La política como drama
José Antonio Robledo y Meza
La literatura como la política se relacionan porque ambas existen gracias al lenguaje, ambas usan expresiones verbales como textos escritos, ambas designan producciones en una lengua, una nación, una época y obras que versan sobre un arte o una ciencia. Ambas son estudiadas por la filosofía y teorías científicas. Ambas usan ficciones: situaciones, imágenes y relatos provenientes de la imaginación o de la realidad misma, pero filtrados a través de la subjetividad de un autor individual en la literatura o a través del imaginario colectivo en la política.
El drama, es un género literario junto a la poesía y la épica. Del griego “drama” que refiere “hacer” o “actuar”; en español incluye, dentro de sus acepciones, al texto literario cuya intención es la de ser puesto en escena. El drama es cualquier texto literario escrito para ser representado ante un público.
En el drama, el autor lleva el desarrollo de la acción a la escena, los hechos no se relatan, sino que se representan. Su forma expresiva es el diálogo y los personajes adquieren vida gracias a un grupo de actores y actrices que lo escenifican. El drama puede tener un "final trágico" (tragedia) o cómico (comedia). Lo que sucede en la obra no está descrito ni narrado, ni comentado directamente por el dramaturgo, sino visto por el espectador. Lo principal en ella es lo que ocurre. En ambos se reúnen diversos códigos, como el verbal, el paraverbal (complementa al verbal: entonación, énfasis y pausas) y el no verbal (gestos, música, sonido, iluminación, escenografía, vestuario y maquillaje).
Como en el drama, la política se desarrolla públicamente frente a un auditorio que forma parte de la obra. Lo que sucede en la política es que la obra puede ser descrita, narrada, comentada directamente por quienes participan en la obra. Lo principal en ella no es solamente lo que ocurre sino como ocurra. En la política son múltiples los códigos verbales, paraverbales (entonaciones, énfasis y pausas) y no verbales (gestos, música, sonido, iluminación, escenografía, vestuario y maquillaje).
La política como narración dramática exige un análisis de personajes, jerarquización del tiempo, múltiples intrigas que se mantienen a través distintos ejes narrativos, por el tiempo que los actores lo deciden, y con ello identificar distintas construcciones episódicas, muchas de ellas imprevisibles y sorpresivas.
Un ingrediente del drama político son los personajes protagónicos: los héroes y los patéticos.
El héroe, como personaje trágico es aquel que asume su destino, sigue su ideal, y le es fiel hasta la muerte, aun cuando la realidad o las circunstancias le sean adversas. El personaje trágico no depende de los demás. El héroe ama y no renuncia al ser amado. Las hazañas del héroe comprenden tanto la aventura como el amor.
Frente al héroe se encuentran los personajes patéticos o los personajes manipuladores. Los patéticos necesitan de los demás, no tienen vida propia, no tiene deseos originales. Una de sus fuerzas es que pueden ser encantadores y suelen envolver a la gente para destruirlas.
Los patéticos no tienen ideales, viven según las circunstancias. En términos dramáticos, estos personajes son atractivos para complementar la construcción dramática, sólo funcionan como complementos de las intenciones del héroe.
En el escenario actual que ofrece tantas posibilidades de realización
es muy complicado que los actores del drama político tengan una actitud
inmodificable. Los intereses, las necesidades, los deseos y las inclinaciones
humanas se modifican con cierta rapidez, algunos de ellos a veces se opacan y a
veces se opacan radicalmente. En este escenario es que los personajes patéticos
adquieren su atractivo político para el héroe. No puede haber héroes sin
patéticos. Unos y otros son necesarios en el drama de la política.
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