El Massey Hall de
Toronto y
el mejor concierto
de jazz de la historia
De una caótica actuación surgió «Jazz at Massey Hall», uno de los
mejores discos en directo de la historia del jazz. Fue un legendario concierto
de jazz acontecido en el Massey
Hall de Toronto, Canadá el 15 de mayo de 1953. Se
realizó con un quinteto formado por: Dizzy Gillespie,
trompeta; Charlie Parker, saxofón alto; Bud Powell,
piano; Charles Mingus, bajo y Max Roach, batería.
Una imagen del exterior del Massey Hall a principios de la década de
los 70. Foto: City of Toronto Archives
Cartel del concierto celebrado el 15 de mayo de 1953 en Toronto.
Era una noche predestinada a ser un desastre pero acabó siendo un momento donde se conjuntaron el talento, la técnica y la improvisación para construir un acontecimiento mágico único e irrepetible.
El espectáculo reunió a las estrellas del nuevo jazz: el Bebop había revolucionado los esquemas del jazz clásico y había permitido impulsar la carrera de grandes músicos gracias a los solos y las improvisaciones. Ya no era tanto una música de conjunto como un conjunto de músicos combinando sus destrezas sobre una armonía. Todo era una vibrante y gloriosa anarquía sonora.
La reunión única de los fundadores del bebop se encontró con una competencia inesperada: la pelea por el mundial del peso completo entre el mítico Rocky Marciano y Jersey Joe Walcott en Chicago. El mismo día y a la misma hora. Los miembros de The New Jazz Society de Toronto, organizadora del concierto, no daban crédito. Tanta mala suerte solo podía acabar en debacle.
El boxeo era en aquellos años uno de los deportes más seguidos en Norteamérica y el jazz, que estaba viviendo un nuevo renacer gracias a tipos como Parker, Gillespie o Mingus, apenas podía aspirar a competir en igualdad de condiciones. El box afectó fatídicamente a la asistencia. El concierto fue un fracaso económico, solo se vendieron 700 de las 2.500 entradas disponibles.
Entre las muchas anécdotas que se recuerdan de la noche de Toronto hay una que hace innecesaria cualquier otra explicación: el mismo Dizzy Gillespie se ausentó del escenario en varias ocasiones para informarse entre bastidores de la evolución del combate entre Marciano y Walcott. Gillespie no fue el único que parecía tener la cabeza en otro lugar. Bud Powell acababa de salir del sanatorio mental de Creedmore y actuó completamente borracho. Charlie Parker (que aparece en la portada original del álbum como «Charlie Chan» porque estaba obligado por un contrato de grabación con Mercury Records) llegó tarde y tocó un saxo alto de plástico adquirido en el último minuto en una tienda de Toronto porque había vendido su instrumento para comprar heroína. En el descanso cruzó al bar de enfrente, el Silver Rail, para beber dos copas de whisky.
En 1953 Parker, de 33 años, estaba sumido en una espiral autodestructiva de drogas y alcohol. Dos años antes había perdido su licencia de cabaret en Nueva York, lo que le complicaba las cosas para actuar en los clubes de su país. Esa fue una de las razones por las que el 15 de mayo de 1953 reunió a sus amigos en Toronto. Los críticos suelen coincidir en que esta fue la última vez en la que Bird (su apodo más popular) estuvo a la altura de su talento, la última vez que la inspiración le vino a visitar en el escenario. Moriría apenas dos años después.
El propio Charles Mingus decidió grabar el concierto y publicarlo después, tras un pequeño trabajo de edición, en el sello que había fundado el año anterior con Max Roach, Debut Records. Mingus tuvo que regrabar la parte de su bajo porque el sonido original fue registrado pésimamente. Si al contrabajista no se le hubiera ocurrido encender el magnetofón aquella noche, ese momento inmortal se hubiera perdido para siempre y con él la materia de su leyenda. Una grabación imprevista y un disco legendario.
Pese a todas las limitaciones técnicas, las imperfecciones en el sonido y los desajustes, Quintet’s Jazz at Massey Hall se convirtió en una de las mejores grabaciones de jazz en vivo de la historia.
El quinteto se dejó arrastrar por la influencia hipnótica de un Parker tocado esa noche por los ángeles. Desde el primer acorde de “Perdido”, el standard compuesto por el trombonista puertorriqueño Juan Tizol Martínez con el que abrieron la velada, la magia fluyó en el escenario del Massey Hall de una manera tan intensa que parece que esos cinco músicos habían tocado toda la vida juntos. Pero, en realidad, era la primera vez que lo hacían. Y la última.
Aquello que había comenzado con trazas de tragicomedia acabó, como no podía ser de otra forma, como el rosario de la aurora. Dick Wattam, el promotor del concierto, amenazó a los músicos con no pagarles lo acordado tras el fracaso de taquilla y su indecoroso comportamiento. Esa fue una razón de peso para que Mingus decidiera editar meses después el disco. Estaba harto de que a los músicos de jazz, en especial a los músicos negros, se les negara con irritante frecuencia lo pactado.
El crítico del Globe and Mail, Robert Fulford, escribió al día siguiente un artículo implacable en el que criticaba desde la actitud poco profesional de los músicos hasta su manera de vestir. Se olvidó de lo esencial, de lo que había sonado. Para que la música interpretada en Toronto por ese quinteto irrepetible adquiriera la condición de leyenda tuvo que pasar un tiempo. Suele pasar con todos los grandes clásicos, no importa el género.
El poeta afroamericano y crítico musical, A.B. Spellman, señaló hace unos años en una tertulia en NPR que: “no sé cuál podría ser el mejor concierto de jazz, pero este es ciertamente un concierto de jazz que fue histórico. Estos músicos no habían tocado juntos nunca. De hecho, no creo que los cinco hayan grabado alguna vez juntos. Esto los reunió a todos, los gigantes del bebop”.
La revista “Todo Jazz” destaca que todos los músicos se dedicaron a tocar “unos solos absolutamente espléndidos. Charlie Parker suena como si tocara un saxofón de oro. Bud Powell toca con la mayor de las concentraciones. Dizzy Gillespie está inmenso, los mismo que Max Roach y Charles Mingus”.
A.B. Spellman afirma que Quintet’s Jazz at Massey Hall debe ocupar un lugar en la discoteca de cualquier aficionado a la música: “no solo son Charlie Parker y Dizzy Gillespie, sino también Bud Powell, Max Roach y Charlie Mingus. Mingus y Max Roach grabaron accidentalmente este concierto que, pese a todo, ofrece un conjunto fabuloso, fabuloso”.
A continuación, la legendaria grabación.
I̲m̲m̲o̲r̲t̲a̲l̲ ̲C̲o̲n̲c̲e̲r̲t̲s̲, Toronto, Massey Hall, ̲May 15̲, 1953
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