se refiere.
Desde luego que una revisión del acelerado
crecimiento y de las transformaciones que se produjeron en la universidad
poblana en el curso de las tres décadas que siguieron al inicio del Movimiento
de Reforma Universitaria (MRU), en el mes de abril del año de 1961, debe
atender a una complejo y variado espectro de fenómenos y acontecimientos de
carácter académico, cultural, social y político que se encuentran vinculados
entre sí. Empero en esta oportunidad sólo haré referencia en forma sintética a
tres de ellos. En primer término analizaré brevemente las causas que condujeron
a la modificación - al calor de la movilización de los universitarios de la
política y los mecanismos de admisión de los estudiantes, y a la adopción de
otras iniciativas que fueron puestas en práctica para hacerle frente a la
creciente demanda de ingreso. A continuación haré mención de algunos aspectos
de la transformación de su estructura académica, hasta entonces constreñida a
la enseñanza preparatoria y a un número limitado de profesiones de corte
liberal y, por último, abordaré la forma en que fueron modificados los
mecanismos para la elección del rector y los directores de las dependencias
académicas de la institución. Desde luego todos estos aspectos se encuentran
estrechamente asociados a la noción de la reforma y democratización de la
universidad, objeto de este Seminario.
El reto demográfico
En 1940 la población del país ascendía en
números redondos a 20 millones de habitantes. La tasa de crecimiento medio
anual de la población pasó de 2.7% entre 1940 y 1950, a 3.1% y 3.4% en las dos
décadas siguientes, respectivamente. El acelerado crecimiento demográfico del
país fue el resultado de una natalidad elevada (aproximadamente 45 nacimientos
por cada mil habitantes) y de una mortalidad en descenso (de 25.6 en el periodo
1930-1934 a 9.4 defunciones por cada mil habitantes en 1970). La esperanza de
vida pasó de 36.9 años en 1930 a 64 años en 1970[2].
Durante ese mismo lapso la situación económica
del país mejoró notablemente. El producto interno bruto registró tasas de entre
el 6 y 7% de crecimiento promedio anual. Empero la situación de la mayoría de
los mexicanos no mejoró al mismo ritmo, el modelo de desarrollo trajo consigo
una mayor concentración de la riqueza, la acentuación de los problemas de
desempleo, de migración interna y externa, así como la ampliación de la brecha
entre las necesidades y aspiraciones de la mayoría de la población en materia
de salud, vivienda, alimentación y educación y la capacidad de respuesta del
gobierno mexicano para enfrentarlas.
Al finalizar la década de los años cincuenta,
no obstante las profundas transformaciones económicas y sociales que se habían
producido en el país como consecuencia de las políticas seguidas por los
gobiernos emanados de la Revolución de 1910, la situación imperante en la
educación nacional reflejaba un enorme rezago. En el año de 1959, con base el
las proposiciones de la Comisión Nacional, constituida para proponer soluciones
a los problemas que enfrentaba la educación primaria y en especial los
relativos a la baja escolaridad de la población infantil del grupo de edad
correspondiente y a los altos índices de deserción- se acordó poner en marcha
el Plan de Once Años, concebido como dos metas complementarias; ir aumentando
en todas partes las oportunidades de inscripción en el primer grado para los
niños que jamás asistieron a la escuela, y crear sucesivamente los grados
superiores que aún faltan en la mayoría de las escuelas rurales de la
República”[3]. El plan
se planteó como objetivos intensificar la construcción de aulas, la formación
de los profesores y el mejoramiento de la enseñanza. Como resultado de la
ejecución del Plan de Once Años la población escolar inscrita en este nivel
educativo pasó de 4 885 000 alumnos inscritos en la educación primaria en 1960
a 8 873 000. En las décadas siguientes este notable incremento repercutirá con
fuerza en los niveles medio superior y superior. El crecimiento de este último
nivel fue 10 mil estudiantes en 1940, pasó a más de 250 000 en 1970 y a más de
1 millón en 1980.
Al finalizar la década de los años sesenta se
hizo evidente que las universidades públicas del país no estaban en condiciones
de hacerle frente de manera eficiente y planificada al impacto que había traído
consigo el acelerado proceso de expansión de la educación básica y media. El
panorama que ofrecían las pocas universidades e instituciones de educación
superior de carácter público, excepción hecha de la Universidad Nacional
Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, reflejaba con
fidelidad, a pesar de los esfuerzos aislados e incipientes de planeación en
algunas universidades, la carencia de un proyecto de desarrollo de los niveles
de enseñanza media superior y superior de alcances nacionales. Por si esto
fuera poco, los diversos problemas que enfrentaban las universidades públicas
del país se vieron agravados por la escasez de recursos económicos. Cabe
recordar que durante la presidencia del licenciado Gustavo Díaz Ordáz las
universidades públicas no obtuvieron incrementos significativos en los
subsidios otorgados por el Gobierno Federal ni por sus respectivos gobiernos
estatales. Además, sus relaciones con el titular del Poder Ejecutivo del
Gobierno Federal se encontraban profundamente deterioradas a raíz del ascenso
de las luchas estudiantiles que a lo largo de la década tuvieron lugar en
diversos estados de la República y la que sacudió al país en 1968, dada la
magnitud y el alcance nacional de sus movilizaciones y el carácter
eminentemente político de sus demandas.
En el ciclo escolar 1970-1971 el universo de
la educación superior del país comprendía 400 escuelas o facultades de
educación superior o profesionales integradas en alguno de los tres subsistemas
existentes: el de universidades públicas, el de tecnológicos y el de
instituciones privadas, que en conjunto atendían a una población compuesta por
251, 054 estudiantes y atendida por 26 485 profesores, 2 339 de los cuales eran
de tiempo completo, 1 378 de medio tiempo y el resto por asignatura.
Del total de los estudiantes, 68% se
encontraba inscrito en el subsistema de universidades públicas, mientras que
18% y 14% restantes se encontraban matriculados en los subsistemas tecnológico
y privado, respectivamente. Para ese mismo año las universidades estatales
concentraban 91 697 alumnos, que representaban 36, 7 % de la matrícula nacional
de nivel superior; la matrícula de la Universidad Nacional alcanzaba 72 952
alumnos, es decir 29.6 %, el Instituto Politécnico Nacional, los Institutos
Tecnológicos regionales y otras pociones de este subsistema atendían a 50 217
alumnos que representaban 15.9 % y en las universidades e instituciones de
educación superior privadas encontraban inscritos 34 188 alumnos, 14.9 % del
total nacional[4].
Como resultado de las tendencias demográficas apuntadas la expansión de la
demanda de estudios superiores en el país se dejó sentir con mayor fuerza en
las capitales de las entidades federativas que para ese entonces concentraban a
un mayor número de habitantes, habían alcanzado un mayor grado de desarrollo
económico y social y poseían una más amplia infraestructura educativa en los
niveles educativos preuniversitarios.
Tal es el caso de la ciudad de Puebla que, al
finalizar la década de los sesenta, contaba con sólo dos instituciones de
educación superior: la Universidad Autónoma de Puebla, de carácter público y la
Universidad Femenina de Puebla, con estudios de bachillerato y profesionales
incorporados a la UAP, de carácter privado. Al finalizar la década, con el
reconocimiento de validez oficial de estudios otorgado por el gobierno del
Estado, entrará en funcionamiento la Universidad de las Américas, también de
carácter privado, ubicada en Cholula de Rivadavia, un municipio aledaño a la
ciudad de Puebla, también conocido como San Pedro Cholula.
En la década siguiente, como consecuencia de
la fehaciente incapacidad del sistema educativo nacional para enfrentar el
enorme reto de dar respuesta satisfactoria a la demanda de los jóvenes y padres
de familia que en número creciente a lo largo y a lo ancho del país reclamaban
su ingreso al bachillerato o a los programas de educación profesional de
carácter universitario o tecnológico,-que los criterios de planeación y las
políticas educativas puestas en práctica tanto por el gobierno como por las
universidades públicas autónomas se orientaron hacia la atención de la demanda
social en estos niveles educativos.
El resurgimiento del Movimiento de Reforma Universitaria
En el año de 1970 el crecimiento acelerado de
la población escolar, la penuria financiera por la que atraviesa la institución
y la puesta en práctica por las autoridades universitarias de una política
selectiva para enfrentar la creciente demanda de acceso a la institución,
derivan en un nuevo conflicto que rompe el precario equilibrio de fuerzas
existentes en la Universidad a raíz de la destitución, en 1968, del rector José
Flavio Garibay Ávalos (1930- ).
No es casual entonces que durante los años
setenta el resurgimiento del Movimiento de Reforma Universitaria se tradujera
en una política de democratización de la matrícula universitaria, cuyos efectos
se dejaron sentir en la expansión del nivel preparatorio y en la ampliación de
la población escolar que se observa en la mayor parte de las escuelas
profesionales.
El movimiento estudiantil disperso después del
68 tiende a reagruparse y a plantearse la lucha por nuevos objetivos. Uno de
ellos fue crear con el apoyo de estudiantes y profesores, una nueva escuela preparatoria
como respuesta al intento de las autoridades universitarias de mantener un
rígido sistema de selección para hacerle frente a la creciente demanda de
educación media superior y superior. La propuesta revitaliza al movimiento
universitario que se encontraba sumergido en una crisis a raíz de la sangrienta
represión de que fue objeto el movimiento de 1968.
En el curso del conflicto, y como consecuencia
del mismo, se producen las renuncias de los integrantes de la Junta
Administrativa que en sustitución del rectorado dirigía la universidad desde
1968. A partir de ese momento ocupan interinamente en forma sucesiva el
rectorado, los abogados Ignacio Flores Rojas y Martín Carbajal Caro y a partir
del mes de junio de 1972 el químico Sergio Flores Suárez (1937-1983)[5]. El 19
de septiembre de ese mismo año el Consejo Universitario nombra rector al
Químico Flores para el periodo 1972-1975. En esta ocasión el nombramiento no
recae en algún médico o abogado poblano de renombre sino en la persona de un
profesor universitario originario de Gómez Palacio, Durango, que había cursado
las carreras de física y química en la propia universidad. Tampoco se trata en
esta oportunidad de un miembro del Partido Revolucionario Institucional o de un
representante de los grupos conservadores, como lo habían sido hasta entonces
la mayor parte de los rectores, sino de un militante del Partido Comunista
Mexicano -forjado en las luchas del movimiento universitario democrático e
identificado plenamente con sus aspiraciones y demandas, hecho excepcional no
sólo en la historia de la universidad poblana sino en la del conjunto de las
universidades mexicanas.
La trascendencia con que los universitarios
perciben este acontecimiento se expresa en el discurso del estudiante de
economía Miguel Ángel Burgos en la sesión del Consejo Universitario en la que
tomó posesión del cargo de rector el maestro Flores Suárez:
“El acto de hoy no es como otros del
pasado...(hoy)... recordamos el abril de 1961 y la invasión de Playa Girón. Los
universitarios poblanos de aquella época levantaron su voz, y la reacción
levantó el garrote para golpearlos, porque sabía que era el inicio de su
derrota parcial, pero derrota al fin.”
“Esa pequeña, pero vigorosa chispa, que en esa
‚época no se distinguía en medio del humo del oportunismo y la traición, hoy se
ha convertido en fuego. Jornadas duras, largas y sangrientas a lo largo de once
años. Hoy han llegado a dar el resultado: la posibilidad de que la Universidad
en su conjunto sirva a las causas del pueblo.”
“Por eso esta ocasión tiene características
diametralmente opuestas a las del pasado. En aquellas hablaron las voces de la
reacción, del capital, de la minoría privilegiada de la sociedad. Hoy en cambio
-y no creemos exagerar al decirlo- hablan las voces de los oprimidos, de los
explotados, de los parias y de los estudiantes revolucionarios.”
“Y aquí muchos se preguntarán por qué‚ nos
adjudicamos esa voz: porque en el seno de la Universidad también se desarrolla
la lucha de clases, y cualquier posición que tomemos estará dentro de esa
lucha de clases. Además estamos convencidos de que la muestra en la cátedra, en
la manifestación, en la solidaridad, en una palabra, en la práctica, ha sido en
favor de los explotados, de la clase obrera y de los campesinos.”
“Es esa práctica, la que nos ha llevado a
combatir en lo interno a los oportunistas de todos los matices y en favor de
una enseñanza científica, entendiendo por ésta no la especialización
enajenante, sino la comprensión integral de la técnica y de los problemas
sociales. Y en esa lucha nos hemos topado con los politicastros sutiles y con
los pandilleros asesinos”.
“Pero no sólo hacia adentro hemos encauzado
nuestros esfuerzos. También hemos marchado junto al pueblo en sus luchas, en su
alegría y en sus lágrimas, porque ellos y nosotros -que somos los mismos- hemos
pagado cuota de sangre. Están presentes aquí los mártires de Tlatelolco y del
10 de junio. Están presentes Marco Aurelio Aparicio, Leonardo Cerón, Marco
Antonio Márquez Martínez, Eduardo Romano Soriano y nuestro inolvidable
compañero Joel Arriaga Navarro. También están aquí presentes los presos
políticos que hoy abarrotan las cárceles del país; por todo esto hoy es
diferente a otras ocasiones.
“Por todas estas luchas, por todo los caídos y
los privados de la libertad, nuestra responsabilidad es más grande. Venimos hoy
no solamente a apoyar y depositar nuestra confianza en una persona determinada,
sino a expresar nuestra decisión de seguir luchando y difundir nuestras
concepciones y nuestro programa”.
“No es una persona a quien se confirma en un
puesto, sino toda una corriente la que se consolida en un proceso de
transformación; proceso que se apoyó en el ascenso de la lucha de las masas
trabajadoras por sus propios problemas en particular y contra la explotación en
general; es evidente que sin la alianza, aunque incipiente, con los
trabajadores, este momento no sería posible; nunca antes habían fundido tan
conscientemente sus intereses los estudiantes y el pueblo.”
“Pero aún falta mucho camino por recorrer,
muchas luchas que dar y desgraciadamente mucha sangre que derramar, porque la
primeras etapas del camino no terminan sino hasta que se elimine la explotación
del hombre por el hombre...”
Ante la nueva situación política que vive la
institución la respuesta de los grupos conservadores que actúan en forma
coordinada desde la década de los años cincuenta, dentro y fuera de la
universidad, no se hace esperar. Como en el pasado, la actuación de estos
grupos pretende erradicar o someter cualquier inquietud transformadora
recurriendo para ello al trillado discurso anticomunista, a la provocación, a
la violencia verbal y física, a la par que reclaman de las autoridades
gubernamentales la aplicación de sanciones para los dirigentes universitarios y
el uso de la fuerza pública con el objetivo de frenar la movilización
universitaria y popular. Por su parte, en este periodo, el movimiento de
Reforma Universitaria se plantea avanzar en la transformación de la vieja
universidad, sobre la base de propiciar la democratización del ingreso, la
renovación de su vida académica y la modificación de los patrones autoritarios
que regulan sus relaciones internas, tiende a reforzar sus vínculos con otros
movimientos sociales presentes en el escenario político local y nacional, con
la finalidad de hacerle frente con mayor eficacia a la embestida de las fuerzas
conservadoras, pero también como una forma de darle concreción al compromiso de
la universidad y de los universitarios con las luchas populares, que constituye
un componente discursivo fundamental del movimiento universitario en ascenso.
Los vínculos con el movimiento popular se
materializan al través de la participación de los universitarios en organismos
como el Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular, que al poco tiempo de su
creación se convierte en el principal centro de coordinación entre el
movimiento universitario y distintos contingentes populares en lucha. En él
participan, además de los Comités de Lucha, la Tendencia Democrática del
SUTERM, el Movimiento Sindical Ferrocarrilero (MSF), el Consejo Local
Ferrocarrilero (CLF), el Sindicato Independiente de Trabajadores de Volkswagen
(SITVW), el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), diversas
organizaciones de colonos, la Federación Estatal de la Central Campesina
Independiente (CCI), así como otras organizaciones y grupos de trabajadores en
lucha.
Después de un sinnúmero de incidentes -algunos
de ellos de gravedad –y en medio de constantes proclamas anticomunistas
exigiendo del gobierno del Estado la adopción de medidas represivas contra los
universitarios, el gobernador Rafael Moreno Valle solicita licencia al Congreso
del Estado para ausentarse de su cargo. Los diputados sin mayor discusión,
después de aprobar la referida solicitud, designan como gobernador interino a
Gonzalo Bautista O'Farril, quien fungía hasta ese momento como presidente
municipal de Puebla.
Bautista O’Farril -hijo de Gonzalo Bautista
Castillo, sucesor en 1940 del general Maximino Ávila Camacho al frente del
gobierno del Estado-, conocía bien el medio universitario por haber realizado
sus estudios profesionales de medicina en la propia universidad, y porque
además se había desempeñado como rector de la misma, designación del gobernador
Rafael Ávila Camacho, poco después de que la movilización de los estudiantes
había hecho desistir al mandatario de su intención de militarizar a la
institución.
La política que aplica Bautista O'Farrill
desde el inicio de su gestión, en abierto contubernio con estudiantes y
profesores universitarios de filiación anticomunista agrupados en el llamado
“Bloque de Ciudad Universitaria” y con el apoyo de los más connotados
personajes y organizaciones de la beligerante derecha poblana, trae consigo la
agudización del conflicto con el movimiento universitario y popular y con las
autoridades de la Universidad. Los trece meses de gobierno de Bautista
O'Farrill hacen de Puebla un enorme campo de batalla. En medio de este clima de
violencia extrema y de una bien orquestada campaña anticomunista, el 20 de
julio es asesinado el director de la preparatoria nocturna “Benito Juárez”,
Joel Arriaga Navarro, cuando se dirigía a su domicilio en compañía de su esposa
Judith.
El 16 noviembre de 1972, en un manifiesto
dirigido al Presidente de la República, al Gobernador del Estado de Puebla y a
la Opinión Pública, un conjunto de agrupaciones constituidas en un Comité “en
lucha permanente contra el comunismo y la subversión” publican un manifiesto en
el que demandan del gobierno:
La derogación de la Ley Orgánica por “considerarla
instrumento de la represión comunista”.
El desconocimiento “de las supuestas
autoridades universitarias, por ser los directores y cómplices de los
asesinatos, torturas, prostitución y drogas que imperan en el edificio
Carolino”.
La desaparición de “los comités de lucha
comunista y de la Preparatoria Popular”.
La “entrega de archivos a cada escuela de
Ciudad Universitaria”.
La “restitución de los derechos escolares, no
sólo de los últimos cuatro alumnos anticomunistas, sino de los cincuenta que
expulsaron por el mismo motivo, hace varios meses, así como la restitución de
los maestros y directores, también expulsados ilegalmente”.
En dicho documento los suscriptores del mismo
“aplaudieron la actitud viril y enérgica de la Federación de Barrios y Colonias”,
agrupación que unos días antes había amenazado con tomar “ a sangre y fuego” el
edificio Carolino de la Universidad; asimismo, exigieron, que el Procurador
General de Justicia, licenciado Raymundo Zamudio, “se defina y cumpla las
órdenes que el señor Gobernador le dio en la manifestación anticomunista
celebrada el pasado 18 de octubre”; por último, demandaron de los gobiernos
estatal y federal “la retención del subsidio” otorgado a la universidad, por
considerar a las “autoridades universitarias” como “ilegitimas” y amenazaron
con suspender a partir del 25 de noviembre de ese año, “el pago de impuestos,
tanto municipal, como estatal y federal, en caso de que “los comunistas”
continuaran “usurpando” la universidad[6].
Al mes siguiente, la noche del 20 de diciembre
es acribillado, a las puertas de su casa, Enrique Cabrera Barroso, uno de los
principales líderes estudiantiles del Movimiento de Reforma Universitaria en
1961, quien se encontraba al frente del Departamento de Extensión Universitaria
y Servicio Social. Empero la represión no logra su objetivo de intimidar y
debilitar al movimiento universitario. Por el contrario, las acciones del
gobierno y de los grupos ultraderechistas encuentran como respuesta cada día
más amplia movilización de los universitarios de diversos núcleos populares y
la más amplia solidaridad de las fuerzas democráticas y de los universitarios
del país.
El agudo y prolongado conflicto que mantuvo en
zozobra a la universidad por fin encuentra un cause para su solución, a raíz
del ataque perpetrado el 1o. de mayo de 1973 al edificio Carolino de la
Universidad, por efectivos policíacos de distintas corporaciones, que deja un
saldo sangriento de cinco estudiantes muertos. El gobernador Bautista
O'Farrill, presionado por la movilización universitaria y popular, por las
severas críticas y la condena de la opinión pública nacional a su Gobierno y
seguramente como consecuencia de la intervención del Gobierno Federa, se ve
obligado a renunciar a su cargo, a pesar del descontento y las amenazas
vertidas por la derecha para tratar de impedirlo[7].
A cambio de aceptar esta decisión la derecha
obtiene dos concesiones importantes del gobierno del Estado, al frente del cual
es nombrado el empresario radiofónico Guillermo Morales Blumenckron. La primera
es la ejecución, el 23 de julio de 1973, de la orden de aprehensión girada en
contra de Ramón Danzós Palomino, secretario general de la Central Campesina
Independiente, organización que había encabezado en el transcurso de los meses
anteriores la ocupación de decenas de latifundios en los Estados de Puebla y
Tlaxcala, exigiendo la afectación de los mismos en beneficio de núcleos de
campesinos sin tierra, y contando para ello con el apoyo solidario de grupos de
estudiantes universitarios. El dirigente comunista permanecerá encarcelado
durante más de un año en la cárcel municipal de Atlixco. La segunda es la
promulgación de la Ley de Educación Media Superior y Superior. Este
ordenamiento abroga la Ley, promulgada durante el gobierno del ingeniero Merino
Fernández, fija condiciones más favorables para el amparo de este nuevo
ordenamiento el gobierno de Morales Blumenckron otorga el reconocimiento de
validez oficial a los estudios a la recién fundada Universidad Popular Autónoma
del Estado de Puebla. La nueva institución nace con el apoyo de grupos
empresariales y profesionales de derecha, a iniciativa de un grupo de
estudiantes y profesores provenientes en su mayoría de las escuelas de
Arquitectura, y Administración de Empresas de la UAP, que hasta entonces habían
sido los principales bastiones de las organizaciones universitarias de
filiación anticomunista.
La nueva ley facilita la participación de los
grupos empresariales en estos niveles educativos y, por ende, con el paso del
tiempo favorecerá la multiplicación de las instituciones de enseñanza privada.
La Universidad Democrática, Crítica y Popular
En torno a la idea de una Reforma
Universitaria que tuviera como objetivo fundamental hacer de la institución una
“Universidad Democrática, Crítica y Popular”, se conformó una corriente
universitaria que influyó de manera determinante en la conducción de la
universidad hasta finales de los años ochenta, es decir durante los rectorados
de Sergio Flores Suárez, Luis Rivera Terrazas y Alfonso Vélez Pliego. Los
partidarios de esta corriente llamaron a los estudiantes y trabajadores
universitarios a ocuparse en forma prioritaria y sin menoscabo de su filiación
política partidaria o sindical, del diseño y construcción de un nuevo sistema
interno y externo de relaciones universitarias y del desarrollo de un ambicioso
programa de transformaciones académicas. Desde luego otras personalidades,
agrupaciones políticas o corrientes de pensamiento presentes y actuantes en la
vida universitaria, no compartían del todo esta visión “reformista” de la lucha
universitaria. Las diferencias existentes con otras expresiones políticas de la
izquierda universitaria estarán presentes a lo largo del proceso y tenderán a
manifestarse en una lucha soterrada en periodos en que se considera necesario
mantener la unidad para enfrentar al enemigo común en pugnas abiertas en
determinados momentos virulentas, cuando las acciones de éste han cejado o han
sido neutralizadas. La corriente “reformista” enfrentará por un lado a quienes,
partiendo de una visión distinta de la situación política que vive el país y la
región, sostienen que la principal tarea de los universitarios es hacer de la
universidad un bastión de la lucha revolucionaria y, por otro, a quienes
proclamándose partidarios del Socialismo y de la Reforma Universitaria, en
realidad lo que desean es verla nuevamente subordinada al régimen político o
simplemente buscan la satisfacción de determinados intereses o exigencias
personales o de grupo, más allá de cualesquiera consideración discursivas de
orden ideológico que enarbolan para el logro de sus propósitos.
El contenido del programa de Reforma
Universitaria se finca en las bases y consideraciones siguientes:
La exigencia de respeto de las autoridades
gubernamentales y de los grupos empresariales derechistas, a la autonomía de la
universidad;
La puesta en práctica de una reforma académica
El reconocimiento pleno del derecho a la
educación de quienes lo demandan, abatiendo así los antiguos criterios de
selección para el ingreso a la universidad.
El reconocimiento de la desigualdad económica,
social y cultural de los universitarios, que deriva en una modificación de las
normas relativas a la permanencia del estudiante en la institución y a la
formulación de una política institucional de asistencia social destinada a los
alumnos de escasos recursos, que se traduce en exención de pagos, congelamiento
de las cuotas de inscripción, servicio médico gratuito, en el establecimiento
de librerías que otorgan descuentos en la adquisición de material bibliográfico
a los alumnos y trabajadores y, a la creación de albergues estudiantiles y de
comedores universitarios.
Una nueva relación pedagógica, más horizontal,
que se propone erradicar las viejas prácticas autoritarias y arbitrarias del
profesor con respecto al alumno y la cancelación de mecanismos de supervisión
administrativa sobre el estudiante.
El reconocimiento del estudiante como sujeto
activo del proceso educativo, superando con ello la noción que lo considera
como un ser inferior, inmaduro o como sujeto pasivo de dicho proceso,
acompañado de una revalorización de su papel en la toma de decisiones relativas
a la gestión universitaria mediante su participación en los órganos colegiados
de gobierno de la institución y en la elección de las autoridades personales de
la misma.
La crisis de las viejas nociones del trabajo
universitario académico y no académico, como resultado de la vertiginosa
expansión de la planta de profesores y empleados administrativos derivada del
dinámico crecimiento de la matrícula universitaria. Asimismo, el reconocimiento
del trabajador universitario como sujeto de los derechos laborales consagrados
en la Constitución General de la República.
El desarrollo de una oferta profesional y
cultural orientada por una parte a la reestructuración o en su caso a la
creación de nuevas opciones profesionales vinculadas a la “solución de los
problemas populares” y, por otro, al fortalecimiento de la capacidad científica
y tecnológica de la región y del país
La reforma académica
La lucha por la democratización de la
universidad comprendió desde un principio y de manera prioritaria el impulso a
diversas iniciativas académicas que posibilitaran la renovación de su vida
académica y su incorporación al movimiento científico y cultural del país. Los
éxitos alcanzados en este aspecto permitieron construir una imagen distinta a
la que tenían otras instituciones en las que se escenificaban también procesos
democratizadores.
Como resultado de esta política fueron creados
nuevos planteles a nivel de la enseñanza preparatoria la escuela Popular
Emiliano Zapata, la Alfonso Calderón Moreno, la Enrique Cabrera Barroso, la 2
de Octubre de 1968 y la General Lázaro Cárdenas del Río, en el municipio de
Puebla, y las escuelas Simón Bolivar y Enrique Cabrera en los municipios de
Atlixco y Tecamachalco, respectivamente. En el plano académico se reformaron el
plan y los programas de estudios vigentes desde 1965, se implantó el ingreso
semestral y se mejoraron las condiciones de trabajo mediante la expansión de la
infraestructura física y la dotación de espacios, mobiliario y equipo a los
diversos servicios de apoyo académico, y la ampliación y profesionalización de
las plantas de profesores. Cabe destacar que uno de los criterios básicos
seguidos en este último caso fue dar prioridad en la contratación a los
estudiantes o graduados formados en las disciplinas académicas correspondientes
a las cátedras vacantes o de nueva creación. Como resultado de esta política
gradualmente fueron incorporados a la docencia numerosos jóvenes procedentes de
las carreras de Física- Matemáticas, Economía, Filosofía, Historia, Letras y
Psicología, que desplazaron a los médicos, abogados e ingenieros que
tradicionalmente ocupaban las cátedras en este nivel educativo, lo cual implicó
además de un cambio cualitativo en el proceso de enseñanza- aprendizaje, el
nacimiento de una nueva hegemonía política sustentada en las expectativas e
intereses de estos núcleos académicos emergentes.
En el nivel superior esta orientación se
tradujo en la fundación de nuevas escuelas y opciones profesionales. Bajo el
impulso reformador se fundaron, en el transcurso de las dos décadas siguientes,
las Escuelas de medicina veterinaria y zootecnia, ingeniería agrohidráulica y
biología y en escuelas ya existentes se crearon las carreras de Ingeniería,
Topográfica, Electrónica, Computación, Matemáticas, Antropología social, y
Enseñanza de lenguas extranjeras.
En otro orden de cosas, el Proyecto de Reforma
Universitaria se manifestó también en los primeros esfuerzos sostenidos para
estructurar espacios y programas académicos destinados ex profeso a posibilitar
el desarrollo de la investigación científica, tecnológica y humanística, así
como los estudios de posgrado.
A fin de organizar la investigación científica
y teniendo como antecedente el Instituto de Biología “Dr. Enrique Beltrán”, se
funda en 1972 el Instituto de Investigaciones Científicas que cambiará su
denominación en 1974 por el de Instituto de Ciencias, en el cual, en un
principio, quedan agrupados los departamentos de Meteorología, de Sismología y
el de Antropología e Historia que hasta ese entonces tenían a su cargo las
limitadas y modestas labores de investigación que se realizaban en la
Institución. El ingeniero Luis Rivera Terrazas es nombrado como su primer
director. Más tarde en el propio Instituto se crean otros departamentos como
los Física del Estado Sólido, Semiconductores, Investigaciones Biomédicas,
Edafología, Investigaciones Históricas del Movimiento Obrero, Investigaciones
Históricas y Sociales, Investigaciones Filosóficas, y Ciencias del Lenguaje.
Paralelamente en las escuelas también se hace presente la inquietud por
desarrollar la investigación mediante iniciativas como la creación del Centro
de Investigaciones Económicas en la Escuela de Economía. En el segundo lustro
de esa misma década se aprueban los primeros programas de posgrado: la
maestrías en Física del Estado Sólido en el ICUAP y en Metodología de las
Ciencias en la Escuela de Filosofía y Letras, la cual poco tiempo después es
transformada en una maestría en Ciencias Sociales. Asimismo, son creados los
primeros programas de especialización médica en el Hospital Universitario.
La viabilidad de estos cambios e iniciativas
se debe en buena medida a la puesta en marcha de un ambicioso programa de
formación y superación de la planta académica que posibilitó la conformación,
en un lapso de poco más de tres lustros, de un núcleo cada día más numeroso y
prestigiado de docentes e investigadores de carrera con una sólida preparación
en sus especialidades y con perspectivas claras del camino que tendrían que
recorrer para lograr la transformación académica de la institución. Este
proceso implicó también una renovación generacional de la planta académica y la
elite política de la institución. Asimismo, es menester tomar en cuenta el
impacto que tuvo la inserción de académicos nacidos y formados en otros lugares
del país y del extranjero, y considerar de manera particular el arribo Puebla
de un número importante de profesores y estudiantes chilenos, haitianos,
nicaragüenses, guatemaltecos, salvadoreños, argentinos, que se vieron obligados
a emigrar dada la situación política prevaleciente en sus respectivos países.
Con el paso del tiempo la universidad empezó a cosechar los frutos de esta
política. El creciente número de sus académicos con méritos ampliamente
reconocidos por sus pares, permitió diversificar y elevar la calidad de sus
programas académicos y sus aportaciones en la el terreno de la investigación
científica, tecnológica y humanística. Asimismo, el prestigio de la institución
se vio favorecido con el desarrollo exitoso de un ambicioso programa de
conservación y acrecentamiento del patrimonio cultural de la institución; por
su intensa actividad en el ámbito de la difusión de la cultura y las artes, en
especial por su notable labor editorial y la publicación de revistas como Dialéctica, Crítica, Elementos, Morphe, Gambito y Elementos, las
cuales, con excepción de las dos últimas, aún continúan apareciendo. También
contribuyó de manera significativa Al logro de esta posición sobresaliente en
el concierto de las universidades del interior del país, contribuyó también la
participación de sus profesores, investigadores y estudiantes en un numero cada
vez mayor de congresos, coloquios, seminarios y reuniones nacionales o
internacionales de carácter académico o cultural o su organización y
realización en los recintos de la propia universidad.
La democratización del gobierno universitario
La participación de los estudiantes, los trabajadores
académicos y los administrativos y manuales, en la elección de las autoridades
personales de las universidades públicas del país, a través de normas y
procedimientos democráticos, se ha visto en extremo limitada debido al régimen
jurídico predominante en la inmensa mayoría de las universidades públicas del
país, que en la mayoría de los casos deposita esta atribución, siguiendo el
ejemplo de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, en
una Junta de Gobierno o en un órgano equivalente. Sobre esta cuestión hace ya
algunos años Olac Fuentes Molinar escribió una certera reflexión en los
siguientes términos:
“A la distancia, resulta claro que la solución
jurídica adoptada correspondía a esa visión ideológica de la universidad,
deliberadamente ciega o ingenua, que se empeña en creer que las instituciones
de educación superior pueden ser lugares santos separados del influjo corruptor
de las fuerzas e intereses políticos. De modo inevitable el esquema electoral
condujo a resultados diferentes de los esperados: efectivamente, segregó la
designación de autoridades de las manifestaciones públicas y directas de las
fuerzas actuantes en la universidad, pero no se despolitizó el proceso, porque
ello era imposible. Simplemente transfirió a un grupo de individuos
necesariamente políticos la tarea de interpretar situaciones y conveniencias
para que, desde sus propias posiciones, decidieran sobre el hombre adecuado
para la Universidad. Lo que se evitó fue lo público, no lo político. Y al
adoptar mecanismos secretos de comunicación, evaluación y acuerdo, se abrió una
puerta para que la expresión legítima de fuerzas se convirtiera en “grilla”[8].
La democratización del gobierno universitario,
-comprendiendo bajo este concepto, por una parte, los mecanismos de elección de
las autoridades colegiales y personales y, por otra, la forma en que las mismas
ejercen las atribuciones que la ley les confiere-fue también aspectos
relevantes de la agenda de la Reforma Universitaria.
Conforme a la legislación universitaria que ha
estado vigente en el país, existen hasta la fecha seis sistemas para el
nombramiento del Rector de la Universidad: por el Consejo Universitario, por
una Junta de Gobierno u órgano equivalente, por voto universal, directo,
personal y secreto de los integrantes de la comunidad universitaria; por el
Ejecutivo del Estado, de terna que le presenta el Consejo Universitario; por
Consejo o Asamblea Universitarios, de terna que presenta el Ejecutivo del
Estado, libremente por el Ejecutivo del Estado y por elección directa o
ponderada al través del voto universal, secreto y directo de todos y cada uno
de los integrantes de la comunidad universitaria.
En Puebla, como consecuencia de una de las
exigencias planteadas con mayor fuerza por el movimiento universitario en 1961,
el Congreso del Estado al promulgar la ley Orgánica de 1963, suprime la figura
del Consejo de Honor, denominación dada en la ley de 1956 a un órgano similar a
las Junta de Gobierno de existente en las leyes orgánicas de otras instituciones,
depositando la función electoral en el Consejo Universitario. Una década más
tarde el propio Consejo, en sesión celebrada el 17 de julio de 1975, al aprobar
la convocatoria para las elección del rector para el periodo 1975-1978, incluyó
cambios y precisiones importantes que van a modificar el sistema electoral
previsto en la Ley Orgánica y en los estatutos de 1963.
En primer término, a los requisitos que deben
satisfacer los candidatos a ocupar la rectoría previstos en dichos
ordenamientos, se agregó el de someter a la consideración de la comunidad
universitaria un documento en el que a partir de su visión de la realidad
universitaria y de la identificación de los principales problemas que afectan
el buen desempeño de sus funciones, delineara una propuesta del programa y la
estrategia que en su opinión resultarían adecuados para hacerles frente.
En segundo lugar se introducen modificaciones
al procedimiento de elección del rector. En la primera fase del proceso, los
aspirantes a la Rectoría tendrían que solicitar el registro de su candidatura
ante la comisión electoral del Consejo Universitario, la cual tendría previa
verificación del cumplimiento de los requisitos previstos en la legislación
universitaria y procedería al registro del candidato. A partir de ese momento
el candidato a rector quedaba facultado para desarrollar una campaña electoral
en el conjunto de la Universidad.
Con posterioridad al término previsto en la
convocatoria para la concluir las campañas, se iniciaría la segunda fase del proceso,
a lo largo de la cual se realizaría la auscultación de los universitarios
prevista en la ley orgánica. En este caso la novedad consistía en el mecanismo
para llevar a cabo la mencionada auscultación que se realizaría convocando a
asambleas a los distintos sectores universitarios, las cuales una vez reunidas
recogerían el sentir mayoritario de sus integrantes respecto a los candidatos
registrados, mediante votación directa. Los consejeros universitarios se
convertirían así en mandatarios, es decir, en portadores de la voluntad de sus
representados, evitando de esta manera que el Consejo Universitario adoptara
como había sucedido con frecuencia en el pasado una decisión ajena o contraria
a la voluntad mayoritaria de los estudiantes, profesores y trabajadores. Bajo
este nuevo procedimiento fue electo para ocupar la rectoría, durante dos
periodos consecutivos, el ingeniero Luis Rivera Terrazas, sin duda el personaje
más representativo y relevante de los ideales y las luchas universitarias de
este periodo[9].
El ingeniero Terrazas a lo largo de toda su
vida fue un universitario comprometido con la lucha social y un militante de la
izquierda comunista. Fue fundador en 1952 del Movimiento de la Paz en la ciudad
de Puebla en donde promovió la Campaña Nacional de Recolección de firmas en
contra de la Guerra y por el fortalecimiento de la paz. Asistió como delegado a
los Congresos Mundiales de la Paz celebrados en Pekín, China en octubre 1952;
en Viena, Austria 1954 y en Sofía, Bulgaria, en 1974. Siendo joven aún se
adhirió a las filas del Partido Comunista Mexicano; militó también en el
Partido Socialista Unificado de México, quien lo postuló como su candidato al
gobierno del Estado de Puebla, en el año de ¿198? Posteriormente ingresó al
Partido Mexicano Socialista y más tarde al Partido de la Revolución
Democrática.
En 1980, en vísperas de concluir el segundo
periodo rectoral del ingeniero Rivera Terrazas[10] y en el
contexto de la lucha interna que ya para ese entonces se recrudecía en el seno
del Partido Comunista, en la perspectiva de la realización de su XX Congreso
Nacional, a realizarse en el mes de noviembre de 1981, un grupo de estudiantes,
profesores y trabajadores miembros de una de las fracciones del seccional
universitario del PCM, plantearon la necesidad de modificar el procedimiento
para la elección del rector. La acción de este grupo, que en Puebla tenía como
cabezas visibles al secretario general del Comité Estatal del PCM en la
entidad, Luis Ortega Morales y a Enrique Condés Lara, formaba parte de la
estrategia seguida a nivel nacional por la corriente conocida como los “Renos”,
que dirigían, entre otros, Enrique Semo Calev, Rodolfo Echeverría, Jorge
Castañeda y Roberto Borja, en la perspectiva de acumular suficientes fuerzas
para derrotar en el Congreso a la corriente de los llamados “Dinos”, agrupada
en torno al secretario general del Comité Central, Arnoldo Martínez Verdugo[11].
Mientras tanto otros universitarios, -entre quiénes nos encontrábamos también
algunos miembros del Partido Comunista-en principio con el planteamiento de
reformar las normas y procedimientos establecidos para la elección de las
autoridades personales de la institución, no compartíamos, ni el mecanismo
propuesto, ni el método utilizado para implantarlo. Se trataba de promover ante
el consejo universitario la aprobación de una resolución inmediata para
implantar de facto y sin que mediara una discusión previa del conjunto de la
comunidad universitaria, el voto universal, directo y secreto como el nuevo
mecanismo de elección de las autoridades personales. Y así se hizo. En la
sesión del Consejo Universitario citada para abordar la multicitada propuesta,
planté como alternativa promover ante el Congreso del Estado una reforma a la
Ley Orgánica que permitiera introducir cambios en los órganos colegiados de
gobierno para hacerlos más representativos en concordancia con la nueva
realidad universitaria y en el procedimiento de elección de las autoridades
personales, que sería sustituido por otro basado en el voto ponderado de los
distintos sectores de la comunidad universitaria en ellos representados. De esa
manera, en mi opinión, las autoridades colegiadas conservarían su función
electoral, pero quedaría suprimido el derecho de sus integrantes de emitir
libremente su voto en el momento de la elección del rector y se delegaría en
las autoridades colegiadas de las unidades académicas la elección bajo el mismo
sistema de la autoridad personal respectiva. En consecuencia, los integrantes
de los consejos quedarían sujetos al mandato que les hubieran conferido sus
respectivas comunidades académicas, mediante su voto personal, libre y secreto,
al término del periodo previsto en la legislación para efectuar la auscultación
del conjunto de la comunidad universitaria. El Consejo Universitario, en medio
de un agrio debate sofocado por los gritos enardecidos de los partidarios de la
primera de las opciones mencionadas, optó finalmente por aprobarla mientras las
llamas consumían el texto de mi propuesta, y mis opositores coreaban jubilosos
la consigna “¡Un universitario, un voto!,” bajo la mirada complaciente de
Enrique Condés Lara, padre de la criatura[12]. Las
consecuencias negativas de esta decisión pronto se dejaron sentir. En los años
siguientes a mi elección como rector bajo este procedimiento, en cada elección
de una autoridad personal, junto con el despliegue de costosas campañas, no
siempre financiadas con transparencia, hicieron su aparición cada vez con mayor
frecuencia e intensidad, los discursos demagógicos, la intimidación o los
métodos clientelares más burdos, tratando de obtener de esa manera, es decir, a
toda costa, el voto de los universitarios.
Al iniciarse la década de los años noventa
este modo de elección acentuó la división y las frecuentes confrontaciones
entre grupos universitarios de distinto signo ideológico. Paralelamente, las
desproporcionadas exigencias económicas de los trabajadores y sus dirigentes
sindicales, a sabiendas de la evidente incapacidad de las autoridades
universitarias para darles una respuesta satisfactoria, así como su negativa
para adecuar a lo previsto en las reformas al articulo 3° de la Constitución y
a la Ley Federal del Trabajo, todas aquellas cláusulas del Contrato Colectivo
que establecían mecanismos bilaterales para negociar asuntos de orden académico
y por último, su empecinamiento en desarrollar un conjunto de actividades que
por su naturaleza correspondía a la vida interna de la organización gremial, en
detrimento de la actividad académica y administrativa de las dependencias
universitarias, acabaron erosionando la imagen del sindicalismo universitario.
La conjunción de los aspectos ya señalados terminaron por fracturar el tejido
social y la convivencia democrática de los universitarios, contribuyeron a
exacerbar los ánimos y las pugnas entre distintos grupos políticos, facilitaron
la intervención del gobierno, primero subrepticia y más tarde abierta, en los
asuntos de la institución, y alimentaron el descrédito social de la misma. A la
larga las tensiones acumuladas desembocaron en un nuevo conflicto interno de
enormes proporciones que significó el principio del fin del la experiencia
democratizadora de la Universidad Autónomas de Puebla y el inicio de una etapa
de restauración del predominio de los gremios profesionales tradicionales, y la
imposición de un modelo sustentado en las políticas y programas derivados de la
orientación neoliberal seguida por el gobierno de la República, en el
transcurso de los últimos tres sexenios en materia de educación superior e
investigación científica. Pero esa es otra historia que seguramente habrá
oportunidad de comentar con ustedes en otra ocasión.
[1] Comparto el contenido que Galo Gómez Oyarzún le da a estos
términos, cuando señala que nuestras universidades latinoamericanas “....son
profesionalisantes desde el vista de su función en la sociedad y son de elite
desde el punto de vista de su servicio extremadamente reducido , que favorece
sólo a dos o tres jóvenes de cada cien en edad de concurrir a un
establecimiento de enseñanza superior; por lo general esos jóvenes provienes de
los sectores medios y acomodados que ya para ese entonces se han convertido en
la clase en el poder. Hablamos de una clase no tanto en el sentido económico-
burguesía empresarial y financiera, por ejemplo- sino en lo social, político y
sobre todo cultural, que se ha ido haciendo fuerte en la sociedad, que comparte
o controla el poder político, que ejerce una influencia significativa en el
campo de las ideas, y que tiene un creciente peso en el sistema de
instituciones culturales”: Galo Gómez Oyarzún, La Universidad a través del
tiempo. Universidad Iberoamericana, México, 1998 p.190
[2] Gustavo Cabrera y José Luis Lezama, “La explosión demográfica en
México (1930-1970)”: Diálogos/ Artes, Letras / Ciencias humanas. 125, El
Colegio de México. volumen 21, número 5- mayo de 1985 pp. 20-25
[3] Jaime Torres Bodet, “Perspectivas de la Educación”: México. 50
Años de Revolución, iv. La Cultura. Fondo de Cultura Económica, México, 1962,
p. 4.
[4] Jaime Castrejón Díez, La educación superior en México. Secretaría
de Educación Pública, México, 1976. p. 231
[5] Sergio Flores Suárez, nació en Gómez Palacio, Durango, el 8 de
febrero de 1937; falleció en la ciudad de Puebla el 10 de abril de 1983. Estudió
la educación primaria en la Escuela Oficial Bruno Martínez entre 1944 y 1950;
posteriormente cursó la enseñanza secundaria de 1950 a 1953 y la Preparatoria
de 1953 a 1955, ambas en el Instituto Industrial “18 de Marzo”. En 1956 se
trasladó a la ciudad de Puebla a fin de realizar sus estudios profesionales en
la Universidad Autónoma de Puebla, en donde ingresó a la carrera de químico
industrial en Escuela de Ciencias Químicas, en donde obtuvo el titulado
correspondiente el 5 de diciembre de 1965 habiendo presentado la Tesis:
Obtención de Cepas de Basillus Subtillis sometidas de distintas dosis
radiación. En la Escuela de Ciencias Físico Matemáticas obtuvo también la
licenciatura en Física el 18 de marzo de 1962, habiendo presentado la Tesis:
Espectrometría de la Radiación Beta. Su interés por continuar una carrera
académica lo llevo a realizar estudios de posgrado en la Facultad de Ciencias
Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde le fue
otorgado el grado de Maestro en Ciencias el 18 de octubre de 1968. En esta
ocasión presento la tesis: Solubilización de Fosfatos por Microorganismos del
Suelo Bacillus Subtellis y Megatherium utilizando Fósforo 32; en la misma
Facultad continuó sus estudios doctorales habiendo obtenido la candidatura
correspondiente el 27 de febrero de 1969. Estudios Complementarios:
Radioisótopos e Instrumentación Nuclear. UNAM. “CNEN” 1959. Radiomicrobiología,
en Buenos Aires, Argentina con una beca otorgada por la Comisión de Energía
Atómica de Argentina 1962; curso sobre “Física Atómica” Universidad Autónoma de
Puebla (1965). Prestó servicios profesionales en la Comisión. Nacional de
Energía Nuclear Físico “A” (1962-1965) y Físico “B” Comisión. Nacional de
Energía Nuclear 1961; en el Departamento de Radioisótopos del Instituto
Mexicano del Seguro Social 81963); fue responsable de la Bomba de Cobalto del
Hospital Universitario de Puebla. Fue catedrático de la Universidad Autónoma de
Puebla en la Escuela Ciencias Físico Matemáticas, donde impartió el curso de
Físico- Química (1963) y en la Escuela Ciencias Químicas en la que tuvo a su
cargo los siguientes cursos: Radioquímica (1963-1965); Microbiología Industrial
(1965-1966); Físico- Química II (1968-1969); en la Facultad de Ciencias
Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de México Físico-Química I
(1967-1969); Química II (1968-1969); en la Comisión Nacional de Energía Nuclear
Curso Básico del Manejo de Radioisótopos (1961-1965); Biosíntesis de Aplicación
Industrial (1970); Curso sobre enseñanza de la Biología Moderna UNA 1964; Curso
sobre Química I.M.S.S. 1970-1971; Curso sobre Radioquímica organizado por la
Sociedad de Radiología en la ciudad de México en 1963. Fue Consejero Técnico de
la Escuela Ciencias Químicas en dos ocasiones (1964-1966 y 1968-1970) y Director
de la misma dependencia de 1971a1972. Trabajos Publicados: Solubilisation Des
Phosphates Par Les Microorganismes Du So. Annales L'Istitut Pasteur Aout, 1963
Tome 105
[6] El denominado Comité Coordinador Permanente de la Ciudadanía
Poblana estuvo integrado por las personas y agrupaciones siguientes:
Presidente: Gerardo Pellico Agüeros, Presidente del Centro
Patronal de Puebla.
Vicepresidente: señor Francisco Bernat S., Presidente del Club de
Empresarios de Puebla.
Secretario: Ingeniero Ricardo Villa Escalera, Presidente de la
Asociación de Empresarios Textiles de Puebla y Tlaxcala.
Tesorero: señor Abelardo Sánchez G., Presidente de la Junta de
Mejoras de Puebla.
Vocal de Relaciones Públicas: Ingeniero Francisco Sánchez,
Presidente de la Cámara de Textil.
Prosecretario: señor José Luis Castillo, Presidente de la Cámara
de Comercio.
Protesorero: Ingeniero Eduardo García Suárez, Presidente de la
Cámara de Transformación.
Vocal de Relaciones Nacionales: Ingeniero Benito Leal Cuen,
Presidente de la Central de Servicios para el Desarrollo de la Comunidad Rural.
Vocal de Difusión: Arquitecto Javier Torres Leyva, Cámara de la
Construcción.
Consejeros: señor Rafael Taboada, Presidente de la Asociación
Nacional de Distribuidores de Automóviles.
Señor Franco Priante Altieri, Presidente de la Cámara de la
Industria Harinera.
Señor Ignacio Caso, Presidente de la Cámara de Propietarios.
Señor José María Suárez, Presidente de la Cámara Agrícola y
Ganadera.
Ingeniero Antonio Elízaga, Presidente del Colegio de Ingenieros de
Puebla.
Ingeniero Enrique Estrada C., Presidente de la Cámara Nacional de
la Industria de la Constitución.
Arquitecto Fernando García Limón, Presidente del Colegio de Arquitectos
de Puebla.
[7] Arturo Garmendia. Los sucesos del 1° de mayo en Puebla. Prólogo y
selección de.......Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1974.
[8] Olac Fuentes Molinar, Educación y política en México. Editorial
Nueva Imagen, México, 1984. pp. 169-170
[9] Luis Rivera Terrazas nació en Vacum, Sonora el 21 de diciembre de
1912 y murió en la ciudad de Puebla, el de 1991. Cursó la primaria (1921-1926)
y la secundaria (1927-1929) en la ciudad de México, y la enseñanza preparatoria
en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de
México (1930-1931). Posteriormente curso la carrera de ingeniero civil en el
Instituto Politécnico Nacional (1932-1936). Al término de sus estudios
profesionales su vocación magisterial y sus profundas convicciones sociales, lo
llevaron a desempeñarse como profesor en las Escuelas Secundarias Federales
para hijos de trabajadores dependiente de la Secretaría de Educación Pública en
Zamora, Michoacán (1937), en Ciudad Lerdo, Durango (1938 y 1940) y en el Distrito
Federal (1941-1943). En 1943, con motivo de su ingresó al Observatorio
Astrofísico Nacional de Tonanzintla (OANT), trasladó su residencia a la ciudad
de Puebla. Dos años más tarde viajó a los Estados Unidos de Norteamérica
durante los años de 1945 y 1947 con la finalidad de perfeccionar sus
conocimientos en el campo de la Astrofísica habiendo permanecido durante los
años de 1945 al de 1947, en el Observatorio de Yerkes de la Universidad de
Chicago. En 1951 es nombrado subdirector del OANT, cargo que desempeñó hasta su
jubilación en el año de 1974. Fue miembro de la Sociedad Astronómica Americana
(AAS), de la Unión Astronómica Internacional (IAU), de la Sociedad Matemática
Mexicana (SMM) y a la Sociedad Mexicana de Física (SMF).
[10] Un balance formulado en tono autocrítico de la lucha por la
reforma universitaria en este periodo puede encontrarse en: Luis Rivera
Terrazas, Recuento. Entrevista de Florencia Correas Vázquez. Universidad
Autónoma de Puebla, Puebla, 1989 73 pp.
[11] La tesis de Enrique Condés Lara para obtener la licenciatura en
Historia, publicada posteriormente en forma de libro por la editorial de la
Universidad Autónoma de Puebla, aun cuando contiene una visión interesada del
autor dada su partición en los acontecimientos que describe, ofrece sin embargo
un panorama de los principales episodios y de los personajes involucrados en la
lucha interna que en aquellos años se produjo en el seno del Partido Comunista
Mexicano: Enrique Condés Lara, Últimos años del Partido Comunista Mexicano,
1969-1981. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 2000. 252 pp.
[12] Debemos a Daniel Cazés Menache una amplia compilación documental
sobre la intensa polémica que se produjo en aquella coyuntura, acompañada de
una presentación en el que el propio Cazés realiza una interpretación del
contenido del debate y una cronología de los acontecimientos más relevantes que
lo rodean: Sucesión rectoral y crisis de la izquierda. La Universidad Autónoma
de Puebla en 1981. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1984 3 vol.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario