miércoles, 1 de noviembre de 2023

La Fiesta de muertos

La Fiesta de muertos

José Antonio Robledo y Meza

 

Las celebraciones contemporáneas en torno a la muerte conservan la influencia prehispánica del culto a los muertos. De ahí viene lo peculiar de la fiesta de muertos en México. La fiesta sirve para expresar al mismo tiempo luto y alegría, tragedia y diversión, aspectos que conforman la vida humana. Se celebra la vida burlándose, jugando y conviviendo con la muerte.

La fiesta de muertos son días de celebración nacional, y en el que se cierran oficinas y establecimientos públicos. La iglesia católica la celebra con solemnidad. Son días de diversión y regocijo. El pueblo se reúna se recree se divierta. Son días de agasajo, caricia u obsequio que se hace para ganar la voluntad de los muertos y los vivos y como expresión de cariño. Son días propicios para la chanza y la broma. Son días de asueto. Son días de calacas.

Hablemos de la calaca. La calaca está ligada a los mexicanos hasta los huesos, al relajo, a la burleta y abarca todas las clases y grados académicos. Una cosa llama la atención: la calaca y la muerte es femenina, quién sabe por qué. A la calaca la conocemos también como “huesuda”, “dientona”, “flaca”, “parca”, “pelona”, “la chicharra”, “la blanca”, “la tía de las muchachas”, “la novia fiel”, “la tembeleque”, “la segadora”, “la apestosa”, “la tiznada”, “la copetona”, “la mocha”, “la descarnada”. También es “la tilinga”, “la pepenadora”, “la China Hilaria”, “la chirifusca”, “la pálida”, “la canica”, “la cuatacha”, “la hedionda”, “la güera”, “la jijurria”, “la triste”, “la pachona”, “la afanadora”, “la Madre Matiana”, “la paviada”, “la tía Quiteria”, “la cierta”, “la igualadora”, “la impía” y otros más.

Morir tiene además otros nombres para que no suenan tan duro: “petatearse”, “estirar la pata”, “colgar los tenis”, “entregar el equipo”, “pelarse”, “entumirse”, “enfriarse”.

Popularmente se dice:

—Se lo cargó “la chifosca” —.

—¿Cómo?, si me debía —contesta el otro, seguido de risotadas.

Un buen ejemplo de este tipo de relación entre la muerte y los mexicanos lo encontramos en la canción de Chava Flores, “Cerró sus ojitos Cleto”. La canción es la crónica de un velorio donde priva el relajo.

“Cuando vivía el infeliz

¡Si se fundiera”!

Y hoy que ya está en el veliz

¡Qué bueno era!



Para el mexicano la muerte se come en calaveritas de azúcar, de chocolate, de amaranto; en panes de muerto de muchas variedades, formas y colores adornados con azúcar blanca o pintada de rojo que simula la sangre. Hay galletas, frutas al horno y dulces hechos con calabaza. También juega con ella en recortes de papel, esqueletos de barro que brincan con resortes, piñatas de esqueletos, títeres de osamentas…

La convivencia con la muerte ha dado lugar a diversas manifestaciones de arte. Por doquier aparecen los grabados de José Guadalupe Posada, que “reaniman” a la muerte interpretando los sentimientos populares y convirtiendo en “calavera” lo mismo al presidente que al torero o al catrín. Año con año se acostumbra las también llamadas calaveras, versos en los que se ridiculiza a cualquier personaje vivo, de la política, de la ciencia o de las artes. Y todo mundo sabe que para no salir mal herido por alguna calavera, debe darse por no aludido ya que eso le pasa a cualquiera. Y advierte el dicho: si hay alguna semejanza, que maltrate tu conciencia, no hay “dolo en la semblanza es purita coincidencia”.

Como puede advertirse esta fiesta es, en todas sus manifestaciones, más pagana que cristiana. Y aun cuando el día 2 de noviembre es dedicado a los fieles difuntos por la Iglesia Católica y siendo los mexicanos casi en su totalidad creyentes, empiezan este día rezando por sus difuntos y acaban por brindar a su ¡salud!

Este es el principio de las ofrendas actuales, fusión pues pagana-cristiana de nuestras tradiciones. El espíritu de la ofrenda actual es un rito respetuoso que toda la familia, toda la sociedad, prepara para recordar a los que se han ido, y que, según la creencia, regresan este día para gozar lo que en vida más disfrutaban. Son, por supuesto, los “muy vivos” los que disfrutan de todo este festín. Lo que nos hace recordar el refrán:

 

“El muerto al cajón y el vivo al fiestón”.

 

robledomeza@yahoo.com.mx

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