La presencia de Santa Anna en el Grito… suspensión y reanudación de la ceremonia. 1842-1853
José
Antonio Robledo y Meza
El 10 de septiembre de 1842 Santa Anna emite un decreto para celebrar el grito y designa a los asistentes un lugar en la catedral. En la noche, a pesar de la lluvia, una gran cantidad de ciudadanos y la junta cívica de festejos concurrieron a la universidad, la cual se vistió de gala. La ceremonia inició con una oración y composición poética, y al término la concurrencia vitoreó entusiasmada la lucha por la Independencia. Se repartieron 27 premios a quienes participaron en la lucha. A las 11 de la noche, se dio una salva de 21 cañonazos en la plaza y se escucharon repiques en todas los templos y cohetes provocando gran algarabía. Dos días después Antonio López de Santa Anna conmemoró el Grito de Dolores con una fiesta en la Alameda Central que tuvo la participación de la mayoría del pueblo, donde se honró la memoria de Hidalgo e Iturbide. Terminada la ceremonia cívica, se realizó en el cementerio de Santa Paula el sepelio del pie que Santa Anna había perdido durante el conflicto con Francia, en Veracruz. Ese mismo día Manuel Zetina y Abad pronuncia su Oración cívica donde exhorta la conciliación de los extremos se sitúe en un medio justo y conveniente (Oración cívica que en la solemnidad del aniversario del 16 de septiembre de 1810, pronunció en la capital de Puebla el ciudadano... Puebla, Imprenta de Juan Nepomuceno del Valle, 16p.)
Una descripción completa de la celebración la encontramos en la reseña de 1843. A las 9 de la mañana se dieron repiques de campanas y salvas; en Catedral se dio una solemne misa de acción de gracias a la que asistió la Junta Patriótica, el Ayuntamiento, la Asamblea Departamental y el gobernador y comandante general. Posteriormente se dirigieron a Palacio para la ceremonia de colocación de la primera piedra de la gran columna que conmemora la Independencia, por el ministro de Relaciones, el de Justicia, el de Hacienda y el oficial mayor de Guerra. La ceremonia terminó con el discurso del ministro José María Bocanegra y salva de 21 cañonazos. Más tarde a modo de paseo, las autoridades y el pueblo se trasladaron a la Alameda, acompañados por carros alegóricos, niños y niñas de las escuelas lancasterianas de México, contingentes de colegios, la junta patriótica, el Tribunal Superior del Departamento y demás autoridades. El desfile fue encabezado por el gobernador y comandante general. Se escuchó un discurso alusivo de Mariano Otero; a continuación, se vitorearon a los héroes de la Independencia y se encendieron juegos pirotécnicos. Esta ceremonia finalizó con una gran fiesta. En el discurso pronunciado por Mariano Otero se queja: La generación de la gloria va desapareciendo ante la generación del dolor y del infortunio. (“Discurso pronunciado en la solemnidad del 16 de septiembre de 1843 en la ciudad de México”, en Obras, t. II, 463-475.)
Las quejas suben de tono en 1845 Manuel Doblado describe: (Somos) hijos degenerados de una raza de héroes... Esclavos degradados hemos pasado por todas las humillaciones que la tiranía doméstica reserva a los cobardes... nos hemos dejado arrebatar nuestras leyes, nuestros tesoros, nuestra población. ... No, señores, sobrado tiempo se ha mentido a los mexicanos para que hoy se les nieguen las palabras de verdad. Engañados... burlados siempre en su confianza... han llegado a dudar de todo, y exasperados se han echado más de una vez en brazos de los ambiciosos sin fortuna..., ¿y qué revolución por justificada que sea, podrá en lo sucesivo inspirar simpatías? La gloriosa resurrección del seis de diciembre (Plan de Guadalajara) que se anunció bajo auspicios tan felices, ha burlado también todas las esperanzas que hizo concebir. (Discurso que pronunció el C. Licenciado Manuel Doblado en el palacio de la E. Asamblea del Departamento de Guanajuato el 16 de septiembre de 1845. (Guanajuato), Imprenta de Oñate, 8p.)
En 1846 los estadunidenses entran a la ciudad de México el 14 de septiembre, ocupan el Zócalo e izan su bandera. No hubo festejos en la ciudad de México.
En 1847 se reanudan los festejos en el Zócalo de la ciudad de México con gritos, arengas, piedras, ladrillos y hasta muebles frente a los yanquis invasores.
En 1850 José María del Castillo Velasco “Exaltaba ampliamente al movimiento insurgente y a su primer caudillo, Miguel Hidalgo, el cual comenzaría a surgir con sus características de padre de la patria, “un ministro de paz, anciano débil y sin recursos, sin más auxilios que los del cielo, al cual imploraba para que fueran libres sus hermanos”. (Oración cívica pronunciada en la Alameda de México el 16 de septiembre de 1850, aniversario del glorioso grito de Dolores, por el ciudadano licenciado José María del Castillo Velasco México, Imprenta de Ignacio Cumplido. 21p.)
José Ignacio Esteva, repite la imagen de paternidad y de vejez se asocia frecuentemente con la de protector; Hidalgo lo es de los indios, idea fundamental en su concepción liberal. Según Castillo, no fue ninguna casualidad que recurriese a los indios para llevar a cabo su “heroica empresa”, pues ellos eran “descendientes de los antiguos y legítimos dueños del país” Como padre del indio, Hidalgo ofrece una imagen sugestiva; el anciano venerable y sabio que intentó otorgar la regeneración a una raza oprimida. (“Discurso pronunciado en la plaza principal de la H. Veracruz, el día 16 de septiembre de 1850, aniversario de la Independencia nacional, por el ciudadano..., comisionado al efecto por la junta patriótica”, en Colección de composiciones.)
Un reconocimiento a la pluralidad se da en 1852 cuando Melchor Ocampo incluye en su discurso las siguientes palabras: ...subdividida la inteligencia casi en tantas opiniones como hay cabezas que piensan, la inteligencia, primer poder del hombre y de la sociedad, se halla como diluida... en tantos pareceres diversos: no hay por lo mismo opinión, no puede crearse un espíritu público, porque no hay una fe uniforme. (“Discurso pronunciado el 16 de septiembre de 1852” (dicho en Morelia), En Obras completas. Escritos políticos, t. II, prólogo de Ángel Pola. México, Ediciones El Caballito, 79-88.)
En 1853 el discurso de Gabriel Sagaseta, presenta la obra de Hidalgo en un movimiento de reacción contra las ideas y principio liberales que surgían en Europa... en el mundo viejo, a fines del último siglo todo se había conmovido; torrentes de sangre inundaron Europa, se destruyeron las leyes, en que desde siglos antes estaban asentados los gobiernos... Los sucesos del extranjero y los de la metrópoli inspiraron a los buenos mexicanos la noble idea de poner a México a cubierto de los rudos golpes con que la guerra consternaba a España. (Discurso pronunciado en la festividad nacional de la capital de la república, el 16 de septiembre de 1853, por el Lic. Don Gabriel Sagaseta ministro honorario de la Suprema Corte de Justicia y rector del ilustre y nacional Colegio de Abogados de México. México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 12p.)
En la ciudad de México Santa Anna decreta el 17 de septiembre se adornen puertas y ventanas los días de fiestas nacionales y se declara caballeros grandes cruces de la orden de Guadalupe a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y José María Morelos y el decreto del 25 del mismo mes a Ignacio López Rayón y Mariano Matamoros.
En
1854 bajo el gobierno de Santa Anna el 15 de septiembre se estrena el Himno Nacional
con la presencia de Francisco González Bocanegra el autor de la letra, quien fue uno de los oradores de la
función. El texto original dedica varias estrofas a Iturbide y ninguna a los
héroes insurgentes. Se canta por primera vez en el gran teatro de Santa Anna de
la ciudad de México, interpretado por la soprano Enriqueta Sontag. A partir de
este año se integra oficialmente el Himno Nacional a las fiestas patrias.
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