martes, 1 de noviembre de 2022

Muerte y vida, contrarias y complementarias.

Muerte y vida, contrarias y complementarias.

José Antonio Robledo y Meza

 

La muerte no es el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. En el concepto prehispánico de la muerte, el acto de morir, es el acceder al proceso creador que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a los dioses como la deuda contraída por habernos dado la vida.

 

El rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472) expresa: “Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando. / Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo, señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, / también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, / nadie habrá de quedar.”

 

Para Xavier Villaurrutia González ​​(1903-1950) la vida no es más que nostalgia de la muerte, “el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse”; para José Gorostiza Alcalá (1901–1973) la vida es una muerte sin fin, un continuo despeñarse en la nada “esposo gentil de muerte niña, / sonriente, que desflora / un más allá de pájaros / en desbandada”; ambos muestran una actitud de regreso, fascinación ante la nada, como nostalgia del limbo.  La actitud hacia adelante de César Vallejo concibe la muerte como creación, “En esta noche rara que tanta me has mirado, / la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.”

 

En la cultura popular se trata a la muerte con ironías y burlas, y de burlas en ironías se arma el relajo de la fiesta de muertos. El relajo de la fiesta de muertos conjunta lo verdaderamente importante de la muerte con su profunda insignificancia. Sus consecuencias no son terribles, se trata de simplemente interrumpir la seriedad de un evento produciendo risa y jolgorio de masas. Ahí lo que se da es, indiscutiblemente, una pachanga o fiesta. El relajo de la fiesta de muertos opera como desahogo, como ruptura de un ámbito de valores por donde la seriedad de la existencia es totalmente cuestionada, derruida.

 

El relajo de la fiesta de muertos despersonaliza, elimina valoración, genera series colectivas de bromas burlas ironías -sarcasmos- risas, y culmina en el gozoso estado del no hay culpables. La fiesta nos permite sacar de nuestras entrañas la tristeza que como corteza de un árbol nos sacudimos todos los días.

 

El relajo borra las relaciones de clase y, por lo tanto, es un acto de autodestrucción mutua entre chairos y fifís. En el relajo de la fiesta de muertos todos conversan en la condición inevitable de fragilidad vital. La muerte es inevitablemente democrática.

 

La fiesta de muertos permite saltar el muro de la soledad, de la violencia y el frenesí. Las almas de los muertos regresan para estallar como olores, colores, voces, sentimientos. Para los muertos lo importante es manifestarse, abrirse paso, para acompañar a los vivos en la embriagues de los sonidos, los olores de colores y de gente. México está de fiesta.

 

La muerte es de risa, inevitable, universal y democrática.

 

robledomeza@yahoo.com.mx

WA: 2223703233

 

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