1772 el año de la disputa
por la soberanía en Puebla. Las monjas contra el obispo.
La verdadera historia de
las monjas apasionadas de Puebla.
José Antonio Robledo y Meza
Allá en la Puebla, señores, ni sopla
ni silba el viento,
que teme el muy desgraciado que lo metan a un convento.
“Las monjas apasionadas de la ciudad de Puebla de los Ángeles constituyen uno de los capítulos más sorprendentes de la historia de México y, también, uno de los más desconocidos. Todo un mundo de ambigüedades, noticias confusas, informaciones contradictorias y misterios apenas revelados sobre el gesto de unas monjas que se amotinaron contra la Iglesia y el Estado, que dejaron de confesarse y de comulgar, que cerraron sus puertas a la ley para terminar siendo asaltadas con la misma saña y brutalidad que se hubiera empleado para invadir un castillo enemigo.
“La primera noticia del motín de las monjas poblanas me llegó a través de un profesor que investigaba en el Vaticano la relación Papa-Rey-Iglesia en el México del siglo XVIII (…) Lo primero que me sorprendió, en la larga lista de sorpresas que me esperaba, fue la violencia súbita en la que desembocaron las diferentes actitudes formales que habían venido adoptando las dos partes en conflicto. Durante meses los puntos de vista de las monjas poblanas chocaron contra la posición de un obispo, recién llegado de España, que manejaba conceptos y exhibía actitudes totalmente vencidas en el mundo mexicano.
“Las conversaciones habían sido aparentemente diplomáticas pero detrás de cada posición, de cada afirmación, se parapetaban dos bloques de ideas que estaban negándose ferozmente. Resulta curioso que hayan sido monjas poblanas las primeras en exhibir una actitud de total independencia frente a la corte española representada no solamente por el gobernador, sino por el virrey y también por el obispo, otra autoridad emanada del reino. Los aires de libertad, aún larvados y oprimidos, van dejándose advertir en los gestos más insignificantes de las monjas de Puebla.
“Parecía como que estas mujeres, separadas de sus familias, dedicadas aparentemente a rezar y contemplar el paso del tiempo, hubieran descubierto, de pronto, que su negativa ante las órdenes del obispo castellano implicaba mucho más que un gesto de desobediencia. Hay razones para suponer, observando el comportamiento de la autoridad poblana, que estaban ensayando un verdadero gesto de independencia.
“Y esto, que algunas de las monjas intuyeron en su momento, debió ser advertido y sopesado por las autoridades que, de pronto, apoyaron al obispo en una decisión que no hubiera tenido por qué ser tan salvaje si detrás de la misma no se hubieran acumulado todas estas sospechas. Lo que parecía un duelo de memoriales y reglamentos se convirtió, en un momento dado, en algo tan profundo que fue necesario usar la fuerza, la violencia más enconada, por parte de los represores.
“La beligerancia de las monjas dividió, a su vez, a toda la ciudad y polarizó las opiniones de familia y grupos. El hecho fue tan revelador que las autoridades poblanas se apresuraron a ocultar los acontecimientos tras toda una política de olvidos organizados. Puebla lavaba la ropa sucia en casa y cerraba la puerta a los ojos de los curiosos; fingía que nada había pasado y tachaba toda referencia de lo acaecido (…) “No hay páginas de historias, pero hay miles de diminutas anécdotas que han de ser descubiertas, capturadas y relacionadas entre sí.
“El rumor
habla de envenenamientos, de conventos endemoniados, de mujeres guerreras, de obispos expulsados del país, de pasillos oscuros por los que
los mensajeros
traen y
llevan misivas.
El rumor forma su propia historia ante los ojos de los advertidos y se muestra a quienes saben leer entre líneas. Se filtran los rumores en los memoriales y en los cuidados textos históricos y denuncian las cosas que querían ser ocultadas.
“Si el historiador ha de ser también detective, en este caso tiene que huir de las pistas falsas que se cruzan y forman toda una tela de araña maliciosamente dispuesta. “Que las monjas apasionadas significaron mucho más de lo que cabe suponer leyendo los textos de la época, resulta hoy muy claro para el observador atento. Ellas fueron las primeras en señalar, con su actitud, el hecho de que España y México eran dos países distintos para los cuales convenían dos formas distintas de gobierno.
“Al sublevarse contra una disposición que parece poco importante, las monjas estaban, en esencia, negando el derecho de Madrid de ordenar unas vidas cuyos secretos y principales motivaciones no comprendía ni podía comprender. Las monjas de Puebla insistían en señalar que los valores del catolicismo español y las fórmulas morales de los castellanos no eran equivalentes a los conceptos mexicanos y que lo que allí podía parecer santo aquí no lo era.”
La historia completa la puedes leer en
la novela de Paco Ignacio Taibo I. Fuga hierro y fuego. Si la quieres
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WA: 2223703233
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