La necesaria trasformación de la universidad pública mexicana
José Antonio Robledo y Meza
Que en lo sucesivo una plena libertad de conciencia, una absoluta libertad de exposición y de discusión, dando espacio a todas las ideas y campo a todas las inspiraciones, deje esparcir la luz por todas partes y haga innecesaria e imposible toda conmoción que no sea puramente espiritual, toda revolución que no sea meramente intelectual. Gabino Barreda, Oración cívica, 1867.
Del 14 de marzo del 2019 al 30septiembre del 2024 -72 meses de gobierno de la Cuarta Transformación- suman casi 30 las reformas que, por decreto, han modificado a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Todas ellas en alguna medida están relacionadas con un cambio en la forma de gobierno. De un régimen oligárquico de poder a otro donde se ha incrementado notablemente el poder en público; un poder activo, informado, consciente de sus derechos, que puede hacer uso público de la razón a través de la discusión y haciendo lo público cada vez más público.
Mediante el programa conocido como Cuarta Trasformación se han hecho caer muchas de las fortificaciones del poder invisible (poderes fácticos). El poder, como la naturaleza, ya no es secreto para el hombre.
México ha avanzado hacia la democracia con la propuesta de construir una Nueva República fincada en el respeto a los derechos humanos y acompañado de políticas públicas que incrementen día a día el mayor bienestar de los mexicanos. Estos dos son los grandes canales a través de los cuales se pusieron los cimientos teóricos de la democracia y el humanismo mexicano.
El poder democrático -ejercido por el conjunto de los individuos es una de las principales reglas de ese régimen- atribuye el derecho de participar directa o indirectamente en la formación de las decisiones colectivas, lo que exige el conocimiento de la sociedad.
Es en este contexto que se hace necesaria una trasformación de la universidad pública mexicana. Debe transformar sus funciones de docencia, investigación y extensión, así como el de su estructura política-burocrática. Trasformar la universidad para hacer posible una Nueva República fincada en el principio de la Soberanía del Pueblo.
El universitario como el ciudadano deben “saber”, o por lo menos debe estar en condiciones de saber. A la universidad toca la misión de autoeducar a sus miembros y educar a la ciudadanía.
En una sociedad democrática las personas deben saber hacer un libre uso de la razón sin poseer otra fuerza más que de los buenos argumentos y la autoridad debe protegerlos. Para ello la autoridad debe reconocer los derechos humanos, entre los cuales el primero -de los que derivan los demás- es la libertad de opinión. Porque si bien la autocracia tiene necesidad de ciudadanos pasivos, la democracia sobrevive sólo si cuenta con un número cada vez mayor de ciudadanos activos.
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