viernes, 3 de marzo de 2023

Liberal o conservador: un problema conceptual

Liberal o conservador: un problema conceptual

José Antonio Robledo y Meza

 

Tres son los usos que llaman la atención de los argumentos historiográficos en torno a la dicotomía liberal-conservador durante el siglo decimonónico mexicano: el conceptual, el empírico y el pragmático. En esta ocasión se trata de analizar conceptualmente los términos "conservador" y "liberal" utilizados recurrentemente como contradictorios y que ha intentado construir, generalizando simplistamente, los procesos políticos del México del siglo XIX.

Dos son las cuestiones que deben resolverse. Una de ellas apunta al significado descriptivo (o denotativo) de los términos "conservador" y "liberal". En otras palabras, es la pregunta que tiene que resolverse al advertir los significados históricos que identificaron y distinguieron a los actores políticos involucrados. ¿Qué tenían, de acuerdo a los actores políticos decimonónicos, las posturas políticas para ser reconocidas como diferentes? Esto es importante ya que la existencia de las diferentes posturas políticas mexicanas ha dependido de las ideas que se han tenido de ellas.

La otra pregunta tiene que ver con el significado normativo (o persuasivo) de los términos políticos como algo universalmente distinto a otras corrientes políticas y que se utilizaron en el México del siglo XIX. Por ejemplo, ¿Qué hace de esas otras corrientes -centralismo, monarquismo, catolicismo- parte de la historia del conservadurismo sin adjetivo? Las definiciones denotativas y persuasivas han sido y son importantes porque son las causantes de la imagen que se ha tenido y nos hemos formado de las corrientes políticas mexicanas.

El problema conceptual

"Conservador" y "liberal" son dos términos que se han empleado sobre el México decimonónico como antitéticos tanto semántica como históricamente. Se han empleado para designar el contraste de ideologías y movimientos políticos en que está dividido el universo del pensamiento y acciones políticas mexicanas. De esta manera se cae en el absurdo de situar entre liberales o conservadores a posturas tan disímbolas como borbonistas e iturbidistas -ambas monarquistas-, escoceses y yorkinos -ambas masónicas pero no monarquistas-, hombres de progreso y hombres de bien -que fueron tanto monarquistas como republicanos-, federalistas y centralistas, etc.

Limitar las posiciones políticas como, o liberales o conservadoras, es sencillamente falso ya que ni son recíprocamente exclusivos ni conjuntamente exhaustivos. En el primer sentido encontramos posturas que se autocalifican como liberal-conservadoras (ej. Justo Sierra) y en el segundo posturas que se consideran distintas a la opción planteada (ej. tradicionalistas, progresistas, etc.) Muchos declararon su progresismo al oponerse a los movimientos promonárquicos y favorecedores de la opción republicana con plena conciencia de que provenía de la tradición cristiana. Este tradicionalismo se repite en la defensa del principio laico como parte constituyente del nuevo estado mexicano y las declaraciones reiteradas de amor a las leyes y al constitucionalismo.

Históricamente localizamos posturas opuestas como las siguientes: borbonistas-iturbidistas, escoceses-yorkinos, hombres de progreso-hombres de bien, federalistas-centralistas, etc. Y junto con estas posturas encontramos posturas que intentaron conciliar y, por lo tanto, crear una tercera opción, produciendo con ello una tríada. Frente a posturas consideradas extremas se alzaron voces moderadas.

Las diferencias entre extremismo-moderación tienen poco que ver con la naturaleza de las ideas. Más bien tienen que ver con las diversas estrategias para hacerlas valer en la práctica. La moderación tiende a la democracia y al cambio gradual y evolutivo; los extremos se caracterizan por cambios catastróficos, revoluciones. Los moderados se identifican como mercantiles de la prudencia, la tolerancia, la calculadora razón y la paciente búsqueda de soluciones; los segundos como virtuosos de la guerra, el coraje y la temeridad. La diferencia es de método y no de valores.

Sobre el término "conservador", señala Sordo ("El pensamiento conservador del Partido Centralista en los años treinta del siglo XIX mexicano", 1999), son básicamente tres los problemas: 1) es ambiguo, 2) se presta a muchas confusiones y 3) falsas interpretaciones. Se le confunde, en el campo de la ciencia política, con los términos "tradicionalista", "retrógrado" o "reaccionario"; se le confunde, en la economía, con el defensor de las ideas liberales del más puro laissez- faire. Esta confusión intelectual no ha permitido dilucidar si realmente el movimiento conservador en el México del siglo XIX, con sus diferentes manifestaciones, fue insignificante, o, por otro lado, no se le ha dado el lugar e importancia que merecen en la historia de nuestras ideas políticas.

Sordo distingue las significativas diferencias conceptuales que existen en la ciencia política entre los términos "conservadurismo", "tradicionalismo" y "reacción" y distingue cuatro tipos de conservadurismos: el temperamental, el posesivo, el práctico y el filosófico. Tales distinciones le permiten a Sordo plantear dos interesantes hipótesis. Primera que el grupo centralista en 1835 tenía un programa de conservadurismo filosófico, fruto de la reflexión, de la experiencia de los años del federalismo y de la influencia de la literatura política inglesa; segunda, que las ideas políticas de los centralistas se ajustan en lo fundamental al conservadurismo filosófico de Burke y sus seguidores. Con estos resultados, Sordo recomienda que, para otros momentos de la primera mitad del siglo XIX, habría que definir si el pensamiento que llamamos conservador, realmente corresponde al conservadurismo filosófico o a otro tipo, o si, quizá, se trate de posiciones e ideas tradicionalistas o reaccionarias.

Si lo anterior no fuera suficiente, ya en 1968 Hale (El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853), en la versión original de su texto sobre el liberalismo de Mora, había planteado en su argumento central las inquietantes pruebas de coalescencia entre liberales y conservadores ya que compartían muchos supuestos comunes y, por lo tanto, la distancia entre ellos era bastante menor de lo que se había creído.

 

robledomeza@yahoo.com.mx

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