jueves, 14 de julio de 2022

Pensar la guerra. Segunda parte

Pensar la guerra. Segunda parte

José Antonio Robledo y Meza

 

La guerra contra el narco ¿logró algún resultado satisfactorio? El no haberlo logrado, habla de la imposibilidad y de la inutilidad de continuar con la guerra y esa fue la decisión del Estado mexicano.

Después de la llegada a la presidencia de Felipe Calderón, por medio del fraude electoral, la guerra contra el narco comenzó. Junto con el fraude la declaratoria de guerra al narco fueron signos que de lo que se trataba era desalentar el incremento de la cultura democrática. Se trataba de mantener la estructura del Estado neoliberal y para ello era necesaria la presencia cotidiana de la violencia.

El movimiento democrático creció y se manifestó contundentemente de una forma doble a partir de la elección presidencial en 2018: la masiva votación a favor del triunfador y el retiro del instrumento de la violencia como medio para trasformar la estructura del Estado. Con los resultados electorales del 2018 la estructura del Estado neoliberal empezó a contar sus días de permanencia. Se decidió alargar su agonía por medio de la violencia y la posición contraria a la política de “abrazos y no balazos”, que es la demanda permanente para que el Estado use la violencia a la que tiene derecho. La trampa diseñada era presionar al Estado en construcción, a usar la violencia. El hacerlo llevaría al fracaso el intento de transformación de la estructura del Estado.

Reiterar el cambio de la estrategia de seguridad ha sido la posición mediática a lo largo de los últimos cuatro años. Como rito de exorcismo, quienes demandan el uso de la violencia por parte del Estado argumentan lo cruel que es la violencia causada por la “delincuencia”.

El hecho de que la guerra al narco no haya continuado con la conducta violenta del Estado es señal de que la guerra ya no existe y de que el discurso de los intelectuales pro-violencia no ha obtenido éxito alguno. Su discurso no ha sido eficaz porque el espacio histórico se ha modificado. Buena parte de los mexicanos miran hoy la guerra con ojos diferentes de aquellos con los que podían mirarla a principios de siglo, y, los que hablan hoy de la benignidad de la guerra como la única higiene del mundo, están demandando un tratamiento psiquiátrico.

Ha sucedido con la guerra lo que sucedió con la ley del talión: no se trata de que ya nadie la practique, es que la comunidad la juzga un mal, mientras que otrora la juzgaba un bien.

Pero éstas son reacciones morales y emotivas, aunque a veces la misma moral acepta excepciones a la prohibición de matar, así como la sensibilidad colectiva puede aceptar horrores y sacrificios que garanticen un bien mayor.

Hay una forma más radical de pensar la guerra en términos meramente formales, de coherencia interna, reflexionando sobre sus condiciones de posibilidad, para concluir que no se puede hacer la guerra porque la existencia de una sociedad de la información instantánea, unida a la naturaleza de la nueva tecnología bélica, ha hecho de la guerra algo imposible e irrazonable. La guerra está en contradicción con los mismos argumentos por las que se hace. Estas son algunas razones de porque el Estado mexicano ya no está en guerra. La guerra ya no existe, aunque la violencia persista.

La renuncia del Estado mexicano a usar la violencia es signo de la inauguración de un cambio de era. La política basada en el amor y no en la violencia, inaugura una era inédita. La soberanía del Pueblo gana espacios en el mundo.

 

robledomeza@yahoo.com.mx

WA: 2223703233

 

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