José Antonio Robledo y Meza
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La importancia de Sócrates en la historia del pensamiento crítico no le viene de él mismo sino de los delitos que cometió. Los delitos que ejecutó son de importancia fundamental. Así pues, este no es texto sobre Sócrates. El filósofo entra sólo como catalizador.
Platón en la Apología de Sócrates ofrece una versión del discurso que Sócrates pronunció como defensa en el juicio, ante los tribunales atenienses, en el que se le acusó de corromper a la juventud y no creer en los dioses de la (polis). Sócrates en su alegato dice que tiene que rechazar dos tipos de acusaciones diferentes: los viejos cargos de que es un criminal y un curioso que pregunta hasta al cielo y la tierra, y los más recientes cargos legales de corromper a los jóvenes y de creer en cosas de su propia invención, en vez de los dioses de la polis.
Sobre los viejos cargos -cargos informales- Sócrates dice que son el resultado de años de rumores y prejuicio, y por lo tanto no pueden ser respondidos. Sin embargo, los reformula así: "Sócrates comete delito al investigar los fenómenos celestes y subterráneos, debido a que convierte el argumento más débil en el más fuerte, instruyendo esto a otros, y sin creer en los dioses, es decir, es ateo".
En los discursos de sus acusadores y de Sócrates-filósofo orden y desorden conceptual y social, están entrelazados. Los discursos ofrecen un punto de partida común: la ruptura del orden existente, la quiebra de las relaciones sociales aceptadas, merced a la irrupción del filosofar en una escena social. En los discursos atribuidos a Sócrates a lo largo de los diálogos platónicos, encontramos -en un plano más concreto- un ejemplo contundente de que todo filosofar implica la desaparición o puesta en duda del sistema de seguridad que la vida social presupone.
Los discursos filosóficos se desenvuelven en un espacio abierto y un tiempo ilimitado porque su función es la creación de una alternativa al orden conceptual existente y esto pasa por romper los espacios de seguridad sociales que hacen posible la descomposición y la enajenación… Ese fue el crimen de Sócrates: modificar el horizonte conceptual.
Leer la apología de Sócrates significa responder a las preguntas ¿qué hizo para abrir el horizonte conceptual? Y ¿cómo pudo hacerlo? Esta segunda pregunta es la cuestión primordial del filosofar hasta el punto que la primera pregunta pierde relieve ante la definición del proceso que implica la segunda. El filosofar, en este sentido, supone el estudio y la investigación del orden existente. Sin orden y sin filósofo no puede haber filosofar, no puede haber alteración del orden.
El filósofo es el ingrediente primario de toda propuesta filosófica por su relación directa con el factor característico de este tipo de acción: el razonar, el especular. El filosofar relaciona estrechamente dos elementos: el razonar filosóficamente, producto del estudio y la investigación, y el filósofo que es el que los conduce. Por lo tanto, filosófica será toda especulación razonada en la que se da un proceso de estudio e investigación y de que hay una persona encargada de llevar a cabo dichas actividades, ya sea mujer o varón, y que produce un sistema conceptual original.
Los discursos filosóficos -la literatura filosófica- agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce una alteración del orden establecido, es decir, una ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, que fue resultado del estudio e investigación del filósofo.
El filósofo abre heridas intelectuales y sociales al alterar lo que todo orden simboliza. Destruye un orden para construir otro.
El objetivo del filosofar es la creación de dos nuevos órdenes: un orden conceptual por medio de la lógica, la verdad formal, y un orden social por medio de la justicia y la belleza. El filósofo distingue entre la legalidad y la idea de justicia, que atiende a una noción ético-moral.
El filósofo al situarse fuera de la historia y satisfacer necesidades básicas para él produce rupturas. Su fuerza moral e intelectual es que no recibe nada más que lo necesario en un mundo imperfecto y eso es lo que lo mantiene aparte.
Compruebo nuevamente que nunca se sale igual a lo que se era después de redactar un texto filosófico.
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