Los
inagotables instrumentos de la política
José Antonio Robledo y Meza
Un instrumento político (elecciones, planes, proyectos, líderes, partidos, marchas, concentraciones) es un objeto colectivo que se usa deliberadamente, intencionalmente, para producir efectos políticos (de autoridad o de poder) considerados así por la sociedad a la que pertenece. Todo instrumento político es inventado. El hombre es un animal tan inventivo e ingenioso como racional. La invención de un instrumento político es algo tan extraordinario y enigmático como la invención de la lógica y la matemática. La historia es un instrumento político, es un proceso productor de entidades históricas. La historia entendida no ya como un acontecer que le “pasa” al hombre y que, así como le sucedió pudo haberle no ocurrido, mera contingencia y accidente que en nada lo afecta, sino como algo que lo va constituyendo en su ser; la historia como una modalidad de lo que llamamos la vida.
El instrumento político mantiene una relación privilegiada con la autoridad y el poder, pero también con la imaginación humana. Es, según Platón en El Banquete, «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser.
La
invención de instrumentos políticos son respuestas de problemas y fantasía.
El instrumento político es, ante todo, un objeto de relación colectiva inventado por el hombre. Un instrumento político no puede considerarse un objeto como otro cualquiera.
El objeto político puede ser, inventado y concebido como solución a un problema; y entonces, viene determinado por la función precisa a la que debe responder. La invención debe entenderse esencialmente como «adaptada a» o «adecuada para». Hay algo que la precede siempre: una actividad que realizar (estudiar e investigar) o un problema que resolver (combatir la corrupción, disminuir la pobreza y la violencia, mejorar las relaciones intersubjetivas, reducir las diferencias sociales). La invención política supone una respuesta a un problema de carácter exclusivamente político, debe satisfacer, del modo más preciso posible, un máximo de condiciones, algunas propiamente técnicas (duración, seguridad, eficacia, rendimiento, desempeño) y otras económicas (rentabilidad) o ético-políticas (condiciones medio ambientales, atención a un desarrollo sostenible); las condiciones meramente políticas se derivan de manera directa de la función del objeto, de la utilidad que se le presupone, del problema al que debe aportar solución.
La invención de un instrumento político no surge en un páramo natural y cultural. Está siempre precedida por ciertos datos naturales y un contexto social, cultural, político y económico en relación con el cual adquiere sentido, ya sea mediante su afirmación o rechazo.
De este modo hay tres formas de invención política: 1) estar destinada a mejorar las posibilidades de unas relaciones ya existentes, 2) facilitar el empleo de un instrumento (institución) ya existente y 3) aspirar a generar un nuevo tipo de relaciones políticas (de autoridad o de poder).
En los dos primeros de estos tres casos la invención se ve precedida de algo que anunciaba de modo abstracto su llegada; los dos primeros tipos surgieron, en general, a partir del modelo de invención política. Pero el tercer caso revela una naturaleza por completo diferente. No puede decirse que la invención de una nueva política aporte solución a un problema de tipo político tradicional; se trata de algo más significativo, que tiene mucho más que ver con el deseo y la imaginación que con la articulación problema-solución.
Todo invento humano, del orden que sea, expresa y desarrolla alguna faceta de la imaginación creadora del hombre. Pero nunca la imaginación humana parece tan libre como cuando está puesta al servicio de la invención política, en virtud especialmente de la tercera forma de invención. Las dos primeras formas podrían denominarse innovaciones (se transforma, aunque a veces de manera muy profunda, lo existente). Pero la tercera surge propiamente de la invención, y quizá incluso de la creación: surge algo que no existía anteriormente, a saber, una nueva relación política (Henri Bergson en La Evolución Creadora (1963), la llama «creación de formas» y Cornelius Castoriadis en La institución imaginaria de la sociedad (1975) «imaginario radical» e «institución imaginaria»).
El instrumento revela, en el tercer caso, la potencia creadora de lo imaginario, potencia que recae sobre un objeto complejo y duradero,-el poder judicial, la sociedad-. Como dice Gilbert Simondon en Imaginación e invención (1965-66), «el proceso inventivo se plasma del modo más perfecto cuando produce un objeto autónomo o una obra independiente del sujeto, transmisible, susceptible de compartirse, constituyendo la base de una relación de participación acumulativa». Pues bien los instrumentos políticos cumplen estos requisitos (autonomía, independencia, trasmisibilidad y compartibilidad). El instrumento es inventado y en el proceso plantea y resuelve numerosos problemas políticos, en virtud del deseo de nuevas relaciones, de nuevas determinaciones políticas. La imaginación humana se demuestra mucho más libre cuando inventa un instrumento político que cuando inventa cualquier otro objeto.
La invención
política se ve contextualizada por la esencia de los
problemas que se propone resolver y por las
necesidades humanas que son la fuente de esos problemas. La invención política suscita a
su vez la aparición de nuevas necesidades y deseos, lo que representa un proceso inagotable. Con la invención política surge
un ente histórico imprevisto e imprevisible que, al irse constituyendo en su
ser, opera como disolvente de la vieja estructura y, al mismo tiempo, es el
catalítico que provoca una nueva y dinámica concepción del mundo más amplia y
generosa. La historia nunca está
terminada
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