Racionalidad crítica y no religión civil
José Antonio Robledo y Meza
El término “religión civil” es un concepto político utilizado
por pensadores como Benjamin Franklin, George
Washington y Jean-Jacques Rousseau, y recuperado recientemente por
el sociólogo estadounidense Robert Neelly Bellah, para
determinar la parte religiosa de la vida política de una cultura
determinada.
Desarrollo del concepto de religión civil.
El escritor ginebrino Jean-Jacques Rousseau empleó el término
«religión civil», dentro del capítulo VIII del Libro Cuarto de su obra El
Contrato Social (1762), para contraponer los valores religiosos
establecidos por el cristianismo a aquellos que debían prevalecer en los
ciudadanos de un Estado para permitir la perdurabilidad del pacto social,
impuestos por el soberano y garantes de la cohesión social. Hay según esto una
profesión de fe meramente civil, cuyos artículos puede fijar el soberano, no
precisamente como dogmas de religión, sino como sentimientos de sociabilidad,
sin los cuales es imposible ser buen ciudadano ni fiel súbdito. Sin poder
obligar a nadie a creerlos, puede desterrar del estado a cualquiera que no los
crea; puede desterrarle, no como impío, sino como insociable, como incapaz de
amar con sinceridad las leyes y la justicia, y de inmolar, en caso de
necesidad, la vida al deber.
Hoy día, la perdurabilidad del pacto social garantes de la cohesión
social no depende solo de un sentimiento, ni de una profesión de fe sino que
cuenta con argumentos que pueden ser discutidos permanentemente. El criterio en
un estado laico es la racionalidad crítica. De esta manera la práctica de una
religión dada, permite la creencia personal de los individuos, siempre y cuando
no renuncien a su estatus de ciudadanos e incluso, exalten sus deberes como tales.
Para ello, se han establecido ciertos principios que permiten tal equilibrio:
La existencia del Pueblo Soberano como concepto subordinante de
todas las relaciones políticas.
La creencia en una mejor vida futura.
La recompensa de la virtud y el castigo del vicio.
La exclusión de la intolerancia religiosa.
En una reflexión anterior hemos señalado que en el tema del humanismo mexicano se trata de responder a dos cuestiones: uno, acerca del lugar del hombre en el Universo y dos, la naturaleza de la vida buena. Estas dos cuestiones deben responderse estudiando e investigando científicamente y aplicar todo el tiempo el principio de racionalidad crítica para las creencias y conductas. En el campo de las creencias requerimos de métodos para pensar bien y en el campo de las conductas el juicio práctico para vivir mejor. Para ello se requiere una visión laica. Ni el Universo ni la vida buena es obra de un Poder Supremo ajeno al hombre como tampoco aquél es la fuente última de las leyes naturales y la moral.
La racionalidad crítica como pasión y principio de la convivencia humana.
Sócrates descubrió que nunca podremos justificar racionalmente nuestras teorías y después de más de XXV siglos de este develamiento día a día somos testigos del conflicto fundamental de nuestra época. Tenemos frente a nosotros el problema intelectual y moral más importante de nuestro tiempo. El conflicto entre la racionalidad crítica y sus contrapartes. Es el conflicto que se da entre el pensar claro y la experiencia contra las emociones y las pasiones. La racionalidad, base de la unidad del género humano, está en juego. La racionalidad crítica no es una facultad innata o adquirida, es -al igual que el lenguaje- un producto social.
El día de hoy tenemos claridad de que aunque no podemos justificar racionalmente nuestras teorías ni evidenciarlas como probables, si podemos criticarlas racionalmente. Y podemos distinguir los matices de lo que es mejor de lo que es peor. ‘Para algunos es difícil asociar el pensar claro con la experiencia acumulada. Aprender a conjuntar ambas dimensiones permite superar las estrechas miradas que sólo atienden a una de ellas. Darle preponderancia a solo la inteligencia o a la experiencia –observación y experimentación- es mirar unidimensionalmente. El silogismo práctico exige saber y conocer de manera conjunta.
Aquí hablaremos de racionalidad crítica en el sentido más amplio que abarca tanto la actividad intelectual junto con la observación y la experimentación. En este sentido son estrechos tanto el intelectualismo como el empirismo. Camina por el sendero de la racionalidad crítica, quien muestra la actitud de procurar resolver la mayor cantidad posible de problemas recurriendo al pensamiento claro y a la experiencia; es la actitud en que predomina la disposición a escuchar los argumentos críticos y a aprender de la experiencia.
Es un hecho el que la humanidad está fraccionada en creencias y conductas. Hay supersticiones, religiones, ideologías, posturas filosóficas, teorías científicas… La diferencia fundamental entre algunas y otras radica en la actitud de que mediante la argumentación y la observación cuidadosa se puede llegar a algún tipo de acuerdo con respecto a múltiples problemas de importancia. Fundamentalmente consiste en admitir que “yo puedo estar equivocado y tú puedes tener razón y, con el esfuerzo de ambos podemos acercarnos a un acuerdo”.
La racionalidad crítica radica en la creencia de que para llegar a acuerdos necesitamos la cooperación y que, con la ayuda del argumento y la experiencia, podremos alcanzar, con el tiempo, algo de objetividad. Es por medio de la racionalidad crítica que se infiere la “unidad racional del género humano”. No se aspira a la unidad de un grupo en particular sino del género humano. La racionalidad crítica es universal o no lo será.
Si bien la actitud racionalista, esto es, la racionalidad crítica se caracteriza por la importancia que le asigna al razonamiento y a la experiencia, entonces en qué se fundamenta la racionalidad crítica si no hay ningún razonamiento lógico ni ninguna experiencia que puedan sancionar esta actitud racionalista. Debe admitirse que sólo aquellos que se hallan dispuestos a considerar el razonamiento y la experiencia son racionales es porque ya han adoptado esta actitud y, por lo tanto, se dejarán convencer por ellos. Es decir que debe adoptarse primero una actitud racionalista si se quiere que una argumentación y experiencia dadas tengan eficacia, y esa actitud no se basa, en consecuencia, ni en el razonamiento ni en la experiencia.
La racionalidad crítica se adopta sin ningún razonamiento, algún supuesto, decisión, creencia, hábito o conducta, por lo tanto, cae dentro de los límites de lo irracional. Sea ello lo que fuere, podríamos denominarlo fe irracional en el razonamiento y la experiencia. Es por eso que se habla de una actitud o talante cuando se habla de la racionalidad crítica. La racionalidad crítica como pasión. La racionalidad crítica como pasión es reconocer que las argumentaciones del pensar crítico son útiles herramientas para arañar, si lo deseamos, la superficie de las cosas, y la deseamos porque la amamos. Y es por este amor que entre los irracionalismos se elige la racionalidad crítica. Si bien el hombre es algo más que un animal racional también puede ser menos. Siempre permanecerá la opción de libertad: elegir cualquier forma de irracionalismo, aún la más radical o amplia.
Hemos afirmado que la racionalidad no es una facultad. Entonces ¿qué es? Es un método que incluye una actitud frente a las creencias y las conductas. Hay una racionalidad frente a las creencias, hay otra frente a las conductas. La actitud racional-crítica tiene más en cuenta el argumento y la experiencia más que las personas que los profieren o comparten, ello nos permite inferir la “unidad racional del género humano”. La argumentación -incluida la crítica y el arte de escuchar la crítica- es la base de la racionalidad crítica. El racionalismo en tal sentido es diametralmente opuesto a todos aquellos sueños donde el crecimiento de la razón se hallaría controlado o “planificado” por alguna razón superior. La razón, al igual que la ciencia, se desarrolla a través de la crítica mutua; la única forma posible de “planificar” su desarrollo en fomentar aquellas instituciones que salvaguardan la libertad de dicha crítica, es decir, la libertad de pensamiento.
Es por ello, que la llamada Cuarta Transformación pertenece a todos aquellos que la conciben como un camino de permanente intercambio de argumentos y experiencias. Es un camino en permanente construcción que andan quienes están convencidos de que mediante la argumentación y la observación cuidadosa se puede llegar a algún tipo de acuerdo con respecto a la solución de múltiples problemas de importancia y nos permita construir una sociedad más justa, democrática y libre. Camino imposible de andar si no se respetan los derechos humanos.
La violencia es el principal obstáculo de la racionalidad crítica.
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