Influencias históricas en la Constitución de
México. Del liberalismo moderado (las reformas borbónicas, siglo XVIII), al inicio del
liberalismo democrático (2012).
José Antonio Robledo y Meza
La cultura jurídica en México marcha a la par de la evolución del liberalismo. Tiene entre otros antecedentes los llamados liberalismo moderado (las reformas borbónicas, la constitución de Cádiz), liberalismo radical (la triple influencia de la Constitución estadunidense (1787), la Constitución francesa (1791), y las Leyes de Reforma de 1859) y el liberalismo conservador que surge de la conjunción entre liberales y el clero (1867).
1) De las reformas borbónicas a la
Constitución de Cádiz.
El proceso que va de las reformas borbónicas a la Constitución de Cádiz define, por su ritmo, al liberalismo moderado. En él participan las logias masónicas compuestas por liberales criollos y el clero progresista independentista. Su problema fundamental era la conciliación entre el catolicismo y la modernidad. Su objetivo era reformar desde arriba a la sociedad tradicional. Su proyecto era ambiguo y los principales obstáculos a las reformas fueron el peso corporativo de la Iglesia católica, el ejército y las comunidades indígenas. Bajo su manto surgió el tema de la tolerancia religiosa debido a una doble necesidad: atraer inmigrantes extranjeros y la necesaria libertad de comercio. Su ciclo se cierra en el Constituyente de 1857.
2) El segundo momento lo constituye la
aparición del liberalismo radical bajo la triple influencia de la
Constitución estadunidense, la Constitución francesa, y las Leyes de Reforma de
1859. Se caracterizó por ser anticlerical y democrático. Buscaba una sociedad
secularizada (cementerios y del registro civil), prohibitiva de las
manifestaciones externas del culto y más igualitaria. El modelo era claro, sin
ambigüedad: implantar los grandes principios liberales:
a) en la economía la descorporitivización;
b) en la política el sufragio universal; y
c) en la religión la separación Iglesia-Estado
y la libertad de culto.
Este liberalismo radical reacciona ante la
actitud antiliberal de la Iglesia católica y al sostén activo que ella prestó a
las tentativas conservadoras de retomar el poder, lo que abrió las posibilidades
a nuevas asociaciones modernas que ampliaron el frente liberal conformado casi
exclusivamente por las logias masónicas. Era un liberalismo ultraminoritario, sin
embargo, se amplió entre el artesanado, la clase obrera en formación y el
sector naciente de los servicios ligados al auge económico dependiente. Las
diferencias de organización entre las distintas sociedades de ideas
reflejaban luchas dentro del mismo liberalismo. La oposición al positivismo lo
refleja.
El triunfo liberal de 1867 permitió reiniciar con mayor vigor la tentativa de cisma católico con la creación de un comité de laicos, entre los cuales se encontraba José María Iglesias. Ningún obispo se unió al cisma, que por lo tanto no tuvo legitimidad católica; sólo algunos clérigos se adhirieron y el gobierno les ofreció algunas parroquias de la ciudad de México. Surgieron unas 50 sociedades religiosas reformistas con mucha autonomía las unas con las otras las que surgieron entre obreros textiles -fábrica La Hormiga de Tizapán-, o entre jornaleros e indígenas de comunidades en conflicto con las haciendas vecinas como en el distrito de Chalco, Estado de México, y Tizayuca Hidalgo. Los dirigentes de estas sociedades religiosas reformistas eran en su mayoría exoficiales del ejército juarista. Así Juan Amador, en Villa de Cos, Zacatecas, escribano de Hacienda, publicó desde 1856 varios libelos violentamente anticatólicos; fundó en 1886 una sociedad católica evangélica en su pueblo, y también, en 1887 erigió un templo que tenía nexos con asociaciones similares en algunas poblaciones vecinas. En julio de 1872, existían en toda la República unas 60 congregaciones reformistas sin organización propia ni proyecto específico, fuera del mero anticatolicismo ligado a luchas políticas locales. Juárez apoyaba tibiamente el cisma y adoptaba más bien una posición moderada, en relación a la Iglesia católica. Lerdo radicalizó la posición liberal en materia religiosa y favoreció la difusión del protestantismo entre septiembre de 1872 y principios de 1874, entre las que estaban sociedades misioneras metodistas, presbiterianas y congregacionalistas, todas ellas estadunidenses. Para 1876, había 129 congregaciones.
3) De la conjunción entre liberales y clero surge el liberalismo conservador. Éste se caracteriza por neocorporativista y oligárquico. Bajo la influencia del positivismo, el liberalismo se tornó autoritario y antidemocrático y en franca conciliación con la Iglesia católica (1876-1911). Las sociedades de ideas se dividieron; las masónicas se reagruparon en la Gran Dieta de Estados Unidos Mexicanos (1890) controladas por Díaz y las disidentes pugnaron por el derrocamiento de Díaz. La práctica de la democracia se postergaba en nombre del desarrollo económico, la paz social y el enriquecimiento de las oligarquías. Se reconquista a la sociedad civil mediante un catolicismo de movimiento, que estuvo a la ofensiva desde el pontificado de León XIII (1878-1903) y, en particular, después de la encíclica Rerum Novarum (1891). Posteriormente vendría el movimiento encabezado por el Ateneo de la Juventud, la llamada Revolución mexicana, la promulgación de la Constitución de 1917, la aparición del Partido Nacional Revolucionario (PNR) fundado el 4 de marzo de 1929, reconstituido como Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 y refundado en 1938 como Partido Revolucionario Institucional en 1946.
4) El 20 de
noviembre de 2012 el Movimiento de Regeneración Nacional se constituye como
asociación civil marcando con ello el inicio del liberalismo democrático
del cual nos ocuparemos más adelante.
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