El largo camino hacia
una sociedad justa.
José Antonio Robledo y
Meza
Para Carlos Meza Viveros
Durante más de 24 siglos se ha reflexionado en torno a la justicia. A partir de la República escrita por Platón (c427-c347), pasando por Aristóteles (364-322), Kant (1724-1804), Jeremías Bentham (1748-1832) y Hans Kelsen (1881-1943). Durante miles de años los filósofos se han planteado preguntas como las siguientes: ¿qué es la justicia?, ¿qué es la injusticia? Y en torno a estas cuestiones han aparecido interrogantes como ¿qué es la felicidad?, ¿qué es lo bueno?, ¿qué es lo malo?, ¿qué es la verdad?, ¿qué es la libertad?, ¿qué es una virtud?, ¿qué es un vicio?, ¿qué es la democracia?, ¿qué es la compasión?, ¿cuál es el orden justo?, ¿cuándo es justo un orden social determinado?, ¿cuál es la pena justa, la de muerte o la de prisión?, ¿qué intereses ostentan el valor de la justicia y cuál es la jerarquía de los valores?, ¿qué es preferible, un sistema económico libre o una economía planificada?, ¿qué puede considerar cada cual como «suyo» realmente?, ¿cuáles son las diferencias que deben tenerse en cuenta y cuáles no en el concepto de igualdad?, ¿cuáles son las capacidades de cada uno, para qué tipo de trabajo es apto y qué quantum de trabajo puede pretenderse que realice de acuerdo a sus capacidades naturales?, ¿cuáles son las necesidades que pueden ser satisfechas?, ¿cómo deben conducirse ciudadanos y jueces?, ¿cuáles son las normas que podemos o debemos desear sean obligatorias para todos?, ¿cuál es la moral de cada filosofía asociada a la justicia?, ¿puede permanecer tolerante la democracia cuando tiene que defenderse de ataques antidemocráticos?
Las respuestas han sido varias para cada una de estas preguntas. Y la discusión continuará sin que parezca, haya a la mano, una respuesta consensada para la pregunta ¿qué es la justicia? Sin embargo esto no justifica que los esfuerzos continúen en la construcción de un orden cada vez más justo que beneficie a cada vez más ciudadanos.
En torno a estas preguntas se han formulado también distintos principios entre los que destacan los de responsabilidad colectiva y de responsabilidad individual; de represalia y bien por bien, mal por mal; de igualdad y de igualdad ante la ley; de juridicidad o legalidad; de amor y de tolerancia; de "a cada cual lo suyo" y de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades; principio democrático y principio comunista de justicia, y el principio de causalidad.
Hoy día esta discusión compleja -en cuestiones y principios. es necesario tenerla presente cuando existe la necesidad de reformar el poder judicial en el sistema político mexicano.
Es importante reconocer que cualesquiera que sea el resultado de la discusión en torno al poder judicial, el sistema político mexicano mutará en otro porque exigirá cambios en las interacciones existentes entre los partidos políticos, entre estos y los otros poderes -ejecutivo y legislativo-, entre todo lo anteriormente mencionado y las organizaciones como escuelas, universidades, iglesias, etc. Todo ello exigirá el cambio de creencias, comportamientos, actitudes, ideales y valores de los ciudadanos. Todo ello implica pensar en un nuevo orden social y por ende no solo en reformar la Constitución Política sino sustitución de la vigente Constitución por una nueva.
La construcción de una Nueva República fundada en el principio de Soberanía del Pueblo es un objetivo deseado por la mayoría de los mexicanos. Una Nueva República orientada a satisfacer las necesidades de toda la población.
El itinerario de la Cuarta Trasformación para concretar la Nueva República es de largo alcance, es estratégico y por lo cual exige un permanente aprendizaje dónde los errores cometidos sean corregidos por todos los involucrados. Largo será el camino, pero debemos celebrar que el pueblo ya ha comenzado a construirlo.
En la actual coyuntura,
con la reforma al poder judicial se impulsará la idea fuerza de que los nuevos
legisladores, con su ejemplo, con su autoridad moral, logren
en forma más efectiva que los ciudadanos, en libertad y sin coacción, se
conduzcan virtuosamente.
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