“Educar” antes y después de la pandemia
Primera Parte
Mtro. José Antonio Robledo y Meza
Colegio de Filosofía, FFyL-BUAP
«Ser educado no es haber llegado a un destino; es viajar con una manera diferente de ver el mundo y la vida. Lo que es necesario no es la preparación febril para algo que está por delante, sino trabajar con precisión, pasión y gusto en lo valioso que está a nuestro alcance.» (R.S. Peters, Educación como Iniciación)
Compartiré un breve resultado de mis experiencias y reflexiones que durante muchos años como docente e investigador de diferentes instituciones escolares y, sobre todo, lo que la pandemia provocó en mis habituales consideraciones.
Esta es una versión más extensa de la conferencia presentada en el Centro Escolar Gustavo Diaz Ordaz el 9 de febrero 2022 y está dividida en seis partes. En la introducción mostraré que la pandemia fue una conmoción que irrumpió para cambiar los hábitos tradicionales no solo de México sino de la sociedad global. Pasaré a reflexionar sobre las tres reformas educativas que ha habido en México en los últimos nueve años y la que está por venir. A continuación, expondré mis argumentos en torno a la justificación de la acción de educar para seguir, en cuarto lugar, con una propuesta que responda a la pregunta de ¿qué es una «persona educada»? El concepto de «acción de educar» será el objeto de reflexión antes de abordar y terminar con la cuestión de la docencia como acción colectiva.
Frente a este escenario no se sorprenda nadie que en esta comunicación no diga todo lo que pueda decir sobre la acción de educar. No diré siquiera todo lo que puedo pensar o atestiguar hoy, acerca de la acción de educar. Mi testimonio será parcial. ¿Soy culpable por eso? Dejo esta cuestión en suspenso, sólo lo presento con la esperanza de que sea objeto de una más amplia discusión. Debido a toda clase de límites, en particular los límites de espacio, no diré todo, ni siquiera lo esencial de lo que he pensado y puedo pensar.
La pandemia fue una conmoción extraordinaria en el mundo de la escuela en particular, que sacó a los humanos que en él participan de la modorra. Fue una conmoción proveniente del exterior que irrumpió con violencia y con efectos inmediatos y mediatos en el campo de los hábitos tradicionales. Esta irrupción muchos la han percibido como una «contingencia» más o menos intempestiva. Pasado el tiempo -más de dos años- parece imponerse sobre todos los demás sentimientos el deseo de regresar cuanto antes al sistema de los hábitos tradicionales. Eso no ocurrirá. Veamos por qué.
La acción de educar
De manera esquemática la acción de
educar debe considerar, al menos, los siguientes siete elementos:
1) Docentes (M),
2) Alumnos (A),
3) Contenidos, planes y programas de
estudio (@),
4) Espacio (s),
5) Tiempo, (t),
6) Evaluación (E),
7) Intención (I).
Todos estos elementos interactúan para construir significados de la experiencia que son: capacitadores o discapacitadores de conocimientos, sentimientos y conductas
Con la pandemia, todos y cada uno de los elementos mencionados fueron modificados. Es por ello que para los educadores la conmoción además de externa fue también interna. Su causa la podemos localizar en el repentino cambio en los hábitos tradicionales: los educadores tuvieron que actuar y pensar de manera distinta. Esto es así, porque el educador no es un mero espectador que ve el mundo a través de una ventana, sino un actor capaz de ubicarse en la calle, en el mundo. Su vista y oído atentos transformaron los hábitos tradicionales en grandes vivencias. Se dieron cuenta que por todas partes fluían voces y el mundo entero resonaba. Como un explorador que se interna en territorios desconocidos, el educador hizo descubrimientos en los cambios de su vida cotidiana. El ambiente, comúnmente mudo, comenzó a expresarse en un idioma cada vez más significativo. Así, los signos muertos de los hábitos tradicionales se volvieron símbolos y lo muerto resucitó.
Muchas escuelas donde el objetivo era hacer negocios y donde la corrupción y la certificación, habían sustituido la acción de educar fueron y son severamente cuestionadas. Hoy los ciudadanos empiezan a inconformarse de ser considerados simples clientes de empresas lucrativas; muchos empiezan a tomar conciencia de que son personas que deben ser tratadas como tales y levantan una justa y racional exigencia de que las escuelas retomen su misión y los encaminen hacia el objetivo de formarlos como personas educadas.
La pandemia -signo de los tiempos- se
integró en México, junto a las elecciones del 2018 y 2021, en un símbolo de la
democratización de la sociedad. El pueblo mexicano empezó a cobrar vida desde su
letargo habitual. La pandemia junto a los resultados de las elecciones de 2018
y 2021, las manifestaciones juveniles en torno a la UDLAP y la próxima revocación
de mandato programada para el 10 de abril, son algunas acciones que tienen como
objetivo una mejora en las relaciones republicanas. Las propiedades del pueblo,
por un tiempo silenciosas, engendran un sonido cada vez más claro y contundente.
Estas propiedades que surgen una tras otra desde lo profundo de su ser, irradian
su influencia y efectos sobre toda la sociedad, superando cada vez con mayor
facilidad las inhibiciones de los hábitos tradicionales. El punto muerto del
silencio, se está volviendo viviente. Las demandas democráticas exhiben día a
día las prácticas corruptas existentes en instituciones que simulan no oír las
demandas por una mejor sociedad. En este contexto la nueva escuela mexicana debe
jugar un papel relevante siempre y cuando cumpla con su misión de formar
personas educadas.
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