El papel de la lógica en la vida cotidiana
José Antonio Robledo y Meza
Seis honrador servidores me enseñaron cuanto sé; sus nombres son: cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué.
En esta ocasión hablemos de un método que internaliza, a fuerza de usarse, la condición lógica; aprenderlo de manera relajada, sin sentirse -como se pasa el tiempo cuando se juega-, de manera que aflore casi automática e inconsciente. La estrategia y específicas tácticas que se utilizan son una adaptación de los métodos y técnicas utilizados por Giovanni Morelli (detalles ilustrados en la historia del arte); de las aventuras de Sherlock Holmes se aprende a seguir pistas. El método mucho debe también a Sigmund Freud a definir síntomas en el psicoanálisis, y a la sistematización de Charles Sanders Pierce (La lógica considerada como semiótica, Pragmatismo y abducción, Principios de filosofía, Lógica).
Entre 1874 y 1876, el italiano Giovanni Morelli (1816–1891) dio a conocer un método para la identificación de las falsificaciones de cuadros célebres, que poblaban la mayoría de los grandes museos del mundo. El error de los críticos consistía en tratar de atribuir los cuadros a cada pintor, analizando las características más evidentes: la sonrisa de Leonardo, los ojos alzados al cielo de los personajes de Perugino, etc. Pero, por evidentes y conocidas, estas características eran precisamente las más fáciles de imitar. Morelli propuso que las falsificaciones debían detectarse observando los detalles menos trascendentes de cada cuadro, aquellos menos influidos por la escuela pictórica a la que el artista pertenecía, aquellos rasgos estereotipados que cada artista incorpora de manera automática, casi inconsciente, en su técnica de dibujo: los lóbulos de las orejas, las uñas, los dedos de manos y pies. Estos datos marginales son reveladores porque constituyen los momentos en los que el control del artista se relaja y cede su lugar a impulsos individuales, “que se le escapan sin que él se dé cuenta”. De este modo, Morelli descubrió y catalogó la forma de oreja característica de Botticelli, de Leonardo, de Rafael, etc., rasgos que se encuentran en los originales, pero no en las copias. Morelli pudo proponer decenas de nuevas atribuciones en algunos de los principales museos de Europa, demostrando que muchas telas habían sido durante siglos falsamente identificadas con determinados artistas clásicos.
En las décadas de 1880 y 1890, el escritor inglés Arthur Conan Doyle (1859-1930) publicó la mayor parte de las novelas y cuentos cortos protagonizados por el detective privado Sherlock Holmes. De acuerdo con Carlo Ginzburg (1939), el método criminológico de Holmes se asemeja al método crítico de Morelli, el que a su vez se ajusta al milenario paradigma indiciario del cazador: se trata de observar los menores indicios, aquellos que permanecen invisibles para la mayoría de las miradas inexpertas y, a partir de ellos, reconstruir con precisión una realidad a la que el investigador no había tenido acceso. ¿Quién no recuerda la manera en que actuaba Sherlock Holmes cada que llegaba a la escena de un crimen? Actuaba como un sabueso que persigue a su presa en medio del bosque, o como Morelli frente a un cuadro falsamente atribuido a un artista de renombre. En el campo de la literatura policial el método ya había sido anticipado por Edgar Poe (1809-1849) en su cuento La carta robada de 1844. Método que repetirá casi inconscientemente el famoso detective creado por Conan Doyle.
En el Moisés de Miguel Ángel (1914), Freud es muy explícito al respecto: “Yo creo que su método se halla estrechamente emparentado con la técnica del psicoanálisis capaz de penetrar cosas secretas y ocultas a base de elementos poco apreciados o inadvertidos, de detritos o “desperdicios” de nuestra observación”.
La búsqueda de una explicación de por qué estos autores compartieron el mismo método fue el estímulo que obligó a Ginzburg a buscar su génesis. Encontró en los estudios médicos de los tres personajes, las coincidencias biográficas que lo llevaron a formular su hipótesis del método de los cazadores. Ginzburg encontró que siempre es lo mismo: analizar rastros, huellas, detalles, indicios, piezas de un rompecabezas que tiene que ser construido en un todo con sentido. La habilidad para construir ese todo era el resultado de una práctica reiterada llena de fracasos y aciertos. Ginzburg muestra en sus trabajos indiciales (paradigma indiciario), de qué manera este método contribuye al desarrollo del pensamiento crítico y a una mejor comprensión de la humanidad. Nada más ni nada menos.
Al igual que Ginzburg, Freud, Conan Doyle, Morelli y los cazadores, el andar por la vida nos obliga a ir tras las pistas que nos van situando en el mundo. La lógica es un instrumento invaluable porque nos permite ver, mirar y observar las distintas relaciones que existen entre las diferentes clases de objetos que pueblan el Universo. La lógica nos ayuda a adquirir conocimientos y saberes, a plantearnos preguntas y a desarrollar las habilidades y las actitudes adecuadas para crecer permanentemente en la aplicación de la racionalidad crítica. La lógica se hace siempre presente como oficio, arte y ciencia.
Aplicando el método indicial avanzamos hacia los objetivos de nuestro proyecto de vida. Método que estimula el conocimiento, la disposición y las habilidades que requiere una persona para vivir mejorando permanentemente su calidad de vida. El método implica la habilitación, por medio de la práctica, de las diferentes habilidades lingüísticas: operaciones, modos y actos lingüísticos y todo ello para estudiar, investigar y organizar discusiones para buscar alternativas.
Sobre la marcha de aplicar constantemente estas operaciones, modos y actos lingüísticos se va desarrollando la alerta en la distinción de los distintos actos de habla (oraciones, proposiciones, aseveraciones y enunciados), usos del lenguaje (emotivo, metafísico, retórico, eufemístico, informativo, directivo y lógico), usos de las discusiones (querellas, debates, discusión crítica, justificación, defensa), y la búsqueda de información, de evidencias, negociación, deliberación para la acción. En algún momento en que se reitere la práctica de las habilidades lingüísticas se destacará el valor de actividades como el saber escuchar (principio de caridad), el saber contextualizar, repetir, parafrasear, distinguir, dar y usar ejemplos, contraejemplos, pseudo-ejemplos, pseudo-contraejemplos, reducción al absurdo, y buscar apoyos.
De la misma manera y casi sin sentirlo se va aprendiendo a participar en una discusión y cuales son su reglas (turnos para hablar, locuciones permisibles, relevancia, cooperación, compromisos derivados de locuciones, cuándo y cómo terminar), saber cómo organizar una discusión (señalar el objetivo, clarificación, apoyo, examen de alternativas, discusión, conclusiones), saber cómo se analiza y construye un argumento (identificar el tema, clarificar los términos clave, eliminar ambigüedad y vaguedad, distinguir extensión e intensión de un concepto, manejar distintos tipo de definición y sus reglas (nominal, real, normativa, descriptiva), identificar la conclusión y las premisas mediante partículas indicadoras, eliminar material), conocer las características de una buena conclusión y la distinción entre la defensa dogmática y la defensa con razones. Aplicar la lógica, para desarrollar la habilidad para acopiar y sistematizar información factual, teórica y metodológica.
Varias experiencias nos han mostrado lo valioso que es crear este ambiente de trabajo y que hace posibles mejores condiciones para estructurar significativamente el conocimiento adquirido, detectar y formular problemas y resolverlos con método. La comunicación interdisciplinaria emerge y se estimula cuando se trata de personas con este interés.
La lógica al servicio de la práctica de las habilidades mencionadas tiene un resultado agregado: ¡nos ayuda a divertirnos!
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