sábado, 16 de marzo de 2019

Experiencias del Movimiento de Reforma Universitaria Democrática en Puebla, 1970-1990


IN MEMORIAM



Alfonso Vélez Pliego (18 de diciembre de 1946 - 26 de julio de 2006).

Hace 72 años nació Alfonso Vélez Pliego. Para recordarlo presento un texto publicado en el año 2000 titulado “La Universidad Democrática, Crítica y Popular: Reflexiones sobre las experiencias del Movimiento de Reforma Universitaria Democrática en Puebla, 1970-1990”.

Este documento se integra a otros cuatro documentos:

Cinco documentos –a los que se irán agregando otros- del proyecto “Pensar para discutir la BUAP” que estamos impulsando desde este blog de “México el árbol de los mil frutos”.

Alfonso Vélez Pliego fue Secretario General de la UAP en 1972 y Rector por dos periodos: 1981 a 1984 y 1984 a 1987. Como rector fortaleció las áreas de investigación, favoreció la compra de inmuebles históricos para su rescate arquitectónico y convertirlos en recintos educativos y gestionó para que la UAP llevara el apelativo "Benemérita".

Como activista político fue fundador de diversas organizaciones y partidos políticos de izquierda en su estado natal como el Partido Comunista Mexicano (PCM).​ Por su interés en el patrimonio monumental poblano fue representante en Puebla del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos). Participó activamente en el Movimiento por la Reforma Universitaria de la UAP de 1961. Formó parte del grupo progresista de Los Carolinos, que enfrentó a sectores radicales de derecha afianzados en distintos sectores de la sociedad poblana, incluido el educativo.​ Durante el movimiento estudiantil de 1968, el 5 de septiembre se constituyó el Consejo Nacional de Huelga sección Puebla, siendo nombrado delegado, junto con Luis Ortega Morales y Federico López Huerta. Como parte de la Guerra sucia en México, desplegada por el Gobierno de México en los años setenta, una de las organizaciones atacadas fue el PCM, organización que bajo el liderazgo de Vélez Pliego en Puebla y Tlaxcala resistió diversas acciones represivas en su contra.

El texto se puede encontrar en https://www.ceiich.unam.mx/educacion/velez.htm

Alfonso Vélez Pliego, “La Universidad Democrática, Crítica y Popular: Reflexiones sobre las experiencias del Movimiento de Reforma Universitaria Democrática en Puebla, 1970-1990”. En Encuentro de especialistas en educación superior, Estado, universidad y sociedad: entre la globalización y la democratización, t. 1. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2000.

Contenido del artículo:
Introducción
El reto demográfico
El resurgimiento del Movimiento de Reforma Universitaria
La Universidad Democrática, Crítica y Popular
La reforma académica
La democratización del gobierno universitario

Introducción
 
La temática que me corresponde desarrollar en esta ocasión se refiere a algunas de las experiencias cursadas por la Universidad Autónoma de Puebla en la perspectiva de las luchas por su democratización. El periodo estudiado abarca tres décadas de la vida de la institución en las que la idea de reforma universitaria adquirió enorme relevancia entre los universitarios y de hecho orientó el desarrollo de los distintos aspectos de su vida institucional. No obstante que la ponencia comprende los procesos y acontecimientos universitarios más significativos que tuvieron lugar en la institución durante los años de 1961 a 1991, en ella se hace especial énfasis en lo ocurrido a raíz de la puesta en práctica, entre los años de 1970 y 1987, de un programa de Reforma Universitaria mejor conocido bajo la divisa de la “Universidad Democrática, Crítica y Popular.”

Durante los años sesenta en diversas universidades de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Japón, es decir de países capitalistas desarrollados, surgieron poderosos movimientos estudiantiles que pusieron en el tapete de la discusión la viabilidad y eficacia de las viejas estructuras institucionales para hacerle frente el incremento de la población escolar y a las crecientes manifestaciones de rebeldía de la juventud. Si bien es cierto que sería importante considerar estos acontecimientos en el momento de analizar lo ocurrido en algunas de las universidades de México, no está por demás señalar que las causas y el curso seguido por el movimiento universitario en varias de las universidades del país no pueden ser comprendidos en sus justas dimensiones si se les pretendiera explicar como un simple reflejo por imitación de las luchas desplegadas por los estudiantes de otras latitudes.

Para esclarecer las razones que originaron un ascenso y multiplicación de las luchas de los universitarios mexicanos y se hace necesario tener presente los acontecimientos y procesos que conforman el panorama de la educación superior a escala mundial, pero sobre todo es indispensable adentrarse en el contexto socioeconómico y político predominante en México y en general en América Latina. Esté enfoque no implica soslayar las repercusiones que en el curso de las luchas de los universitarios mexicanos pudieron haber tenido determinados planteamientos, reclamos o formas de lucha de los estudiantes de otros países. Estoy cierto que lo ocurrido en la universidad latinoamericana es resultado de los problemas y contradicciones presentes en nuestras sociedades, inmersas en un mundo bipolar, sujetas a los avatares de la “guerra fría” y agobiados por el crecimiento demográfico, la miseria, la opresión política, y convulsionadas por las confrontaciones escenificadas por distintos grupos sociales y políticos frente a la situación de subdesarrollo y dependencia, las múltiples crisis de distinto signo que vive la región durante el periodo estudiado.

A partir del año de 1961 y durante las tres décadas siguientes la Universidad Autónoma de Puebla se vio envuelta en una serie de movimientos y confrontaciones internas y externas que contribuyeron en forma decisiva a modificar su fisonomía e identidad institucionales que hasta ese momento reflejaban con fidelidad la pobreza de su vida intelectual y el atraso predominante en su entorno sociopolítico y cultural. Grosso modo se podría apuntar que la lucha de los universitarios en 1961 tuvo un carácter marcadamente ideológico, mientras que en los años de 1964 y de 1968 la misma tuvo, en lo fundamental, un carácter predominante político, puesto que en ambos casos la acción de los universitarios se orientó en a combatir la intolerancia y los métodos autoritarios del régimen político y a exigir de la autoridad el respeto al ejercicio de las libertades políticas de los ciudadanos.

Que si bien es cierto que en el transcurso de las dos décadas siguientes la movilización de los universitarios en lucha se afirma la vocación democrática y las tradiciones forjadas a partir de las experiencias acumuladas a lo largo de las luchas precedentes, también lo es que abarca una gama mucho más extensa de preocupaciones y problemas. La discusión y la acción de los universitarios incluye desde luego la problemática inherente la puesta en práctica de un conjunto de iniciativas que forman parte de una nueva fase del Movimiento de Reforma Universitaria, pero al mismo tiempo muestra el creciente interés que han adquirido entre los integrantes de los núcleos más dinámicos del movimiento universitario cuestiones tales como la militancia partidaria, la organización sindical de los trabajadores y profesores y la solidaridad con las luchas populares. Estos y otros muchos tópicos que centran la atención de los estudiantes, profesores y trabajadores le darán contenido a sus debates cotidianos, y a los numerosos foros, congresos, asambleas, tertulias y reuniones que caracterizan este periodo de la vida de la comunidad universitaria. Desde luego las constantes y prolongadas sesiones de los órganos colegiados de gobierno de la institución no escapan a esta dinámica y por ende sus deliberaciones y acuerdos, además de los asuntos universitarios de su competencia, incluyen el análisis y toma de posición de los universitarios, frente a acontecimientos de diversa naturaleza que son objeto de sus preocupaciones sociopolíticas y culturales.

En buena medida, y como resultado de este arduo y complejo proceso, al finalizar la década de los noventa’, la universidad había dejado de ser una institución tradicional, profesionalisante y elitista[1], ajena a los problemas sociales de su entorno, rezagada en sus modestos y limitados programas académicos, integrada por una pequeña comunidad mayoritariamente masculina y profundamente conservadora por lo que a la mentalidad predominante se refiere.

Desde luego que una revisión del acelerado crecimiento y de las transformaciones que se produjeron en la universidad poblana en el curso de las tres décadas que siguieron al inicio del Movimiento de Reforma Universitaria (MRU), en el mes de abril del año de 1961, debe atender a una complejo y variado espectro de fenómenos y acontecimientos de carácter académico, cultural, social y político que se encuentran vinculados entre sí. Empero en esta oportunidad sólo haré referencia en forma sintética a tres de ellos. En primer término analizaré brevemente las causas que condujeron a la modificación - al calor de la movilización de los universitarios de la política y los mecanismos de admisión de los estudiantes, y a la adopción de otras iniciativas que fueron puestas en práctica para hacerle frente a la creciente demanda de ingreso. A continuación haré mención de algunos aspectos de la transformación de su estructura académica, hasta entonces constreñida a la enseñanza preparatoria y a un número limitado de profesiones de corte liberal y, por último, abordaré la forma en que fueron modificados los mecanismos para la elección del rector y los directores de las dependencias académicas de la institución. Desde luego todos estos aspectos se encuentran estrechamente asociados a la noción de la reforma y democratización de la universidad, objeto de este Seminario.

El reto demográfico
 
En 1940 la población del país ascendía en números redondos a 20 millones de habitantes. La tasa de crecimiento medio anual de la población pasó de 2.7% entre 1940 y 1950, a 3.1% y 3.4% en las dos décadas siguientes, respectivamente. El acelerado crecimiento demográfico del país fue el resultado de una natalidad elevada (aproximadamente 45 nacimientos por cada mil habitantes) y de una mortalidad en descenso (de 25.6 en el periodo 1930-1934 a 9.4 defunciones por cada mil habitantes en 1970). La esperanza de vida pasó de 36.9 años en 1930 a 64 años en 1970[2].

Durante ese mismo lapso la situación económica del país mejoró notablemente. El producto interno bruto registró tasas de entre el 6 y 7% de crecimiento promedio anual. Empero la situación de la mayoría de los mexicanos no mejoró al mismo ritmo, el modelo de desarrollo trajo consigo una mayor concentración de la riqueza, la acentuación de los problemas de desempleo, de migración interna y externa, así como la ampliación de la brecha entre las necesidades y aspiraciones de la mayoría de la población en materia de salud, vivienda, alimentación y educación y la capacidad de respuesta del gobierno mexicano para enfrentarlas.

Al finalizar la década de los años cincuenta, no obstante las profundas transformaciones económicas y sociales que se habían producido en el país como consecuencia de las políticas seguidas por los gobiernos emanados de la Revolución de 1910, la situación imperante en la educación nacional reflejaba un enorme rezago. En el año de 1959, con base el las proposiciones de la Comisión Nacional, constituida para proponer soluciones a los problemas que enfrentaba la educación primaria y en especial los relativos a la baja escolaridad de la población infantil del grupo de edad correspondiente y a los altos índices de deserción- se acordó poner en marcha el Plan de Once Años, concebido como dos metas complementarias; ir aumentando en todas partes las oportunidades de inscripción en el primer grado para los niños que jamás asistieron a la escuela, y crear sucesivamente los grados superiores que aún faltan en la mayoría de las escuelas rurales de la República”[3]. El plan se planteó como objetivos intensificar la construcción de aulas, la formación de los profesores y el mejoramiento de la enseñanza. Como resultado de la ejecución del Plan de Once Años la población escolar inscrita en este nivel educativo pasó de 4 885 000 alumnos inscritos en la educación primaria en 1960 a 8 873 000. En las décadas siguientes este notable incremento repercutirá con fuerza en los niveles medio superior y superior. El crecimiento de este último nivel fue 10 mil estudiantes en 1940, pasó a más de 250 000 en 1970 y a más de 1 millón en 1980.

Al finalizar la década de los años sesenta se hizo evidente que las universidades públicas del país no estaban en condiciones de hacerle frente de manera eficiente y planificada al impacto que había traído consigo el acelerado proceso de expansión de la educación básica y media. El panorama que ofrecían las pocas universidades e instituciones de educación superior de carácter público, excepción hecha de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, reflejaba con fidelidad, a pesar de los esfuerzos aislados e incipientes de planeación en algunas universidades, la carencia de un proyecto de desarrollo de los niveles de enseñanza media superior y superior de alcances nacionales. Por si esto fuera poco, los diversos problemas que enfrentaban las universidades públicas del país se vieron agravados por la escasez de recursos económicos. Cabe recordar que durante la presidencia del licenciado Gustavo Díaz Ordáz las universidades públicas no obtuvieron incrementos significativos en los subsidios otorgados por el Gobierno Federal ni por sus respectivos gobiernos estatales. Además, sus relaciones con el titular del Poder Ejecutivo del Gobierno Federal se encontraban profundamente deterioradas a raíz del ascenso de las luchas estudiantiles que a lo largo de la década tuvieron lugar en diversos estados de la República y la que sacudió al país en 1968, dada la magnitud y el alcance nacional de sus movilizaciones y el carácter eminentemente político de sus demandas.

En el ciclo escolar 1970-1971 el universo de la educación superior del país comprendía 400 escuelas o facultades de educación superior o profesionales integradas en alguno de los tres subsistemas existentes: el de universidades públicas, el de tecnológicos y el de instituciones privadas, que en conjunto atendían a una población compuesta por 251, 054 estudiantes y atendida por 26 485 profesores, 2 339 de los cuales eran de tiempo completo, 1 378 de medio tiempo y el resto por asignatura.

Del total de los estudiantes, 68% se encontraba inscrito en el subsistema de universidades públicas, mientras que 18% y 14% restantes se encontraban matriculados en los subsistemas tecnológico y privado, respectivamente. Para ese mismo año las universidades estatales concentraban 91 697 alumnos, que representaban 36, 7 % de la matrícula nacional de nivel superior; la matrícula de la Universidad Nacional alcanzaba 72 952 alumnos, es decir 29.6 %, el Instituto Politécnico Nacional, los Institutos Tecnológicos regionales y otras pociones de este subsistema atendían a 50 217 alumnos que representaban 15.9 % y en las universidades e instituciones de educación superior privadas encontraban inscritos 34 188 alumnos, 14.9 % del total nacional[4]. Como resultado de las tendencias demográficas apuntadas la expansión de la demanda de estudios superiores en el país se dejó sentir con mayor fuerza en las capitales de las entidades federativas que para ese entonces concentraban a un mayor número de habitantes, habían alcanzado un mayor grado de desarrollo económico y social y poseían una más amplia infraestructura educativa en los niveles educativos preuniversitarios.

Tal es el caso de la ciudad de Puebla que, al finalizar la década de los sesenta, contaba con sólo dos instituciones de educación superior: la Universidad Autónoma de Puebla, de carácter público y la Universidad Femenina de Puebla, con estudios de bachillerato y profesionales incorporados a la UAP, de carácter privado. Al finalizar la década, con el reconocimiento de validez oficial de estudios otorgado por el gobierno del Estado, entrará en funcionamiento la Universidad de las Américas, también de carácter privado, ubicada en Cholula de Rivadavia, un municipio aledaño a la ciudad de Puebla, también conocido como San Pedro Cholula.

En la década siguiente, como consecuencia de la fehaciente incapacidad del sistema educativo nacional para enfrentar el enorme reto de dar respuesta satisfactoria a la demanda de los jóvenes y padres de familia que en número creciente a lo largo y a lo ancho del país reclamaban su ingreso al bachillerato o a los programas de educación profesional de carácter universitario o tecnológico,-que los criterios de planeación y las políticas educativas puestas en práctica tanto por el gobierno como por las universidades públicas autónomas se orientaron hacia la atención de la demanda social en estos niveles educativos.

El resurgimiento del Movimiento de Reforma Universitaria

En el año de 1970 el crecimiento acelerado de la población escolar, la penuria financiera por la que atraviesa la institución y la puesta en práctica por las autoridades universitarias de una política selectiva para enfrentar la creciente demanda de acceso a la institución, derivan en un nuevo conflicto que rompe el precario equilibrio de fuerzas existentes en la Universidad a raíz de la destitución, en 1968, del rector José Flavio Garibay Ávalos (1930- ).

No es casual entonces que durante los años setenta el resurgimiento del Movimiento de Reforma Universitaria se tradujera en una política de democratización de la matrícula universitaria, cuyos efectos se dejaron sentir en la expansión del nivel preparatorio y en la ampliación de la población escolar que se observa en la mayor parte de las escuelas profesionales.

El movimiento estudiantil disperso después del 68 tiende a reagruparse y a plantearse la lucha por nuevos objetivos. Uno de ellos fue crear con el apoyo de estudiantes y profesores, una nueva escuela preparatoria como respuesta al intento de las autoridades universitarias de mantener un rígido sistema de selección para hacerle frente a la creciente demanda de educación media superior y superior. La propuesta revitaliza al movimiento universitario que se encontraba sumergido en una crisis a raíz de la sangrienta represión de que fue objeto el movimiento de 1968.

En el curso del conflicto, y como consecuencia del mismo, se producen las renuncias de los integrantes de la Junta Administrativa que en sustitución del rectorado dirigía la universidad desde 1968. A partir de ese momento ocupan interinamente en forma sucesiva el rectorado, los abogados Ignacio Flores Rojas y Martín Carbajal Caro y a partir del mes de junio de 1972 el químico Sergio Flores Suárez (1937-1983)[5]. El 19 de septiembre de ese mismo año el Consejo Universitario nombra rector al Químico Flores para el periodo 1972-1975. En esta ocasión el nombramiento no recae en algún médico o abogado poblano de renombre sino en la persona de un profesor universitario originario de Gómez Palacio, Durango, que había cursado las carreras de física y química en la propia universidad. Tampoco se trata en esta oportunidad de un miembro del Partido Revolucionario Institucional o de un representante de los grupos conservadores, como lo habían sido hasta entonces la mayor parte de los rectores, sino de un militante del Partido Comunista Mexicano -forjado en las luchas del movimiento universitario democrático e identificado plenamente con sus aspiraciones y demandas, hecho excepcional no sólo en la historia de la universidad poblana sino en la del conjunto de las universidades mexicanas.

La trascendencia con que los universitarios perciben este acontecimiento se expresa en el discurso del estudiante de economía Miguel Ángel Burgos en la sesión del Consejo Universitario en la que tomó posesión del cargo de rector el maestro Flores Suárez:

“El acto de hoy no es como otros del pasado...(hoy)... recordamos el abril de 1961 y la invasión de Playa Girón. Los universitarios poblanos de aquella época levantaron su voz, y la reacción levantó el garrote para golpearlos, porque sabía que era el inicio de su derrota parcial, pero derrota al fin.”

“Esa pequeña, pero vigorosa chispa, que en esa ‚época no se distinguía en medio del humo del oportunismo y la traición, hoy se ha convertido en fuego. Jornadas duras, largas y sangrientas a lo largo de once años. Hoy han llegado a dar el resultado: la posibilidad de que la Universidad en su conjunto sirva a las causas del pueblo.”

“Por eso esta ocasión tiene características diametralmente opuestas a las del pasado. En aquellas hablaron las voces de la reacción, del capital, de la minoría privilegiada de la sociedad. Hoy en cambio -y no creemos exagerar al decirlo- hablan las voces de los oprimidos, de los explotados, de los parias y de los estudiantes revolucionarios.”

“Y aquí muchos se preguntarán por qué‚ nos adjudicamos esa voz: porque en el seno de la Universidad también se desarrolla la lucha de clases, y cualquier posición que tomemos estará  dentro de esa lucha de clases. Además estamos convencidos de que la muestra en la cátedra, en la manifestación, en la solidaridad, en una palabra, en la práctica, ha sido en favor de los explotados, de la clase obrera y de los campesinos.”

“Es esa práctica, la que nos ha llevado a combatir en lo interno a los oportunistas de todos los matices y en favor de una enseñanza científica, entendiendo por ésta no la especialización enajenante, sino la comprensión integral de la técnica y de los problemas sociales. Y en esa lucha nos hemos topado con los politicastros sutiles y con los pandilleros asesinos”.

“Pero no sólo hacia adentro hemos encauzado nuestros esfuerzos. También hemos marchado junto al pueblo en sus luchas, en su alegría y en sus lágrimas, porque ellos y nosotros -que somos los mismos- hemos pagado cuota de sangre. Están presentes aquí los mártires de Tlatelolco y del 10 de junio. Están presentes Marco Aurelio Aparicio, Leonardo Cerón, Marco Antonio Márquez Martínez, Eduardo Romano Soriano y nuestro inolvidable compañero Joel Arriaga Navarro. También están aquí presentes los presos políticos que hoy abarrotan las cárceles del país; por todo esto hoy es diferente a otras ocasiones.

“Por todas estas luchas, por todo los caídos y los privados de la libertad, nuestra responsabilidad es más grande. Venimos hoy no solamente a apoyar y depositar nuestra confianza en una persona determinada, sino a expresar nuestra decisión de seguir luchando y difundir nuestras concepciones y nuestro programa”.

“No es una persona a quien se confirma en un puesto, sino toda una corriente la que se consolida en un proceso de transformación; proceso que se apoyó en el ascenso de la lucha de las masas trabajadoras por sus propios problemas en particular y contra la explotación en general; es evidente que sin la alianza, aunque incipiente, con los trabajadores, este momento no sería posible; nunca antes habían fundido tan conscientemente sus intereses los estudiantes y el pueblo.”

“Pero aún falta mucho camino por recorrer, muchas luchas que dar y desgraciadamente mucha sangre que derramar, porque la primeras etapas del camino no terminan sino hasta que se elimine la explotación del hombre por el hombre...”

Ante la nueva situación política que vive la institución la respuesta de los grupos conservadores que actúan en forma coordinada desde la década de los años cincuenta, dentro y fuera de la universidad, no se hace esperar. Como en el pasado, la actuación de estos grupos pretende erradicar o someter cualquier inquietud transformadora recurriendo para ello al trillado discurso anticomunista, a la provocación, a la violencia verbal y física, a la par que reclaman de las autoridades gubernamentales la aplicación de sanciones para los dirigentes universitarios y el uso de la fuerza pública con el objetivo de frenar la movilización universitaria y popular. Por su parte, en este periodo, el movimiento de Reforma Universitaria se plantea avanzar en la transformación de la vieja universidad, sobre la base de propiciar la democratización del ingreso, la renovación de su vida académica y la modificación de los patrones autoritarios que regulan sus relaciones internas, tiende a reforzar sus vínculos con otros movimientos sociales presentes en el escenario político local y nacional, con la finalidad de hacerle frente con mayor eficacia a la embestida de las fuerzas conservadoras, pero también como una forma de darle concreción al compromiso de la universidad y de los universitarios con las luchas populares, que constituye un componente discursivo fundamental del movimiento universitario en ascenso.

Los vínculos con el movimiento popular se materializan al través de la participación de los universitarios en organismos como el Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular, que al poco tiempo de su creación se convierte en el principal centro de coordinación entre el movimiento universitario y distintos contingentes populares en lucha. En él participan, además de los Comités de Lucha, la Tendencia Democrática del SUTERM, el Movimiento Sindical Ferrocarrilero (MSF), el Consejo Local Ferrocarrilero (CLF), el Sindicato Independiente de Trabajadores de Volkswagen (SITVW), el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), diversas organizaciones de colonos, la Federación Estatal de la Central Campesina Independiente (CCI), así como otras organizaciones y grupos de trabajadores en lucha.

Después de un sinnúmero de incidentes -algunos de ellos de gravedad –y en medio de constantes proclamas anticomunistas exigiendo del gobierno del Estado la adopción de medidas represivas contra los universitarios, el gobernador Rafael Moreno Valle solicita licencia al Congreso del Estado para ausentarse de su cargo. Los diputados sin mayor discusión, después de aprobar la referida solicitud, designan como gobernador interino a Gonzalo Bautista O'Farril, quien fungía hasta ese momento como presidente municipal de Puebla.

Bautista O’Farril -hijo de Gonzalo Bautista Castillo, sucesor en 1940 del general Maximino Ávila Camacho al frente del gobierno del Estado-, conocía bien el medio universitario por haber realizado sus estudios profesionales de medicina en la propia universidad, y porque además se había desempeñado como rector de la misma, designación del gobernador Rafael Ávila Camacho, poco después de que la movilización de los estudiantes había hecho desistir al mandatario de su intención de militarizar a la institución.

La política que aplica Bautista O'Farrill desde el inicio de su gestión, en abierto contubernio con estudiantes y profesores universitarios de filiación anticomunista agrupados en el llamado “Bloque de Ciudad Universitaria” y con el apoyo de los más connotados personajes y organizaciones de la beligerante derecha poblana, trae consigo la agudización del conflicto con el movimiento universitario y popular y con las autoridades de la Universidad. Los trece meses de gobierno de Bautista O'Farrill hacen de Puebla un enorme campo de batalla. En medio de este clima de violencia extrema y de una bien orquestada campaña anticomunista, el 20 de julio es asesinado el director de la preparatoria nocturna “Benito Juárez”, Joel Arriaga Navarro, cuando se dirigía a su domicilio en compañía de su esposa Judith.

El 16 noviembre de 1972, en un manifiesto dirigido al Presidente de la República, al Gobernador del Estado de Puebla y a la Opinión Pública, un conjunto de agrupaciones constituidas en un Comité “en lucha permanente contra el comunismo y la subversión” publican un manifiesto en el que demandan del gobierno:

La derogación de la Ley Orgánica por “considerarla instrumento de la represión comunista”.
El desconocimiento “de las supuestas autoridades universitarias, por ser los directores y cómplices de los asesinatos, torturas, prostitución y drogas que imperan en el edificio Carolino”.
La desaparición de “los comités de lucha comunista y de la Preparatoria Popular”.
La “entrega de archivos a cada escuela de Ciudad Universitaria”.
La “restitución de los derechos escolares, no sólo de los últimos cuatro alumnos anticomunistas, sino de los cincuenta que expulsaron por el mismo motivo, hace varios meses, así como la restitución de los maestros y directores, también expulsados ilegalmente”.

En dicho documento los suscriptores del mismo “aplaudieron la actitud viril y enérgica de la Federación de Barrios y Colonias”, agrupación que unos días antes había amenazado con tomar “ a sangre y fuego” el edificio Carolino de la Universidad; asimismo, exigieron, que el Procurador General de Justicia, licenciado Raymundo Zamudio, “se defina y cumpla las órdenes que el señor Gobernador le dio en la manifestación anticomunista celebrada el pasado 18 de octubre”; por último, demandaron de los gobiernos estatal y federal “la retención del subsidio” otorgado a la universidad, por considerar a las “autoridades universitarias” como “ilegitimas” y amenazaron con suspender a partir del 25 de noviembre de ese año, “el pago de impuestos, tanto municipal, como estatal y federal, en caso de que “los comunistas” continuaran “usurpando” la universidad[6].

Al mes siguiente, la noche del 20 de diciembre es acribillado, a las puertas de su casa, Enrique Cabrera Barroso, uno de los principales líderes estudiantiles del Movimiento de Reforma Universitaria en 1961, quien se encontraba al frente del Departamento de Extensión Universitaria y Servicio Social. Empero la represión no logra su objetivo de intimidar y debilitar al movimiento universitario. Por el contrario, las acciones del gobierno y de los grupos ultraderechistas encuentran como respuesta cada día más amplia movilización de los universitarios de diversos núcleos populares y la más amplia solidaridad de las fuerzas democráticas y de los universitarios del país.

El agudo y prolongado conflicto que mantuvo en zozobra a la universidad por fin encuentra un cause para su solución, a raíz del ataque perpetrado el 1o. de mayo de 1973 al edificio Carolino de la Universidad, por efectivos policíacos de distintas corporaciones, que deja un saldo sangriento de cinco estudiantes muertos. El gobernador Bautista O'Farrill, presionado por la movilización universitaria y popular, por las severas críticas y la condena de la opinión pública nacional a su Gobierno y seguramente como consecuencia de la intervención del Gobierno Federa, se ve obligado a renunciar a su cargo, a pesar del descontento y las amenazas vertidas por la derecha para tratar de impedirlo[7].

A cambio de aceptar esta decisión la derecha obtiene dos concesiones importantes del gobierno del Estado, al frente del cual es nombrado el empresario radiofónico Guillermo Morales Blumenckron. La primera es la ejecución, el 23 de julio de 1973, de la orden de aprehensión girada en contra de Ramón Danzós Palomino, secretario general de la Central Campesina Independiente, organización que había encabezado en el transcurso de los meses anteriores la ocupación de decenas de latifundios en los Estados de Puebla y Tlaxcala, exigiendo la afectación de los mismos en beneficio de núcleos de campesinos sin tierra, y contando para ello con el apoyo solidario de grupos de estudiantes universitarios. El dirigente comunista permanecerá encarcelado durante más de un año en la cárcel municipal de Atlixco. La segunda es la promulgación de la Ley de Educación Media Superior y Superior. Este ordenamiento abroga la Ley, promulgada durante el gobierno del ingeniero Merino Fernández, fija condiciones más favorables para el amparo de este nuevo ordenamiento el gobierno de Morales Blumenckron otorga el reconocimiento de validez oficial a los estudios a la recién fundada Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. La nueva institución nace con el apoyo de grupos empresariales y profesionales de derecha, a iniciativa de un grupo de estudiantes y profesores provenientes en su mayoría de las escuelas de Arquitectura, y Administración de Empresas de la UAP, que hasta entonces habían sido los principales bastiones de las organizaciones universitarias de filiación anticomunista.

La nueva ley facilita la participación de los grupos empresariales en estos niveles educativos y, por ende, con el paso del tiempo favorecerá la multiplicación de las instituciones de enseñanza privada.

La Universidad Democrática, Crítica y Popular

En torno a la idea de una Reforma Universitaria que tuviera como objetivo fundamental hacer de la institución una “Universidad Democrática, Crítica y Popular”, se conformó una corriente universitaria que influyó de manera determinante en la conducción de la universidad hasta finales de los años ochenta, es decir durante los rectorados de Sergio Flores Suárez, Luis Rivera Terrazas y Alfonso Vélez Pliego. Los partidarios de esta corriente llamaron a los estudiantes y trabajadores universitarios a ocuparse en forma prioritaria y sin menoscabo de su filiación política partidaria o sindical, del diseño y construcción de un nuevo sistema interno y externo de relaciones universitarias y del desarrollo de un ambicioso programa de transformaciones académicas. Desde luego otras personalidades, agrupaciones políticas o corrientes de pensamiento presentes y actuantes en la vida universitaria, no compartían del todo esta visión “reformista” de la lucha universitaria. Las diferencias existentes con otras expresiones políticas de la izquierda universitaria estarán presentes a lo largo del proceso y tenderán a manifestarse en una lucha soterrada en periodos en que se considera necesario mantener la unidad para enfrentar al enemigo común en pugnas abiertas en determinados momentos virulentas, cuando las acciones de éste han cejado o han sido neutralizadas. La corriente “reformista” enfrentará por un lado a quienes, partiendo de una visión distinta de la situación política que vive el país y la región, sostienen que la principal tarea de los universitarios es hacer de la universidad un bastión de la lucha revolucionaria y, por otro, a quienes proclamándose partidarios del Socialismo y de la Reforma Universitaria, en realidad lo que desean es verla nuevamente subordinada al régimen político o simplemente buscan la satisfacción de determinados intereses o exigencias personales o de grupo, más allá de cualesquiera consideración discursivas de orden ideológico que enarbolan para el logro de sus propósitos.

El contenido del programa de Reforma Universitaria se finca en las bases y consideraciones siguientes:

La exigencia de respeto de las autoridades gubernamentales y de los grupos empresariales derechistas, a la autonomía de la universidad;
La puesta en práctica de una reforma académica
El reconocimiento pleno del derecho a la educación de quienes lo demandan, abatiendo así los antiguos criterios de selección para el ingreso a la universidad.
El reconocimiento de la desigualdad económica, social y cultural de los universitarios, que deriva en una modificación de las normas relativas a la permanencia del estudiante en la institución y a la formulación de una política institucional de asistencia social destinada a los alumnos de escasos recursos, que se traduce en exención de pagos, congelamiento de las cuotas de inscripción, servicio médico gratuito, en el establecimiento de librerías que otorgan descuentos en la adquisición de material bibliográfico a los alumnos y trabajadores y, a la creación de albergues estudiantiles y de comedores universitarios.
Una nueva relación pedagógica, más horizontal, que se propone erradicar las viejas prácticas autoritarias y arbitrarias del profesor con respecto al alumno y la cancelación de mecanismos de supervisión administrativa sobre el estudiante.
El reconocimiento del estudiante como sujeto activo del proceso educativo, superando con ello la noción que lo considera como un ser inferior, inmaduro o como sujeto pasivo de dicho proceso, acompañado de una revalorización de su papel en la toma de decisiones relativas a la gestión universitaria mediante su participación en los órganos colegiados de gobierno de la institución y en la elección de las autoridades personales de la misma.
La crisis de las viejas nociones del trabajo universitario académico y no académico, como resultado de la vertiginosa expansión de la planta de profesores y empleados administrativos derivada del dinámico crecimiento de la matrícula universitaria. Asimismo, el reconocimiento del trabajador universitario como sujeto de los derechos laborales consagrados en la Constitución General de la República.
El desarrollo de una oferta profesional y cultural orientada por una parte a la reestructuración o en su caso a la creación de nuevas opciones profesionales vinculadas a la “solución de los problemas populares” y, por otro, al fortalecimiento de la capacidad científica y tecnológica de la región y del país

La reforma académica
 
La lucha por la democratización de la universidad comprendió desde un principio y de manera prioritaria el impulso a diversas iniciativas académicas que posibilitaran la renovación de su vida académica y su incorporación al movimiento científico y cultural del país. Los éxitos alcanzados en este aspecto permitieron construir una imagen distinta a la que tenían otras instituciones en las que se escenificaban también procesos democratizadores.

Como resultado de esta política fueron creados nuevos planteles a nivel de la enseñanza preparatoria la escuela Popular Emiliano Zapata, la Alfonso Calderón Moreno, la Enrique Cabrera Barroso, la 2 de Octubre de 1968 y la General Lázaro Cárdenas del Río, en el municipio de Puebla, y las escuelas Simón Bolivar y Enrique Cabrera en los municipios de Atlixco y Tecamachalco, respectivamente. En el plano académico se reformaron el plan y los programas de estudios vigentes desde 1965, se implantó el ingreso semestral y se mejoraron las condiciones de trabajo mediante la expansión de la infraestructura física y la dotación de espacios, mobiliario y equipo a los diversos servicios de apoyo académico, y la ampliación y profesionalización de las plantas de profesores. Cabe destacar que uno de los criterios básicos seguidos en este último caso fue dar prioridad en la contratación a los estudiantes o graduados formados en las disciplinas académicas correspondientes a las cátedras vacantes o de nueva creación. Como resultado de esta política gradualmente fueron incorporados a la docencia numerosos jóvenes procedentes de las carreras de Física- Matemáticas, Economía, Filosofía, Historia, Letras y Psicología, que desplazaron a los médicos, abogados e ingenieros que tradicionalmente ocupaban las cátedras en este nivel educativo, lo cual implicó además de un cambio cualitativo en el proceso de enseñanza- aprendizaje, el nacimiento de una nueva hegemonía política sustentada en las expectativas e intereses de estos núcleos académicos emergentes.

En el nivel superior esta orientación se tradujo en la fundación de nuevas escuelas y opciones profesionales. Bajo el impulso reformador se fundaron, en el transcurso de las dos décadas siguientes, las Escuelas de medicina veterinaria y zootecnia, ingeniería agrohidráulica y biología y en escuelas ya existentes se crearon las carreras de Ingeniería, Topográfica, Electrónica, Computación, Matemáticas, Antropología social, y Enseñanza de lenguas extranjeras.

En otro orden de cosas, el Proyecto de Reforma Universitaria se manifestó también en los primeros esfuerzos sostenidos para estructurar espacios y programas académicos destinados ex profeso a posibilitar el desarrollo de la investigación científica, tecnológica y humanística, así como los estudios de posgrado.

A fin de organizar la investigación científica y teniendo como antecedente el Instituto de Biología “Dr. Enrique Beltrán”, se funda en 1972 el Instituto de Investigaciones Científicas que cambiará su denominación en 1974 por el de Instituto de Ciencias, en el cual, en un principio, quedan agrupados los departamentos de Meteorología, de Sismología y el de Antropología e Historia que hasta ese entonces tenían a su cargo las limitadas y modestas labores de investigación que se realizaban en la Institución. El ingeniero Luis Rivera Terrazas es nombrado como su primer director. Más tarde en el propio Instituto se crean otros departamentos como los Física del Estado Sólido, Semiconductores, Investigaciones Biomédicas, Edafología, Investigaciones Históricas del Movimiento Obrero, Investigaciones Históricas y Sociales, Investigaciones Filosóficas, y Ciencias del Lenguaje. Paralelamente en las escuelas también se hace presente la inquietud por desarrollar la investigación mediante iniciativas como la creación del Centro de Investigaciones Económicas en la Escuela de Economía. En el segundo lustro de esa misma década se aprueban los primeros programas de posgrado: la maestrías en Física del Estado Sólido en el ICUAP y en Metodología de las Ciencias en la Escuela de Filosofía y Letras, la cual poco tiempo después es transformada en una maestría en Ciencias Sociales. Asimismo, son creados los primeros programas de especialización médica en el Hospital Universitario.

La viabilidad de estos cambios e iniciativas se debe en buena medida a la puesta en marcha de un ambicioso programa de formación y superación de la planta académica que posibilitó la conformación, en un lapso de poco más de tres lustros, de un núcleo cada día más numeroso y prestigiado de docentes e investigadores de carrera con una sólida preparación en sus especialidades y con perspectivas claras del camino que tendrían que recorrer para lograr la transformación académica de la institución. Este proceso implicó también una renovación generacional de la planta académica y la elite política de la institución. Asimismo, es menester tomar en cuenta el impacto que tuvo la inserción de académicos nacidos y formados en otros lugares del país y del extranjero, y considerar de manera particular el arribo Puebla de un número importante de profesores y estudiantes chilenos, haitianos, nicaragüenses, guatemaltecos, salvadoreños, argentinos, que se vieron obligados a emigrar dada la situación política prevaleciente en sus respectivos países. Con el paso del tiempo la universidad empezó a cosechar los frutos de esta política. El creciente número de sus académicos con méritos ampliamente reconocidos por sus pares, permitió diversificar y elevar la calidad de sus programas académicos y sus aportaciones en la el terreno de la investigación científica, tecnológica y humanística. Asimismo, el prestigio de la institución se vio favorecido con el desarrollo exitoso de un ambicioso programa de conservación y acrecentamiento del patrimonio cultural de la institución; por su intensa actividad en el ámbito de la difusión de la cultura y las artes, en especial por su notable labor editorial y la publicación de revistas como Dialéctica, Crítica, Elementos, Morphe, Gambito y Elementos, las cuales, con excepción de las dos últimas, aún continúan apareciendo. También contribuyó de manera significativa Al logro de esta posición sobresaliente en el concierto de las universidades del interior del país, contribuyó también la participación de sus profesores, investigadores y estudiantes en un numero cada vez mayor de congresos, coloquios, seminarios y reuniones nacionales o internacionales de carácter académico o cultural o su organización y realización en los recintos de la propia universidad.

La democratización del gobierno universitario
 
La participación de los estudiantes, los trabajadores académicos y los administrativos y manuales, en la elección de las autoridades personales de las universidades públicas del país, a través de normas y procedimientos democráticos, se ha visto en extremo limitada debido al régimen jurídico predominante en la inmensa mayoría de las universidades públicas del país, que en la mayoría de los casos deposita esta atribución, siguiendo el ejemplo de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, en una Junta de Gobierno o en un órgano equivalente. Sobre esta cuestión hace ya algunos años Olac Fuentes Molinar escribió una certera reflexión en los siguientes términos:

“A la distancia, resulta claro que la solución jurídica adoptada correspondía a esa visión ideológica de la universidad, deliberadamente ciega o ingenua, que se empeña en creer que las instituciones de educación superior pueden ser lugares santos separados del influjo corruptor de las fuerzas e intereses políticos. De modo inevitable el esquema electoral condujo a resultados diferentes de los esperados: efectivamente, segregó la designación de autoridades de las manifestaciones públicas y directas de las fuerzas actuantes en la universidad, pero no se despolitizó el proceso, porque ello era imposible. Simplemente transfirió a un grupo de individuos necesariamente políticos la tarea de interpretar situaciones y conveniencias para que, desde sus propias posiciones, decidieran sobre el hombre adecuado para la Universidad. Lo que se evitó fue lo público, no lo político. Y al adoptar mecanismos secretos de comunicación, evaluación y acuerdo, se abrió una puerta para que la expresión legítima de fuerzas se convirtiera en “grilla”[8].

La democratización del gobierno universitario, -comprendiendo bajo este concepto, por una parte, los mecanismos de elección de las autoridades colegiales y personales y, por otra, la forma en que las mismas ejercen las atribuciones que la ley les confiere-fue también aspectos relevantes de la agenda de la Reforma Universitaria.

Conforme a la legislación universitaria que ha estado vigente en el país, existen hasta la fecha seis sistemas para el nombramiento del Rector de la Universidad: por el Consejo Universitario, por una Junta de Gobierno u órgano equivalente, por voto universal, directo, personal y secreto de los integrantes de la comunidad universitaria; por el Ejecutivo del Estado, de terna que le presenta el Consejo Universitario; por Consejo o Asamblea Universitarios, de terna que presenta el Ejecutivo del Estado, libremente por el Ejecutivo del Estado y por elección directa o ponderada al través del voto universal, secreto y directo de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad universitaria.

En Puebla, como consecuencia de una de las exigencias planteadas con mayor fuerza por el movimiento universitario en 1961, el Congreso del Estado al promulgar la ley Orgánica de 1963, suprime la figura del Consejo de Honor, denominación dada en la ley de 1956 a un órgano similar a las Junta de Gobierno de existente en las leyes orgánicas de otras instituciones, depositando la función electoral en el Consejo Universitario. Una década más tarde el propio Consejo, en sesión celebrada el 17 de julio de 1975, al aprobar la convocatoria para las elección del rector para el periodo 1975-1978, incluyó cambios y precisiones importantes que van a modificar el sistema electoral previsto en la Ley Orgánica y en los estatutos de 1963.

En primer término, a los requisitos que deben satisfacer los candidatos a ocupar la rectoría previstos en dichos ordenamientos, se agregó el de someter a la consideración de la comunidad universitaria un documento en el que a partir de su visión de la realidad universitaria y de la identificación de los principales problemas que afectan el buen desempeño de sus funciones, delineara una propuesta del programa y la estrategia que en su opinión resultarían adecuados para hacerles frente.

En segundo lugar se introducen modificaciones al procedimiento de elección del rector. En la primera fase del proceso, los aspirantes a la Rectoría tendrían que solicitar el registro de su candidatura ante la comisión electoral del Consejo Universitario, la cual tendría previa verificación del cumplimiento de los requisitos previstos en la legislación universitaria y procedería al registro del candidato. A partir de ese momento el candidato a rector quedaba facultado para desarrollar una campaña electoral en el conjunto de la Universidad.

Con posterioridad al término previsto en la convocatoria para la concluir las campañas, se iniciaría la segunda fase del proceso, a lo largo de la cual se realizaría la auscultación de los universitarios prevista en la ley orgánica. En este caso la novedad consistía en el mecanismo para llevar a cabo la mencionada auscultación que se realizaría convocando a asambleas a los distintos sectores universitarios, las cuales una vez reunidas recogerían el sentir mayoritario de sus integrantes respecto a los candidatos registrados, mediante votación directa. Los consejeros universitarios se convertirían así en mandatarios, es decir, en portadores de la voluntad de sus representados, evitando de esta manera que el Consejo Universitario adoptara como había sucedido con frecuencia en el pasado una decisión ajena o contraria a la voluntad mayoritaria de los estudiantes, profesores y trabajadores. Bajo este nuevo procedimiento fue electo para ocupar la rectoría, durante dos periodos consecutivos, el ingeniero Luis Rivera Terrazas, sin duda el personaje más representativo y relevante de los ideales y las luchas universitarias de este periodo[9].

El ingeniero Terrazas a lo largo de toda su vida fue un universitario comprometido con la lucha social y un militante de la izquierda comunista. Fue fundador en 1952 del Movimiento de la Paz en la ciudad de Puebla en donde promovió la Campaña Nacional de Recolección de firmas en contra de la Guerra y por el fortalecimiento de la paz. Asistió como delegado a los Congresos Mundiales de la Paz celebrados en Pekín, China en octubre 1952; en Viena, Austria 1954 y en Sofía, Bulgaria, en 1974. Siendo joven aún se adhirió a las filas del Partido Comunista Mexicano; militó también en el Partido Socialista Unificado de México, quien lo postuló como su candidato al gobierno del Estado de Puebla, en el año de ¿198? Posteriormente ingresó al Partido Mexicano Socialista y más tarde al Partido de la Revolución Democrática.

En 1980, en vísperas de concluir el segundo periodo rectoral del ingeniero Rivera Terrazas[10] y en el contexto de la lucha interna que ya para ese entonces se recrudecía en el seno del Partido Comunista, en la perspectiva de la realización de su XX Congreso Nacional, a realizarse en el mes de noviembre de 1981, un grupo de estudiantes, profesores y trabajadores miembros de una de las fracciones del seccional universitario del PCM, plantearon la necesidad de modificar el procedimiento para la elección del rector. La acción de este grupo, que en Puebla tenía como cabezas visibles al secretario general del Comité Estatal del PCM en la entidad, Luis Ortega Morales y a Enrique Condés Lara, formaba parte de la estrategia seguida a nivel nacional por la corriente conocida como los “Renos”, que dirigían, entre otros, Enrique Semo Calev, Rodolfo Echeverría, Jorge Castañeda y Roberto Borja, en la perspectiva de acumular suficientes fuerzas para derrotar en el Congreso a la corriente de los llamados “Dinos”, agrupada en torno al secretario general del Comité Central, Arnoldo Martínez Verdugo[11]. Mientras tanto otros universitarios, -entre quiénes nos encontrábamos también algunos miembros del Partido Comunista-en principio con el planteamiento de reformar las normas y procedimientos establecidos para la elección de las autoridades personales de la institución, no compartíamos, ni el mecanismo propuesto, ni el método utilizado para implantarlo. Se trataba de promover ante el consejo universitario la aprobación de una resolución inmediata para implantar de facto y sin que mediara una discusión previa del conjunto de la comunidad universitaria, el voto universal, directo y secreto como el nuevo mecanismo de elección de las autoridades personales. Y así se hizo. En la sesión del Consejo Universitario citada para abordar la multicitada propuesta, planté como alternativa promover ante el Congreso del Estado una reforma a la Ley Orgánica que permitiera introducir cambios en los órganos colegiados de gobierno para hacerlos más representativos en concordancia con la nueva realidad universitaria y en el procedimiento de elección de las autoridades personales, que sería sustituido por otro basado en el voto ponderado de los distintos sectores de la comunidad universitaria en ellos representados. De esa manera, en mi opinión, las autoridades colegiadas conservarían su función electoral, pero quedaría suprimido el derecho de sus integrantes de emitir libremente su voto en el momento de la elección del rector y se delegaría en las autoridades colegiadas de las unidades académicas la elección bajo el mismo sistema de la autoridad personal respectiva. En consecuencia, los integrantes de los consejos quedarían sujetos al mandato que les hubieran conferido sus respectivas comunidades académicas, mediante su voto personal, libre y secreto, al término del periodo previsto en la legislación para efectuar la auscultación del conjunto de la comunidad universitaria. El Consejo Universitario, en medio de un agrio debate sofocado por los gritos enardecidos de los partidarios de la primera de las opciones mencionadas, optó finalmente por aprobarla mientras las llamas consumían el texto de mi propuesta, y mis opositores coreaban jubilosos la consigna “¡Un universitario, un voto!,” bajo la mirada complaciente de Enrique Condés Lara, padre de la criatura[12]. Las consecuencias negativas de esta decisión pronto se dejaron sentir. En los años siguientes a mi elección como rector bajo este procedimiento, en cada elección de una autoridad personal, junto con el despliegue de costosas campañas, no siempre financiadas con transparencia, hicieron su aparición cada vez con mayor frecuencia e intensidad, los discursos demagógicos, la intimidación o los métodos clientelares más burdos, tratando de obtener de esa manera, es decir, a toda costa, el voto de los universitarios.

Al iniciarse la década de los años noventa este modo de elección acentuó la división y las frecuentes confrontaciones entre grupos universitarios de distinto signo ideológico. Paralelamente, las desproporcionadas exigencias económicas de los trabajadores y sus dirigentes sindicales, a sabiendas de la evidente incapacidad de las autoridades universitarias para darles una respuesta satisfactoria, así como su negativa para adecuar a lo previsto en las reformas al articulo 3° de la Constitución y a la Ley Federal del Trabajo, todas aquellas cláusulas del Contrato Colectivo que establecían mecanismos bilaterales para negociar asuntos de orden académico y por último, su empecinamiento en desarrollar un conjunto de actividades que por su naturaleza correspondía a la vida interna de la organización gremial, en detrimento de la actividad académica y administrativa de las dependencias universitarias, acabaron erosionando la imagen del sindicalismo universitario. La conjunción de los aspectos ya señalados terminaron por fracturar el tejido social y la convivencia democrática de los universitarios, contribuyeron a exacerbar los ánimos y las pugnas entre distintos grupos políticos, facilitaron la intervención del gobierno, primero subrepticia y más tarde abierta, en los asuntos de la institución, y alimentaron el descrédito social de la misma. A la larga las tensiones acumuladas desembocaron en un nuevo conflicto interno de enormes proporciones que significó el principio del fin del la experiencia democratizadora de la Universidad Autónomas de Puebla y el inicio de una etapa de restauración del predominio de los gremios profesionales tradicionales, y la imposición de un modelo sustentado en las políticas y programas derivados de la orientación neoliberal seguida por el gobierno de la República, en el transcurso de los últimos tres sexenios en materia de educación superior e investigación científica. Pero esa es otra historia que seguramente habrá oportunidad de comentar con ustedes en otra ocasión.


[1] Comparto el contenido que Galo Gómez Oyarzún le da a estos términos, cuando señala que nuestras universidades latinoamericanas “....son profesionalisantes desde el vista de su función en la sociedad y son de elite desde el punto de vista de su servicio extremadamente reducido , que favorece sólo a dos o tres jóvenes de cada cien en edad de concurrir a un establecimiento de enseñanza superior; por lo general esos jóvenes provienes de los sectores medios y acomodados que ya para ese entonces se han convertido en la clase en el poder. Hablamos de una clase no tanto en el sentido económico- burguesía empresarial y financiera, por ejemplo- sino en lo social, político y sobre todo cultural, que se ha ido haciendo fuerte en la sociedad, que comparte o controla el poder político, que ejerce una influencia significativa en el campo de las ideas, y que tiene un creciente peso en el sistema de instituciones culturales”: Galo Gómez Oyarzún, La Universidad a través del tiempo. Universidad Iberoamericana, México, 1998 p.190
[2] Gustavo Cabrera y José Luis Lezama, “La explosión demográfica en México (1930-1970)”: Diálogos/ Artes, Letras / Ciencias humanas. 125, El Colegio de México. volumen 21, número 5- mayo de 1985 pp. 20-25
[3] Jaime Torres Bodet, “Perspectivas de la Educación”: México. 50 Años de Revolución, iv. La Cultura. Fondo de Cultura Económica, México, 1962, p. 4.
[4] Jaime Castrejón Díez, La educación superior en México. Secretaría de Educación Pública, México, 1976. p. 231
[5] Sergio Flores Suárez, nació en Gómez Palacio, Durango, el 8 de febrero de 1937; falleció en la ciudad de Puebla el 10 de abril de 1983. Estudió la educación primaria en la Escuela Oficial Bruno Martínez entre 1944 y 1950; posteriormente cursó la enseñanza secundaria de 1950 a 1953 y la Preparatoria de 1953 a 1955, ambas en el Instituto Industrial “18 de Marzo”. En 1956 se trasladó a la ciudad de Puebla a fin de realizar sus estudios profesionales en la Universidad Autónoma de Puebla, en donde ingresó a la carrera de químico industrial en Escuela de Ciencias Químicas, en donde obtuvo el titulado correspondiente el 5 de diciembre de 1965 habiendo presentado la Tesis: Obtención de Cepas de Basillus Subtillis sometidas de distintas dosis radiación. En la Escuela de Ciencias Físico Matemáticas obtuvo también la licenciatura en Física el 18 de marzo de 1962, habiendo presentado la Tesis: Espectrometría de la Radiación Beta. Su interés por continuar una carrera académica lo llevo a realizar estudios de posgrado en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde le fue otorgado el grado de Maestro en Ciencias el 18 de octubre de 1968. En esta ocasión presento la tesis: Solubilización de Fosfatos por Microorganismos del Suelo Bacillus Subtellis y Megatherium utilizando Fósforo 32; en la misma Facultad continuó sus estudios doctorales habiendo obtenido la candidatura correspondiente el 27 de febrero de 1969. Estudios Complementarios: Radioisótopos e Instrumentación Nuclear. UNAM. “CNEN” 1959. Radiomicrobiología, en Buenos Aires, Argentina con una beca otorgada por la Comisión de Energía Atómica de Argentina 1962; curso sobre “Física Atómica” Universidad Autónoma de Puebla (1965). Prestó servicios profesionales en la Comisión. Nacional de Energía Nuclear Físico “A” (1962-1965) y Físico “B” Comisión. Nacional de Energía Nuclear 1961; en el Departamento de Radioisótopos del Instituto Mexicano del Seguro Social 81963); fue responsable de la Bomba de Cobalto del Hospital Universitario de Puebla. Fue catedrático de la Universidad Autónoma de Puebla en la Escuela Ciencias Físico Matemáticas, donde impartió el curso de Físico- Química (1963) y en la Escuela Ciencias Químicas en la que tuvo a su cargo los siguientes cursos: Radioquímica (1963-1965); Microbiología Industrial (1965-1966); Físico- Química II (1968-1969); en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional Autónoma de México Físico-Química I (1967-1969); Química II (1968-1969); en la Comisión Nacional de Energía Nuclear Curso Básico del Manejo de Radioisótopos (1961-1965); Biosíntesis de Aplicación Industrial (1970); Curso sobre enseñanza de la Biología Moderna UNA 1964; Curso sobre Química I.M.S.S. 1970-1971; Curso sobre Radioquímica organizado por la Sociedad de Radiología en la ciudad de México en 1963. Fue Consejero Técnico de la Escuela Ciencias Químicas en dos ocasiones (1964-1966 y 1968-1970) y Director de la misma dependencia de 1971a1972. Trabajos Publicados: Solubilisation Des Phosphates Par Les Microorganismes Du So. Annales L'Istitut Pasteur Aout, 1963 Tome 105
[6] El denominado Comité Coordinador Permanente de la Ciudadanía Poblana estuvo integrado por las personas y agrupaciones siguientes:
Presidente: Gerardo Pellico Agüeros, Presidente del Centro Patronal de Puebla.
Vicepresidente: señor Francisco Bernat S., Presidente del Club de Empresarios de Puebla.
Secretario: Ingeniero Ricardo Villa Escalera, Presidente de la Asociación de Empresarios Textiles de Puebla y Tlaxcala.
Tesorero: señor Abelardo Sánchez G., Presidente de la Junta de Mejoras de Puebla.
Vocal de Relaciones Públicas: Ingeniero Francisco Sánchez, Presidente de la Cámara de Textil.
Prosecretario: señor José Luis Castillo, Presidente de la Cámara de Comercio.
Protesorero: Ingeniero Eduardo García Suárez, Presidente de la Cámara de Transformación.
Vocal de Relaciones Nacionales: Ingeniero Benito Leal Cuen, Presidente de la Central de Servicios para el Desarrollo de la Comunidad Rural.
Vocal de Difusión: Arquitecto Javier Torres Leyva, Cámara de la Construcción.
Consejeros: señor Rafael Taboada, Presidente de la Asociación Nacional de Distribuidores de Automóviles.
Señor Franco Priante Altieri, Presidente de la Cámara de la Industria Harinera.
Señor Ignacio Caso, Presidente de la Cámara de Propietarios.
Señor José María Suárez, Presidente de la Cámara Agrícola y Ganadera.
Ingeniero Antonio Elízaga, Presidente del Colegio de Ingenieros de Puebla.
Ingeniero Enrique Estrada C., Presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Constitución.
Arquitecto Fernando García Limón, Presidente del Colegio de Arquitectos de Puebla.
[7] Arturo Garmendia. Los sucesos del 1° de mayo en Puebla. Prólogo y selección de.......Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1974.
[8] Olac Fuentes Molinar, Educación y política en México. Editorial Nueva Imagen, México, 1984. pp. 169-170
[9] Luis Rivera Terrazas nació en Vacum, Sonora el 21 de diciembre de 1912 y murió en la ciudad de Puebla, el de 1991. Cursó la primaria (1921-1926) y la secundaria (1927-1929) en la ciudad de México, y la enseñanza preparatoria en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (1930-1931). Posteriormente curso la carrera de ingeniero civil en el Instituto Politécnico Nacional (1932-1936). Al término de sus estudios profesionales su vocación magisterial y sus profundas convicciones sociales, lo llevaron a desempeñarse como profesor en las Escuelas Secundarias Federales para hijos de trabajadores dependiente de la Secretaría de Educación Pública en Zamora, Michoacán (1937), en Ciudad Lerdo, Durango (1938 y 1940) y en el Distrito Federal (1941-1943). En 1943, con motivo de su ingresó al Observatorio Astrofísico Nacional de Tonanzintla (OANT), trasladó su residencia a la ciudad de Puebla. Dos años más tarde viajó a los Estados Unidos de Norteamérica durante los años de 1945 y 1947 con la finalidad de perfeccionar sus conocimientos en el campo de la Astrofísica habiendo permanecido durante los años de 1945 al de 1947, en el Observatorio de Yerkes de la Universidad de Chicago. En 1951 es nombrado subdirector del OANT, cargo que desempeñó hasta su jubilación en el año de 1974. Fue miembro de la Sociedad Astronómica Americana (AAS), de la Unión Astronómica Internacional (IAU), de la Sociedad Matemática Mexicana (SMM) y a la Sociedad Mexicana de Física (SMF).
[10] Un balance formulado en tono autocrítico de la lucha por la reforma universitaria en este periodo puede encontrarse en: Luis Rivera Terrazas, Recuento. Entrevista de Florencia Correas Vázquez. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1989 73 pp.
[11] La tesis de Enrique Condés Lara para obtener la licenciatura en Historia, publicada posteriormente en forma de libro por la editorial de la Universidad Autónoma de Puebla, aun cuando contiene una visión interesada del autor dada su partición en los acontecimientos que describe, ofrece sin embargo un panorama de los principales episodios y de los personajes involucrados en la lucha interna que en aquellos años se produjo en el seno del Partido Comunista Mexicano: Enrique Condés Lara, Últimos años del Partido Comunista Mexicano, 1969-1981. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 2000. 252 pp.
[12] Debemos a Daniel Cazés Menache una amplia compilación documental sobre la intensa polémica que se produjo en aquella coyuntura, acompañada de una presentación en el que el propio Cazés realiza una interpretación del contenido del debate y una cronología de los acontecimientos más relevantes que lo rodean: Sucesión rectoral y crisis de la izquierda. La Universidad Autónoma de Puebla en 1981. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1984 3 vol.

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