Muerte y vida,
contrarias y complementarias.
José Antonio
Robledo y Meza
La muerte no
es el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. En el concepto
prehispánico de la muerte, el acto de morir, es el acceder al proceso creador
que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a los dioses como la
deuda contraída por habernos dado la vida.
El rey y poeta Netzahualcóyotl
(1391-1472) expresa: “Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos
habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando.
/ Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo,
señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, /
también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, /
nadie habrá de quedar.”
Para Xavier Villaurrutia
González (1903-1950) la vida no es más que nostalgia de la muerte, “el sueño
y la muerte nada tienen ya que decirse”; para José
Gorostiza Alcalá (1901–1973) la vida
es una muerte sin fin, un continuo despeñarse en la nada “esposo gentil de
muerte niña, / sonriente, que desflora / un más allá de pájaros / en
desbandada”; ambos muestran una actitud de regreso, fascinación ante la nada, como
nostalgia del limbo. La actitud hacia
adelante de César Vallejo concibe la muerte como creación, “En esta noche rara que tanta me has mirado, / la Muerte ha estado
alegre y ha cantado en su hueso.”
En la cultura popular se trata a la muerte con ironías y burlas, y de
burlas en ironías se arma el relajo de la fiesta de muertos. El relajo de la
fiesta de muertos conjunta lo verdaderamente importante de la muerte con su
profunda insignificancia. Sus consecuencias no son terribles, se
trata de simplemente interrumpir la seriedad de un evento produciendo risa y
jolgorio de masas. Ahí lo que se da es, indiscutiblemente, una pachanga o
fiesta. El relajo de la fiesta de muertos opera como desahogo, como ruptura de
un ámbito de valores por donde la seriedad de la existencia es totalmente
cuestionada, derruida.
El relajo de
la fiesta de muertos despersonaliza, elimina valoración, genera series
colectivas de bromas burlas ironías -sarcasmos- risas, y culmina en el gozoso
estado del no hay culpables. La fiesta nos permite sacar de nuestras entrañas
la tristeza que como corteza de un árbol nos sacudimos todos los días.
El relajo
borra las relaciones de clase y, por lo tanto, es un acto de autodestrucción
mutua entre chairos y fifís. En el relajo de la fiesta de muertos todos
conversan en la condición inevitable de fragilidad vital. La muerte es
inevitablemente democrática.
La fiesta de
muertos permite saltar el muro de la soledad, de la violencia y el frenesí. Las
almas de los muertos regresan para estallar como olores, colores, voces,
sentimientos. Para los muertos lo importante es manifestarse, abrirse paso, para
acompañar a los vivos en la embriagues de los sonidos, los olores de colores y
de gente. México está de fiesta.
La muerte es de
risa, inevitable, universal y democrática.
WA:
2223703233
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